¡Qué peligro acabo de pasar!
Nada menos que repasar el argumento ontológico de la existencia de dios
propuesto, entre otros, por Descartes y refutado brillantemente por Kant.
Hace unos días he visitado las exposiciones fotográficas que se presentan
desde Marzo en el CentroCentro Cibeles
de Cultura y Ciudadanía. 5Cs. Están ubicadas en las plantas tercera, cuarta
y quinta del Palacio de Comunicaciones de la Plaza Cibeles. Sencillamente, lo
que antes era Correos y ahora es también sede del Ayuntamiento de Madrid.
Cada exposición es interesante. Por eso se han elegido. Pero en fotografía uno encara cada toma y
puede ver un encuadre interesante, una iluminación inesperada o una expresión
simpática o desgarrada. Cualquier
fotógrafo puede decir: Interesante,
con el convencimiento, a veces ingenuo, de poder repetirla. Al fin de cuentas el fotógrafo utiliza un
instrumento que, a diferencia de los pinceles o la gubia, basta con mirar y
disparar.
Las Mitologías en los cielos de
Madrid de Antonio Bueno, colgadas en la planta 4, trasmiten la sensación de
anonadamiento. Las tomas son solemnes. Estudia y aprovecha con maestría la iluminación
de edificios representativos de la arquitectura madrileña de finales del XIX y
principios del XX, para mostrarnos su mundo habitado de dioses, diablos, santos,
héroes, bichas, musas… Vigilantes inadvertidos de cuantos pasa en la ciudad. Observados desde las aceras aparentan meros adornos
de cúpulas o cornisas, caprichos decorativos de arquitectos que encontraron en
ellos remates estéticos para sus estructuras, siguiendo el estilo ampuloso de la
época.
Antonio Bueno ha tenido la osadía de invertir el punto de vista. Ha subido a las alturas, se ha puesto a su
nivel, supongo que no sin riesgo físico a veces, se ha atrevido a mirarles en
persona y ha descubierto que tienen manos que bendicen o armas que amenazan,
sonrisas comprensivas o muecas satíricas y satánicas. Pero, sobre todo, tienen ojos,
ojazos que vigilan cuanto acontece en las calles, en los patios y hasta en las
habitaciones y despachos de la ciudad. Antonio Bueno, con el ángulo de toma
elegido, con la iluminación de grandes contrastes y carnosos volúmenes, les
insufla vida. Con un enfoque selectivo muestra cómo esos habitantes mudos
pueden, con un solo gesto, aniquilar o salvar la ciudad humilde bajo la planta
de sus pies o en la palma de sus manos. O tentarnos ofreciéndonos toda su
belleza si arrodillándonos les adoramos.
Esta propuesta hace pensar en la trascendencia y en la pequeñez humana.
-
Perdón. Siempre he pensado que hablar de
trascendencia o de existencialismo es una pedantería que retumba a hueco.
-
Ya, si por eso comenzaba diciendo que había huido
de hablar del argumento ontológico de la existencia de dios.
Pero sigo sin poder evitarlo cuando revisito mentalmente la propuesta de “Mitología en los cielos de Madrid”. Recurrentemente
asocio algo que me dijeron tantas veces cuando era pequeño: Mira que te mira dios, mira que te está mirando, mira que has de morir,
mira que no sabes cuándo. Un temor estremecedor recorría la conciencia,
paralizaba el pensamiento y la acción al asumir que nada se escapa, ni los
deseos, ni las imaginaciones, ni los sueños y sus significados pecaminosos a un
ojo omnipresente. Había que pensar cómo juzgaría cada acto o deseo ese ojo que
todo lo veía sin ser visto, juzgador inapelable, inquisidor de pensamientos
heterodoxos sin que pudieras exponerle tu punto de vista o las circunstancias atenuantes.
Todo lo veía, todo lo entendía, todo lo juzgaba.
Pareciera que el hombre necesitara ser trascendido o, como diría Zubiri, re-ligado. Sintiera la necesidad de la existencia de
un ser superior que, de manera oculta, rigiera su destino: ángel caído o de la
guarda, al que recurrir en momentos de indefensión. Necesitara aliarse con el
diablo para echarle encima la culpa o reclamar un milagro cuando los retos le
superan.
Ese ser ha ido cambiando de nombre y
sustantividad en la medida en la que la inteligencia ha conquistando y
domeñando a la naturaleza: de la brujería a la santidad, de ésta a la ciencia.
En la actualidad la trascendencia ya no se centra tanto en mitos, dioses,
diablos o santos como en las nuevas tecnologías y en la globalización. La re-ligación
a un ser superior se ha transformado en re-ligación a entes (así se les llama)
con poderes universales, ocultos, compartidos, a los que nos se puede encarar
porque no tienen rostro: son difusos
-Eugenio, ¡que
trascendental te estás poniendo!
