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domingo, 30 de junio de 2013

FOTOGRAFÍA Y PRSONALIDAD


Por primera vez he asistido a una fiesta de "graduación" y fin de curso en la guardería de mis nietos.  Acaso porque son los más pequeños y a los que estoy viendo crecer más cercanamente desde sus nacimientos
Cuando acudo a acontecimientos como estos dudo  si acompañarme de mi cámara fotográfica. Al final sucumbo y me la echo a la espalda . Esta vez la  llevaba conmigo, pero sin mucho convencimiento de que fuera a utilizarla.

Entrando al jardín de la guardería observo,  bajo una carpa, un escenario  miniatura, adecuado al tamaño de los actores. Llegamos casi al límite. Los padres y abuelos más diligentes  han ocupado los asientos mejor posicionados. Los más rezagados tenemos que permanecer en pie. Comienzo a tenerlo complicado, porque el ángulo de toma no puede ser el mejor.
Todavía me invade cierta vergüenza  y no  sé si extraeré mi cámara. Sensibilizado y motivado, observo en las manos de  cada asistente una cámara compacta o no tan compacta, así como  teléfonos inteligentes: "smartphone". Todos quieren inmortalizar el momento estelar de sus nietos. Yo no iba a ser menos. Parece que es lo que se esperaba de los asistentes.

-Eugenio, ¿has dicho inmortalizar?.
-Sí, porque es lo que es lo que suele decirse. Pero también me acuerdo de la obsesión unamuniana por la permanencia.
-No seas pedante y no metas a Unamuno en un acto tan trivial como  hacer una toma de unos bebés que realizarán torpemente lo que sus "seños" han preparado con tanto esmero..

Con tanto esmero que, en realidad, son ellas las que se van a retratar en las actuaciones de sus pupilos. Ellas sí que  buscan inmortalizar el momento, por eso han contratado a una fotógrafa para  el acto.
Finalmente  me repito a mi mismo consejos de  los grandes fotógrafos: "hay que exponerse, en lo físico y en lo moral, si se quieren  hacer fotografías que no sean repetición de las que mucho otros harán".  Me he auto convencido. Desenfundo mi cámara y me pango en disposición de cazar. Cuando salen mis nietos no dudo en pasar por delante de la gente, colocarme en el lugar que me parece más adecuado:  acercarme todo lo posible al escenario para llenar  por completo el marco.  Pido perdón a la gente por si molesto,  mero eufemismo, pues soy consciente de mi abuso y caradura. 

Mientras hago mis tomas, alguien me dice que me aparte. Es la fotógrafa "oficial" que se ha ubicado muy estratégicamente, porque para eso tiene el privilegio de haber sido contratada.
La sesiones fotográficas continúan cuando los niños ya han bajado del escenario.

-¡Este blog no es de fotografía!, Eugenio.

- Ni yo pretendo que lo sea. Pero cuando uno siente cierta pasión...
El tema trata de la inmortalidad del momento. Quizás haya sido Barthes,   en su influyente libro la Cámara oscura, quien más haya resaltado la idea de inmortalidad del momento fugaz como esencia de la fotografía.  Pero a la idea de inmortalidad en Barthes va muy unida a la de muerte: como momento que recuerda lo que pasó y no volverá a pasar. Cada disparo fotográfico es como un disparo de arma de fuego.

Nunca me sentí cómo con tanta inmortalidad y tanta muerte en la fotografía. Yo me siento más cómodo y más tembloroso con la idea del perspectivismo orteguiano , retomado por Fontcuberta y analizado científicamente por los teóricos de la atribución causal y la construcción social de la  realidad. En términos de teoría cognitivo social hablaríamos de construcción de la personalidad.
La fotografía no capta la realidad, sino  la realidad desde un punto de vista. Cuanto más exótico y singular sea ese punto de vista más probabilidades tiene de obtener reconocimiento. Muchas de las grandes fotografías que han pasado a la historia son  fruto del estudio cuidadoso del objeto, de cómo lo ilumina el sol en determinado momento del día, de muchas horas de espera y de muchas otras tomas fallidas.

