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viernes, 30 de julio de 2021

IN MEMORIAM: ALBERT BANDURA. EL AMIGO, EL MAESTRO.

 



Cierto. Han pasado años  sin escribir  una entrada personal en este Blog.  Pero es que ayer ha muerto la persona, el profesor, el amigo que da sentido a este Blog: Albert Bandura  nos ha dejado a los 95 años.

Me entristece la noticia, sí, pero me queda  hasta mis restos la vivencia de haber sido su amigo y él mi maestro. Quienes habéis asistido a mis clases recordaréis  que su teoría fue siempre el hilo conductor  de  todo lo que enseñé. Por eso estuvimos siempre al día de los  últimos progresos en nuestra disciplina.

No es el momento de exponer sus teorías. Fueron y son  tan novedosas e influyentes que se no faltan  en los libros de texto.

Hoy es día de recuerdos y de vivencias. Estuvo presente en mi vida y en la de mi familia. Por eso mis hijas, al conocer la noticia me han dicho que fue una suerte haberle conocido tan de cerca.

Cuando hablabas con él te trasmitía acogimiento, familiaridad. Nunca  la sensación de que era un científico importante. Eras tú y era él.

¿Quién era Bandura en las cercanía? Lo define bien mi experiencia en el último trimestre que estuve en la Universidad de Stanford 1991.

El primer fin de semana de aquella primavera, al recoger lo que  tenía en mi casillero, me encontré con una invitación suya, escrita en un posit, en la que  nos invitaba, a mi mujer y a mí, a cenar  junto con su esposa Ginny, a un restaurante  famoso en  el entorno de la Bahía de San Francisco. ¡Lo aceptamos, no faltaba más!

Llegó el fin de semana siguiente, volví a encontrarme con una nueva invitación. 

Él había estado en Salamanca unos años antes. Había venido con Ginny y con Maria, su hija también psicóloga,  recién salida de la facultad. Me pidió que María diese una conferencia en aquel curso, se lo concedí, naturalmente. Como hacía con los invitados de los cursos de verano que organizaba cada año, los invitamos a restaurantes y también a casa.

Cuando recibí la invitación de mi  segundo fin de semana en Stanford, pensé que se sentía obligado a corresponder a nuestra hospitalidad salmantina. 

Con el posit en la mano  me acerqué a su despacho, situado en un rincón acogedor del Departamento de Psicología. Señalándole el posit le dije:

- Al, no quiero que te sientas obligado a  invitarnos porque nosotros  te invitáramos en Salamanca.

 Su respuesta, como siempre, fue una carcajada sonora. Su carcajada. La carcajada que todos los que le hemos tratado nunca olvidaremos.

- Eugenio, estás equivocado. Una de las secciones primeras que yo leo en los periódicos es la de gastronomía. Me gusta saber qué hay de nuevo, cuales son las tendencias del momento. Pero, sabes, lo que no tengo son  ocasiones para ir. Ahora que estáis vosotros aquí, me voy a dar este gustazo.

O sea, que nosotros le estábamos haciendo un favor a él y no él a nosotros. ¡Grande!. 

Puedo atestiguar que su generosidad  no tenía límites. Una de las veces que estuvo en Salamanca, en el momento de pagarle por sus conferencias, me dijo que me quedara yo con ese dinero, porque habíamos gastado mucho con él. 

Tampoco puedo olvidar  su último viaje a Salamanca, en 2002. La facultad celebraba su 25 aniversario y querían que Bandura fuera el invitado especial. Me pidió el Decano que si yo podría conseguirlo. Naturalmente. 

Me puse en contacto con  él y aceptó.  Pasados unos días me dice que su viaje a Salamanca nos iba a costar mucho dinero. Y que, si me parecía bien, podía aprovechar el viaje que unos días antes  tenía que hacer a Italia. De esa manera  nos dividíamos los gastos entre los italianos y nosotros.

Sí, era una persona extremadamente generosa.

Pero  no solamente con lo referente al dinero. Yo diría que lo era especialmente con sus  publicaciones y  trabajos de investigación.  Varias veces al año me mandaba primeras copias de lo último que  había escrito.  

-Eugenio, creo que esto puede interesarte.

Luego, cuando salía la publicación definitiva  había cambiado  algunas cosas. Es decir, me enviaba su primera redacción.

Afable, amigo, generoso, siempre sonriente. ¡Amigo, que te me has ido! !

He dicho que no quiero hablar de  las teorías psicológicas de Bandura. Pero  siguiendo el hilo de este tema, me gusta  recordar el siguiente episodio que le define a la vez como científico y como persona.

En una de sus invitaciones  de fin de semana, el restaurante estaba en una zona empinada  de San Francisco. Bandura y yo íbamos delante. Isabel y Ginny se habían quedado rezagadas. Una de ellas mira la pendiente que había que ascender y se lamenta.  Bandura se vuelve, se dirige hacia ellas y les dice:

- Con pasitos cortos se llega sin cansarse.

Pasitos cortos, y uno detrás de otro, pero sin pararse. En aquel momento pensé que esa era la esencia de su éxito científico. Poco a poco, experimento a experimento. Sin dejar nunca las hipótesis que le que había  dejado el anterior y sin dejar de responder con experimentos a quien lo criticaban.

Bandura se decide a estudiar psicología por una casualidad. La importancia de las casualidades en nuestras vidas, escribiría años después.. Estudiaba biología. Sus compañeros de residencia, medicina. Estos se levantaban pronto. Bandura se levantaba para ir con ellos. Tenía que esperar en la biblioteca hasta el inicio  de las asignaturas de Biología. En una de esas esperas  se encuentra con un folleto en el que se anuncian clases de Psicología que eran convalidables para la carrera de Biología y que se impartían a horas tan tempranas como las de medicina. Podía aprovechar ese tiempo muerto . Se apunto. Le gustó. Cambió su carrera de Biología por la de Psicología.

Terminada la carrera le pregunta a su tutor por el mejor departamento para hacer el Doctorado. Su tutor le recomienda Iowa. Sin dinero y sin recursos y sin opción a beca, se planta en Iowa. La Psicología estaba Dominada con férrea, por no decir militar disciplina de Conductismo por Spence, jefe de Departamento y metomentodo.

Bandura no buscaba aquello. Bandura quería ser psicólogo clínico. Por eso eligió como director de sus tesis a Benton, el padre de la Psicobiología. Su tesis trataba sobre la percepción de los espacios blanco  en el test de Rorschach. 

Cuando tuvo que elegir su especialización se fue a Wichita, donde vio pacientes bajo la supervisión de Brewer. Se especializó pues en Psicología clínica.

Terminada su especialización,  su intención seguía siendo la intervención psicológica. Pero en este momento  se dan un conjunto de circunstancias históricas en la psicología norteamericana, que exigen a las universidades tener Profesores Doctores para impartir la Psicología Clínica en sus programa.  El Director del Departamento de Psicología de  Stanford , recién llegado, era Robert Sears. Sears es el artífice de lo que luego ha sido la Psicología en Stanford.

Bob Sears recluta a Bandura, ya doctor,  para impartir la asignatura de Psicología Clínica. Y en eso está Bandura, en la Psicología clínica. Tanto que en ese primer año hace investigaciones junto a los psiquiatras, en el hospital para veteranos de Palo Alto. Tanto, que durante ese año estuvo buscando centros donde poder ejercer como Psicólogo. Y lo encontró. Al finalizar el curso le comunica su decisión al Jefe de Departamento. Pero Sears le propone un contrato fijo y con buenas  perspectivas ecónomas y científicas. Bandura se queda en Stanford hasta el día de ayer.

Aquí comienza la carrera científica del Bandura que hoy conocemos. Me gustaría detenerme  un momento en la influencia que ejerció Bob Sears sobre Bandura en ese momento. Me gusta detenerme porque ni el mismo Bandura lo resalta.  Recuérdese que Sears, junto con Dollard, Miller y otros son los ponentes de la hipótesis de la Frustración como causa de la agresividad.

El primer libro que publica Bandura es sobre la  agresividad de los adolescentes. Con formulaciones  semejantes a las que publicaba Bob Sears esos mismos años.

Y aquí tendríamos el punto de arranque de la actividad intelectual de Bandura.

La agresividad se aprende por imitation. Que desemboca en el  las investigaciones  de su famoso muñeco bobo.  Siguiendo el mismo esquema  se introduce en los temas del aprendizaje de los  comportamientos morales. Y aquí quisiera hacer un inciso: a Bandura le ha interesado, sobre todo, el aprendizaje  de los comportamientos morales e inmorales. No es casualidad que su último libro publicado se titule Moral Disengagement (2016).

