Translate

viernes, 30 de julio de 2021

IN MEMORIAM: ALBERT BANDURA. EL AMIGO, EL MAESTRO.

 



Cierto. Han pasado años  sin escribir  una entrada personal en este Blog.  Pero es que ayer ha muerto la persona, el profesor, el amigo que da sentido a este Blog: Albert Bandura  nos ha dejado a los 95 años.

Me entristece la noticia, sí, pero me queda  hasta mis restos la vivencia de haber sido su amigo y él mi maestro. Quienes habéis asistido a mis clases recordaréis  que su teoría fue siempre el hilo conductor  de  todo lo que enseñé. Por eso estuvimos siempre al día de los  últimos progresos en nuestra disciplina.

No es el momento de exponer sus teorías. Fueron y son  tan novedosas e influyentes que se no faltan  en los libros de texto.

Hoy es día de recuerdos y de vivencias. Estuvo presente en mi vida y en la de mi familia. Por eso mis hijas, al conocer la noticia me han dicho que fue una suerte haberle conocido tan de cerca.

Cuando hablabas con él te trasmitía acogimiento, familiaridad. Nunca  la sensación de que era un científico importante. Eras tú y era él.

¿Quién era Bandura en las cercanía? Lo define bien mi experiencia en el último trimestre que estuve en la Universidad de Stanford 1991.

El primer fin de semana de aquella primavera, al recoger lo que  tenía en mi casillero, me encontré con una invitación suya, escrita en un posit, en la que  nos invitaba, a mi mujer y a mí, a cenar  junto con su esposa Ginny, a un restaurante  famoso en  el entorno de la Bahía de San Francisco. ¡Lo aceptamos, no faltaba más!

Llegó el fin de semana siguiente, volví a encontrarme con una nueva invitación. 

Él había estado en Salamanca unos años antes. Había venido con Ginny y con Maria, su hija también psicóloga,  recién salida de la facultad. Me pidió que María diese una conferencia en aquel curso, se lo concedí, naturalmente. Como hacía con los invitados de los cursos de verano que organizaba cada año, los invitamos a restaurantes y también a casa.

Cuando recibí la invitación de mi  segundo fin de semana en Stanford, pensé que se sentía obligado a corresponder a nuestra hospitalidad salmantina. 

Con el posit en la mano  me acerqué a su despacho, situado en un rincón acogedor del Departamento de Psicología. Señalándole el posit le dije:

- Al, no quiero que te sientas obligado a  invitarnos porque nosotros  te invitáramos en Salamanca.

 Su respuesta, como siempre, fue una carcajada sonora. Su carcajada. La carcajada que todos los que le hemos tratado nunca olvidaremos.

- Eugenio, estás equivocado. Una de las secciones primeras que yo leo en los periódicos es la de gastronomía. Me gusta saber qué hay de nuevo, cuales son las tendencias del momento. Pero, sabes, lo que no tengo son  ocasiones para ir. Ahora que estáis vosotros aquí, me voy a dar este gustazo.

O sea, que nosotros le estábamos haciendo un favor a él y no él a nosotros. ¡Grande!. 

Puedo atestiguar que su generosidad  no tenía límites. Una de las veces que estuvo en Salamanca, en el momento de pagarle por sus conferencias, me dijo que me quedara yo con ese dinero, porque habíamos gastado mucho con él. 

Tampoco puedo olvidar  su último viaje a Salamanca, en 2002. La facultad celebraba su 25 aniversario y querían que Bandura fuera el invitado especial. Me pidió el Decano que si yo podría conseguirlo. Naturalmente. 

Me puse en contacto con  él y aceptó.  Pasados unos días me dice que su viaje a Salamanca nos iba a costar mucho dinero. Y que, si me parecía bien, podía aprovechar el viaje que unos días antes  tenía que hacer a Italia. De esa manera  nos dividíamos los gastos entre los italianos y nosotros.

