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sábado, 17 de octubre de 2020

La especialización en Iowa.

 

 Siguiendo el consejo de sus profesores, decide matricularse en el programa de doctorado de la Universidad de Iowa. Kenneth Spence era su director y Arthur Benton el coordinador de los postgraduados. Era el Departamento fuerte en la especialidad de Psicología. Existía otro más pequeño de Psicología evolutiva. Del paso de Kurt Lewin por aquella universidad no quedaba, en palabras del mismo Bandura, más que las críticas que Gustav Bergmann, (a quien Lewin admitió en su equipo, en 1939, le acompañó en sus viajes a distintas universidades y le introdujo en el mundo de la psicología norteamericana (Heald,1987) otorgándole su primer puesto académico en USA) le dedicaba en sus ampulosas clases y con él a todas las teorías de la Gestalt a quienes llamaba visionarios del todo” (Bergman, 1948,p.355). Nada de extrañar que Spence tratara de eliminar todo rastro de Lewin, dada su opinión de falta de rigor científico que le atribuía (Spence, 1948, 1950), lo mismo que su maestro Clark Hull (Hull, 1943). El programa duraba cuatro años, pero Albert, una vez más, lo realizó en tres.

 Así como su paso por la British Columbia apenas ocupa unas líneas en sus recuerdos escritos, la estancia en Iowa aparece abundante y frecuentemente. Su influjo, en lo intelectual y en lo personal, fue decisivo. 

 Sus experiencias personales en   el Departamento de Psicología de Spence son contradictorias, como se lo comunica por carta a su tutor de la British Columbia.  No siendo americano no puede optar a beca de estudios. Se encontró de nuevo con los privilegios de quienes habían combatido durante la Segunda Guerra Mundial. 

Afirma en su biografía que la mayoría de sus compañeros estudiaban con la beca GI, aprobada por el Congreso de los Estados Unidos de América para reinsertar a los veteranos de guerra, hijos, además, de la gran depresión  por lo que habían disfrutado de pocos medios para hacer sus carreras. A los que estudiaban les pagaban la enseñanza, la pensión, los libros y un dinero para sus gastos.  

Se conoce ya la facilidad de Bandura para vencer la escasez recurriendo al trabajo. Arthur Benton, Profesor de Psicología Clínica halló la manera de ampliar cada vez más su propia casa empleando a Bandura como carpintero: me movía por el programa de Iowa con el porte temperamental de un comercial calculador en una mano y con el útil martillo en la otra (Bandura, 1991, p.118). Durante el verano se encarga del mantenimiento de la casa y perro de caza del, también profesor del departamento, Judson Brown, buen investigador, que emplearía aquellos meses en San Antonio, Texas, entrenando o seleccionando a los aviadores de las fuerzas Americanas en su base de Lackland, retomando temporalmente al trabajo realizado durante la segunda guerra mundial. Brown había recibido ayudas para retocar su casa, probablemente por su condición de ex combatiente, y quería darle nuevas manos de pintura innecesarias. Bandura volvió a pasarse los meses de vacaciones trabajando para poder continuar sus estudios. En los años sucesivos Benton le consigue una asignación económica más estable. Por todo ello, afirma que era un departamento que se preocupaba del bienestar de sus alumnos.

Sus recuerdos de su paso por el Programa de Spence filtran un juicio humano negativo. Su profesor de British Columbia le había hablado de que era un programa duro, y que algunos no lo habían podido soportar. Al final del primer año de los estudios para la graduación era evidente que mi tutor de estudiante no graduado necesitaba alguna corrección sobre el espíritu de Iowa. Le expliqué que mi experiencia en los estudios graduados en Iowa me recordaba a Mark Twain cuando decía de la música de Wagner,” no es tan mala como suela” (1991, p.118, 2006, p 4). 