Siguiendo con su vocación de psicólogo clínico, propone que el aprendizaje por imitación  puede competir y superar a los aprendizajes por recompensas, tanto en niños como en adultos.

Pero un día, en una revisión de los resultados de sus investigaciones, una paciente le dice que desde que superó su miedo a las serpientes, se siente capaz de enfrentar otros miedos de su vida. Esto le hace pensar  a Bandura que la terapia es más bien un problema de atribuciones.  La generalización de los efectos saludables de una intervención no se hacen por contigüidad y semejanzas, si no por una asociación o conclusión mental.

Esta hipótesis la estudia durante los primeros años 70, hasta que en 1973 publica su libro  Social Learning Theory, en el que formula por primera vez la hipótesis de la autoeficacia.

Formulada la hipótesis,  dedica los primeros  años de los 80 a probarla y defenderla de todos los ataques que recibió. Una vez probada y, dado su alcance universal sobre  todos los campos de la conducta humana, dedica sus investigaciones a probar que la autoeficacia en la variable que aglutina todas las demás en cualquier tipo de conducta: terapias, recuperaciones cardíacas, deportes, rendimiento escolar, conductas saludables, etc.

Todo esto lo hace  sin demasiado ruido, aunque a veces es muy duro con los que le atacan. Todos estos son los pasos pequeños que  al final terminan  conquistando la cumbre  científica que él ha alcanzado. 

Pasito a pasito, pasitos cortos, que, como titulara uno de sus artículos semi-biográficos: Desde los  minúsculos  arroyuelos  de las cumbres heladas hasta las grandes y cálidas corrientes de los grandes causales de agua.

Este es , desde mi punto de vista, lo que ha terminado por convertir a Bandura en el psicólogo que ha dado vuelta de calcetín a la  Psicología en todos sus campos, pues ninguno se ha librado de su arrolladora personalidad humana y científica.

Pasito a pasito, pero sin descansar. Así se llega a la cima.  Esa ha sido su metodología de trabajo.

-Al, amigo, que quiero recibir tus invitaciones a cenar, que quisiera seguir recibiendo tus papeles no publicados, que quiero oír tus carcajadas, que quiero volver a ver tu cara  sonriente.

 ¿Lo dejamos para dentro de un rat


jueves, 29 de julio de 2021

 


La estancia en Wichita Guidance Center: especialización profesional en psicología clínica

 

La biografías sobre Bandura y su propia autobiografía se limita a decir que tras conocer a Virginia Varns casualmente jugando al golf, se casaron en 1952. Tras casarse fueron a Wichita Guidance Center donde él completó un internado postdoctoral… y ella trabajó como supervisora en un hospital de obstetricia (Zimmerman y Schunk 2003). En su biografía le dedica varias líneas explicando que lo eligió por estar dirigido por un psicólogo, Joseph Brewer, y esperaba encontrar que los problemas del vivir diario no se solucionaran con medicamentos. Afirma: Eran tiempos en los que el campo de la psicología clínica estaba orientada fuertemente a los procesos interiores bajo el reinado de la teoría psicoanalítica. (Bandura, 2006, p.8). Termina afirmando que fue un año bien empleado. Y tanto, como se demostrará.

Como se ha afirmado, de manera alguna se pretende hacer una biografía del profesor de Stanford. Pero, algunos datos pueden ser interesantes para comprender su dedicación a la psicología y su posterior orientación teórica.

Por lo que se refiere a la biografía, parece que Bandura se casa en 1952 con Ginny, y que luego los dos se van a Wichita en el cercano este de Kansas. El prácticum de psicología clínica en Wichita duraba un año, tal como lo exigían las directrices de la Asociación Americana de Psicología (APA).  Pero en 1953, Bandura ya está en Stanford. Con estos datos se puede entender que permanece en la ciudad de Kansas desde septiembre de 1952 hasta el verano de 1953. En agosto/septiembre de 1953, en el llamado semestre de otoño/invierno arranca su estancia en la universidad californiana. Tal internado lo debió hacer viviendo prácticamente solo, sin su mujer, dado que Virginia Varns, tras graduarse como enfermera en 1947, ejerce su profesión en el Hospital de la Universidad de Iowa durante los años siguientes.  Son años de transformación en la escuela de Enfermería, que se convierte en Facultad en 1949. En el semestre de otoño/invierno de 1952-53 Virginia Varns enseña la asignatura de Nursing of Mothers and Infants.  Su nombre desaparece de los ficheros de la Universidad de Iowa en febrero de 1953. Acaso porque se une definitivamente a Albert, primero, en Wichita y luego, en Stanford.[1]

Más allá de esta referencia a su año de estancia en Wichita, que no suele aparecer en su biografía, puede saberse en qué consistía ese año de preparación final para convertirse en psicólogo clínico. Concierne resaltar el espíritu de su director Joseph E. Brewer porque determinará el contenido de las investigaciones posteriores inmediatas de Bandura. Brewer publicó un artículo aparecido un años antes de que Bandura fuera admitido como alumno interno (Brewer, 1951) en el que describe en qué consistía el curso. En el curso participaban solamente cuatro alumnos que pasaban las pruebas de selección. A cada uno se le asignaba como tutor uno de los profesionales seniors (tres psicólogos y dos psiquiatras) del centro. Tras el primer contacto con el centro y las instituciones (escuelas, juzgados, agencias de reinserción de jóvenes delincuentes, agencias de familia, etc.) se les entregaba inmediatamente un caso para que se hicieran responsables del mismo, de su diagnóstico y de los procesos de intervención.  Pero todo ha de pasar por una cierta supervisión del tutor personal y del programa durante los primeros meses, al final del curso se le da solamente la ayuda administrativa que necesite y la supervisión del director o del grupo de profesionales sólo cuando el interno lo requiriera. Cada semana tenían una reunión con el Director del Programa, una reunión del grupo con profesionales psicólogos y otra con uno de los psiquiatras, de uno a tres casos prácticos difíciles y cuantas reuniones pidiera el residente con los miembros del equipo relacionados con los casos de responsabilidad del interno. Durante los tres primeros meses cada uno de los internos había intervenido: entre 17 y 24 casos diferentes. Habían aplicado entre 35 y 59 test psicológicos diferentes, entre 7 y 37 demostraciones de técnicas terapéuticas, entre 9 y 22 entrevistas de consejo con los padres y entre 0 y 14 exposiciones públicas de propuestas de intervención. Durante los nueve meses restantes a cada una de estas cifras se añadían mensualmente, por término medio, 15,16, 19 y 24 respectivamente. (Brewer, 1951, p.270). Se trataba, como dice su director, no de generar técnicos, sino psicólogos clínicos con competencia técnica.

El conocimiento de estos datos perfila mejor la idea de formación que recibió Bandura como psicólogo clínico, lo que permitirá, a su vez, entender toda su obra. Desde su encuentro casual con la psicología a sus veintiún años hasta que muera, siempre ha tenido en cuenta que quiere intervenir para remediar los problemas de las personas.

Se está tratando, en este primer capítulo, de entender la formación psicológica recibida con el fin de entender sus aportaciones al saber psicológico. Sin haberme introducido con anterioridad en sus primeras publicaciones, siempre me había parecido extraño, en función de sus títulos, que estuvieran centradas en el Rorschach, primero, y luego en la personalidad del terapeuta como variable que interviene en el tratamiento. Ya se sabe el porqué de sus publicaciones sobre las respuestas de espacios blancos en el test de Rorschach. El porqué de sus primeras investigaciones sobre las características del terapeuta se halla en la preocupación de Brewer por tener en cuenta algunos aspectos de las relaciones dinámicas interpersonales realizando estudios consecutivos de otoño a invierno de los contactos autoritarios o socialmente integradores de los profesores y los correspondientes cambios en la conducta escolar de los niños (Simpson, 1948, p.127). Este interés por estudiar la conducta y las características del profesor en el aula la traduce luego en su programa de formación de futuros profesionales en el Wichita Guidance Center.  El supervisor debía seguir de cerca las sesiones de terapia de los internos durante largo tiempo, porque nuestra experiencia ha sido, dentro de la técnica de supervisión que hemos desarrollado, los internos son conscientes rápidamente de sus propias reacciones emocionales como terapeutas y que utilizan esas reacciones que contribuyen al progreso terapéutico y modifican aquellas que interfieren (Brewer, 1951, p. 269-70).