Sí, era una persona extremadamente generosa.

Pero  no solamente con lo referente al dinero. Yo diría que lo era especialmente con sus  publicaciones y  trabajos de investigación.  Varias veces al año me mandaba primeras copias de lo último que  había escrito.  

-Eugenio, creo que esto puede interesarte.

Luego, cuando salía la publicación definitiva  había cambiado  algunas cosas. Es decir, me enviaba su primera redacción.

Afable, amigo, generoso, siempre sonriente. ¡Amigo, que te me has ido! !

He dicho que no quiero hablar de  las teorías psicológicas de Bandura. Pero  siguiendo el hilo de este tema, me gusta  recordar el siguiente episodio que le define a la vez como científico y como persona.

En una de sus invitaciones  de fin de semana, el restaurante estaba en una zona empinada  de San Francisco. Bandura y yo íbamos delante. Isabel y Ginny se habían quedado rezagadas. Una de ellas mira la pendiente que había que ascender y se lamenta.  Bandura se vuelve, se dirige hacia ellas y les dice:

- Con pasitos cortos se llega sin cansarse.

Pasitos cortos, y uno detrás de otro, pero sin pararse. En aquel momento pensé que esa era la esencia de su éxito científico. Poco a poco, experimento a experimento. Sin dejar nunca las hipótesis que le que había  dejado el anterior y sin dejar de responder con experimentos a quien lo criticaban.

Bandura se decide a estudiar psicología por una casualidad. La importancia de las casualidades en nuestras vidas, escribiría años después.. Estudiaba biología. Sus compañeros de residencia, medicina. Estos se levantaban pronto. Bandura se levantaba para ir con ellos. Tenía que esperar en la biblioteca hasta el inicio  de las asignaturas de Biología. En una de esas esperas  se encuentra con un folleto en el que se anuncian clases de Psicología que eran convalidables para la carrera de Biología y que se impartían a horas tan tempranas como las de medicina. Podía aprovechar ese tiempo muerto . Se apunto. Le gustó. Cambió su carrera de Biología por la de Psicología.

Terminada la carrera le pregunta a su tutor por el mejor departamento para hacer el Doctorado. Su tutor le recomienda Iowa. Sin dinero y sin recursos y sin opción a beca, se planta en Iowa. La Psicología estaba Dominada con férrea, por no decir militar disciplina de Conductismo por Spence, jefe de Departamento y metomentodo.

Bandura no buscaba aquello. Bandura quería ser psicólogo clínico. Por eso eligió como director de sus tesis a Benton, el padre de la Psicobiología. Su tesis trataba sobre la percepción de los espacios blanco  en el test de Rorschach. 

Cuando tuvo que elegir su especialización se fue a Wichita, donde vio pacientes bajo la supervisión de Brewer. Se especializó pues en Psicología clínica.

Terminada su especialización,  su intención seguía siendo la intervención psicológica. Pero en este momento  se dan un conjunto de circunstancias históricas en la psicología norteamericana, que exigen a las universidades tener Profesores Doctores para impartir la Psicología Clínica en sus programa.  El Director del Departamento de Psicología de  Stanford , recién llegado, era Robert Sears. Sears es el artífice de lo que luego ha sido la Psicología en Stanford.

Bob Sears recluta a Bandura, ya doctor,  para impartir la asignatura de Psicología Clínica. Y en eso está Bandura, en la Psicología clínica. Tanto que en ese primer año hace investigaciones junto a los psiquiatras, en el hospital para veteranos de Palo Alto. Tanto, que durante ese año estuvo buscando centros donde poder ejercer como Psicólogo. Y lo encontró. Al finalizar el curso le comunica su decisión al Jefe de Departamento. Pero Sears le propone un contrato fijo y con buenas  perspectivas ecónomas y científicas. Bandura se queda en Stanford hasta el día de ayer.

