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sábado, 24 de octubre de 2020

 

La Psicología de Iowa.

 

 Descritos los personajes que dominaban el Departamento de Psicología de Iowa, describamos lo que allí pudo aprender Bandura, le satisficiera o no. Se ha dicho que rehúye referirse a Spence cuando le preguntan por su formación en Iowa, (Evans, 1976). Sutilmente afirma que los que salieron del programa de Spence no adoraban todos al mismo altar (Bandura, 2006), pero lo que repite siempre que tiene oportunidad de referirse a aquella experiencia es que aprendieron a afrontar su trabajo “con la decisión de ejercer control sobre nuestro propio desarrollo y sobre las circunstancias de la vida (Bandura, 2006, p.6). También afirma que: Un fuerte compromiso con el análisis teórico y respeto a la experimentación penetrante se convirtieron en las señas de identidad de un graduado en Iowa (Bandura, 2006, p.4). Rigor que certifica su mentor Arthur Benton, quien, tras aceptar la invitación de Iowa para no perder contacto con los avances de la psicología, reconocerá que su traslado le hizo consciente de los sesgos de sus investigaciones anteriores, y tal conciencia le condujo a una notable mejora en la calidad de su investigación (APA. 1979) 

La realidad de lo vivido en la Universidad de Iowa, adquiere precisión cuando se sigue la senda de esta otra frase de su biografía en la que cada palabra es precisa: Esta era la época de las contiendas entre grandes teorías alternativas. Las experiencias contingentes ¿construyen o fortalecen hábitos, como sostenía Hull, o crean expectativas, como argumentaban los seguidores de Tolman? (Bandura, 2006, p.5).  

 

Para acreditar hoy estas palabras han de leerse estudios de Hull, Spence, Bergmann, Miller, Tolman. Quizás también de Sears por ser quien contrata a Bandura en la universidad de Palo Alto, seguro que Robert Sears, como se demostrará posteriormente.

 

El profesor de Stanford es preciso recordando que el Departamento en el que obtuvo su graduación y doctorado estaba dominado por Spence, segundón de Hull. Dos obsesiones pueden definir la psicología del influyente profesor de Yale. La piscología ha de convertirse en una ciencia natural como lo es la física o la bilogía. La ley de la gravedad es el modelo que tiene en su caballete de científico como modelo a reproducir (Hull, 1943, 1945) o la termodinámica (Felsinger, Gladstone, Yamamuchi y Hull, 1947) Y, también, que la psicología, como la demás ciencias naturales, tiene que proponer en fórmulas matemáticas las leyes que vaya descubriendo. Critica a su admirado Pavlov por haberse quedado en descripciones cualitativas, aunque contara el número de gotas de saliva de sus perros (Hull, 1940).

 

El ejemplo clásico es su noción de fuerza del hábito, por el que se explica que dos individuos de la misma especie reacciones de manera diferente ante el mismo estímulo o que dos especies diferentes reacciones también desigualmente. De no acatar estos supuestos la psicología americana seguirá la senda de mayor introspección, subjetividad, antropomorfismo e incertidumbre (Hull, 1943, p.288).

 

Tal sucede con la teoría del campo de Lewin y la expectativa de Tolman. De seguir el camino de las ciencias naturales, llegará el momento en que los psicólogos clínicos, los que estudian las actitudes, los psiquiatras, los antropólogos y los sociólogos se beneficiarán de los descubrimientos del conductismo asumiéndolo como fundamento de sus actuaciones Lo que estará en consonancia con la práctica de los ingenieros que ahora reciben entrenamiento en las disciplinas básicas de matemáticas, física y química a lo largo de toda su carrera. (Hull, 1945 a, p.60).

 

Este es el ideal, muy alejado de la realidad en aquel momento, pero con la esperanza de alcanzarlo. Tal trabajo será realizado por quienes esperan alcanzarlo y creen en su posibilidad; quienes no comparten esta esperanza se adentrarán en otras aventuras. (Hull, 1943, p. 286). Dadas las duras críticas que reciben sus propuestas, Hull se plantea, cínicamente, la posibilidad de no alcanzar su ideal y se consuela: si la búsqueda resulta infructífera, aquello que se subieron a bordo habrán vivido la emoción de la aventura y la satisfacción de haber realizado un esfuerzo digno (Hull, 1945, p. 286). 