Si se focaliza la atención sobre esta preocupación de Brewer por estudiar la conducta y la personalidad de quienes dirigen la enseñanza o la terapia, se encontrará respuesta a la pregunta de por qué la siguiente publicación terapéutica Bandura se titule: nivel de ansiedad del psicoterapeuta, la compresión personal y la competencia terapéutica  (Bandura, 1956) en la que aparece la siguiente expresión que pudiera considerarse la esencia de lo aprendido con Brewer: el terapeuta que es consciente de los signos de su ansiedad será capaz de controlarla conscientemente y de  adaptar sus reacciones a los fines terapéuticos y , por consiguiente, funcionar a niveles más efectivos que el terapeuta que carece de este insight (Bandura, 1969, p.333).  La deducción adquiere más argumentos cuando se lee la nota segunda de este artículo en el que agradece a Brewer que le haya permitido utilizar las entrevistas de su centro.

No es en manera alguna aventurado que inmediatamente después se dedique a estudiar los problemas de la conducta agresiva de los jóvenes, pues con seguridad esos eran los problemas más frecuentes en el centro de Wichita. Tanto que en 1993 le añaden el calificativo de Wichita Child Guidance Center y, en su presentación proponen cuatro casos típicos de quienes son sus atendidos: un niño de diez años abandonado y agresivo, una niña de 15 años drogadicta y camello, un niño de nueve años que interrumpe las clases con actos violentos y una niña hiperactiva, once años, que es extraordinariamente violenta cuando no consigue lo que quiere. Seguro que los casos que trató Bandura en este centro tendrían el mismo perfil de conducta agresiva. En su artículo de 1960 (Bandura, 1960) dice expresamente: dado que los conflictos de agresividad tienden a estar presentes de alguna manera en todos los pacientes (Bandura, 1960, p.1)

No considerar esta estancia postdoctoral como psicólogo clínico interno, obstaculiza la compresión de sus publicaciones inmediatas y el verdadero interés de Bandura por la Psicología.

 

Cuando finaliza su año de internado en Wichita es contratado para impartir clases de psicoterapia (Bandura 2004) en la Universidad de Stamford. Pero, o el contrato no era suficientemente interesante económicamente, o   le apartaba de sus propósitos de ejercer una psicología en contacto con los pacientes, porque   durante su primer curso académico formaliza un contrato para dirigir un centro comunitario en Santa Rosa.

Lo que sí parece claro en Bandura es su interés por no abandonar la investigación. Durante su año de contrato temporal lleva a cabo, juntamente con psiquiatras de hospital de veteranos de Palo Alto, su siguiente investigación, que tiene la misma orientación clínica de de la anteriores. Sigue, pues, en la misma orientación clínica recibida bajo la dirección tanto de Betón como de Brewer.

Como se ha marcado ya, la primera investigación retoma las inquietudes de Brewer por controlar la influencia de la ansiedad de los terapeutas hacia los temas sexuales, agresivos y de dependencia y su influencia en la calidad de sus intervenciones. Para entender esta investigación, imagínese una reunión final de los participantes en el centro comunitario de Wichita, en el que se quiera dar la calificación a los alumnos, para lo cual se pide a todos los compañeros que califiquen la ansiedad que sufren ellos mismos y cada uno de sus iguales cuando tienen que tratar pacientes que aportan al tratamiento problemas en alguno de los tres campos mencionados.  El director del centro, por su parte, califica la calidad de las terapias que hacen. Los resultados muestran que cualquier tipo de ansiedad correlaciona negativamente con la calidad de su trabajo clínico. Pero no demuestra que el ser consciente de ello la aminora, como afirmara Brewer (1951), como tampoco aparece correlación entre juzgarse ansiosos y el juzgarse menos capacitados para el ejerció terapéutico. El investigador que lleva dentro le hace planificar la siguiente investigación para saber los modos específicos como la ansiedad del terapeuta afecta a su trabajo: un estudio sobre las tendencias de acercamiento/alejamiento de los terapeutas de baja o alta ansiedad, para tratar materias emocionalmente cargadas, está siendo planificado (Bandura, 1956, p.336).

En el año 1960, publica, con Lipsher y Miller (1960) un artículo, que explícitamente vincula con el anterior, con la intención de descubrir qué tipos de conductas utiliza el terapeuta que, en este caso, tiene ansiedad a las respuestas agresivas del paciente, aunque expresamente dice que también se han examinado las reacciones de ansiedad a la sexualidad y a la dependencia. La metodología es la misma, salvo el análisis detenido del contenido de las entrevistas grabadas. Cuando, en el artículo de 1956, da las gracias a los centros y personas que le permitieron extraer la muestra de las entrevistas terapéuticas, menciona el Hospital de Veteranos de Palo Alto. En él trabaja un profesional, probablemente psicólogo, que en 1958 publica un artículo con el título: studies of the conditioning of verbal behavior (Krasner, 1958), en el que se hacen afirmaciones tan interesantes como que en la situación experimental el terapeuta condiciona las respuestas del paciente, o que se puede decir cómo interpretará el paciente su problema si se conoce la personalidad o la tendencia del terapeuta, porque toda terapia es, por naturaleza directiva:  El terapeuta utiliza señales,  frecuentemente sin darse cuenta,  para modificar, controlar, guiar o manipular la conducta verbal del paciente. Este modo de comunicación sutil puede ser ofrecida probablemente como un medio para entender cómo las propias explicaciones teóricas del terapeuta sobre la dinámica de la personalidad y de la psicoterapia son transmitidas al paciente (Krasner, 1958, p.164). Lo que se completa cuando Bandura y sus colaboradores citan una tesis doctoral defendida en la Universidad de Stanford en 1958 titulada: Operant conditioning in quasi-therapy situation (Rogers, 1958). En definitiva, demasiadas coincidencias para eximir a nuestro autor de un cierto contagio del conductismo.

 



[1] Mi agradecimiento a Nana Diederichs y a David McCartney, bibliotecarios de la Universidad de Iowa por la amabilidad con que han atendido mis peticiones y el tiempo que me han dedicado incondicionalmente.

sábado, 24 de octubre de 2020

 

La Psicología de Iowa.

 

 Descritos los personajes que dominaban el Departamento de Psicología de Iowa, describamos lo que allí pudo aprender Bandura, le satisficiera o no. Se ha dicho que rehúye referirse a Spence cuando le preguntan por su formación en Iowa, (Evans, 1976). Sutilmente afirma que los que salieron del programa de Spence no adoraban todos al mismo altar (Bandura, 2006), pero lo que repite siempre que tiene oportunidad de referirse a aquella experiencia es que aprendieron a afrontar su trabajo “con la decisión de ejercer control sobre nuestro propio desarrollo y sobre las circunstancias de la vida (Bandura, 2006, p.6). También afirma que: Un fuerte compromiso con el análisis teórico y respeto a la experimentación penetrante se convirtieron en las señas de identidad de un graduado en Iowa (Bandura, 2006, p.4). Rigor que certifica su mentor Arthur Benton, quien, tras aceptar la invitación de Iowa para no perder contacto con los avances de la psicología, reconocerá que su traslado le hizo consciente de los sesgos de sus investigaciones anteriores, y tal conciencia le condujo a una notable mejora en la calidad de su investigación (APA. 1979) 

La realidad de lo vivido en la Universidad de Iowa, adquiere precisión cuando se sigue la senda de esta otra frase de su biografía en la que cada palabra es precisa: Esta era la época de las contiendas entre grandes teorías alternativas. Las experiencias contingentes ¿construyen o fortalecen hábitos, como sostenía Hull, o crean expectativas, como argumentaban los seguidores de Tolman? (Bandura, 2006, p.5).  

 

Para acreditar hoy estas palabras han de leerse estudios de Hull, Spence, Bergmann, Miller, Tolman. Quizás también de Sears por ser quien contrata a Bandura en la universidad de Palo Alto, seguro que Robert Sears, como se demostrará posteriormente.

 

El profesor de Stanford es preciso recordando que el Departamento en el que obtuvo su graduación y doctorado estaba dominado por Spence, segundón de Hull. Dos obsesiones pueden definir la psicología del influyente profesor de Yale. La piscología ha de convertirse en una ciencia natural como lo es la física o la bilogía. La ley de la gravedad es el modelo que tiene en su caballete de científico como modelo a reproducir (Hull, 1943, 1945) o la termodinámica (Felsinger, Gladstone, Yamamuchi y Hull, 1947) Y, también, que la psicología, como la demás ciencias naturales, tiene que proponer en fórmulas matemáticas las leyes que vaya descubriendo. Critica a su admirado Pavlov por haberse quedado en descripciones cualitativas, aunque contara el número de gotas de saliva de sus perros (Hull, 1940).