Si se trata de paisajes, ese punto de vista produce admiración. Cuando se trata de de personas ese punto de vista  puede  definir la personalidad de un sujeto.
En  psicología social de la  atribución causal se han hecho muchos experimentos en los que se ha demostrado que presentar una acción como éxito o como fracaso provoca una reacción distinta en los propios sujetos y en los que los participan en la misma acción. La famosa expresión de Jones y Davis: de los actos a las disposiciones lo formula claramente: Inferimos la personalidad observando la conducta que realizan las personas, sin tener en cuenta las circunstancias que determinan la conducta. Daril Bem, demostró que los mismos actores observan sus propias acciones para determinar qué es lo que sienten en ese momento. Lee Roos lo definió como el error fundamental de la atribución.

Pero autores como Storm y otros psicólogos sociales  han modificado el punto de vista para demostrar que las atribuciones causales cambian cuando se ve a los actores de frente o de espalda.
En autoeficacia existe un modo de generar confianza en las propias capacidades  a partir de la observación de las  acciones personales. Supongamos que un baloncestista ha perdido la confianza en encestar.  Le sometemos a ejercicios de tirar a canasta y le grabamos. A veces habrá encestado y a veces no. Si es un buen baloncestista seguro que encesta la mayoría de las veces. Luego le enfrentamos con sus propias ejecuciones visionando sus actuaciones en un pantalla. Puede utilizarse el truco de haber eliminado muchos de sus encestes fallidos, de manera que el observador de su propio vídeo vea un  95% de encestes y sólo un 5% de fallos.  De esta manera le a podemos ayudar a recuperar la confianza en sí mismo,  confianza en unas capacidades de las que nunca debió dudar. Es un modo de generar autoeficacia en las capacidades personales. Y la autoeficacia es una característica esencial de la personalidad.

En el retrato se da un paso más en la construcción de la personalidad. Lo he vivido  temerosamente estos días en los que  he estado revelando las tomas de mis nietos y de sus mejores amigos en sus guarderías: En unas aparecen serios y pensativos, observadores de cuanto sucede a su alrededor, con una mirada penetrante que puede, incluso, poner a uno en apuros. En otras aparecen actuando en coro, pero no todo el grupo hace lo mismo: unos van a su bola mientras que otros  siguen lo pautado con seriedad y concentración. Al lado de ellos  sus amigos o compañeros ejecutan acciones diferentes: tienden sus brazos sonrientes hacia sus padres en los que buscan refugio, por ejemplo.
Tienen todos menos de tres años. Pero los mayores, al verlas, las definen con rasgos de personalidad. A partir de ese momento casual de sus vidas, el ambiente comenzará a ser definidor y facilitador de unas cualidades e inhibidor de otras. Ha nacido la definición de su personalidad

La fotografía de personas son una especie de test de personalidad que nos dicen cómo son los retratados y qué se puede esperar de ellos. Esto facilitará o impedirá determinados desarrollos posteriores. Las pequeñas personitas oyen los comentarios ante la evidencia  que aportan suss propias fotos .
Una toma fotográfica, pues, se convierte en un test de personalidad.  Me recuerda a aquellos cocientes intelectuales en los que decidíamos si un alumno tiene prohibidas las ciencias y no le quedaba más salida que las letras.

Revelando las fotos de esos niños de menos de tres años he sentido miedo psicológico de estar determinando sus vidas desde el momento en que vieran la luz y su padres las coloquen en lugares preferentes de sus casas. Quedan ahí como prueba de que eres lo que expresaste en un momento temprano de tu vida. ¿No es para sentir mucha responsabilidad?.

domingo, 28 de abril de 2013

TODO QUISQUE ES INMORAL. YO SÍ Y ¿TÚ?



