Me escribe Bandura pidiéndome un resumen de mis conclusiones sobre autoficacia y delincuencia. Está escribiendo un libro sobre la desvinculación moral.
Responderle, con la precisión que exige una publicación científica, me ha obligado a repasar con detalle mis estudios sobre el tema. Releer los escritos propios puede acarrear sorpresas. Hasta el punto de hallar nuevas interpretaciones a los resultados ya publicados. Es una manera de levantar nuevas hipótesis. Es lo que me ha sucedido hurgando en mis escritos de desvinculación moral. Bandura, en Psicología, es el maestro por excelencia en levantar y perseguir nuevas hipótesis en los resultados de sus investigaciones.
No resulta fácil, en un contexto no académico, exponer con claridad investigaciones científicas
-¿Lo intentamos?
-¡Vamos con ello!
Cada uno tiene la experiencia de haberse propuesto algo dificultoso y deseado: dejar de fumar, hacer ejercicio físico o iniciar una dieta saludable. ¡No todos fracasan en el conato! Hay personas que han dejado de fumar, que se ejercitan según sus planes o que terminan organizando su tiempo. Ayudar a los frágiles es tarea de psicólogos. Una estrategia eficaz consiste en generar confianza, autoeficacia. DiClemente, Marlatt o Schwarzer, dentro de la teoría social cognitiva, han diseñado las etapas de pre/contemplación, contemplación, decisión y mantenimiento que acometen escalonadamente los “conquistadores”.
Nosotros pensamos que todas estas etapas engloban un conjunto de acciones coordinadas, lo mismo que estudiar una carrera o que conducir un coche, que también son acciones complejas en las que interviene la coordinación de otras acciones más simples. Siendo una acción, sería adecuado medir hasta qué nivel y confianza las personas se juzgan capaces de ponerse metas, planificar lugar y momento, ejecutarlas, gratificarse o castigarse y llevar una monitorización estricta. A todo este proceso complejo lo denominamos Autoeficacia para la gestión personal. Los análisis psicométricos de nuestro cuestionario mostraron que la gestión personal tiene dos componentes o factores: el primero, hace referencia a todo lo que es la planificación y los procesos mentales; el segundo, a su puesta en práctica. Dicho sea de paso, parce que nos cuesta menos planificar que poner en práctica. Por lo que en la gestión personal de la propia vida hay que poner especial atención al cuándo, dónde, con quién y a pesar de qué dificultades se cumplirán los propósitos, cómo ponerse premios o castigos por cada pequeño avance, así como ejecutar las gráficas de monitorización.
En la gestión personal, a mí entender, hay un segundo componente: un compromiso moral. Ya lo he explicado varias veces en este blog: cuando uno se observa a sí mismo superando día a día las dificultades que aparecen, cuando al final de la jornada puede anotar en su gráfica de monitorización un nuevo escalón de éxito, gana en autoestima, que es una manera de crecer en moralidad.
-Acompáñame un poco más en mi razonar.
Si la gestión personal es, también, una manera de instalar la experiencia moral, queríamos saber qué relación tendría con los mecanismos de desvinculación moral. Para comprobarlo relacionamos nuestro cuestionario con los de la desvinculación moral y de autoeficacia para resistir las incitaciones de los compañeros que acosan cuando no se les sigue en sus fechorías. Tomamos prestados estos últimos cuestionarios de Caprara.
Los resultados, repetidamente encontrados, eran claros: por una parte, existía una correlación alta entre los mecanismos de desvinculación moral y el factor más intelectual o mental de la gestión personal. Interpretamos pues, como lo habíamos supuesto, que quien se propone algo empeña su autoestima, su valía, su moral, por lo que, cuando se incumplen los propósitos, hay que buscarse excusas, mecanismos morales explicativos. Es decir, hay que echar mano de los mecanismos de desvinculación moral. Por eso correlacionan alto los propósitos de mejora con los mecanismos de desvinculación, y negativamente con el juico de capacidad para ejecutar y para resistir las presiones provenientes de los compañeros.
Tal como habíamos expuesto en escritos desde 2002, para buscar mecanismos de desvinculación moral antes hay que haber estado vinculado moralmente. Parece lógico, ¿verdad?