 

El ejemplo clásico es su noción de fuerza del hábito, por el que se explica que dos individuos de la misma especie reacciones de manera diferente ante el mismo estímulo o que dos especies diferentes reacciones también desigualmente. De no acatar estos supuestos la psicología americana seguirá la senda de mayor introspección, subjetividad, antropomorfismo e incertidumbre (Hull, 1943, p.288).

 

Tal sucede con la teoría del campo de Lewin y la expectativa de Tolman. De seguir el camino de las ciencias naturales, llegará el momento en que los psicólogos clínicos, los que estudian las actitudes, los psiquiatras, los antropólogos y los sociólogos se beneficiarán de los descubrimientos del conductismo asumiéndolo como fundamento de sus actuaciones Lo que estará en consonancia con la práctica de los ingenieros que ahora reciben entrenamiento en las disciplinas básicas de matemáticas, física y química a lo largo de toda su carrera. (Hull, 1945 a, p.60).

 

Este es el ideal, muy alejado de la realidad en aquel momento, pero con la esperanza de alcanzarlo. Tal trabajo será realizado por quienes esperan alcanzarlo y creen en su posibilidad; quienes no comparten esta esperanza se adentrarán en otras aventuras. (Hull, 1943, p. 286). Dadas las duras críticas que reciben sus propuestas, Hull se plantea, cínicamente, la posibilidad de no alcanzar su ideal y se consuela: si la búsqueda resulta infructífera, aquello que se subieron a bordo habrán vivido la emoción de la aventura y la satisfacción de haber realizado un esfuerzo digno (Hull, 1945, p. 286). 

 

A Hull le poseía la vocación misionera, como a su discípulo Spence. Con espíritu apologético interpreta conductas poco acordes con su conductismo estricto, como las respuestas diferentes de individuos de la misma especia ante estímulos semejantes, incluso las diferentes reacciones de individuos de diferentes especies, como los ratones o los humanos: la historia personal o la historia de las especies (¿admite el inconsciente colectivo?) ha generado hábitos de respuestas de intensidad diferente, la distinta reacción a estímulos compuestos (luz más zumbido) que a cada uno de sus componentes, lo que no puede deducirse ni de los principios no aportados por el behaviorismo primigenio ni por la teoría de la Gestalt  (Hull, 1945 b, p.141). Pero, quizás, sí de los principios de la reflexología pavloviana y una supuesta intervención del sistema neurológico, para lo que elabora posibles fórmulas matemáticas; insiste Hull en un tema que ya tratara en 1940 (Hull, 1940) y del que la expresión matemática no diera resultados: Por desgracia, por la naturaleza relativa de los datos, las fórmulas anteriores no pueden aplicarse a los resultados de la investigación presente (Hull, 1940, p.110).

 

En el año 1947 reconoce haber hecho esfuerzos para definir, sin éxito, unidades de conducta (the wat, the hab, the mote ad the pav) para las que no se han desarrollado valores genuinos. (Felsinger, Gladstone et al., 1947, p. 214). Comparándose con la historia de la termodinámica amonesta: la historia de la evolución de la ciencia termodinámica no sólo nos previene de ser optimistas en exceso acerca de una victoria rápida; indica también la metodología de la experimentación cuantitativa y la formulación matemática por la que los primeros científicos obtuvieron el éxito  (Felsinger, Gladstone et al., 1947, p. 215). Una vez más lo intenta en este estudio en el que busca la fórmula matemática de la latencia de respuesta condicionada en ratas albinas en función del número de refuerzos. Pero una vez más desemboca en un ensayo con error.

 

Sin duda Clark L. Hull fue el mentor de la corriente psicológica que impregnaba el Departamento de Iowa en los años cuarenta y comienzos de los cincuenta. Spence afirma esta afiliación en un trabajo teórico escrito en 1950 (Spence, 1950). Lo mismo que su maestro, Spence explicita: el científico de la conducta sólo pide que se le conceda la misma oportunidad de desarrollar un relato de sus fenómenos como los han hecho sus colegas físicos o biólogos (Spence, 1948, p.70). A imagen y semejanza de Hull, afirma que las críticas al behaviorismo por perder la riqueza y el calor de la conducta, y que preferir cualquier clase de introspección supone no saber distinguir la ciencia psicológica del conocimiento cotidiano o de la clase de conocimiento que reflejan los retratos de novelistas y poetas (Spence, 1947, p.70). Como ya se ha indicado, tanto Hull como Spence, al proferir tales reconvenciones, están pensando explícitamente en Kurt Lewin (Spence, 1950), que utiliza terminología física sólo con fines expositivos, pero es una simple analogía (Spence, 1950, p.160).

 

Vuelva a leerse la frase de Bandura en la que afirma que la época de su estancia en Iowa tenía lugar las grandes discusiones entre teorías y de minuciosos, complicados experimentos. Quien tenga el humor de revisar las publicaciones del Director del Departamento de Iowa o  las originadas  en el laboratorio de Berkeley, certificará la veracidad de cada palabra de la descripción de Bandura Pueden sintetizarse las publicaciones de Spence,  entre los años 1945 y 1955, aquellos que pueden reflejar la experiencia científica de Bandura durante sus tres años de especialización, en estas tres ideas: seguir la huella de Hull, responder a las acusaciones de Tolman, en los temas de aprendizaje animal, hasta 1950, y, finalmente, a partir de esta fecha, tratar de refutar las propuestas de Hilgard sobre las causas y efectos de la ansiedad humana mediante el Condicionamiento del parpadeo. Impresiona descubrir que la producción científica del autor más citado en Piscología hasta 1970 (Myers, 1970) haya estado pautada por las ideas y las críticas de sus adversarios.

 

Que Spence es la sombra alargada de Hull, no es necesario demostrárselo a quienes alguna vez se han asomado a la historia o a las teorías psicológicas: son los representantes, por igual, de la escuela del Estímulo (S) y respuesta (R), que no del conductismo o behaviorismo: En lugar de concebir el aprendizaje en términos de cambios perceptivos o cognitivos, la teoría del S-R se refiere a tales cosas como conexiones, vínculos, asociaciones, hábitos o tendencias de estímulo-respuesta (Spence, 1950, p.162).

 

Los escritos de esta época, para demostrar la segunda línea de Spence, muestran una relación ambivalente y hasta ambigua entre Tolman y Spence.  Spence considera a Tolman como quien propone hipótesis cognitivas, comprensivas, holísticas o gestálticas; sing-gestalt, prefiere llamarla Spence (Spence, 1946), mientras que Tolman define a los que piensan como él teóricos del campo (Tolman, 1948), siguiendo las exposiciones de Lewin (Tolman, 1939). Spence, en sus exposiciones teórica (Spence, 1948,1950) separa a Tolman de las otras escuelas del aprendizaje, le tiene respeto y entiende que su manera de investigar es correcta. En alguno de sus escritos Tolman (Tolman, 1948) afirma que Spence le ha enviado los resultados de una investigación, existía entre ellos una relación científica. Pero, donde aparece la consideración se escenifica la descalificación. Spence culpa a Tolman de hacerse eco de la denigrante comparación de su teoría con la centralita telefónica, incapaz de procesar lo que pasa por ella, meramente pasiva; cosa cierta (Tolman, 1958, p.190), aunque con interpretación maniática por parte de Spence, que  le inculpa de presentar su teoría como infantil, que sus investigaciones están planificadas para demostrar que la postura contraria es errónea, y no buscar el desarrollo honrado de la ciencia: con demasiada frecuencia, en los escritos de la psicología cognitiva corriente aparece la deplorable técnica de falsificar las formulaciones de los puntos de vista contrarios y luego mostrar que tales formulaciones son erróneas  (Spence, 1950.p.171). 

 

¿Será por esta suspicacia de Spence por lo que Tolman afirma en alguno de sus estudios más técnicos: De nuevo, las curvas de orientación y progresión fueron tomadas de Spence, aunque a él no le guste (Tolman, 1939, ¿p.335)?  Tras esta breve exposición del ambiente científico que se vivía en Iowa, se entiende mejor que Bandura, entre las muchas anécdotas que seguro pudo contar de su estancia en Iowa, eligiera la del entierro de la rata que corrió según los postulados de Tolman.