Ayer, tras  varios días despejados, de sol radiante y sobras  escuadradas, apareció nublado.  Las nubes son aliadas del fotógrafo. Por la tarde, me eché a la espalda mi cámara y el trípode. Estoy haciendo un  proyecto  fotográfico sobre Pozuelo de Alarcón, donde ahora habito. A quien lo visita  tanto como a quien mora años en él como tránsito para sus responsabilidad en Madrid, puede considerarlo falto de interés. Pozuelo conserva muy poco de su pasado, cuando tampoco fue abundante. En su casco antiguo, mejor no entrar. Uno se introduce en un laberinto de calles desordenadas e intrascendentes de donde resulta casi imposible salir sin la asistencia del navegador. A sus afueras, abundan las urbanizaciones, alejadas unas de otras, con excelentes vías de comunicación hacia Madrid, pero desconocidas las unas de las otras. En Pozuelo no existe el orgullo de "patria chica". Tengo la impresión de que la mayoría de quienes lo sostienen con sus tasas ignoran cuál es su gentilicio.

El lunes pasado, en una de mis excursiones fotográficas por el centro, por donde he comenzado mi proyecto, terminé en las tenerías, que dieron trabajo  hasta finales de los setenta. Me extrañé porque allí comenzaba un Pozuelo abandonado, silvestres, abundante en  maleza. Ni siquiera la antigua Poza, que le presta el topónimo, se libra de la desidia.  Jesús Batris, pozuelero desde hace 43 años, ha decidido cultivar un pequeño jardín en la calle,  frente a su casa, en torno a unas coníferas. Evita así que la gente lave allí sus coches. Charlamos, le digo que me permita fotografiarle y accede. Mientras conversamos, echo una mira a los alrededores: "por aquí tiene que haber algo interesante que fotografiar, distinto del enorme esfuerzo urbanístico de la Plaza del Padre Vallet y la del Ayuntamiento". Para mi regocijo  veo, en lo alto de una  colina muy cercana, dos torres de ladrillo intentando unirse por un arco ahora derruido. Pensé que fuera algún  Torreón medieval, restos de castillo o muralla. Como en Castilla.  Jesús me explica que es la entrada a La Huerta Grande. Durante la Guerra Civil cayó una bomba en el arco y así ha quedado hasta hoy. Hago propósito de dedicarle una tanda de fotografías. 

Ayer  cumplí mi propósito. Decepción total. El camino que conduce a ellas es corto, ahogado por la maleza y los deshechos depositados en aquel culo de saco: hierbajos crecidos con las abundantes y recientes lluvias pretenden cubrir cascotes, botellas, alfombras y muchos parachoques y capós de vehículos.  Para mi mal, una  poste de hormigón, que soporta una línea  eléctrica,   está adosado a una de las torres. Un amago de sendero rodeando la columna a mi derecha,  me tienta a introducirme en la finca privada y enmarcar, desde  el otro lado, una visión panorámica del pueblo. Lo intenté, pero me topé con una tapia de mortero y ladrillo de dos metros. Volví al muladar y pensé cómo sacarle provecho.

De vuelta al coche, al introducir la cámara y el trípode en el maletero, me encontré con una caja de caramelos. Cogí dos. Me quedé con sus envolturas en la mano. Intenté colocarlas en el portaobjetos de la puerta hasta encontrar un lugar adecuado para depositarlos. Pero, miré los envoltorios, miré la basura y, quebrantando la norma y mi norma, los deposite junto a la demás basura. "¡Qué son dos envoltorios de caramelos en comparación con toda la  suciedad que se acumula aquí!". Así, conscientemente, lo justifiqué y lo hice.

En menos de quince minutos había quebrantado varias normas legales: entrar en una propiedad privada, (lo hubiera hecho), arrojé basura al suelo muy conscientemente y, por inadvertencia, me había saltado una prohibición de tráfico.

Bandura, en sus últimas exposiciones sobre la desvinculación moral, suele citar el libro de  Thomas Gabor (1994): Everybody Does It  en el que demuestra que  todo el  mundo quebranta la norma. La sinopsis del libro menciona los delitos de mentir, defraudar, evasión de impuestos, agresiones sexuales, estafas en los negocios, delincuencia política, delitos contra el medio ambiente,  delitos tecnológicos, etc. Sus justificaciones no se diferencian de las exhibidas por los delincuentes sentenciados. Para ilustrarse sobre la infracción del código de honor  escolar puede  visitarse el siguiente y revelador reportaje del San Francisco Chronicle, publicado el 7 de septiembre de 2007 http://www.sfgate.com/education/article/Everybody-Does-It-2523376.php#page-6.