Aquí comienza la carrera científica del Bandura que hoy conocemos. Me gustaría detenerme  un momento en la influencia que ejerció Bob Sears sobre Bandura en ese momento. Me gusta detenerme porque ni el mismo Bandura lo resalta.  Recuérdese que Sears, junto con Dollard, Miller y otros son los ponentes de la hipótesis de la Frustración como causa de la agresividad.

El primer libro que publica Bandura es sobre la  agresividad de los adolescentes. Con formulaciones  semejantes a las que publicaba Bob Sears esos mismos años.

Y aquí tendríamos el punto de arranque de la actividad intelectual de Bandura.

La agresividad se aprende por imitation. Que desemboca en el  las investigaciones  de su famoso muñeco bobo.  Siguiendo el mismo esquema  se introduce en los temas del aprendizaje de los  comportamientos morales. Y aquí quisiera hacer un inciso: a Bandura le ha interesado, sobre todo, el aprendizaje  de los comportamientos morales e inmorales. No es casualidad que su último libro publicado se titule Moral Disengagement (2016).

Siguiendo con su vocación de psicólogo clínico, propone que el aprendizaje por imitación  puede competir y superar a los aprendizajes por recompensas, tanto en niños como en adultos.

Pero un día, en una revisión de los resultados de sus investigaciones, una paciente le dice que desde que superó su miedo a las serpientes, se siente capaz de enfrentar otros miedos de su vida. Esto le hace pensar  a Bandura que la terapia es más bien un problema de atribuciones.  La generalización de los efectos saludables de una intervención no se hacen por contigüidad y semejanzas, si no por una asociación o conclusión mental.

Esta hipótesis la estudia durante los primeros años 70, hasta que en 1973 publica su libro  Social Learning Theory, en el que formula por primera vez la hipótesis de la autoeficacia.

Formulada la hipótesis,  dedica los primeros  años de los 80 a probarla y defenderla de todos los ataques que recibió. Una vez probada y, dado su alcance universal sobre  todos los campos de la conducta humana, dedica sus investigaciones a probar que la autoeficacia en la variable que aglutina todas las demás en cualquier tipo de conducta: terapias, recuperaciones cardíacas, deportes, rendimiento escolar, conductas saludables, etc.

Todo esto lo hace  sin demasiado ruido, aunque a veces es muy duro con los que le atacan. Todos estos son los pasos pequeños que  al final terminan  conquistando la cumbre  científica que él ha alcanzado. 

Pasito a pasito, pasitos cortos, que, como titulara uno de sus artículos semi-biográficos: Desde los  minúsculos  arroyuelos  de las cumbres heladas hasta las grandes y cálidas corrientes de los grandes causales de agua.

Este es , desde mi punto de vista, lo que ha terminado por convertir a Bandura en el psicólogo que ha dado vuelta de calcetín a la  Psicología en todos sus campos, pues ninguno se ha librado de su arrolladora personalidad humana y científica.

Pasito a pasito, pero sin descansar. Así se llega a la cima.  Esa ha sido su metodología de trabajo.

-Al, amigo, que quiero recibir tus invitaciones a cenar, que quisiera seguir recibiendo tus papeles no publicados, que quiero oír tus carcajadas, que quiero volver a ver tu cara  sonriente.

 ¿Lo dejamos para dentro de un rat


jueves, 29 de julio de 2021

 


La estancia en Wichita Guidance Center: especialización profesional en psicología clínica

 

La biografías sobre Bandura y su propia autobiografía se limita a decir que tras conocer a Virginia Varns casualmente jugando al golf, se casaron en 1952. Tras casarse fueron a Wichita Guidance Center donde él completó un internado postdoctoral… y ella trabajó como supervisora en un hospital de obstetricia (Zimmerman y Schunk 2003). En su biografía le dedica varias líneas explicando que lo eligió por estar dirigido por un psicólogo, Joseph Brewer, y esperaba encontrar que los problemas del vivir diario no se solucionaran con medicamentos. Afirma: Eran tiempos en los que el campo de la psicología clínica estaba orientada fuertemente a los procesos interiores bajo el reinado de la teoría psicoanalítica. (Bandura, 2006, p.8). Termina afirmando que fue un año bien empleado. Y tanto, como se demostrará.