 

 Esta exposición no sería justa si no finalizara reconociendo que Spence concedía a Tolman el valor científico que negaba corrosivamente a Lewin y a las teorías de la Gestalt de Kaffka o Köhler; y que Tolman propone que la solución a tanta discusión está en reconocer la existencia de diferentes clases de aprendizaje en la que caben tanto la suya como la del estímulo-respuesta (Tolman, 1949). 

 

De manera alguna es momento para introducirse en los complicados estudios o experimentos realizados por Spence y sus colaboradores para demostrar que no existe el aprendizaje sing-gestalt (Spence, 1945; Spence y Lippitt, 1946, Spence y Kendler, 1948,1952), o explicar los conceptos o las leyes desarrolladas por esta teoría del aprendizaje.

 

Durante mucho tiempo la teoría del S-R dominó la explicación del aprendizaje, junto al condicionamiento contingente de Skinner. La propuesta de Tolman cayó en el olvido. Puede leerse un excelente resumen en el artículo del mismo Tolman titulado: Los mapas cognitivos en ratas y en hombres (Tolman, 1948).

La afirmación de que el Spence investigador se jugó siguiendo al ritmo que le marcaron sus contrarios, es un poco exagerada cuando se revisan sus estudios sobre la ansiedad y sus discusiones teóricas con el Profesor Ernest Hilgard, de la Universidad de Stanford. Es cierto que ya en los años 30 (Hilgard y Humpheys, 1938) había trabajado con el condicionamiento de parpadeo tomando como variables importantes las características personales, la actividad mental o las instrucciones de resistencia al condicionamiento pedidas por el experimentador. Pero siguiendo las publicaciones de Spence durante estos años, ha de reconocerse que, sin explicar mucho por qué, e incluso en contra de las críticas que el conductismo y el operacionalismo de Bergmann habían hecho a la  metodología subjetiva de Lewin, (dado que no comprobable la relación entre las manifestaciones verbales del sujeto y su verdadero estado interior), en 1951 publica,  con la que sería  su mujer, Janet Taylor (Spence y Taylor,  1951), un estudio sobre  el condicionamiento del parpadeo y la ansiedad. Y mide la ansiedad con un cuestionario de naturaleza subjetiva y siguiendo el criterio de los psiquiatras. Cuestionario que la psicología clínica ha consolidado con las sucesivas ediciones del MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory). Este estudio es el primero, en metodología y contenido de los muchos estudios que le dedicaría hasta el momento de su muerte. Abdica, con él, de una crítica que la teoría del S-R venía planteando al los “mentalistas”, como: la necesidad de demostrar la relación entre el contenido de la conducta verbal y la realidad subjetiva de los participantes.

 

En la formación psicológica de Bandura influyó, qué duda cabe, el hecho de que Spence fuera el director-controlador del Departamento en el que realizó su especialización en psicología. Pero quizás nada más que en eso. Porque en su autobiografía lo retrata con rasgos gruesos, obscuros y distantes, con una cierta dosis de desdén. La figura que influyó verdaderamente en Bandura mientras estaba en Iowa, fue, a mi entender, Arthur Benton.

sábado, 17 de octubre de 2020

PERSONALIDAD DEL DELINCUENTE Y… DEL NO DELINCUENTE

Estimado Carlos, como prometiera, sigo comentando tu reseña a mi libro: Autoeficacia y delincuencia. Sentí no verte en mi conferencia en la UNED el día 11. Quería darte las gracias personalmente. Sigo dándotelas a través de estas líneas. Decía yo que tus anotaciones críticas estimulan mi reflexión científica y me proporcionan una excelente oportunidad para precisar conceptos. Esta vez quiero aclarar el concepto que de personalidad se defiende en la teoría cognitivo social. Para hablar de personalidad hay que ponerse trascendentales. El tema recuerda las preguntas filosóficas de: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? He dicho mal. El tema no recuerda esas preguntas, sino que las pone sobre la bandeja de los temas de discusión. Pienso que las respuestas de la psicología científica tienen mucho que ver con los planteamientos que se hicieron los filósofos.(En mis tiempos se estudiaba psicología experimental y psicología racional). También son semejantes las respuestas. Se diferencian en los modos o métodos utilizados para contestarlas. La ciencia, en general, responde con métodos empírico-experimentales a los planteamientos deductivos de la filosofía. Frente a la pregunta qué seamos, la filosofía y la teología han dado respuestas extremas y otras conciliadoras: a los que les gustan las cosas claras y distintas, como diría Descartes, han apostado por el creacionismo o por las dotaciones hereditarias: las personas nacen con un don o gracia, (o con el maleficio o desgracia) específicamente diseñados para ellas por una hacedor que les es ajeno y las predetermina en sus capacidades, aunque no en sus actos. ¿O también en sus actos? Da igual que este hacedor sea un dios trascendental o que haya sido suplantado por la genética. En el balance final, cuando se nace, ya se trae instalado el programa y el sistema operativo, de que habla Irenäns Eibl-Eibesfeld. Programa que comienza a correr e instalarse en el momento de la concepción. Todo recuerda a las mónadas de Leibniz. Desde esta perspectiva, el delincuente nace para ser delincuente y muere habiendo demostrado que lo fue. Esto es lo que parece que defiendes y me cuestionas, Carlos. En el extremo opuesto estaría la metáfora de Heráclito de que todo fluye y que hoy no somos lo que ayer fuimos, lo mismo que las gotas de agua erosionan el cauce del río mudando incansablemente forma y estado de los dos. En este supuesto, la persona humana es mutable y, referida al delincuente, en un momento puede ser demonio y en el siguiente ángel. Ninguno de los dos estados deja de ser fugaz. Ha habido intentos conciliadores que toman lo mejor de ambas posturas. Platón, Aristóteles, Descartes o Kant se me antojan como pensadores de la conciliación. De todos ellos me quedo hoy con la postura de Aristóteles. -Eugenio, hoy si que vuelves a tus orígenes. ¿Te entenderán? -Espera hasta el desenlace. Después de todo, no creo estar diciendo nada que no pertenezca ya al acerbo de la cultura general. Pero, por si acaso, espera hasta el final. Me acerco a Aristóteles porque, a fin de cuentas, a todos nos lo explicaron en el bachillerato. No es que me parezca el modelo ideal, porque es más “constitucionalista” o esencialista que la mayoría de los filósofos. Basta recordar que las cosas son lo que son porque la materia ha recibido una forma y no otra, y tal forma hace que el tronco de madera se convierta en mesa y no en la Inmaculada Concepción. Y esto para siempre jamás. La que en este momento me parece apropiada es la imagen con la que se explica la combinación extraña entre una materia indefinida y la única forma que adopta irreversiblemente. Volvamos a sentarnos en el pupitre de bachilleres. Veremos entrar por la puerta a nuestro profesor de filosofía y escribir en el encerado el nombre de Aristóteles. Tras contar cuatro datos de su biografía, se adentra en la explicación de la realidad, de la física. Nos habla de las cuatro causas que la explican, dos de ellas las califica como internas, porque constituyen o explican lo que las cosas son. Estas causas son la materia y la forma. -¡Qué rollo!, pensábamos entonces y estás pensando ahora. El profesor también sabe que es confuso aquello de lo que habla. Todos los profesores de filosofía saben que esto es un rollo. Por eso, al unísono, recurren a la metáfora del escultor. Éste tiene ante sí un trozo de madera o de mármol. Este mármol, moldeado por el cincel o la gubia, puede convertirse, por la acción del escultor, en la representación, la idea, la prefiguración que el escultor tiene en mente. El escultor, el hacedor de las formas de las cosas, con la maza y el cincel en sus manos, defendidos sus ojos con gafas envolventes, incrustadas en su frente por la presión de los tirantes que rodean su cabeza polvorienta, enfundado en su mono recién planchado, da vueltas a la mole de piedra que tiene delante. Mira cuál sea la faz más propicia. Sigue pensando y sigue rodeando la mole de piedra. Pasado un buen rato de contemplación, todo su cuerpo se yergue, sus músculos se tensan, su mirada se aviva. Acaba de aparecer una leve sonrisa en su cara: la mole de piedra ha dejado de serlo. El escultor no ve en ella más que la estatua que será. Visualiza el final y el conjunto de golpes que debe propiciarle para conseguirlo. Poseído por su representación alza la maza, coloca el cincel en el punto elegido y, con fuerza, arranca el primer pedazo de mármol. Luego el segundo y el tercero. Todos son rudos, como si en vez de extraer una imagen de sus entrañas quisiera hacerlo añicos. Lo rodea nuevamente. Suda, pero se le ve contento. La piedra es más deforme que antes de recibir la primera herida. Al escultor no le duelen estas heridas, se ve más cerca de la realización de su ideal. Durante los días sucesivos difumina las aristas y los contrastes. El observador, poco a poco, va intuyendo, vislumbrando y observando cómo la idea del escultor va emergiendo de la piedra. Hasta que un día, dado el último retoque con la lija, el escultor ve "realizada" su imagen. Ésta ya no habita sólo en su pensamiento. Es más, ya no está en su pensamiento, se ha cosificado, realizado. Ya no le pertenece. Desde ahora pertenece, como idea hecha mármol, a quienes la contemplen. Y así hasta que se destruya, hasta la inmortalidad. El Profesor de filosofía se ha quedado satisfecho porque las nociones abstractas de materia y forma, causas intrínsecas de las cosas, pueden ser asidas y poseídas por sus alumnos. La imagen vale para exponer la noción de personalidad de la teoría cognitivo social. Pero sólo en parte. En la imagen del escultor aristotélico, éste deja su obra para la eternidad. La imagen es la del creador, la de la causa externa que deja para la eternidad, para siempre cosas bellas. Si se modifican los puntos de vista de la escena anterior y se piensa, porque esa la realidad, que la materia sobre la que se trabaja es e uno miso y que el escultor también es uno mismo,(para eso se posee la capacidad de reflexionar) la perspectiva puede tomar visos de mayor realidad psicológica, tal como la entiende la teoría cognitivo social. Cada experiencia vivida por la persona es un martillazo, a veces brusco, a veces caricia, que deja su impronta en el mármol de la personalidad. Pero a cada dentellada de cincel o caricia de la pulidora le suceden otras que transforman, en todo o en parte, el perfil que le precedió. A veces el escultor, debido quizás a un encuentro casual, decide modificar de base la escena que de sí mismo ha tenido en su interior durante los últimos tiempos. No es esto lo frecuente, pero puede suceder. Como en la imagen de Heráclito en la que el agua fluye incesantemente, el escultor de la propia personalidad, al retocar o ser retocado por las experiencias, cambia constantemente la única apariencia que le define. No muda de manera radical, salvo en raras experiencias vitales. Lo normal es que perfeccione su obra con pequeños retoques. Lo normal es que mantenga una apariencia estable, una identidad estable. Y eso es lo que le diferencia de los demás. Y eso es su personalidad. Que tratándose del delincuente, será una personalidad delictiva. Pero subrayando: 1) es él mismo quien se ha fraguado, labrado o esculpido su personalidad, 2) es él quien la modifica constantemente y 3) quien la puede modificar radicalmente. Es decir, el delincuente no nace con una personalidad delictiva, se hace y modifica como delincuente, y, ante todo, puede convertirse en agente del bienestar comunitario. Por eso, estudios muy reciente sobre el abandono de la delincuencia insisten en la modificación de la propia imagen gwestionada por el propio delincuente (Giordano et al. 2002). Amigo Carlos, la personalidad delictiva y la no delictiva sólo son definitivas cuando el destino decide que ya no tengas manos para arrancar o acariciar en tu escultura de mármol, bronce, madera o arcilla. Cuando el último golpe lo recibas sin tiempo para retocarlo.