  También deja entrever las razones por las que su experiencia humana, no la intelectual, le resultó ingrata. Sus compañeros, excombatientes de guerra con Patton y otros comandantes rudos, contribuyeron a la osadía del programa. Pero la causa de su malestar la atribuye a los dos profesores columnas del Programa: Spence y Bergman. Spence dirigió el Departamento durante 22 años (1942-1964). Bandura dice de él que era un segundón y protegido de Hull, que dominaba el Departamento hasta los más mínimos detalles (Y según el índice de citas, también las publicaciones científicas, (Myers, 1970).  Cuando accede a la jefatura del Departamento, se encuentra con distintas especialidades, pero, a los pocos años,   el interés de Spence por una psicología teorético-experimental del condicionamiento y el aprendizaje (Amsel, 1995, p. 345) lo convierte en un baluarte beligerante del condicionamiento. Enseguida veremos que dedicó gran parte de sus estudios a contrastar las teorías que se oponían a sus principios. Perdón, a los de Hull. Pero tal revisión no era intelectualmente neutra, sino sectaria, lo que le acarreó la fama de doctrinario entre sus colegas (Amsel, 95).  Bandura (1981) en el resumen de su vida y obra que ha de presentarse cuando se concede el premio de científico distinguido, así como en su autobiografía, es suficientemente claro afirmando que la excursión anual a la Sociedad de Psicología de Medio Oeste parecía una aventura misionera (p.28).  Cuando Bandura es admitido en la Universidad de Stanford, recuerda que allí se encontraban profesores contra los que le habían prevenido en sus años de graduación. Se refiere, especialmente, a Hilgard, con el que Spence mantiene una dura disputa sobre la explicación de la ansiedad. Ese querer controlarlo todo creaba malestar también entre sus compañeros de claustro. Benton, Director del Programa de los Graduados, afirma que los primeros años de su estancia estuvo muy atareado, dirigió 15 tesis doctorales “cuya dirección tenía que someter y pasar el escrutinio de los comités de tesis” (Distinguished Professional Contribution Award for 1978, (1979, p.58). Spence supervisó no menos de 20 cada año (Ibídem). A pesar de las alabanzas aparentes a Spence, Benton sólo menciona y agradece la ayuda de Judson Brown (el de las fuerzas aéreas) y Harold Bechtodt, no a Spence, al que no menciona en sus escritos de aquellos años. Tampoco lo menciona Bandura en sus primeras publicaciones.  

Spence debía vivir sus propias teorías con tanto énfasis, que la manera de “tomarle el pelo” era mencionar al contrario.  Bandura en su biografía recogida por alumnos que lo han tratado tanto como Zimmerman y Schunk (2003), cuentan que de vez en cuando los alumnos ponían un poco de guindilla en aquel programa tan estricto.

 Una vez, habiendo muerto una rata mientras aprendía a encontrar su recompensa en un laberinto, los alumnos la retiraron, le hicieron un ataúd para roedores, lo adornaron con coranas mortuorias y lo colocaron en el tablón de anuncios del departamento con la inscripción:” esta rata corrió de acuerdo con la teoría de Tolman. Spence no disfrutó mucho con el ceremonial de aquel entierro (Bandura, 2006, p.5). 

Sus colaboradores más prestigiosos también sufrían sus celos: Amsel (1995) finaliza la breve biografía de Spence con esta anécdota. En 1961 se reencuentran en un congreso. Spence le dice: He oído que has reseñado el libro de Mowrer”. (Spence mantenía algunas diferencias teóricas con O. H. Mowrer)  Le digo que sí. Spence añade acusador: Y he oído que le has hecho una recensión positiva.  Amsel confiesa que la acusación era verdadera y en su defensa le pregunta ¿Desearías leer mi recensión del libro de Mowrer? Sí, responde Spence. Amsel le envía una copia.  Se reencuentran algunos meses después. Amsel le pregunta ¿Leíste mi recensión del libro de Mowrer? Si, lo leí. ¿Y crees que es una recensión favorable? Me lanza una de sus miradas penetrantes y dice: No, no lo creo, ¿pero quién que no sea un graduado de Iowa habría sabido que no era favorable? (p.346).  Bandura no se sintió atraído por la teoría de Hull por su énfasis en ese tedioso aprendizaje de ensayo error (Pajares, 2004).