Como se ha afirmado, de manera alguna se pretende hacer una biografía del profesor de Stanford. Pero, algunos datos pueden ser interesantes para comprender su dedicación a la psicología y su posterior orientación teórica.

Por lo que se refiere a la biografía, parece que Bandura se casa en 1952 con Ginny, y que luego los dos se van a Wichita en el cercano este de Kansas. El prácticum de psicología clínica en Wichita duraba un año, tal como lo exigían las directrices de la Asociación Americana de Psicología (APA).  Pero en 1953, Bandura ya está en Stanford. Con estos datos se puede entender que permanece en la ciudad de Kansas desde septiembre de 1952 hasta el verano de 1953. En agosto/septiembre de 1953, en el llamado semestre de otoño/invierno arranca su estancia en la universidad californiana. Tal internado lo debió hacer viviendo prácticamente solo, sin su mujer, dado que Virginia Varns, tras graduarse como enfermera en 1947, ejerce su profesión en el Hospital de la Universidad de Iowa durante los años siguientes.  Son años de transformación en la escuela de Enfermería, que se convierte en Facultad en 1949. En el semestre de otoño/invierno de 1952-53 Virginia Varns enseña la asignatura de Nursing of Mothers and Infants.  Su nombre desaparece de los ficheros de la Universidad de Iowa en febrero de 1953. Acaso porque se une definitivamente a Albert, primero, en Wichita y luego, en Stanford.[1]

Más allá de esta referencia a su año de estancia en Wichita, que no suele aparecer en su biografía, puede saberse en qué consistía ese año de preparación final para convertirse en psicólogo clínico. Concierne resaltar el espíritu de su director Joseph E. Brewer porque determinará el contenido de las investigaciones posteriores inmediatas de Bandura. Brewer publicó un artículo aparecido un años antes de que Bandura fuera admitido como alumno interno (Brewer, 1951) en el que describe en qué consistía el curso. En el curso participaban solamente cuatro alumnos que pasaban las pruebas de selección. A cada uno se le asignaba como tutor uno de los profesionales seniors (tres psicólogos y dos psiquiatras) del centro. Tras el primer contacto con el centro y las instituciones (escuelas, juzgados, agencias de reinserción de jóvenes delincuentes, agencias de familia, etc.) se les entregaba inmediatamente un caso para que se hicieran responsables del mismo, de su diagnóstico y de los procesos de intervención.  Pero todo ha de pasar por una cierta supervisión del tutor personal y del programa durante los primeros meses, al final del curso se le da solamente la ayuda administrativa que necesite y la supervisión del director o del grupo de profesionales sólo cuando el interno lo requiriera. Cada semana tenían una reunión con el Director del Programa, una reunión del grupo con profesionales psicólogos y otra con uno de los psiquiatras, de uno a tres casos prácticos difíciles y cuantas reuniones pidiera el residente con los miembros del equipo relacionados con los casos de responsabilidad del interno. Durante los tres primeros meses cada uno de los internos había intervenido: entre 17 y 24 casos diferentes. Habían aplicado entre 35 y 59 test psicológicos diferentes, entre 7 y 37 demostraciones de técnicas terapéuticas, entre 9 y 22 entrevistas de consejo con los padres y entre 0 y 14 exposiciones públicas de propuestas de intervención. Durante los nueve meses restantes a cada una de estas cifras se añadían mensualmente, por término medio, 15,16, 19 y 24 respectivamente. (Brewer, 1951, p.270). Se trataba, como dice su director, no de generar técnicos, sino psicólogos clínicos con competencia técnica.