 

A Hull le poseía la vocación misionera, como a su discípulo Spence. Con espíritu apologético interpreta conductas poco acordes con su conductismo estricto, como las respuestas diferentes de individuos de la misma especia ante estímulos semejantes, incluso las diferentes reacciones de individuos de diferentes especies, como los ratones o los humanos: la historia personal o la historia de las especies (¿admite el inconsciente colectivo?) ha generado hábitos de respuestas de intensidad diferente, la distinta reacción a estímulos compuestos (luz más zumbido) que a cada uno de sus componentes, lo que no puede deducirse ni de los principios no aportados por el behaviorismo primigenio ni por la teoría de la Gestalt  (Hull, 1945 b, p.141). Pero, quizás, sí de los principios de la reflexología pavloviana y una supuesta intervención del sistema neurológico, para lo que elabora posibles fórmulas matemáticas; insiste Hull en un tema que ya tratara en 1940 (Hull, 1940) y del que la expresión matemática no diera resultados: Por desgracia, por la naturaleza relativa de los datos, las fórmulas anteriores no pueden aplicarse a los resultados de la investigación presente (Hull, 1940, p.110).

 

En el año 1947 reconoce haber hecho esfuerzos para definir, sin éxito, unidades de conducta (the wat, the hab, the mote ad the pav) para las que no se han desarrollado valores genuinos. (Felsinger, Gladstone et al., 1947, p. 214). Comparándose con la historia de la termodinámica amonesta: la historia de la evolución de la ciencia termodinámica no sólo nos previene de ser optimistas en exceso acerca de una victoria rápida; indica también la metodología de la experimentación cuantitativa y la formulación matemática por la que los primeros científicos obtuvieron el éxito  (Felsinger, Gladstone et al., 1947, p. 215). Una vez más lo intenta en este estudio en el que busca la fórmula matemática de la latencia de respuesta condicionada en ratas albinas en función del número de refuerzos. Pero una vez más desemboca en un ensayo con error.

 

Sin duda Clark L. Hull fue el mentor de la corriente psicológica que impregnaba el Departamento de Iowa en los años cuarenta y comienzos de los cincuenta. Spence afirma esta afiliación en un trabajo teórico escrito en 1950 (Spence, 1950). Lo mismo que su maestro, Spence explicita: el científico de la conducta sólo pide que se le conceda la misma oportunidad de desarrollar un relato de sus fenómenos como los han hecho sus colegas físicos o biólogos (Spence, 1948, p.70). A imagen y semejanza de Hull, afirma que las críticas al behaviorismo por perder la riqueza y el calor de la conducta, y que preferir cualquier clase de introspección supone no saber distinguir la ciencia psicológica del conocimiento cotidiano o de la clase de conocimiento que reflejan los retratos de novelistas y poetas (Spence, 1947, p.70). Como ya se ha indicado, tanto Hull como Spence, al proferir tales reconvenciones, están pensando explícitamente en Kurt Lewin (Spence, 1950), que utiliza terminología física sólo con fines expositivos, pero es una simple analogía (Spence, 1950, p.160).

 

Vuelva a leerse la frase de Bandura en la que afirma que la época de su estancia en Iowa tenía lugar las grandes discusiones entre teorías y de minuciosos, complicados experimentos. Quien tenga el humor de revisar las publicaciones del Director del Departamento de Iowa o  las originadas  en el laboratorio de Berkeley, certificará la veracidad de cada palabra de la descripción de Bandura Pueden sintetizarse las publicaciones de Spence,  entre los años 1945 y 1955, aquellos que pueden reflejar la experiencia científica de Bandura durante sus tres años de especialización, en estas tres ideas: seguir la huella de Hull, responder a las acusaciones de Tolman, en los temas de aprendizaje animal, hasta 1950, y, finalmente, a partir de esta fecha, tratar de refutar las propuestas de Hilgard sobre las causas y efectos de la ansiedad humana mediante el Condicionamiento del parpadeo. Impresiona descubrir que la producción científica del autor más citado en Piscología hasta 1970 (Myers, 1970) haya estado pautada por las ideas y las críticas de sus adversarios.

 

Que Spence es la sombra alargada de Hull, no es necesario demostrárselo a quienes alguna vez se han asomado a la historia o a las teorías psicológicas: son los representantes, por igual, de la escuela del Estímulo (S) y respuesta (R), que no del conductismo o behaviorismo: En lugar de concebir el aprendizaje en términos de cambios perceptivos o cognitivos, la teoría del S-R se refiere a tales cosas como conexiones, vínculos, asociaciones, hábitos o tendencias de estímulo-respuesta (Spence, 1950, p.162).