Para entender qué es lo que vivió como tedioso ha de recurrirse a las investigaciones publicadas por Spence y sus colaboradores por aquellos tiempos, se elige un experimento con ratas a las que se pone a prueba para descubrir si aprenden creando un insight inicial, como lo proponía Tolman. (Spence, 1945). Calculando que cada una de las 44 ratas del experimento hace unos 1500 intentos, y que son solo diez intentos por día, los estudiantes tenían organizada su actividad en función de este experimento durante dos meses de sus cursos de doctorado (!).

No, Bandura reconoce poco la influencia teórica de Spence. Resulta sintomático que en las dos entrevistas publicadas por Evans (1976, 1989), éste le pregunta por la formación recibida bajo la dirección de Spence, de Skinner y de Miller. Bandura pasa por alto a Spence, con quien convivió o a quien sufrió durante tres años, y se centra en la influencia que ejerció sobre él la lectura del libro Social Learning and Imitation de Miller y Dollard (1941).

El otro pilar de Programa de Iowa era Gustav Bergmann. Físico y Abogado nacido en Viena. Fue colaborador de Einstein en Berlín.  Mientras hace su tesis en física, es invitado, tan joven, a las reuniones de los que luego fueron conocidos como “Círculo de Viena”. Siendo judío, emigra a los estados Unidos de Norteamérica en 1938 como contable de una empresa, pero ese mismo año es seleccionado como colaborador por Kurt Lewin en la Universidad de Iowa. Kurt le introduce en el mundo de la psicología. Conoce a Hull, discrepa de Lewin y finalmente se convierte, junto con Spence, en la segunda columna donde se sustentaba el Programa de Psicología de Iowa. (Helad, 1987, Addis, 2007). 

En nada sorprende este emparejamiento de la teoría de Bergamann con el conductismo cuando es el miso Hull quien halla paralelismo entre el fisicalismo del Círculo de Viena, el conductismo de Watson  y su conductismo que, unidos en América, ocasionarán una disciplina del comportamiento que florecerá como ciencia natural (Hull, 1943, p.273). Hull se apoya en el operacionalismo de Bergman para enarbolar su conductismo científico (Hull, 1943, nota 6).  

Bergamann se parecía a Spence en algo más que en las ideas cuando los que escriben sobre él tienen que afirmar que Bergmann poseía una personalidad fuerte que afectó a la gente de maneras marcadamente diferentes. Mientras que algunos lo percibieron como cruel en sus juicios y brusco en sus maneras, para quienes lo conocieron bien era un hombre de gran generosidad (Addis, 2007, p.6).


martes, 21 de enero de 2020

Vida y estudios en la Brish Columbia Univertity


British Columbia University 


En 1946, buscando climas más templados, o quizás siguiendo la advertencia de su madre: Tienes que elegir: puedes trabajar en el campo y emborracharte en la taberna o recibir una educación” (Foster, 2006 p.74), se traslada a la British Columbia University, en Vancouver, con la intención de estudiar biología. Trabajaba por las tardes en una empresa de madera para pagarse sus estudios, lo que le obligaba a elegir el grueso de sus cursos por las mañanas. Acudía a la universidad en una especie de autobús junto con otros compañeros que hacían cursos de pre-medicina o de ingeniería. Estos compañeros tenían cursos a horas inmisericordes de la mañana. Las suyas comenzaban más tarde. 

Una mañana, mientras esperaba en la vieja biblioteca a que comenzara su clase de inglés, cayó en sus manos, por casualidad, un folleto que alguien había dejado sobre un pupitre. Contenía los horarios de varios cursos. Y, por casualidad, observa que durante ese tiempo de espera puede elegir un curso de introducción a la psicología, sin duda el curso 100, ya que era compatible con el 100 de biología. Lo eligió para no enterrar aquellos minutos, tal elección casual determinó su carrera posterior. No fueron estas los únicos acontecimientos casuales ocurridos en la British Columbia University. 