En os dos temas anteriores iniciaba la exposición de las investigaciones de Shu y Gino que demostraban cómo  las normas legales o éticas, cuando se quebrantan, se destierran al olvido.

- Eugenio, no todo el que esté leyendo ésto ha leído o recuerda lo que explicaste en los  tema anteriores.

- Pues, deberé retomar mis habilidades docentes para poner en contexto al lector.

La hipótesis de Shu y Gino afirma que, cuando alguien quebranta una ley moral o ética, se olvida de la norma quebrantada.

 En el primer experimento, las personas que transgreden el código de honor académico norteamericano o anglosajón, (no copiar en los exámenes o no plagiar, entre otras conductas), olvidan sus preceptos. Pero no olvidan las normas de tráfico. Los que no quebrantan el código de honor recuerdan sus  preceptos en mayor medida.

Durante el segundo experimento, se dedican dos momentos  iniciales a recordar el código de honor y los diez mandamientos. Todos  los participantes recuerdan por igual el código y los diez mandamiento antes de que nadie haya podido infringirlos.  Luego, unos trasgreden el código de honor y otros no. Cuando, al final de la situación experimental,  tienen que recordar de nuevo las lecturas iniciales, todos recuerdan por igual los diez mandamientos, pero sólo los que no han quebrantado el código de honor (por voluntad propia o por imposibilidad de hacerlo) lo recuerdan como la primera vez. Los que lo han transgredido recuerdan los contenidos de los diez mandamientos y olvidan significativamente las normas del código de honor. Está claro: olvidan la norma trasgredida.

La la causa aparente de esta conducta delictiva es el lucro material: falsificando los resultados de la actividad intelectual, consiguen más dinero. A más aciertos más dólares. ¿Qué pasaría si se les ofreciese un dinero adicional por recordar los principios del código de honor al finalizar el estudio?. ¿El deseo de ganar dinero les devolvería la memoria?  Además, en los dos experimentos anteriores, son los sujetos los que eligen quebrantarlo ¿qué pasaría si fuera el experimentador quien controlase la infracción de  los "alumnos"?. Responder a estas dos preguntas constituye la esencia de su tercer experimento.

- Como puedes ver, las investigaciones psicológicas hilan muy fino.

En la investigación de la conducta delictiva existe ya mucha literatura sobre el quebrantamiento de normas, la ejecución de conductas inhumanas. Esto sucede más significativamente cuando se infringe la norma por omisión de la conducta exigida. El ejemplo de los accidentes de coche o el conocimiento del maltrato dentro del seno de una familia serían buenos ejemplo.  El delito está en no denunciarlos, en no hacer nada. La gente tiende a "no meterse en líos". Se  pasar de largo.

Dinero y situación propicia a la conducta deshonrosa, son las variables de este tercer estudio. Veámoslo con cierto detalle.

Todo es semejante a los dos  experimentos anteriores. La secuencia  temporal es la siguiente: lectura y comprensión del  código de honor con la advertencia de que posteriormente se les pedirá que lo recuerden. Unos minutos de tareas de entretenimiento. Seguidamente, realizan una prueba de capacidad mental, que no es otra que un muy conocido test de inteligencia.  Como en lo experimentos anteriores, por cada acierto recibirán una recompensa monetaria. Pero en esta tercera situación, el trabajo lo van a realizar en el ordenador y no  sobre papel. Los problemas aparecen en la pantalla durante 20 segundos, que, transcurrido, aparece el siguiente ítem.  Esta modalidad  de presentación de la prueba de capacidad es aprovechada por los experimentadores para dividir, al azar, a los participantes. A uno de los grupos no se les dice nada. Al segundo se les comunica que, a última hora, ha surgido un problema informático imprevisible e irreparable: si antes de los cinco segundos no pulsan la barra espaciadora  del teclado, aparecerá la respuesta correcta  en la pantalla; les ruegan que sean honrados y no permitan que aparezca la respuesta. Si no cumplen con este ruego nadie podrá saberlo, dado el fallo informático.