La especialización en Iowa.

 

 Siguiendo el consejo de sus profesores, decide matricularse en el programa de doctorado de la Universidad de Iowa. Kenneth Spence era su director y Arthur Benton el coordinador de los postgraduados. Era el Departamento fuerte en la especialidad de Psicología. Existía otro más pequeño de Psicología evolutiva. Del paso de Kurt Lewin por aquella universidad no quedaba, en palabras del mismo Bandura, más que las críticas que Gustav Bergmann, (a quien Lewin admitió en su equipo, en 1939, le acompañó en sus viajes a distintas universidades y le introdujo en el mundo de la psicología norteamericana (Heald,1987) otorgándole su primer puesto académico en USA) le dedicaba en sus ampulosas clases y con él a todas las teorías de la Gestalt a quienes llamaba visionarios del todo” (Bergman, 1948,p.355). Nada de extrañar que Spence tratara de eliminar todo rastro de Lewin, dada su opinión de falta de rigor científico que le atribuía (Spence, 1948, 1950), lo mismo que su maestro Clark Hull (Hull, 1943). El programa duraba cuatro años, pero Albert, una vez más, lo realizó en tres.

 Así como su paso por la British Columbia apenas ocupa unas líneas en sus recuerdos escritos, la estancia en Iowa aparece abundante y frecuentemente. Su influjo, en lo intelectual y en lo personal, fue decisivo. 

 Sus experiencias personales en   el Departamento de Psicología de Spence son contradictorias, como se lo comunica por carta a su tutor de la British Columbia.  No siendo americano no puede optar a beca de estudios. Se encontró de nuevo con los privilegios de quienes habían combatido durante la Segunda Guerra Mundial. 

Afirma en su biografía que la mayoría de sus compañeros estudiaban con la beca GI, aprobada por el Congreso de los Estados Unidos de América para reinsertar a los veteranos de guerra, hijos, además, de la gran depresión  por lo que habían disfrutado de pocos medios para hacer sus carreras. A los que estudiaban les pagaban la enseñanza, la pensión, los libros y un dinero para sus gastos.  

Se conoce ya la facilidad de Bandura para vencer la escasez recurriendo al trabajo. Arthur Benton, Profesor de Psicología Clínica halló la manera de ampliar cada vez más su propia casa empleando a Bandura como carpintero: me movía por el programa de Iowa con el porte temperamental de un comercial calculador en una mano y con el útil martillo en la otra (Bandura, 1991, p.118). Durante el verano se encarga del mantenimiento de la casa y perro de caza del, también profesor del departamento, Judson Brown, buen investigador, que emplearía aquellos meses en San Antonio, Texas, entrenando o seleccionando a los aviadores de las fuerzas Americanas en su base de Lackland, retomando temporalmente al trabajo realizado durante la segunda guerra mundial. Brown había recibido ayudas para retocar su casa, probablemente por su condición de ex combatiente, y quería darle nuevas manos de pintura innecesarias. Bandura volvió a pasarse los meses de vacaciones trabajando para poder continuar sus estudios. En los años sucesivos Benton le consigue una asignación económica más estable. Por todo ello, afirma que era un departamento que se preocupaba del bienestar de sus alumnos.

Sus recuerdos de su paso por el Programa de Spence filtran un juicio humano negativo. Su profesor de British Columbia le había hablado de que era un programa duro, y que algunos no lo habían podido soportar. Al final del primer año de los estudios para la graduación era evidente que mi tutor de estudiante no graduado necesitaba alguna corrección sobre el espíritu de Iowa. Le expliqué que mi experiencia en los estudios graduados en Iowa me recordaba a Mark Twain cuando decía de la música de Wagner,” no es tan mala como suela” (1991, p.118, 2006, p 4). 

  También deja entrever las razones por las que su experiencia humana, no la intelectual, le resultó ingrata. Sus compañeros, excombatientes de guerra con Patton y otros comandantes rudos, contribuyeron a la osadía del programa. Pero la causa de su malestar la atribuye a los dos profesores columnas del Programa: Spence y Bergman. Spence dirigió el Departamento durante 22 años (1942-1964). Bandura dice de él que era un segundón y protegido de Hull, que dominaba el Departamento hasta los más mínimos detalles (Y según el índice de citas, también las publicaciones científicas, (Myers, 1970).  Cuando accede a la jefatura del Departamento, se encuentra con distintas especialidades, pero, a los pocos años,   el interés de Spence por una psicología teorético-experimental del condicionamiento y el aprendizaje (Amsel, 1995, p. 345) lo convierte en un baluarte beligerante del condicionamiento. Enseguida veremos que dedicó gran parte de sus estudios a contrastar las teorías que se oponían a sus principios. Perdón, a los de Hull. Pero tal revisión no era intelectualmente neutra, sino sectaria, lo que le acarreó la fama de doctrinario entre sus colegas (Amsel, 95).  Bandura (1981) en el resumen de su vida y obra que ha de presentarse cuando se concede el premio de científico distinguido, así como en su autobiografía, es suficientemente claro afirmando que la excursión anual a la Sociedad de Psicología de Medio Oeste parecía una aventura misionera (p.28).  Cuando Bandura es admitido en la Universidad de Stanford, recuerda que allí se encontraban profesores contra los que le habían prevenido en sus años de graduación. Se refiere, especialmente, a Hilgard, con el que Spence mantiene una dura disputa sobre la explicación de la ansiedad. Ese querer controlarlo todo creaba malestar también entre sus compañeros de claustro. Benton, Director del Programa de los Graduados, afirma que los primeros años de su estancia estuvo muy atareado, dirigió 15 tesis doctorales “cuya dirección tenía que someter y pasar el escrutinio de los comités de tesis” (Distinguished Professional Contribution Award for 1978, (1979, p.58). Spence supervisó no menos de 20 cada año (Ibídem). A pesar de las alabanzas aparentes a Spence, Benton sólo menciona y agradece la ayuda de Judson Brown (el de las fuerzas aéreas) y Harold Bechtodt, no a Spence, al que no menciona en sus escritos de aquellos años. Tampoco lo menciona Bandura en sus primeras publicaciones.  