Para poder graduarse en esta universidad, los alumnos debían elegir dos cursos de formación física. La British Columbia, por aquellos años, recuperó la importancia de la formación física, que condicionó su apertura inicial en 1915.  La consideraba tan primordial que contrató a un profesor la Universidad de Washington. En el primer curso, Bandura eligió ejercicios al aire libre, para estar en contacto con la naturaleza. El primer día le hicieron correr hasta el agotamiento, dando vueltas al estadio. Cambió y eligió el tiro al arco.  Para el segundo curso, escarmentado, eligió actividad física practicada en el gimnasio. También se equivocó, pues el primer día le hicieron correr dando vueltas a un circuito y ascender por una cuerda hasta alturas de vértigo. 

El gimnasio antiguo de la universidad era pequeño, estaba tan hacinado que un cronista de la época cuenta que los saltadores de potro se daban de puntapié al caer el segundo sobre el primero y el tercero sobre el segundo, las duchas eran submarinos para dos personas, la carencia de espacio obligaba a utilizar los manillares de las puertas como perchas. Saltar el potro, una piedra angular de la educación física moderna, se ha abandonado desde que cinco saltadores de potro, arrinconados en un pequeño espacio, se patearon inconscientemente… Mi experiencia con el gimnasio este curso ha sido bastante limitada porque, cuando traspaso la puerta, algún individuo fornido, al descubrir que no estoy interesado en la lucha libre, bailes folclóricos, ni en balancearme en cuerdas anudadas, me grita que me vaya (Jabez,1946, p 27 ) Cuál debía ser la angostura, que los mismos estudiantes se comprometieron a buscar subvenciones para construir uno nuevo, en memoria de los combatientes de las dos Guerras mundiales, y cobraban anualmente a los alumnos  $3 para contribuir a esta causa.  

Bandura cambió el angosto gimnasio por el golf. La experiencia de Bandura con el viejo gimnasio era compartida por los demás alumnos. Pues como humorísticamente cuenta Jabez (seudónimo de un profesor de inglés, Eric Nicol): el espacio para cambiarse la ropa se ubicaba en series de dos a diez, inclinadas,  Suficientemente bajas para darte un cabezazo aturdidor al subirse los pantalones (ibídem) 

Terminó sus cursos en tres años, en vez de en cuatro. Parece que el chico era listo, pues trabajaba por las tardes para poder vivir, realizó sus estudios universitarios en tres años y no en cuatro. Su graduación tuvo lugar durante una ceremonia que duró dos días, 12 y 13 de mayo de 1949, según se aprobó en el Senado de la Universidad el 16 de febrero de ese mismo año y luego detallan, las crónicas. En su discurso, el Decano de Agricultura, Clement, uno de los pilares de la Universidad desde su fundación, que abandonaba la universidad al tiempo que los graduados, les pedía: Preservad el derecho a investigar, a estudiar, a hablar y a criticar. 

Bandura obtuvo el premio Bolocan  en Psicología, que se otorgaba al alumno mas destacado de la promoción. El Senado de la Universidad de la British Columbia University, en su reunión del miércoles 19 de febrero de 1941, aprueba la siguiente resolución: Premio a la memoria de David Bolocan Un premio de 25 $, dado por Sr. y Sra. J. L. Bolocan, será concedido al estudiante del cuarto año de la Facultad de Filosofía y Letras y Ciencia, que, a juicio del Departamento de Filosofía y Psicología, sea considerado como el estudiante excepcional el año de su graduación. El premio se otorgará según la recomendación del Jefe del Departamento de Filosofía y Psicología.  Esta oferta fue aceptada. Aquel mismo año, la asociación de psicólogos canadienses crea una beca de $50, pero se destina a un alumno que pase de tercero a cuarto. 