 

Los escritos de esta época, para demostrar la segunda línea de Spence, muestran una relación ambivalente y hasta ambigua entre Tolman y Spence.  Spence considera a Tolman como quien propone hipótesis cognitivas, comprensivas, holísticas o gestálticas; sing-gestalt, prefiere llamarla Spence (Spence, 1946), mientras que Tolman define a los que piensan como él teóricos del campo (Tolman, 1948), siguiendo las exposiciones de Lewin (Tolman, 1939). Spence, en sus exposiciones teórica (Spence, 1948,1950) separa a Tolman de las otras escuelas del aprendizaje, le tiene respeto y entiende que su manera de investigar es correcta. En alguno de sus escritos Tolman (Tolman, 1948) afirma que Spence le ha enviado los resultados de una investigación, existía entre ellos una relación científica. Pero, donde aparece la consideración se escenifica la descalificación. Spence culpa a Tolman de hacerse eco de la denigrante comparación de su teoría con la centralita telefónica, incapaz de procesar lo que pasa por ella, meramente pasiva; cosa cierta (Tolman, 1958, p.190), aunque con interpretación maniática por parte de Spence, que  le inculpa de presentar su teoría como infantil, que sus investigaciones están planificadas para demostrar que la postura contraria es errónea, y no buscar el desarrollo honrado de la ciencia: con demasiada frecuencia, en los escritos de la psicología cognitiva corriente aparece la deplorable técnica de falsificar las formulaciones de los puntos de vista contrarios y luego mostrar que tales formulaciones son erróneas  (Spence, 1950.p.171). 

 

¿Será por esta suspicacia de Spence por lo que Tolman afirma en alguno de sus estudios más técnicos: De nuevo, las curvas de orientación y progresión fueron tomadas de Spence, aunque a él no le guste (Tolman, 1939, ¿p.335)?  Tras esta breve exposición del ambiente científico que se vivía en Iowa, se entiende mejor que Bandura, entre las muchas anécdotas que seguro pudo contar de su estancia en Iowa, eligiera la del entierro de la rata que corrió según los postulados de Tolman.

 

 Esta exposición no sería justa si no finalizara reconociendo que Spence concedía a Tolman el valor científico que negaba corrosivamente a Lewin y a las teorías de la Gestalt de Kaffka o Köhler; y que Tolman propone que la solución a tanta discusión está en reconocer la existencia de diferentes clases de aprendizaje en la que caben tanto la suya como la del estímulo-respuesta (Tolman, 1949). 

 

De manera alguna es momento para introducirse en los complicados estudios o experimentos realizados por Spence y sus colaboradores para demostrar que no existe el aprendizaje sing-gestalt (Spence, 1945; Spence y Lippitt, 1946, Spence y Kendler, 1948,1952), o explicar los conceptos o las leyes desarrolladas por esta teoría del aprendizaje.

 

Durante mucho tiempo la teoría del S-R dominó la explicación del aprendizaje, junto al condicionamiento contingente de Skinner. La propuesta de Tolman cayó en el olvido. Puede leerse un excelente resumen en el artículo del mismo Tolman titulado: Los mapas cognitivos en ratas y en hombres (Tolman, 1948).

La afirmación de que el Spence investigador se jugó siguiendo al ritmo que le marcaron sus contrarios, es un poco exagerada cuando se revisan sus estudios sobre la ansiedad y sus discusiones teóricas con el Profesor Ernest Hilgard, de la Universidad de Stanford. Es cierto que ya en los años 30 (Hilgard y Humpheys, 1938) había trabajado con el condicionamiento de parpadeo tomando como variables importantes las características personales, la actividad mental o las instrucciones de resistencia al condicionamiento pedidas por el experimentador. Pero siguiendo las publicaciones de Spence durante estos años, ha de reconocerse que, sin explicar mucho por qué, e incluso en contra de las críticas que el conductismo y el operacionalismo de Bergmann habían hecho a la  metodología subjetiva de Lewin, (dado que no comprobable la relación entre las manifestaciones verbales del sujeto y su verdadero estado interior), en 1951 publica,  con la que sería  su mujer, Janet Taylor (Spence y Taylor,  1951), un estudio sobre  el condicionamiento del parpadeo y la ansiedad. Y mide la ansiedad con un cuestionario de naturaleza subjetiva y siguiendo el criterio de los psiquiatras. Cuestionario que la psicología clínica ha consolidado con las sucesivas ediciones del MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory). Este estudio es el primero, en metodología y contenido de los muchos estudios que le dedicaría hasta el momento de su muerte. Abdica, con él, de una crítica que la teoría del S-R venía planteando al los “mentalistas”, como: la necesidad de demostrar la relación entre el contenido de la conducta verbal y la realidad subjetiva de los participantes.

 

En la formación psicológica de Bandura influyó, qué duda cabe, el hecho de que Spence fuera el director-controlador del Departamento en el que realizó su especialización en psicología. Pero quizás nada más que en eso. Porque en su autobiografía lo retrata con rasgos gruesos, obscuros y distantes, con una cierta dosis de desdén. La figura que influyó verdaderamente en Bandura mientras estaba en Iowa, fue, a mi entender, Arthur Benton.

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