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- ¿Has visto el correo?, me indica, en uno de los mensajes de Messenger, Mamen Herrero.
- No, ¿por qué?
- No, por nada. Jaume te ha mandado un documento adjunto. Te han hecho una crítica de once páginas en la Revista Española de Investigación Criminológica.
- ¿Y…?
- No, nada, léela y luego comentamos.
¿Verdad que el anuncio suena a amenaza? Esa, al menos, fue mi impresión. Y supuso una discontinuidad en mi proyecto de trabajo.
Cuando se recensiona un libro suele utilizarse el ritual de las defensas de tesis doctorales o, en las oposiciones, del trabajo “magistral”.
Las situaciones son univitelinas: el candidato ha dedicado años a un tema monográfico y, en teoría, debería ser el que más supiera de él. Durante su presentación se explaya siempre más allá de los límites que el Presidente del tribunal, con la finalidad de concluir cuanto antes ese trámite al que ha asistido tantas veces, le indica. El candidato finaliza la exposición agradeciendo a su director la ayuda "incondicional" (!) que le ha prestado y a los miembros de la comisión que le está juzgando la lectura de su trabajo. A su izquierda yace el volumen lujosamente encuadernado de su tesis doctoral o magistral. Cada miembro del tribunal lo tiene también, con hojas dobladas o posits anaranjados que marcan páginas sobre las que pedir explicaciones.
Ha finalizado la exposición. Se hace un silencio que se alarga en exceso. El doctorando o el candidato tratan de llenarlo colocando sobre el atril desde el que ha presentado sus elaboradas diapositivas, unas hojas en blanco con su bolígrafo correspondiente. Espera las intervenciones mientras se alisa la chaqueta o el fruncido del vestido, comprados para la ceremonia, porque la apariencia física también cuenta. Observa con una pizca de ansiedad la cantidad de papeles o marcas que cada miembros del tribunal muestra. Aquí la cantidad denota calidad.
Por fin, a invitación del Presidente, cada uno de los miembros de la Comisión irá abriendo sus páginas marcadas y pedirá explicaciones al candidato. El ritual académico, no escrito, exige que cada uno inicie su intervención con una alabanza al esfuerzo, a la claridad de exposición, al modo de presentar el trabajo, a la casi exhaustiva bibliografía y al director de la tesis. Pero… inmediatamente aparecen los “comentarios”. Lo que el doctorando no sabe es que los miembros de la comisión que le calificará también se examina frente a sus colegas con su modo de comentar, con las observaciones o críticas que hace. Por lo que suelen emplear más tiempo que el propio candidato haciendo alarde de sus conocimientos, sus alternativas al modo de presentar el trabajo, la bibliografía que no aparece o lo adecuado de modos alternativos de analizar los mismos datos. Algunos ejercen especialmente de oficiantes y se permiten calificar de buenos o malos el trabajo que están juzgando y el que han realizado otros de sus colegas. Algunos en realidad pontifican. En resumen, el ritual exige que cada miembro del tribunal proponga SU trabajo de investigación que, con toda probabilidad, no emprenderá jamás y ,a buen seguro, tiene poco que ver con lo que eran las tesis del trabajo que está sentenciando.
En las recensiones de libros sucede algo parecido. Se comienza con alabanzas y se finaliza con las “observaciones” para mejorar o descalificar el trabajo.
Conociendo desde hace tiempo este ritual y ante las palabras de Mamen Herrero: No, nada, léela y luego comentamos, me esperaba la obediencia al ritual. He de decir que, por otra parte, no hay nada más constructivo que una crítica bien intencionada. El conflicto sociocognitivo, he escrito alguna vez, siguiendo la teoría de la Escuela de Psicología Social de Ginebra, es la energía que se transforma en adelantos científicos.
Pero la verdad es que en esas once páginas no encontré más que una gran compresión del tema por parte de quien la hacía. Y uno agradece, dentro del mundo académico, que le digan: me gustaría finalizar estas líneas, reiterando mi más sincera felicitación a los autores de Autoeficacia y Delincuencia por el excelente trabajo desarrollado, dada la dificultad del mismo y por ser motivo de inspiración para todos los que de alaguna manera nos dedicamos al estudio o a la enseñanza de una ciencia tan apasionante, a la par que compleja, como la Criminología.
- ¿Y si yo ahora retomara el ritual de los actos académicos?
- ¿Por qué no?
Cuando las anotaciones, que no críticas, se hacen con tan altas miras científicas como nos las hace quien nos dedica once páginas, merecen el respeto sincero del contracomentario. Y lo voy a hacer en sucesivas entregas de este blog, de manera cordial.
- Sí, de manera cordial. No me tomes por cínico.
El comentario de hoy lo haré sobre los perfiles delictivos. Tiene razón el reseñante al afirmar los delincuentes no siempre responden a un perfil delictivo, ya que hay opiniones sólidas que defienden, por el contrario, la versatilidad de los delincuentes.
Por mi parte nada que objetar, sino todo lo contrario. A lo largo de las páginas de este blog he arremetido sin piedad contra quienes elaboran perfiles y rasgos de personalidad incluso del psicópata. Con la misma contundencia he embestido contra quienes, por las respuestas a unas preguntas de un test, por el dibujo de una figura humana o de un árbol, por las respuestas a unas manchas de tinta, o por la observación de unas conductas en unas determinadas circunstancias se arrogan los poderes del creador y definen (confinan) a las personas en los límites de una cárcel psicológica como lo son los rasgos de personalidad o los perfiles psicológicos.
- - ¿Entonces?
Muy sencillo: los delincuentes y los no delincuentes (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra), tenemos unas características que nos distinguen de los demás. Estas características las hemos ido construyendo en acomodo con las circunstancias vitales de cada cual. Pero al final, todos hemos acomodado las circunstancias a nuestras vidas tal como hemos interpretado las situaciones, bastante repetitivas, por cierto.. Y ese modo de acomodo y comportamiento propio, idiosincrásico de cada uno, termina por apropiarse de uno mismo generando la concepción personal de nuestra personalidad.
Añado más, no puedo olvidar mi condición de psicólogo social. Como afirma Bandura al hablar del determinismo recíproco, cada una de las disciplinas de la psicología cultiva su propio punto de vista: los personólogos y los psicobiólogos las características estables, los psicólogos sociales la influencia de las circunstancias sobre la conducta. Pues bien, desde esta perspectiva personal psicosocial tengo que sostener, como lo afirmé en el primer capítulo del Manuala de Psicología Jurídica, que es más fácil predecir la conducta conociendo las circunstancias en las que se ejecuta la conducta que habiendo realizado el perfil psicobiológico de la personalidad del actor. Por eso todos los maltratadores se comportan de manera semejante, lo mismo que los pederastas.
- Pero la pregunta es: ¿es que se puede ser maltratador de manera distinta?
- No.
Y esto no supone un perfil del maltratador, sino un perfil del acto que se ejecuta. Y a eso es a lo que nos referimos en el libro cuando decimos que la autoeficacia es la que explica que el delincuente ejecute la conducta, su modus operandi, de la misma o parecida manera. Pero no, no hay perfiles en el sentido que tradicionalmente se entienden en psicología. Gracias por recordarme uno de los principios que sustentan la teoría cognitivo social.
Continuará.
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