Bandura, en su biografía y en sus comunicaciones personales, apenas ofrece tres pinceladas de su vida en la British Columbia University: viajar en un vehículo comunitario, trabajar por las tardes, graduarse en tres años y haber hecho los cursos de formación física y de inglés, además de los de psicología. Cuando alguien se sumerge en los años 1946-1949 de la historia de la British Columbia University, advierte que Bandura ha perdido una oportunidad para demostrar cómo se gestiona una universidad en tiempo de crisis siguiendo el lema de ésta: Tuum est. 

Pocos meses antes de que Bandura se matriculase en la Universidad de Point Grey de Vancouver había finalizado la Segunda Guerra Mundial en la que Canadá participó. Era el momento del regreso de los combatientes. Canadá les ofertó la posibilidad de continuar o iniciar sus estudios universitarios bajo el lema de cambiar la guerra por la paz. Esta oferta produjo una avalancha de matriculaciones.  En 1946 se matricularon, con Bandura, unos 3.000 veteranos, que iban a dar un giro a la vida universitaria. En 1947 había 40.000 veteranos matriculados en las universidades canadienses. Después de la de Toronto, la Universidad British Columbia fue la más solicitada del país.  El Rector Mackenzie se encontró con un problema logístico aparentemente insoluble. La Universidad fue creada durante la segunda decena del siglo XX pensando en 2000 estudiantes y la cabida en Point Grey apenas se había ampliado. A MacKenzie se le ocurre comprar los barracones utilizados por el ejército, durante la contienda, en campos de entrenamiento, en puesto de defensa del mar o en aeródromos. Con la sola confirmación de una llamada telefónica, en menos de dos días, llenan el campus 100 barracones, transportados sin desmontar, en largos traileres. En 1947, compra otros 50. Viviendas, despachos de profesores, laboratorios, salas de estudio, cafeterías, bibliotecas y toda la Facultad de Derecho hallan su acomodo en aquellas construcciones de madera. Se aprecia la gravedad del problema al saber que muchos de veteranos están casados y tienen hijos, que reclaman un alojamiento adecuado. 


Además, la universidad vive, básicamente, de las matriculas. Si se estudia, no puede ganarse dinero trabajando. MacKenzie establece, en marzo del 46, la Oficina de Empleo, cuyo cometido era buscar trabajo a tiempo parcial durante los períodos lectivos, a tiempo completo durante las vacaciones y trabajo definitivo al finalizar su graduación. Seguro que Bandura llamó al teléfono 1191 para encontrar su trabajo en la Fábrica de madera o habló con alguno de los empleados a las órdenes de John F.McLean, pues, como dice, nunca estuvo sobrado de posibles. Cuando Bandura parte para Iowa en 1949, la Oficina de Empleo ha colocado a 21.000 estudiantes. 

No es esta la única experiencia de constructivismo que tiene Bandura en su Universidad de Vancouver. Los mismos alumnos se alían para procurar dinero con el fin de levantar un edifico destinado a un nuevo Gimnasio en memoria de la guerra: War Memorial Gymnasium, será una memoria viva de aquellos a los que sirvieron y murieron en dos guerras mundiales (Graduate Chronicle, 1946, p.20).  El gimnasio, con una ayuda adicional del Gobierno, se inauguró en 1949. Durante la estancia de Bandura en esa Universidad se edificó también una nueva biblioteca, nuevos edificios para las facultades de Físicas y Ciencias Aplicadas. Una experiencia de creatividad y crecimiento y acomodación acelerados que no pudieron dejarle indiferente. 

El profesorado también supo acomodarse. No aumentó su número, apenas.  Y, como agradece el Rector en uno de sus informes anuales, se impartieron todas las clases, no se desatiende la gestión, se suplieron unos a otros, y, por si fuera poco, se echaron a su tiempo las clases especiales para los veteranos que durante años tuvieron en sus manos armas y no libros. 