El conocimiento de estos datos perfila mejor la idea de formación que recibió Bandura como psicólogo clínico, lo que permitirá, a su vez, entender toda su obra. Desde su encuentro casual con la psicología a sus veintiún años hasta que muera, siempre ha tenido en cuenta que quiere intervenir para remediar los problemas de las personas.

Se está tratando, en este primer capítulo, de entender la formación psicológica recibida con el fin de entender sus aportaciones al saber psicológico. Sin haberme introducido con anterioridad en sus primeras publicaciones, siempre me había parecido extraño, en función de sus títulos, que estuvieran centradas en el Rorschach, primero, y luego en la personalidad del terapeuta como variable que interviene en el tratamiento. Ya se sabe el porqué de sus publicaciones sobre las respuestas de espacios blancos en el test de Rorschach. El porqué de sus primeras investigaciones sobre las características del terapeuta se halla en la preocupación de Brewer por tener en cuenta algunos aspectos de las relaciones dinámicas interpersonales realizando estudios consecutivos de otoño a invierno de los contactos autoritarios o socialmente integradores de los profesores y los correspondientes cambios en la conducta escolar de los niños (Simpson, 1948, p.127). Este interés por estudiar la conducta y las características del profesor en el aula la traduce luego en su programa de formación de futuros profesionales en el Wichita Guidance Center.  El supervisor debía seguir de cerca las sesiones de terapia de los internos durante largo tiempo, porque nuestra experiencia ha sido, dentro de la técnica de supervisión que hemos desarrollado, los internos son conscientes rápidamente de sus propias reacciones emocionales como terapeutas y que utilizan esas reacciones que contribuyen al progreso terapéutico y modifican aquellas que interfieren (Brewer, 1951, p. 269-70).

Si se focaliza la atención sobre esta preocupación de Brewer por estudiar la conducta y la personalidad de quienes dirigen la enseñanza o la terapia, se encontrará respuesta a la pregunta de por qué la siguiente publicación terapéutica Bandura se titule: nivel de ansiedad del psicoterapeuta, la compresión personal y la competencia terapéutica  (Bandura, 1956) en la que aparece la siguiente expresión que pudiera considerarse la esencia de lo aprendido con Brewer: el terapeuta que es consciente de los signos de su ansiedad será capaz de controlarla conscientemente y de  adaptar sus reacciones a los fines terapéuticos y , por consiguiente, funcionar a niveles más efectivos que el terapeuta que carece de este insight (Bandura, 1969, p.333).  La deducción adquiere más argumentos cuando se lee la nota segunda de este artículo en el que agradece a Brewer que le haya permitido utilizar las entrevistas de su centro.

No es en manera alguna aventurado que inmediatamente después se dedique a estudiar los problemas de la conducta agresiva de los jóvenes, pues con seguridad esos eran los problemas más frecuentes en el centro de Wichita. Tanto que en 1993 le añaden el calificativo de Wichita Child Guidance Center y, en su presentación proponen cuatro casos típicos de quienes son sus atendidos: un niño de diez años abandonado y agresivo, una niña de 15 años drogadicta y camello, un niño de nueve años que interrumpe las clases con actos violentos y una niña hiperactiva, once años, que es extraordinariamente violenta cuando no consigue lo que quiere. Seguro que los casos que trató Bandura en este centro tendrían el mismo perfil de conducta agresiva. En su artículo de 1960 (Bandura, 1960) dice expresamente: dado que los conflictos de agresividad tienden a estar presentes de alguna manera en todos los pacientes (Bandura, 1960, p.1)

No considerar esta estancia postdoctoral como psicólogo clínico interno, obstaculiza la compresión de sus publicaciones inmediatas y el verdadero interés de Bandura por la Psicología.

 

Cuando finaliza su año de internado en Wichita es contratado para impartir clases de psicoterapia (Bandura 2004) en la Universidad de Stamford. Pero, o el contrato no era suficientemente interesante económicamente, o   le apartaba de sus propósitos de ejercer una psicología en contacto con los pacientes, porque   durante su primer curso académico formaliza un contrato para dirigir un centro comunitario en Santa Rosa.

