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sábado, 25 de julio de 2009

AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA



Por más que lo imaginemos, los hombres tendremos dificu¡cultades para aprehender la maternidad. El dilatado extremecimiento de sentir crecer otra vida dentro de uno mismo es de naturaleza solipsista. La emoción de ayer es distinta de la de hoy y se diferenciará de la de mañana. Emociones renovadas que agigantan la femeninidad al despertarse madre. El transsexual puede querer ser mujer, pero nunca será madre. En la adopción, los hombres tienen las mismas vivencias que las mujeres, adoptar no es solipsista. Después del parto, alejada la embriaguez del alumbramiento, hombre y mujer se nivelan sabedores de que la nueva persona depende y llenará sus ocupaciones y preocupaciones para siempre jamás.



- Eugenio, pura imaginación. Ayer, al mencionar estas palabras durante una conversación de noche de verano, alteraste la paz de la comunicación. Cada madre mostraba experiencias distintas y, por el tono y manera de las argumentaciones, enfrentadas. Una estaba de acuerdo contigo, la otra manifestaba haberse sentido madre al ponerle cara a lo que había crecido en sus entrañas.



- Ves, tengo razón: ser madre es una vivencia solipsista. Bien es cierto que, como psicólogo social, entiendo a quien sostenía haber experimentado plenamente la maternidad al ponerle cara a sus sensaciones fisiológicas: apenas recuperada del último expulsivo, todo el proceso de engendrar explota en una traca final de sentimientos enracimados: ¡Es mi hija!. ¿Está bien? ¿Lo tiene todo?¡ Dejádmela coger! ¡No me la llevéis! ¡Quiero verla! Ni los hombres, ni los transensuales, ni los padres adoptivos podemos vislumbrar esta experiencia.



- Bien pensado, ¿A qué viene lo de la maternidad?



- Porque quiero presentar mi recien aparecido libro sobre Autoeficacia y delincuencia. Editorial Dykinson, 2009



- ¡Ah!, que el libro es como un hijo.-



Sí.




-Lugar común. Idea cursilona.




- Bueno. Sin insultar. Ya lo he dicho alguna vaez. Pocas cosas tan difíciles como escribir la primera frase de un artículo. Admiro a los articulistas, como Ignacio Camacho o Alfonso Usía, porque todos los días encaran el reto del papel o la pantalla en blanco reflexionando y ayundando a sus lectores a interpretar los signos de los tiempos sin repeterise más allá de su estilo distintivo.




Escribir un libro supone concebir la idea, desarrollarla, argumentarla, probarla, pasar por la emoción incierta del resultado final. Hasta el momento en que le das el visto bueno, han pasado muchos meses, más de los que dura una gestación. Lo mandas a la imprenta y esperas, de nuevo meses, para que te lleguen las pruebas. Es la ecografía, pero tienes que devolverlo a la imprenta. Finalmente, un día inesperado, el cartero llama a tu puerta y te entrega un sobre. Cuando el funcionario te deja sólo al cerrarle la puerta, te apercatas de que el sobre contiene tu libro. Los nervios se descomponen mientras precipitadamente rasgas el envoltorio beig. La placenta de pompas se interpone todavía. La haces girones chiclosos al tiempo que chisporrotea acompañando el momento del alumbramiento. Finalmente...¡Tiene color! ¡Está allí tu nombre! ¡Huele a tinta reciente¡ Olor suave, sedoso, apastelado, como el vino envejecido largo tiempo en roble francés. Lo retienes en tus manos admirándolo. Lo degustas. Como un gran reserva, se aposenta aterciopelado en tu boca y deshoja suavemente cada papila, una tras otra: las de adelante, las laterales, las exigentes retronasales, llena de ecos el arco del paladar y, al respirar, se adentra en tu nariz convirtiéndose en fragancia de campo y frutas. El libro que finalmente tienes en tus manos, como el gran reserva, te embriaga de sensaciones placenteras: físicas y psicológicas. Pasas tu dedo pulgar por sus hojas, que desfilan como los blocs de animación instantánea.




Te detienes an alguna página, que repasas. ¡A lo mejor podía haberle dado otra redacción! Pero ya no hay tiempo. La criatura tiene ya vida propia en las librerías y sólo te resta la pregunta ante el recién nacido ¿Que será de él?.




No tengo duda sobre lo que he pretnedido que sea.