Por sus escritos no podemos saber qué tipo de psicología estudió. En los archivos de la Universidad tampoco se encuentra demasiado. Alguna mención a creación de asignaturas nuevas, cierto dinero para investigación en psicología de la personalidad y de grupos. Cuando se le pregunta explícitamente responde: As an undergraduate I was leaning toward a major in biology. The course work in psychology provided a general survey of the different sub specialties of psychology. (12 Octubre 2007) 

 Las publicaciones de los profesores del Departamento responden a esta pregunta. Una psicología orientada a preparar psicólogos profesionales en los campos de la clínica y de la orientación escolar y profesional. Sperrin Chant, fue traído desde la Universidad de Toronto para hacerse cargo del Departamento. Es persona influyente a nivel de la Psicología y a nivel estatal. Preside la reunión anual de la Asociación Nacional de Psicología en 1948, y, ese mismo año, el Gobierno canadiense le encarga un informe sobre la educación. Es la figura central de la psicología en British Columbia. De sus publicaciones se infiere una orientación lewiniana, de ciencia rigurosa, pero nada propensa al behaviorismo. 

Por eso uno se pregunta qué es lo que quisieron decirle cuando le señalaron el camino de Iowa.  Bandura afirma que cuando se graduó, pregunto a su tutor: “¿dónde estás las columnas de la psicología?”. Replicó sin dudarlo: “en Iowa, por supuesto”. También le advirtió de su dureza (Evans, 1989). Como se verá de inmediato, en Iowa estaba Kenneth Spence, conductista casi sectario. 

Pero no es Spence quien le acoge, le protege, le busca subsistencia y le dirige su tesis doctoral sobre las aplicaciones del Rorschach a la neurociencia. Quien le ayuda en los aspectos materiales e intelectuales es Arthur Benton, cuya trayectoria profesional unida al ejercito de los Estados Unidos de América, es reflejo de la que estaba siguiendo uno de sus profesores de la British Columbia: Joseph E. Morsch.


Durante estos tres años se produce en la British Columbia una discusión sobre el futuro de los licenciados canadienses. Para poder prosperar intelectual y económicamente se ha de emigrar al vecino Estados Unidos, donde se alcanzan puestos directivos en empresas y universidades en función del mérito personal y no de la edad. Los más patriotas abogan por que los más dotados se sacrifiquen para levanta el nivel de la nación: Dice que no hay oportunidades en B.C. para ejecutar grandes cosas de modo grandioso. Pero cuanto mayor la dificultad, mayor la hazaña. Difícilmente puedes realizar grandes cosas de manera grandiosa si otro realiza los inicios por ti (Brock, 1947, p.4). Bandura, siguiendo el consejo de su mentor, buscó la mejor formación en psicología en Iowa.  En los papeles oficiales u oficiosos de la British Columbia no vuelve a aparecer hasta que el Senado de la Universidad le nombra, el primero que  lo recibe, Doctor Honoris Causa el 14 de febrero de 1979. En diciembre de 2007, al recibir el mayor premio científico que otorga Canadá, el periódico The Vancouver Sun dice que es poco conocido en su patria natal.

domingo, 7 de julio de 2019

Bandura: Años de formacion. Su infancia


No es infrecuente que cuando has elegido un camino, por razones diversas, lo abandones y tomes otras rutas. Esto me ha pasado con un intento de libro sobre la obra de Bandura, a la que le dediqué un tiempo. Escribí algunas páginas, que ahora me atrevo a ir colocando en este blog, como si fuera un libro por entregas. 
Leí ayer lo que de él se pone en Wikipedia, y me pareció que lo que en su día investigué ayudará a completar y comprender su obra. 

AÑOS DE FORMACIÓN



Apuntes sobre su vida.



 La Infancia.