-Espero que hayas adivinado que esto era un engaño. El ordenador registraba todas las veces que los participantes se dejaban ayudar por la pantalla.

 Al terminar la prueba de capacidad, verán sus resultados y serán recompensados según el número de aciertos.  Se les presenta, a continuación, un cuestionario de autoeficacia y otro sobre su estado de ánimo actual: positivo o negativo. Llega el final: es la hora de recordar los contenidos del código de honor leído al inicio. Pero, también es el momento en el que los experimentadores introducen la variable monetaria:    a la mitad de los participantes se les comunica ahora que, por cada recuerdo  correcto, recibirán una cantidad de dinero adicional. A la otra mitad no se les promete recompensa por sus recuerdos.

Los resultados confirman que son los experimentadores los que han colocado a los sujetos en un contexto en el que todos incumplen el código de honor, no lo han elegido ellos tan libremente como se piensan. Esto se demuestra porque todos, dejaron de presionar la barra espaciadora en alguna de las preguntas. Todos menos uno.

¿Qué pasa a la hora de recordar las normas académicas de no "hacer trampa"?. Pues, en primer lugar, que los que no tuvieron la oportunidad trampear recuerdan en mayor medida que los que hicieron trampa "obligados" por el experimentador (?) (en realidad son ellos los que toman la decisión y, por lo mismo, los culpables).

Parecía que la razón para incumplir el código de honor radicaba en el dinero que obtenían al falsificar sus datos. En este estudio se les ofrece a todos la posibilidad de aumentar esa cantidad  cuanto mayor sea la medida de sus recuerdos del código ético.  Pues, tampoco este estímulo les hace recordar  la norma a los que la han infringido. Pero sí es estímulo para los que nos la infringieron: recuerdan más los que se comportaron honradamente y sus recuerdos eran recompensados.

Es difícil no estar de acuerdo con la hipótesis de Shu y Gino: quienes quebrantan las normas morales echan en olvido los códigos éticos.  Luego mi afirmación de que roban pero no engañan, parce correcta, aplicad a los políticos, jueces o funcionarios corruptos.

-No te pases de listo. Esta traslación a los políticos corruptos tampoco es mía, sino de los autores.

"La falta de honradez puede causar graves daños a las relaciones personales, a las organizaciones y a la sociedad en general. En casos extremos, personas deshonestas, como Bernie Madof, causan ruina espectacular a gente e instituciones inocentes" . En el momento de ejecutar la acción nos buscamos muchas justificaciones con el fin de mantener la integridad moral.  "Los resultados de esta investigación sugieren que las creencias y las acciones tienen un tercer cooperante: la memoria. Hemos encontrado que las conductas honradas y  las tramposas tienen consecuencia asimétricas en la memoria (p.1173).

Tenía pensada un presentación de est tema de manera más científica. Mi conducta de echar basura donde otros se habían adelantado con creces me hizo pensar en que todos quebrantamos las normas éticas y morales. ¿Tú no?. Yo sí.

miércoles, 20 de marzo de 2013

ROBAN, PERO NO ENGAÑAN II


 

-¿Has buscado alguna explicación alternativa a la del olvido de la norma en quienes la trasgreden?
-Ya,... no.
-Pero es importante, para progresar intelectualmente, no aceptar a ciegas la explicación que se propone. Puede existir otro punto de vista. Acompáñame para ver  el primero que se les ocurrió a Shu y Gino.
En la vida existen experiencias, especialmente infantiles, que dejan huella en la memoria y que, a fuerza de repetirlas o recordarlas con asiduidad, forman parte del  repertorio idiosincrásico que se llama personalidad. Hermanos que fueron alabados o reprendidos por los mismos hechos en el mismo momento y con las mismas palabras unos los olvidaron  por completo y para otros fueron mojones en su experiencia personal.
 