Autoeficacia y delincuencia consta de dos partes. En la primera explica la conducta delincita y su prevención; la segunda apuesta por un modo específico de rehabilitción: la gestión personal, la vinculación moral personal. Auteoficacia y delincuencia imagina más a los delincuentes jóvenes, pero no excluye a ninguno de los demás edad, ni siquiera a los que se han identificado, o les han identificado con el delito, los que tienen callo delincuente en su psique por haberse pasado años pensando y ejecutando actos delictivos.




La primerar parte explica la conducta delictiva de manera unitaria apoyánsode en una teoría tan consolidada como la autoeficacia. Demuestra que la conducta delictiva no es distinta de la conducta ejecutada dentro de la norma. Los mecanismos psicológicos que las explican son los mismos : juzgarse capaz, sentirse autoeficaz. Cada delincuente lleva cabo aquella conducta delictiva que se considera capaz de ejecutar y en la manera qu se juzga capaz de ejecutarla.



En criminología ha habido mucha agrupación de situaciones de riesgo, pero falta una teoría que se convierta en el hilo conductor de los procesos que habitan en toda clase de delitos. Hasta el pesente se ha aceptado la teoría general del delito de Hirsch y Gottfredson. Esta teoría se basa en la incapacidad innata para controlar la impulsividad y la imperiosa necesidad de sentir sensanciones nuevas. Pero el crimen organizado y planificado, el que se hace con nocturnidad e insidia tiene poco de inmediated o de flata de control. La teoría general del delito labora contra las primeras explicacione de Walter Michel sobre la personalidad o las mas lejanas de Newcomb, que demostraron que un mismo rasgo de personalidad, como la demora en la gratificación o la extroversión, se manifiesta de manera distinta en circunstancias distintas. Lee Ross y Nisbett, en su excelente libro : Person and situation desmontan las teorías de la personalidad rocosa e innanterable. Tampoco me valen las disposiciones biológicas, menos aún las determinaciones biológicas de la conducta, tan de moda en la actualidad, porque con las mismas activaciones neurológicas se cree en dios o en el diablo, y esto supone diferencias de atitudes y comportamientos "satánicos" o "angelicales". No creo en esas explicaciones porque suponen (de nuevo Ortega y Gasset) que existe un fundamento de lo psicológico anterior a la conducta. Y yo me pregunto ¿de dónde extraen las conclusión de tal supueso cuando lo que se observa es únicamente la conducta ejecutada en determinadas circunstancias? Lo que hay que explicar es la conducta y sus circunstancias. Lo demás son concepciones médicas transportdas a la psicología, donde la fibre no es más que el síntoma de algo fisiológico o físico que habia en nuestro organismo. Dede Freud hasta las modernar teorías de los cinco grandes de la personalidad de Costa y Mcrae, gran parte de la psicología se ha empeñado en hallar el virus o el residuo químico que explica la apariencia. Pero lo psicológico es de naturaleza distinta a lo biológico o médico.



- Eugenio, basta. Que esto pone patas arriba toda la psicología y eso está para los libros como el tuyo.



- Tienes razón. No hay que anticipar el desenlace de la novela o la película.



- Seguiré en el tono de conversación entre amigos.



El delincuente comete el delito de la manera en la que se siente capaz, por eso la policía puede hacer perfiles y modus operandi, lo miso que alguien puede hacer mi perfil como estudioso de la autoeficacia y de la obra de Bandura. Y lo ejecuto porque me considero capaz de estudiar. Y estudio autoeficacia o teoría social cognitiva porque, casualmente aterricé en Stanford en el año 1978. ,Mi pefil actual comienza a mis 40 años y por pura casualidad.



Lo miso que permite explicar los perfiles, la autoeficacia permite dar explicación a la siempre hallada diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a la cantidad y naturaleza de los delitos. Hace cincuenta años los test de inteligencia arrojaban menor capacidad para las mujeres que para los hombres. Hace sólo 20, y quizás aún ahora, había carreras masculinas y femeninas. Todo porque desde pequeñas se las persuadía de que eso no era para ellas, se les recalcaba esta idea cuando al intentarlo fracasaban, carecían, así mismo de modelos con los que identificarse y decirse a sí misms: "yo tambié puedo", y se les interpretaba la excitación que todos sentimos al encarar acciones importantes, como signo de ansiedad, de de miedo e incapacidad.



En todos los estudios criminológicos se descubre que la delincuencia decrece con la edad. Porque para delinquir, especialmente acometer aquellos delitos más violentos, se necesita fuerza fíisica que disminuye con la edad. Con los años uno se siente menos capaz de atacar determinadas acciones esforzadas.