-Es
verdad, a mí también me lo parece. Pero, mira, cuando hoy nos hablan de los
mercados, de la prima de riesgo, de la degradación de la naturaleza, de la
pobreza en el mundo y hasta de terrorismo nos están transmitiendo simultáneamente
la impresión de que nada está en nuestras manos sino en la de los entes
internacionales.
Ya no se cree, (como se creía antes) en el ser
trascendente y vigilante. Y sin embargo nunca antes estamos individualizados y minuciosamente
observados. Aunque parezca lo contrario hoy, más que en el pensamiento primitivo,
estamos siendo controlados y vigilados por el ojo que todo lo ve.
Porque aquellos pensamientos primitivos y luego
religiosos se han hecho realidad, la ficción se ha sustanciado. Los arquitectos
actuales ya no rematan sus edificios con mitos o divinidades, sino con cámaras
de vigilancia. Nunca como ahora nuestros movimientos han dejando huella
reconocible. ¿Podemos ni siquiera imaginar la infinidad de imágenes y actos
nuestros que están repartidos por las redes de comunicación y de la imagen?
Esa vigilancia fotográfica que corona los
edificios y los caminos sigue siendo, como en los tiempos de mayor
religiosidad, divina o diabólica. Nos alegramos cuando los telediarios
comunican que “gracias a las cámaras de un
establecimiento cercano se ha podido identificar al delincuente”. Pero nos olvidamos
de concienciar que esa misma ha recogido y almacenado nuestra presencia y
nuestros actos. Nunca como en la actualidad se ha hecho realidad la metáfora
del que todo lo ve. ¿No es este el nuevo modo de acosar y acuciar a las
personas?
Nunca como en la actualidad ha estado sometido el
hombre al juicio universal: ese en el que se pueden presentar ante la
admiración o el sarcasmo de los demás nuestras acciones tanto públicas como presuntamente ocultas.
Cuando el temor a una deidad trascendental parece haber desaparecido, emerge la
relevancia del juicio social.
Siempre importó mucho el qué dirán. Hoy importa
más porque estamos en la era de la imagen. ¿Es esto malo o bueno? El juicio social, ha de ser hoy el anclaje de
valores como la solidaridad, la compasión, la cooperación. Ya no son
mandamientos divinos, pero siguen siendo virtudes cardinales gracias al juicio
y exigencia social.
Existen ya potentes sistemas informáticos que reúnen
en segundos las imágenes, la historia gráfica, de determinadas ubicaciones
geográficas. Las cámaras fotográficas recogen
ya en su EXIF las coordenadas de sus disparos. No es utópico imaginarse que ,
de la misma manera, a partir (por ejemplo) de la conformación de nuestro iris,
pudieran reunirse en un instante las
imágenes, las acciones de cada uno de nosotros recogidas por infinidad de cámaras
que fueron testigos de nuestra presencia y nuestros movimientos. El retablo de la Capilla Sixtina será aún más
una alegoría de juicio final cuando puedan exhibirse todas las tomas que
perpetuaron nuestro paso y nuestro pasar. La sociedad podrá asistir, de manera
semejante a como se describe en la teología, a nuestro juicio social final.
-Desalentador,
¿no?
Parece que, por mucho que adelante la ciencia,
resulta imposible liberarse de la idea de estar trascendidos por las nuevas
mitologías, que como las antiguas, vigilan y conducen y limitan la iniciativa
libre.
La
teoría de la autoeficacia, aún
reconociendo la influencia de esas fuerzas sociales globales y difusas, pide a
cada uno que modifique su entorno si quiere que el todo se modifique. Porque existe
un determinismo recíproco entre lo público y lo privado, entre lo local y lo
global: las barreras psicológicas creadas
por las creencias de impotencia colectiva son más desalentadoras y debilitantes
que los escollos externos. Las personas que tienen una sensación de eficacia
colectiva movilizarán sus esfuerzos y sus recursos para hacer frente a los obstáculos
externos que se oponen a los cambios que buscan. Sin embargo, los que están
convencidos de su impotencia colectiva cesarán en su empeño, aún cuando pudieran
conseguir cambios a través de un esfuerzo colectivo perseverante. (Bandura, Discurso con motivo de ser
investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca)
Las Mitologías de Antonio Bueno encojen el espíritu. Las mitologías contemporáneas lo
constriñen todavía más. Sólo los que creen en el desarrollo personal y en su
capacidad para modificar los entornos en los que habitan se convertirán en
mitos sociales en el juicio final teológico e imaginativo (de imagen).
No hay comentarios:
Publicar un comentario