La estancia en Wichita Guidance Center: especialización profesional en psicología clínica
La biografías sobre Bandura y su propia
autobiografía se limita a decir que tras conocer a Virginia Varns casualmente
jugando al golf, se casaron en 1952. Tras
casarse fueron a Wichita Guidance Center donde él completó un internado
postdoctoral… y ella trabajó como supervisora en un hospital de obstetricia
(Zimmerman y Schunk 2003). En su biografía le dedica varias líneas explicando
que lo eligió por estar dirigido por un psicólogo, Joseph Brewer, y esperaba
encontrar que los problemas del vivir diario no se solucionaran con
medicamentos. Afirma: Eran tiempos en los
que el campo de la psicología clínica estaba orientada fuertemente a los
procesos interiores bajo el reinado de la teoría psicoanalítica. (Bandura,
2006, p.8). Termina afirmando que fue un año bien empleado. Y tanto, como se
demostrará.
Como se ha afirmado, de manera alguna se
pretende hacer una biografía del profesor de Stanford. Pero, algunos datos
pueden ser interesantes para comprender su dedicación a la psicología y su
posterior orientación teórica.
Por lo que se refiere a la biografía, parece
que Bandura se casa en 1952 con Ginny, y que luego los dos se van a Wichita en
el cercano este de Kansas. El prácticum de psicología clínica en Wichita duraba
un año, tal como lo exigían las directrices de
Más allá de esta referencia a su año de
estancia en Wichita, que no suele aparecer en su biografía, puede saberse en
qué consistía ese año de preparación final para convertirse en psicólogo
clínico. Concierne resaltar el espíritu de su director Joseph E. Brewer porque
determinará el contenido de las investigaciones posteriores inmediatas de Bandura.
Brewer publicó un artículo aparecido un años antes de que Bandura fuera admitido
como alumno interno (Brewer, 1951) en el que describe en qué consistía el
curso. En el curso participaban solamente cuatro alumnos que pasaban las
pruebas de selección. A cada uno se le asignaba como tutor uno de los
profesionales seniors (tres psicólogos y dos psiquiatras) del centro. Tras el
primer contacto con el centro y las instituciones (escuelas, juzgados, agencias
de reinserción de jóvenes delincuentes, agencias de familia, etc.) se les
entregaba inmediatamente un caso para que se hicieran responsables del mismo,
de su diagnóstico y de los procesos de intervención. Pero todo ha de pasar por una cierta
supervisión del tutor personal y del programa durante los primeros meses, al
final del curso se le da solamente la ayuda administrativa que necesite y la supervisión
del director o del grupo de profesionales sólo cuando el interno lo requiriera.
Cada semana tenían una reunión con el Director del Programa, una reunión del
grupo con profesionales psicólogos y otra con uno de los psiquiatras, de uno a tres
casos prácticos difíciles y cuantas reuniones pidiera el residente con los
miembros del equipo relacionados con los casos de responsabilidad del interno. Durante
los tres primeros meses cada uno de los internos había intervenido: entre 17 y 24 casos diferentes. Habían
aplicado entre 35 y 59 test psicológicos diferentes, entre 7 y 37
demostraciones de técnicas terapéuticas, entre 9 y 22 entrevistas de consejo
con los padres y entre 0 y 14 exposiciones públicas de propuestas de
intervención. Durante los nueve meses restantes a cada una de estas cifras se
añadían mensualmente, por término medio, 15,16, 19 y 24 respectivamente. (Brewer,
1951, p.270). Se trataba, como dice su director, no de generar técnicos, sino
psicólogos clínicos con competencia técnica.
El conocimiento de estos datos perfila mejor
la idea de formación que recibió Bandura como psicólogo clínico, lo que
permitirá, a su vez, entender toda su obra. Desde su encuentro casual con la
psicología a sus veintiún años hasta que muera, siempre ha tenido en cuenta que
quiere intervenir para remediar los problemas de las personas.
Se está tratando, en este primer capítulo, de
entender la formación psicológica recibida con el fin de entender sus
aportaciones al saber psicológico. Sin haberme introducido con anterioridad en
sus primeras publicaciones, siempre me había parecido extraño, en función de
sus títulos, que estuvieran centradas en el Rorschach, primero, y luego en la
personalidad del terapeuta como variable que interviene en el tratamiento. Ya
se sabe el porqué de sus publicaciones sobre las respuestas de espacios blancos
en el test de Rorschach. El porqué de sus primeras investigaciones sobre las
características del terapeuta se halla en la preocupación de Brewer por tener
en cuenta algunos aspectos de las
relaciones dinámicas interpersonales realizando estudios consecutivos de otoño
a invierno de los contactos autoritarios o socialmente integradores de los
profesores y los correspondientes cambios en la conducta escolar de los niños
(Simpson, 1948, p.127). Este interés por estudiar la conducta y las
características del profesor en el aula la traduce luego en su programa de
formación de futuros profesionales en el Wichita Guidance Center. El supervisor debía seguir de cerca las
sesiones de terapia de los internos durante largo tiempo, porque nuestra experiencia ha sido, dentro de la
técnica de supervisión que hemos desarrollado, los internos son conscientes
rápidamente de sus propias reacciones emocionales como terapeutas y que
utilizan esas reacciones que contribuyen al progreso terapéutico y modifican
aquellas que interfieren (Brewer, 1951, p. 269-70).
