Desde la psicología social me parece que quien ha interpretado a la perfección lo que es y suponen los encuentros casuales ha sido Philip Zimbardo con su teoría de la discontinuidad. Pero para entender de qué se trate, explicaré cómo surgió esta idea tan brillante en el profesor de Stanford (conocido especialmente por su experimento sobre la cárcel, o sus estudios sobre la timidez). Lo cuento como me lo contaron (aunque el mismo Zimbardo dulcifica y estructura la narración en su artículo de 1999). Todo surgió por casualidad. Al finalizar una de sus clases multitudinarias de introducción a la Psicología, se le acercan unos alumnos y le hablan de que en el Colegio Mayor en el que viven, hay un compañero que lleva varios días sin comer, o vomita todo cuanto come. Está pálido, ojeroso, porque no logra conciliar el sueño. El sudor empapa su ropa permanentemente, se le nota agitado, rehúsa las compañías refugiándose en su habitación reaccionando de manera agresiva cuando se acercan a él tratando de ayudarle. ¿Qué puede hacerse? ¿Cómo podrían ayudarle?
La repuesta de Zimbardo se ajustó a protocolo establecido en la Universidad de Stanford para estos casos de desórdenes psicológicos:
-Que vaya al centro de asistencia que tiene la Universidad.
Los estudiantes le hicieron caso y lograron que el compañero visitara el centro de Orientación Universitaria: The Cornell Center. Allí le recibe un psicólogo clínico de orientación dinámica. Uno puede imaginarse lo que debió pensar el psicólogo clínico para poder dar sentido a reacciones tan sintomáticas (freudianamente hablando), como los vómitos. Zimbardo (1999, p. 390) nos libra de este trabajo interpretativo al escribir que el psicoanalista diagnosticó el conjunto de los síntomas como graves unificando todos ellos como manifestaciones de tendencias homosexuales rechazadas. Mi colega del en Centro de Salud de Stanford me confirmó que el caso de Gary era muy serio, que requería un tratamiento largo, más de lo que podía ofrecer el centro. Su diagnóstico unificaba los tres síntomas, aparentemente dispares, en torno a una homosexualidad reprimida que comenzaba a aparecer en el mundo consciente (brevemente, la impotencia se refería a su contacto con las mujeres, comer era una felación simbólica, y la aparición de la agresividad era debida al miedo de ser descubierto (Zimbardo, 1999, pp. 390-91).Cualquiera que desee echarle un poco de imaginación a los tres síntomas que mostraba Gary encontraría una explicación con tanta coherencia como la de este terapeuta.
Tardaría tiempo, claro que sí, porque el paciente negaría la interpretación. Eso sucede siempre al comienzo de este tipo de terapias. Pasadas unas cuantas sesiones, terminaría aceptando las propuestas del “sabelotodo”. Losftus (la mejor investigadora de cómo implantar memorias falsas en los testigos) ha demostrado que ese tipo de intervenciones termina por implantar en los pacientes el convencimiento de que tuvieron una infancia terrible a la que no desean enfrentarse conscientemente. (Loftus, 1997, Creating false memories), lo que confirma también Zimbardo, en el mismo capítulo): Parece que el testimonio de clientes/pacientes en casos del “síndrome de falsas memorias” pudiera ser entendido como cuestión de atribuir una variedad de discontinuidades personales a una supuesta recuperación de memorias reprimidas de abusos infantiles, sugeridas por terapeutas influyentes, trabajadores sociales o los medios de comunicación. (Zimbardo, 1999, p. 414)). Fuera de suposiciones, lo cierto es, como me contó Zimbardo, que la solución consistía en tres visitas semanales durante tres años de análisis ¡Había mucho que analizar!
Quizás los compañeros dieron por solucionado el problema. Pero se equivocaron. Ninguno de los síntomas de ansiedad desapareció en los días siguientes Al contrario, se agravaron de manera que comenzaron a temer por su vida física. ¡Era imposible vivir tanto tiempo en aquel alto grado de ansiedad!
Angustiados ahora los compañeros, vuelven a abordar a Zimbardo, quince días después, manifestándole claramente que temían por la vida de su compañero.