Con frecuencia, cada vez con más frecuencia, nos horrorizan crímenes insospechados. Resulta difícil admitir que alguien pueda torturar a un niño de pocos meses hasta el punto de causarle daño grave. Apalear a un niño de meses durante horas y días sin que se conmuevan las entrañas, a veces las mismas entrañas que lo hospedaron durante meses, no puede concebirse. Resulta difícil entender a quien se coloca con una barra de hierro ante la cuna de un bebé, ver cómo le mira sonriente por ser de quien depende en su absoluta incapacidad para subsistir, y, en vez de acariciarle su sonrisa, batir el hierro sobre la fontanela no restañada produciendo un amasijo de sangre, huesos, ternilla y masa gris esparcidos por la reducida blancura de la cuna. Ninguno de los mecanismos de desvinculación moral son aplicables a crímenes semejantes: no la desvinculación moral, ni el eufemismo, porque ningún posible valor humano puede justificar una acción semejante; no la defensa de los propios ideales, tampoco la criatura es una escoria que ensucie la sociedad. Cuando tal acción se comete personalmente y los efectos llegan a los propios ojos, el propio tacto y la propia nariz, no vale ninguno de los mecanismos de difusión de responsabilidad ni de alejamiento de las consecuencias de la acción. Menos aún se puede buscar justificación en las acciones de la víctima, sin tiempo para haberse convertido en gusano a que aplastar o zorra a la que perseguir, con tiempo solamente para ser objeto de cariño y atención. Y protección. No es justificable, y sin embargo existen verdugos de bebés.
Tampoco es entendible que alguien se levante una mañana, coja su arma, blanca o de fuego, y salga a la calle a abatir a cualquiera que se le cruce. Ninguno de los mecanismos de desvinculación moral pueden explicar semejantes crimines. No se puede entrar en la cabeza de quien decide, de repente, matar a alguien, a quien sea. Apostado tras un soportal o caminando por la acera, va observando a los transeúntes hasta que sin razón alguna, como pantera hambrienta que necesita saciar su hambruna de sangre, se dice: ¡“a este”!, y lo sangra con más desgarro que los que sufren los animales en el matadero.
Ninguno de estos crímenes tiene justificación que permita una desvinculación moral. Tampoco lo tienen quienes humillan, zahieren, insultan, acosan, castigan, abofetean, arrastran, encierran, violan a personas a las que prometieron amor y respeto. El infierno al que algunos someten a sus compañeros de pupitre o de mesa de trabajo con instrumentos y modos propios de una arquitectura en la que se mide gramo a gramo, minuto a minuto los límites de la estructura psicológica humana, parecen difíciles de justificar. Pero tales torturas las sufren personas con las que nos cruzamos en la acera, anónimos de encuentros fugaces.
Quienes cometen estos crímenes no buscan justificación. No la necesitan porque carecen de principio moral alguno. Los prinicpios morales no valen para todos los criminales.Para tener justificación moral hay que tener moral. Para utilizar los mecanismos de desvinculación moral, hay que haberse vinculado moralmente. En nuestros estudios, sólo los que se proponen (tienen propósitos de ejecutar algo, que tiene valor y que les confiere valor) sienten la necesidad de acudir a los mecanismos de desvinculación moral. Y hay personas que no tienen moral.
-Eugenio, estás describiendo con precisión la conducta del psicópata.
-¿Y, qué? Los psicópatas existen.
-¿Lo dices tú, que has escrito contra ciertas concepciones de los psicópatas?
Sí, lo estoy escribiendo yo, sin apartarme en nada de cuanto he escrito sobre ciertas publicaciones de la conducta psicopática. Sería largo de explicar de nuevo. Pero esto no supone que la psicopatía se deba a un gen, sino a una conducta aprendida. Lo mismo que la buena conducta no se debe a gen alguno, sino que se aprende, se cultiva y se recompensa.
Los momentos evolutivos dentro de la obra de Bandura a los que pertenecen los párrafos, que voy a transcribir a continuación, son distintos de los actuales, cuando está escribiendo un libro sobre la desvinculación moral. Pero las conclusiones de estos párrafos, a lo mejor, deberían tenerse en cuenta a la hora de explicar y aplicar los mecanismos de la desvinculación moral. Hablan de como aquellos jóvenes que nos han tenido las condiciones familiares adecuadas, pueden estar impedidos para los principios morales.
It was further assumed that the conditions for the development and establishment of aggressive behavior patters are to be found in the parents’ techniques of handling the child, both in early and in current situation. In order for socialization process to be effective, certain minimal conditions must be present. The primary condition is the development of a dependency motive whereby the child learns to want the interest, attention, and approval of others. These secondary rewards my then be made conditional on the child’s conforming to the demands and prohibitions of his parents and society…… If both parents are completely rejecting and extremely punitive, a child may remain almost completely unsocialized. However, this extreme condition is probably rare. ( Bandura y Walters, 1959, Adolescent Aggression)
Yo no he dicho que sean Corrientes, solamente que existen individuos carentes de valores y que, consecuentemente, no sienten la necesidad de buscar mecanismos de desvinculación moral para justificar sus pavorosas acciones.
Excelente entrada, muchas gracias por escribir me ayudo mucho en un trabajo de la universidad.
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