No es la intención de este libro detenerse en la vida de Albert Bandura, aunque se muestren algunos de sus momentos, para ponerle cara a la teoría.  La lectura de los pocos escritos o pasajes que se refieren a su vida, en especial a los años de su infancia hasta su partida la Universidad de la Universidad British Columbia en Vancouver, son relativamente escasos y en poco completan los datos que él mismo aporta en su autobiografía. (Bandura, 2006; Foster, 2006; Pajares, 2004, Zimmerman y Schunk, 2003, Evans, 1976, 1989)

Bandura nace en Mundare, pequeña aldea situada en el centro de la Provincia de Alberta, Canadá. En julio de 2007 ha celebrado el centenario de su fundación. Los padres de Albert, como indica en su  breve autobiografía (Bandura, 2006), pertenecieron a la generación que construyó este poblado y a las primeras que fundaron la nación canadiense. A comienzos del siglo XX, Mundare  era una pequeña aldea, situada en medio de grandes extensiones de campo, poblada por unos cuantos inmigrantes principalmente ucranianos, (el apellido Bandura coincide con el nombre de instrumento de cuerda ucraniano). Su padre llegó a Canadá, con apenas 17 años, desde Polonia; su madre lo hizo, también en su primera juventud, desde Ucrania. No eran aquellos buenos tiempos para los ucranianos canadienses (1914-1920), pues fueron declarados “enemigos”, y más de 8.000 concentrados en los primeros campos de concentración de la historia canadienses, por juzgarles aliados de Austria durante la primera guerra mundial. Su padre trabajó en la construcción del ferrocarril Trans-Canadá, que atraviesa la nación desde el  Océano pacífico al  Atlántico, obra civil que confirió identidad a una extensión tan vasta y diversa como es Canadá. Su madre trabajaba en un comercio del poblado. Cuando reunieron una pequeña cantidad de dinero, compraron terrenos donde edificaron su vivienda y una granja, no sin antes haberlos limpiado, con sus manos, de cantos y maleza. Su padre compaginaba su trabajo de granjero con el de supervisor de las carreteras que se estaban construyendo en los alrededores. Su madre era una gran cocinera, su padre tenía un carácter jovial, tocaba el violín. Ambos eran profundamente religiosos: a Bandura le gusta decir que su madre era profundamente religiosa y que su padre bebía el vino de misa con el sacerdote (Foster, 2006, p.74)

En un determinado momento vendieron parte de sus tierras y se compraron una casa en el centro de la aldea. También se compraron un carro con el que trasportaban las mercancías desde la estación del ferrocarril a los distintos comercios de la zona. En el pueblo había un gran molino a donde acudían los granjeros a moler el grano y, entre  tanto, pasaban en rato en la cantina. En la casa de sus padres, una especie de posada, aquellos granjeros podían dormir y guarecer sus caballerías del frío. Parece que la gente del pueblo era de religión católica, de hecho existe hoy  Mundare un museo de los frailes Basilios. Los días de fiestas coincidían con las de los santos y festividades religiosas. Para sus celebraciones construían sus propios alambiques y elaboraban sus propios licores hurtando la vigilancia de la  temida policía montada canadiense. Las cosas les iban bastante bien, tanto que su padre compró uno de los primeros Ford, modelo T.

No todo fueron fiestas y prosperidad, Bandura traza algunas pinceladas negras en la vida de sus padres. Un año tuvieron que desmantelar la capa baja del tejado de la granja para dar de comer al ganado. En la peste del 18 perdieron una hija y su madre ayudó, de casa en casa, a los que estaban enfermos. La depresión económica también les afectó, tanto que tuvieron que ver, con pena, como otros cultivaban  propiedades que ellos habían fecundado.