Spence debía vivir sus propias teorías con tanto énfasis, que la manera de “tomarle el pelo” era mencionar al contrario.  Bandura en su biografía recogida por alumnos que lo han tratado tanto como Zimmerman y Schunk (2003), cuentan que de vez en cuando los alumnos ponían un poco de guindilla en aquel programa tan estricto.

 Una vez, habiendo muerto una rata mientras aprendía a encontrar su recompensa en un laberinto, los alumnos la retiraron, le hicieron un ataúd para roedores, lo adornaron con coranas mortuorias y lo colocaron en el tablón de anuncios del departamento con la inscripción:” esta rata corrió de acuerdo con la teoría de Tolman. Spence no disfrutó mucho con el ceremonial de aquel entierro (Bandura, 2006, p.5). 

Sus colaboradores más prestigiosos también sufrían sus celos: Amsel (1995) finaliza la breve biografía de Spence con esta anécdota. En 1961 se reencuentran en un congreso. Spence le dice: He oído que has reseñado el libro de Mowrer”. (Spence mantenía algunas diferencias teóricas con O. H. Mowrer)  Le digo que sí. Spence añade acusador: Y he oído que le has hecho una recensión positiva.  Amsel confiesa que la acusación era verdadera y en su defensa le pregunta ¿Desearías leer mi recensión del libro de Mowrer? Sí, responde Spence. Amsel le envía una copia.  Se reencuentran algunos meses después. Amsel le pregunta ¿Leíste mi recensión del libro de Mowrer? Si, lo leí. ¿Y crees que es una recensión favorable? Me lanza una de sus miradas penetrantes y dice: No, no lo creo, ¿pero quién que no sea un graduado de Iowa habría sabido que no era favorable? (p.346).  Bandura no se sintió atraído por la teoría de Hull por su énfasis en ese tedioso aprendizaje de ensayo error (Pajares, 2004).

Para entender qué es lo que vivió como tedioso ha de recurrirse a las investigaciones publicadas por Spence y sus colaboradores por aquellos tiempos, se elige un experimento con ratas a las que se pone a prueba para descubrir si aprenden creando un insight inicial, como lo proponía Tolman. (Spence, 1945). Calculando que cada una de las 44 ratas del experimento hace unos 1500 intentos, y que son solo diez intentos por día, los estudiantes tenían organizada su actividad en función de este experimento durante dos meses de sus cursos de doctorado (!).

No, Bandura reconoce poco la influencia teórica de Spence. Resulta sintomático que en las dos entrevistas publicadas por Evans (1976, 1989), éste le pregunta por la formación recibida bajo la dirección de Spence, de Skinner y de Miller. Bandura pasa por alto a Spence, con quien convivió o a quien sufrió durante tres años, y se centra en la influencia que ejerció sobre él la lectura del libro Social Learning and Imitation de Miller y Dollard (1941).

El otro pilar de Programa de Iowa era Gustav Bergmann. Físico y Abogado nacido en Viena. Fue colaborador de Einstein en Berlín.  Mientras hace su tesis en física, es invitado, tan joven, a las reuniones de los que luego fueron conocidos como “Círculo de Viena”. Siendo judío, emigra a los estados Unidos de Norteamérica en 1938 como contable de una empresa, pero ese mismo año es seleccionado como colaborador por Kurt Lewin en la Universidad de Iowa. Kurt le introduce en el mundo de la psicología. Conoce a Hull, discrepa de Lewin y finalmente se convierte, junto con Spence, en la segunda columna donde se sustentaba el Programa de Psicología de Iowa. (Helad, 1987, Addis, 2007). 

En nada sorprende este emparejamiento de la teoría de Bergamann con el conductismo cuando es el miso Hull quien halla paralelismo entre el fisicalismo del Círculo de Viena, el conductismo de Watson  y su conductismo que, unidos en América, ocasionarán una disciplina del comportamiento que florecerá como ciencia natural (Hull, 1943, p.273). Hull se apoya en el operacionalismo de Bergman para enarbolar su conductismo científico (Hull, 1943, nota 6).  

Bergamann se parecía a Spence en algo más que en las ideas cuando los que escriben sobre él tienen que afirmar que Bergmann poseía una personalidad fuerte que afectó a la gente de maneras marcadamente diferentes. Mientras que algunos lo percibieron como cruel en sus juicios y brusco en sus maneras, para quienes lo conocieron bien era un hombre de gran generosidad (Addis, 2007, p.6).


martes, 21 de enero de 2020

Vida y estudios en la Brish Columbia Univertity


British Columbia University 


En 1946, buscando climas más templados, o quizás siguiendo la advertencia de su madre: Tienes que elegir: puedes trabajar en el campo y emborracharte en la taberna o recibir una educación” (Foster, 2006 p.74), se traslada a la British Columbia University, en Vancouver, con la intención de estudiar biología. Trabajaba por las tardes en una empresa de madera para pagarse sus estudios, lo que le obligaba a elegir el grueso de sus cursos por las mañanas. Acudía a la universidad en una especie de autobús junto con otros compañeros que hacían cursos de pre-medicina o de ingeniería. Estos compañeros tenían cursos a horas inmisericordes de la mañana. Las suyas comenzaban más tarde. 

Una mañana, mientras esperaba en la vieja biblioteca a que comenzara su clase de inglés, cayó en sus manos, por casualidad, un folleto que alguien había dejado sobre un pupitre. Contenía los horarios de varios cursos. Y, por casualidad, observa que durante ese tiempo de espera puede elegir un curso de introducción a la psicología, sin duda el curso 100, ya que era compatible con el 100 de biología. Lo eligió para no enterrar aquellos minutos, tal elección casual determinó su carrera posterior. No fueron estas los únicos acontecimientos casuales ocurridos en la British Columbia University. 

Para poder graduarse en esta universidad, los alumnos debían elegir dos cursos de formación física. La British Columbia, por aquellos años, recuperó la importancia de la formación física, que condicionó su apertura inicial en 1915.  La consideraba tan primordial que contrató a un profesor la Universidad de Washington. En el primer curso, Bandura eligió ejercicios al aire libre, para estar en contacto con la naturaleza. El primer día le hicieron correr hasta el agotamiento, dando vueltas al estadio. Cambió y eligió el tiro al arco.  Para el segundo curso, escarmentado, eligió actividad física practicada en el gimnasio. También se equivocó, pues el primer día le hicieron correr dando vueltas a un circuito y ascender por una cuerda hasta alturas de vértigo. 

El gimnasio antiguo de la universidad era pequeño, estaba tan hacinado que un cronista de la época cuenta que los saltadores de potro se daban de puntapié al caer el segundo sobre el primero y el tercero sobre el segundo, las duchas eran submarinos para dos personas, la carencia de espacio obligaba a utilizar los manillares de las puertas como perchas. Saltar el potro, una piedra angular de la educación física moderna, se ha abandonado desde que cinco saltadores de potro, arrinconados en un pequeño espacio, se patearon inconscientemente… Mi experiencia con el gimnasio este curso ha sido bastante limitada porque, cuando traspaso la puerta, algún individuo fornido, al descubrir que no estoy interesado en la lucha libre, bailes folclóricos, ni en balancearme en cuerdas anudadas, me grita que me vaya (Jabez,1946, p 27 ) Cuál debía ser la angostura, que los mismos estudiantes se comprometieron a buscar subvenciones para construir uno nuevo, en memoria de los combatientes de las dos Guerras mundiales, y cobraban anualmente a los alumnos  $3 para contribuir a esta causa.  