Si se focaliza la atención sobre esta
preocupación de Brewer por estudiar la conducta y la personalidad de quienes
dirigen la enseñanza o la terapia, se encontrará respuesta a la pregunta de por
qué la siguiente publicación terapéutica Bandura se titule: nivel de ansiedad del psicoterapeuta, la
compresión personal y la competencia terapéutica (Bandura, 1956) en la que aparece la siguiente
expresión que pudiera considerarse la esencia de lo aprendido con Brewer: el terapeuta que es consciente de los
signos de su ansiedad será capaz de controlarla conscientemente y de adaptar sus reacciones a los fines
terapéuticos y , por consiguiente, funcionar a niveles más efectivos que el terapeuta
que carece de este insight (Bandura, 1969, p.333). La deducción adquiere más argumentos cuando se
lee la nota segunda de este artículo en el que agradece a Brewer que le haya
permitido utilizar las entrevistas de su centro.
No es en manera alguna aventurado que
inmediatamente después se dedique a estudiar los problemas de la conducta agresiva de los jóvenes, pues
con seguridad esos eran los problemas más frecuentes en el centro de Wichita.
Tanto que en 1993 le añaden el calificativo de Wichita Child Guidance Center y, en su presentación proponen cuatro
casos típicos de quienes son sus atendidos: un niño de diez años abandonado y
agresivo, una niña de 15 años drogadicta y camello, un niño de nueve años que
interrumpe las clases con actos violentos y una niña hiperactiva, once años,
que es extraordinariamente violenta cuando no consigue lo que quiere. Seguro
que los casos que trató Bandura en este centro tendrían el mismo perfil de
conducta agresiva. En su artículo de 1960 (Bandura, 1960) dice expresamente: dado que los conflictos de agresividad
tienden a estar presentes de alguna manera en todos los pacientes (Bandura,
1960, p.1)
No considerar esta estancia postdoctoral como
psicólogo clínico interno, obstaculiza la compresión de sus publicaciones inmediatas
y el verdadero interés de Bandura por la Psicología.
Cuando finaliza su año de internado en
Wichita es contratado para impartir clases de psicoterapia (Bandura 2004) en la
Universidad de Stamford. Pero, o el contrato no era suficientemente interesante
económicamente, o le apartaba de sus
propósitos de ejercer una psicología en contacto con los pacientes, porque durante
su primer curso académico formaliza un contrato para dirigir un centro
comunitario en Santa Rosa.
Lo que sí parece claro en Bandura es su
interés por no abandonar la investigación. Durante su año de contrato temporal lleva
a cabo, juntamente con psiquiatras de hospital de veteranos de Palo Alto, su
siguiente investigación, que tiene la misma orientación clínica de de la
anteriores. Sigue, pues, en la misma orientación clínica recibida bajo la
dirección tanto de Betón como de Brewer.
Como se ha marcado ya, la primera
investigación retoma las inquietudes de Brewer por controlar la influencia de
la ansiedad de los terapeutas hacia los temas sexuales, agresivos y de
dependencia y su influencia en la calidad de sus intervenciones. Para entender
esta investigación, imagínese una reunión final de los participantes en el
centro comunitario de Wichita, en el que se quiera dar la calificación a los
alumnos, para lo cual se pide a todos los compañeros que califiquen la ansiedad
que sufren ellos mismos y cada uno de sus iguales cuando tienen que tratar
pacientes que aportan al tratamiento problemas en alguno de los tres campos
mencionados. El director del centro, por
su parte, califica la calidad de las terapias que hacen. Los resultados
muestran que cualquier tipo de ansiedad correlaciona negativamente con la
calidad de su trabajo clínico. Pero no demuestra que el ser consciente de ello
la aminora, como afirmara Brewer (1951), como tampoco aparece correlación entre
juzgarse ansiosos y el juzgarse menos capacitados para el ejerció terapéutico.
El investigador que lleva dentro le hace planificar la siguiente investigación
para saber los modos específicos como la ansiedad del terapeuta afecta a su
trabajo: un estudio sobre las tendencias
de acercamiento/alejamiento de los
terapeutas de baja o alta ansiedad, para tratar materias emocionalmente
cargadas, está siendo planificado (Bandura, 1956, p.336).
En el año 1960, publica, con Lipsher y Miller
(1960) un artículo, que explícitamente vincula con el anterior, con la
intención de descubrir qué tipos de conductas utiliza el terapeuta que, en este
caso, tiene ansiedad a las respuestas agresivas del paciente, aunque
expresamente dice que también se han examinado las reacciones de ansiedad a la
sexualidad y a la dependencia. La metodología es la misma, salvo el análisis
detenido del contenido de las entrevistas grabadas. Cuando, en el artículo de
1956, da las gracias a los centros y personas que le permitieron extraer la
muestra de las entrevistas terapéuticas, menciona el Hospital de Veteranos de
Palo Alto. En él trabaja un profesional, probablemente psicólogo, que en 1958
publica un artículo con el título: studies
of the conditioning of verbal behavior (Krasner, 1958), en el que se hacen
afirmaciones tan interesantes como que en la situación experimental el
terapeuta condiciona las respuestas del paciente, o que se puede decir cómo
interpretará el paciente su problema si se conoce la personalidad o la
tendencia del terapeuta, porque toda terapia es, por naturaleza directiva: El
terapeuta utiliza señales,
frecuentemente sin darse cuenta,
para modificar, controlar, guiar o manipular la conducta verbal del paciente.
Este modo de comunicación sutil puede ser ofrecida probablemente como un medio
para entender cómo las propias explicaciones teóricas del terapeuta sobre la
dinámica de la personalidad y de la psicoterapia son transmitidas al paciente (Krasner,
1958, p.164). Lo que se completa cuando Bandura y sus colaboradores citan una
tesis doctoral defendida en la Universidad de Stanford en 1958 titulada: Operant conditioning in quasi-therapy
situation (Rogers, 1958). En definitiva, demasiadas coincidencias para eximir
a nuestro autor de un cierto contagio del conductismo.
[1] Mi agradecimiento a Nana
Diederichs y a David McCartney, bibliotecarios de