¿Qué hace uno en estos casos? Nada. Pero Zimbardo les dijo que, si el compañero quería hablar con él, que fuera a su despacho. Efectivamente Gary, que así se llamaba el estudiante, acudió al despacho de Zimbardo. Éste, rutinariamente, le pregunta qué es lo que siente. Hablan calmadamente sobre los síntomas y sentimientos de ansiedad. En un momento de la conversación, como de rutina, el profesor pregunta al alumno:
- ¿Desde cuándo sientes esta ansiedad?
- Desde principios de noviembre.
La mente veloz y creativa de Zimbardo se ilumina con una idea: justo después de las primeras notas del curso, después del primer examen parcial. El primer examen parcial universitario de aquel neófito en la Universidad de Stanford.
- ¿Qué notas has sacado en los exámenes parciales?
- Aprobados y algún notable. Responde con signos de decepción.
Zimbardo centra la conversación en las notas, en las que ha obtenido y en las que esperaba. Y descubre que a Gary, estaba acostumbrado a ser de los primeros de la clase en un Instituto rural. Era tan bueno que sus padres le llamaban “el perfecto Gary”. Pero el perfecto Gary, al llegar la hora de realizar sus sueños emprendiendo una brillante carrera en una de las universidades más prestigiosas del mundo, descubre que todo lo soñado se viene abajo en el primer examen. No es de extrañar que cuando a uno se le venga abajo todo el futuro imaginado y deseado pierda las ganas de vivir. Porque una vida sin valer es una vida sin valor. Y una vida sin valor no merece la pena de ser alargada.
Tras escuchar las lamentaciones de Gary Zimbardo tiene preparada la explicación de tan desesperado estad o de ánimo. Se la expone al novato que empapa de sudor el sofá negro de su despacho. Philip, con el nerviosismo que le caracteriza busca un lapicero entre sus papeles (en la Universidad de Stanford existe una cultura del lapicero y una ausencia significativa de bolígrafos) y le dibuja la curva de Gauss a la vez que le explica:
Chaval, hasta ahora has pensado que tu capacidad intelectual es muy alta, lo que es correcto. Pero hasta ahora te han comparado con la población general de estudiantes. Tu posición dentro de esta curva está en el 20% superior de la población. Lo mismo te ha sucedido cuando has realizado las pruebas estatales. Pero ahora estás en la Universidad de Stanford, en la que solamente entran el 20% superior en inteligencia de toda esa población. Ahora, aquí, en Stanford, los profesores te comparamos solamente con los mejores. Y sin que tu capacidad haya cambiado, manteniendo tu alta capacidad, no eres el primero de la clase.
Zimbardo, aceleradamente, con voz jadeante y entrecortada, (porque las ideas le fluyen más rápidas que las palabras), le dibuja un trazo vertical en la parte derecha de la curva de Gauss. Comparado con la población general, tu capacidad está aquí. Precipitadamente le dibuja una nueva curva de Gauss, que se extiende ahora, solamente en la parte superior de la dibujada anteriormente. Tú sigues estando aquí, (le remarca la línea vertical), lo que sucede es que ahora hay otros mejores que tú. En comparación con los mejores, tus notas no son malas, más bien diría que normales. ¡Hay algunos que han suspendido y siguen siendo muy buenos en capacidad!
Además, chaval, le sigue argumentando el Profesor, olvídate de las notas. Procura sacar el título que deseas en la Universidad de Stanford. Cuando termines, nadie te preguntará por las notas. Es suficiente con decir que tienes el título por la esta universidad. Las puertas de tu porvenir se te han abierto con haber sido admitido en esta Universidad.
Lo que iba para tres años se quedó en una explicación de escasa media hora. Gary finalizó sus estudios en la universidad con un aceptable expediente académico.
Nada, pues es definitivo en lo que se llama "psicológico", pues puede cambiar en cualquier recodo del este camino que, con frase prestada de Machado, se hace al andar.
Pero nada de creer que esto sucede por arte de magia o inspiración. Es difícil cambiar los valores, núcleo duro de la existencia. Pero hoy se trataba de mostras cómo nada es permanente mientras se puedan tener experiencias, que es el vivir.
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