Lo que sí parece claro en Bandura es su interés por no abandonar la investigación. Durante su año de contrato temporal lleva a cabo, juntamente con psiquiatras de hospital de veteranos de Palo Alto, su siguiente investigación, que tiene la misma orientación clínica de de la anteriores. Sigue, pues, en la misma orientación clínica recibida bajo la dirección tanto de Betón como de Brewer.

Como se ha marcado ya, la primera investigación retoma las inquietudes de Brewer por controlar la influencia de la ansiedad de los terapeutas hacia los temas sexuales, agresivos y de dependencia y su influencia en la calidad de sus intervenciones. Para entender esta investigación, imagínese una reunión final de los participantes en el centro comunitario de Wichita, en el que se quiera dar la calificación a los alumnos, para lo cual se pide a todos los compañeros que califiquen la ansiedad que sufren ellos mismos y cada uno de sus iguales cuando tienen que tratar pacientes que aportan al tratamiento problemas en alguno de los tres campos mencionados.  El director del centro, por su parte, califica la calidad de las terapias que hacen. Los resultados muestran que cualquier tipo de ansiedad correlaciona negativamente con la calidad de su trabajo clínico. Pero no demuestra que el ser consciente de ello la aminora, como afirmara Brewer (1951), como tampoco aparece correlación entre juzgarse ansiosos y el juzgarse menos capacitados para el ejerció terapéutico. El investigador que lleva dentro le hace planificar la siguiente investigación para saber los modos específicos como la ansiedad del terapeuta afecta a su trabajo: un estudio sobre las tendencias de acercamiento/alejamiento de los terapeutas de baja o alta ansiedad, para tratar materias emocionalmente cargadas, está siendo planificado (Bandura, 1956, p.336).

En el año 1960, publica, con Lipsher y Miller (1960) un artículo, que explícitamente vincula con el anterior, con la intención de descubrir qué tipos de conductas utiliza el terapeuta que, en este caso, tiene ansiedad a las respuestas agresivas del paciente, aunque expresamente dice que también se han examinado las reacciones de ansiedad a la sexualidad y a la dependencia. La metodología es la misma, salvo el análisis detenido del contenido de las entrevistas grabadas. Cuando, en el artículo de 1956, da las gracias a los centros y personas que le permitieron extraer la muestra de las entrevistas terapéuticas, menciona el Hospital de Veteranos de Palo Alto. En él trabaja un profesional, probablemente psicólogo, que en 1958 publica un artículo con el título: studies of the conditioning of verbal behavior (Krasner, 1958), en el que se hacen afirmaciones tan interesantes como que en la situación experimental el terapeuta condiciona las respuestas del paciente, o que se puede decir cómo interpretará el paciente su problema si se conoce la personalidad o la tendencia del terapeuta, porque toda terapia es, por naturaleza directiva:  El terapeuta utiliza señales,  frecuentemente sin darse cuenta,  para modificar, controlar, guiar o manipular la conducta verbal del paciente. Este modo de comunicación sutil puede ser ofrecida probablemente como un medio para entender cómo las propias explicaciones teóricas del terapeuta sobre la dinámica de la personalidad y de la psicoterapia son transmitidas al paciente (Krasner, 1958, p.164). Lo que se completa cuando Bandura y sus colaboradores citan una tesis doctoral defendida en la Universidad de Stanford en 1958 titulada: Operant conditioning in quasi-therapy situation (Rogers, 1958). En definitiva, demasiadas coincidencias para eximir a nuestro autor de un cierto contagio del conductismo.

 



[1] Mi agradecimiento a Nana Diederichs y a David McCartney, bibliotecarios de la Universidad de Iowa por la amabilidad con que han atendido mis peticiones y el tiempo que me han dedicado incondicionalmente.