- Y basta, como ejemplos de que hallazgos criminológicos inconexos, convienen con naturalidad y parsimonia dentro de la hipótesis de la autoeficacia.



Si esto es así, la tarea de la prevención de la delincuencia consistiría en imaginarse modos para que el delincuente o el aspitante mental a serlo se encuentren pronto con el fracaso, que la excitación que siente, la entienda como incapcidad y no como simple riesgo o apuesta. Y, de nuevo, una hallazgo siempre encontrado en criminología: la vigilancia extrecha , especialmente de la madre, hasta el punto de saber dónde y con quién está su hijo, y la norma rígida en casa, mantenida por todos los que tienen autoridad sobre el joven, son garantía de la no incursión en la carrera delictiva. Desde la teoría de la autoeficacia esto tiene explicación en cuando está demostrado que un fracaso temprano en el afrontamiento de una tarea importante causa juicio de ineficacia personal. Unos padres vigilantes descubren el primer paso delictivo del hijo. Este fracaso tan tempanamente produce la percepción de incapacidad para la carrera del delito: "esto no es para mí"



La autoeficacia, pues, explica el delito y también proporciona medios psicológicos sólidos para prevenirlo. La consistencia de una teoría da coherencia a una explicación. Más consistencia que una investigación concreta.



Pero, con lo dicho solamente se tapona la carrera delictiva, sin ofrecer alterternativas de integración social o de rehabilitación. A esto se dedica la segunda parte del libro.



Bandura trata de explicar la conducta delictiva mendiante los mecanismos de desvincuación moral. Pero da por supuesto que el delincuente se ha vinculado alguna vez a la norma social expresada a través del Derecho Penal o la sanción social. Tiene gran parte de razón, pero no todos se vinculan moralmente a la norma cuyo incumpliento sanciona el Código Penal. La verdadera vinculación tiene lugar cuando se elige personalmente algo a realizar: ser ingniero, mecánico o barrendero. Se propone metas a largo plazo, las divide en metas a corto plazo, las monitoriza cada semana o cada día, observa cómo, paso a paso, cada día está mas cerca de la consecución del objetivo último. Como cuando estás aprendiendo una lengua extranjera, llega un día en el que parece que todo lo aprendido aisladamente se acompasan y comienzas a construir frases o a entender cuanto escuchas. La satisfación es indescriptible. ¡Lo has conseguido!. Instantáneamente crece tu valer. Experimentas una sensacion de tener valor, te sientes digno de ser valorado por los demás. Esa sensación es la vinculación moral a la que el acto delictivo es contrario y rechazado. Tienes una nueva identidad o has añadido un nuvo valor a tu indentidad que te dificulta la delincuencia.



Todo este proceso (nunca diré que es un proceso fácil) lo denomino gestión personal del negocio más importnte que es la propia vida.



Muchas veces he pensado que si al chaval cuya identidad es ser el matón de la clase o el que se atreve a hacer lo que los demás no hacen ( el delito, el fumar, el consumo de drogas, el robo en comercios, el timo), se le obliga o fuerza legalmente a dejar de serlo ¿Con qué se queda? ¿Con qué se identifica? En cambio, si se pone el acento en conseguir que se vincule a una gestión personal para obtener unos beneficos dentro de la ley ( etudiando y practicando una clase de trabajo en la que monitoriza su progreso), se vicula moralment a un valor social, él miso se siente habitado por el valer y los demás también le valoran. En un momento concreto, quizás en su primer día de trabajo, covergen circunastancias personales y sociales: ha realizado un trabajo que es visible y útil, le pagan por ello, le incorporan en un equipo, puede enseñar orgulloso su primera paga . Todas estas y otras muchas indescriptibles circunstancias y voivencias, explosionan al miso tiempo y el sujeto se considera digno de valor y de valer. Vivencia incompatible con el delito. Ha alcanzado una nueva identidad moral.



Este tema va siendo algo, un mucho largo. Hay que finalizarlo. Para ello, necesitaría expresar mi gratitud a tantos que han seguido algún tipo de gestión personal para conseguir lo que les parecía imposible, y me han confirmado su ganancia en valor personal a medida que se veían más cerca de abandonar el tabaco, beber dos litros de gua diarios, etudiar dos horas diarias y presentarse a unos exámenes que venían reuhuyendo desde hacía más de 10 años. Sentirse un poco más autoeficaz cada día en algo que se considera importante es el camino para la generación o regeneración moral de las personas.