Bandura cambió el angosto gimnasio por el golf. La experiencia de Bandura con el viejo gimnasio era compartida por los demás alumnos. Pues como humorísticamente cuenta Jabez (seudónimo de un profesor de inglés, Eric Nicol): el espacio para cambiarse la ropa se ubicaba en series de dos a diez, inclinadas,  Suficientemente bajas para darte un cabezazo aturdidor al subirse los pantalones (ibídem) 

Terminó sus cursos en tres años, en vez de en cuatro. Parece que el chico era listo, pues trabajaba por las tardes para poder vivir, realizó sus estudios universitarios en tres años y no en cuatro. Su graduación tuvo lugar durante una ceremonia que duró dos días, 12 y 13 de mayo de 1949, según se aprobó en el Senado de la Universidad el 16 de febrero de ese mismo año y luego detallan, las crónicas. En su discurso, el Decano de Agricultura, Clement, uno de los pilares de la Universidad desde su fundación, que abandonaba la universidad al tiempo que los graduados, les pedía: Preservad el derecho a investigar, a estudiar, a hablar y a criticar. 

Bandura obtuvo el premio Bolocan  en Psicología, que se otorgaba al alumno mas destacado de la promoción. El Senado de la Universidad de la British Columbia University, en su reunión del miércoles 19 de febrero de 1941, aprueba la siguiente resolución: Premio a la memoria de David Bolocan Un premio de 25 $, dado por Sr. y Sra. J. L. Bolocan, será concedido al estudiante del cuarto año de la Facultad de Filosofía y Letras y Ciencia, que, a juicio del Departamento de Filosofía y Psicología, sea considerado como el estudiante excepcional el año de su graduación. El premio se otorgará según la recomendación del Jefe del Departamento de Filosofía y Psicología.  Esta oferta fue aceptada. Aquel mismo año, la asociación de psicólogos canadienses crea una beca de $50, pero se destina a un alumno que pase de tercero a cuarto. 


Bandura, en su biografía y en sus comunicaciones personales, apenas ofrece tres pinceladas de su vida en la British Columbia University: viajar en un vehículo comunitario, trabajar por las tardes, graduarse en tres años y haber hecho los cursos de formación física y de inglés, además de los de psicología. Cuando alguien se sumerge en los años 1946-1949 de la historia de la British Columbia University, advierte que Bandura ha perdido una oportunidad para demostrar cómo se gestiona una universidad en tiempo de crisis siguiendo el lema de ésta: Tuum est. 

Pocos meses antes de que Bandura se matriculase en la Universidad de Point Grey de Vancouver había finalizado la Segunda Guerra Mundial en la que Canadá participó. Era el momento del regreso de los combatientes. Canadá les ofertó la posibilidad de continuar o iniciar sus estudios universitarios bajo el lema de cambiar la guerra por la paz. Esta oferta produjo una avalancha de matriculaciones.  En 1946 se matricularon, con Bandura, unos 3.000 veteranos, que iban a dar un giro a la vida universitaria. En 1947 había 40.000 veteranos matriculados en las universidades canadienses. Después de la de Toronto, la Universidad British Columbia fue la más solicitada del país.  El Rector Mackenzie se encontró con un problema logístico aparentemente insoluble. La Universidad fue creada durante la segunda decena del siglo XX pensando en 2000 estudiantes y la cabida en Point Grey apenas se había ampliado. A MacKenzie se le ocurre comprar los barracones utilizados por el ejército, durante la contienda, en campos de entrenamiento, en puesto de defensa del mar o en aeródromos. Con la sola confirmación de una llamada telefónica, en menos de dos días, llenan el campus 100 barracones, transportados sin desmontar, en largos traileres. En 1947, compra otros 50. Viviendas, despachos de profesores, laboratorios, salas de estudio, cafeterías, bibliotecas y toda la Facultad de Derecho hallan su acomodo en aquellas construcciones de madera. Se aprecia la gravedad del problema al saber que muchos de veteranos están casados y tienen hijos, que reclaman un alojamiento adecuado. 


Además, la universidad vive, básicamente, de las matriculas. Si se estudia, no puede ganarse dinero trabajando. MacKenzie establece, en marzo del 46, la Oficina de Empleo, cuyo cometido era buscar trabajo a tiempo parcial durante los períodos lectivos, a tiempo completo durante las vacaciones y trabajo definitivo al finalizar su graduación. Seguro que Bandura llamó al teléfono 1191 para encontrar su trabajo en la Fábrica de madera o habló con alguno de los empleados a las órdenes de John F.McLean, pues, como dice, nunca estuvo sobrado de posibles. Cuando Bandura parte para Iowa en 1949, la Oficina de Empleo ha colocado a 21.000 estudiantes. 

No es esta la única experiencia de constructivismo que tiene Bandura en su Universidad de Vancouver. Los mismos alumnos se alían para procurar dinero con el fin de levantar un edifico destinado a un nuevo Gimnasio en memoria de la guerra: War Memorial Gymnasium, será una memoria viva de aquellos a los que sirvieron y murieron en dos guerras mundiales (Graduate Chronicle, 1946, p.20).  El gimnasio, con una ayuda adicional del Gobierno, se inauguró en 1949. Durante la estancia de Bandura en esa Universidad se edificó también una nueva biblioteca, nuevos edificios para las facultades de Físicas y Ciencias Aplicadas. Una experiencia de creatividad y crecimiento y acomodación acelerados que no pudieron dejarle indiferente. 

El profesorado también supo acomodarse. No aumentó su número, apenas.  Y, como agradece el Rector en uno de sus informes anuales, se impartieron todas las clases, no se desatiende la gestión, se suplieron unos a otros, y, por si fuera poco, se echaron a su tiempo las clases especiales para los veteranos que durante años tuvieron en sus manos armas y no libros. 


Por sus escritos no podemos saber qué tipo de psicología estudió. En los archivos de la Universidad tampoco se encuentra demasiado. Alguna mención a creación de asignaturas nuevas, cierto dinero para investigación en psicología de la personalidad y de grupos. Cuando se le pregunta explícitamente responde: As an undergraduate I was leaning toward a major in biology. The course work in psychology provided a general survey of the different sub specialties of psychology. (12 Octubre 2007) 

 Las publicaciones de los profesores del Departamento responden a esta pregunta. Una psicología orientada a preparar psicólogos profesionales en los campos de la clínica y de la orientación escolar y profesional. Sperrin Chant, fue traído desde la Universidad de Toronto para hacerse cargo del Departamento. Es persona influyente a nivel de la Psicología y a nivel estatal. Preside la reunión anual de la Asociación Nacional de Psicología en 1948, y, ese mismo año, el Gobierno canadiense le encarga un informe sobre la educación. Es la figura central de la psicología en British Columbia. De sus publicaciones se infiere una orientación lewiniana, de ciencia rigurosa, pero nada propensa al behaviorismo. 

Por eso uno se pregunta qué es lo que quisieron decirle cuando le señalaron el camino de Iowa.  Bandura afirma que cuando se graduó, pregunto a su tutor: “¿dónde estás las columnas de la psicología?”. Replicó sin dudarlo: “en Iowa, por supuesto”. También le advirtió de su dureza (Evans, 1989). Como se verá de inmediato, en Iowa estaba Kenneth Spence, conductista casi sectario. 

Pero no es Spence quien le acoge, le protege, le busca subsistencia y le dirige su tesis doctoral sobre las aplicaciones del Rorschach a la neurociencia. Quien le ayuda en los aspectos materiales e intelectuales es Arthur Benton, cuya trayectoria profesional unida al ejercito de los Estados Unidos de América, es reflejo de la que estaba siguiendo uno de sus profesores de la British Columbia: Joseph E. Morsch.


Durante estos tres años se produce en la British Columbia una discusión sobre el futuro de los licenciados canadienses. Para poder prosperar intelectual y económicamente se ha de emigrar al vecino Estados Unidos, donde se alcanzan puestos directivos en empresas y universidades en función del mérito personal y no de la edad. Los más patriotas abogan por que los más dotados se sacrifiquen para levanta el nivel de la nación: Dice que no hay oportunidades en B.C. para ejecutar grandes cosas de modo grandioso. Pero cuanto mayor la dificultad, mayor la hazaña. Difícilmente puedes realizar grandes cosas de manera grandiosa si otro realiza los inicios por ti (Brock, 1947, p.4). Bandura, siguiendo el consejo de su mentor, buscó la mejor formación en psicología en Iowa.  En los papeles oficiales u oficiosos de la British Columbia no vuelve a aparecer hasta que el Senado de la Universidad le nombra, el primero que  lo recibe, Doctor Honoris Causa el 14 de febrero de 1979. En diciembre de 2007, al recibir el mayor premio científico que otorga Canadá, el periódico The Vancouver Sun dice que es poco conocido en su patria natal.