Albert era el menor de seis hermanos, las cinco mayores eran hermanas. Sus padres, que no habían ido a la escuela, se preocuparon tanto por la formación personal como, sobre todo, por la de sus hijos  Una de las razones para compaginar la granja con la pequeña empresa de transporte fue la de estar cerca de la escuela. Su padre leía tres lenguas, polaco, ruso y alemán, y formó parte de la comisión educativa del distrito. Pero las facilidades educativas eran pocas en aquella aldea. Durante los años de bachillerato tenían dos profesores para impartir todas las disciplinas. Aquellos profesores carecían de casi todos los recursos para estar al día de los avances de los conocimientos.  Un día descubrieron el libro donde estaban resueltos los problemas de trigonometría, lo que provocó un  frenazo en la enseñanza de las matemáticas y  un estado de ansiedad en el profesor que tuvo que negociar con sus alumnos los deberes para que regresaran a sus clases. Aquellos alumnos tuvieron que aprender por sí mismos, fueron autodidactas. Esto no fue impedimento para que el 60% de ellos llegaran a estudiar en diversas universidades del mundo. Los contenidos de las materias son perecederos, lo que es inmutable es el saber aprender, apostilla Bandura cuando narra esta anécdota. Durante las vacaciones ayudaba a su padre en los quehaceres de la granja.

Sus padres se preocuparon porque saliera de la aldea y conociera otros mundos, aprovechando los recesos escolares del verano. Eso sí, trabajando. En uno de aquellos veranos estuvo en una fábrica de mubles en la capital de la provincia,  Edmonton, donde aprendió el oficio de carpintero. Habilidad que le ayudaría para pagarse sus estudios universitarios. Terminado el bachillerato, pasó las vacaciones estivales en Yukon, la provincia más occidental de  Canadá, la que conocemos por los buscadores de minas de oro a finales del siglo XIX y principios del XX, con una brigada que se dedicaba a conservar la autopista que conducía a Alaska. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos entiende que la vía hacia Alaska  ya no era estratégica. El 1 de abril de 1946 se hace la ceremonia de entrega al ejército canadiense, quien se encarga de su conservación a partir del 3 del mismo mes. Aquel día hacía 0 grados centígrados.  El estado de la carretera era  tan deplorable que todavía en 1969 un turista graba en un árbol: Autopista de Alaska. La peor carretera que he transitado. He recorrido 1 milla hacia delante y  dos arriba y abajo. Canadá recibe 17 campamentos  de mantenimiento, construidos por el ejército americano para durar entre 5 y  10 años solamente.  Cerrada prácticamente al turismo, apenas era transitada: en un mes de 1949 transitaban, por término medio, solamente 1232 vehículos (entre camiones, automóviles y autobuses) (www.aslaskahighwayarcives.ca).

Las cuadrillas que habitaban los campamentos estaban compuestas, según Bandura, por militares desterrados, maridos rabiosos a quienes sus mujeres demandaban la manutención, delincuentes en libertad condicional, acreedores… Se pasaban la mayor parte del día jugando a las cartas. Su alimento era, casi exclusivamente, el alcohol, que ellos mismos fermentaban una vez al mes, extrayendo el  vodka de una   masa de patatas y azúcar.  Cuenta como la noche anterior a destilar una de las masas fermentadas,  unos osos grises se la comieron. Al acercarse al alambique se encontraron unos cuantos osos grises que caminaban dando tumbos por el campamento, que les habían arruinado el vodka de aquel mes. Bandura finaliza la narración de su experiencia en Yukon afirmando: por fortuna  estaban demasiado descoordinados para hacer mucho daño (2006, p 3.)
Cuando finaliza la narración de sus experiencias familiares, escolares y laborales de estos años  (2006,b) declara que allí se vivía el construccionismo: los habitantes de Mundare que levantaban un poblado y transformaban en  productivas tierras inhóspitas, los alumnos de la única escuela carente de recursos materiales y personales, y, también, los mantenedores de la autovía hacia Alaska a su paso por Canadá tuvieron que acomodarse a las circunstancias o construirlas para subsistir, divertirse y  poner los fundamentos de un futuro mejor. El otro construccionismo está en los libros. Su teoría posterior, reconoce en portada, echa raíces en estas experiencias tempranas