El recuerdo de unos hechos y el olvido de otros explica la exagerada influencia concedida a las experiencias infantiles. Es la razón por la que se cree que la personalidad se forja en la infancia (si no hay quien piensa que es hereditaria): hay experiencias que dejan huella y se rememoran, mientras que otras, tan importantes o traumáticas, perdieron interés. Los padres, aunque lo crean, nunca educan a sus hijos de la misma manera. Ni aunque hubieran clonado las experiencias vividas por todos sus hijos.  La personalidad no es algo fijo sino fluido; no es pétrea, sino maleable.  Las experiencias de la infancia no  forjan la personalidad más que las adultas. ¿Por qué una experiencia infantil debe ser más determinante que una adulta? Sólo la rememoración mental o factual forja la personalidad.
 
-Predícame cura, predícame fraile, que por un oído me entra y por el otro me sale.

No puedo situar el momento en que oí este refrán por primera vez. Sí recuerdo que reflexioné sobre él y que me lo he repetido con frecuencia cuando mi  obligación me exigía amonestar a algún subordinado o amigo, o protestarle a un superior. Me parece inútil si no hay receptividad o se interpreta como revancha.
 
Parece que la creencia de que los "sermones morales" sirven de poco es de sentido universal, que no es lo mismo que el sentido común.  Parole, parole, parole". Tanto que  Shu y Gino  lo asumen como posible explicación de los resultados de su primer experimento. Quienes  no recordaron las normal del código de honor tras haberlo trasgredido pudo deberse a su falta de atención y, consecuentemente, a la imposibilidad de rememorarlos.

Para desechar esta hipótesis del olvido, ejecutan un nuevo experimento, con una muestra semejante (pero distinta). Los cambios que realizan son los necesarios para eliminar la explicación de la falta de atención. Sólo modifican dos condiciones: primera, eligen dos códigos morales: el código de honor y los diez mandamientos. Entregan un cuadernillo a los participantes y les piden que sigan la lectura que el experimentador hace en voz alta.    La segunda modificación consiste en hacer dos pruebas de memoria: una antes de que los sujetos  incumplan el código de honor y la segunda después de haberlo violado. Con esta condición confirmarán que el olvido, si se da, es debido realmente a su incumplimiento.

Todo lo demás permanece igual: recibirán dos dólares por participar y pueden ganar hasta 10 si aciertan todas las preguntas de los problemas matemáticos.

Recordemos un poco toda la secuencia por la que pasan los participantes. Los sujetos, 123 estudiantes universitarios, son invitados a participar en un estudio en el que han de realizar distintas tareas de capacidad. Cuando llegan al laboratorio,  se les entrega un libreto con dos contenidos que leerán en voz baja mientras los escuchan leídos por el experimentador. Esta vez los dos contenidos son semejantes en longitud y se refieren a normas de comportamiento moral: el código de honor universitario y los diez mandamientos.  Realizada la lectura, pasan dos minutos en actividades de distracción (no dicen en qué consistieron, pero generalmente son actividades de relleno con la disculpa de participar en el experimento que está realizando otro profesor). Y ahora, después de estos dos minutos, pasan una prueba de memoria sobre los dos códigos morales. Seguidamente afrontan la resolución de los problemas matemáticos. Uno de los grupos corregirá los resultados, los anotará en una hoja distinta y tirarán a la papelera de reciclaje la plantilla de los problemas (son ellos los que anotarán el número de  sus aciertos). El experimentador corrige y anota los resultados del otro grupo,  lo que les imposibilita  mentir. Pero todos recibirán 0.50$ por cada acierto. Entregados y contados los aciertos, cada uno recibe el dinero que le corresponde.  A continuación, emplean otros dos minutos en tareas de relleno y, finalmente, se enfrentan de nuevo al recuerdo de los preceptos del código de honor.

Me imagino que ya te habrás hecho las siguientes preguntas:

1. ¿Recuerdan por igual todos los sujetos los códigos morales antes de haber afrontado los problemas matemáticos? La respuesta es sí. Todos los participantes de todos los grupos recuerdan por igual los dos códigos antes de afrontar la prueba matemática. 

2. ¿Hubo quienes, teniendo la posibilidad de engañar en sus resultados, lo hicieron?. Sí. El 32 por ciento de los integrados en el grupo  experimental. Como en el primer experimento.

3. ¿Un vez que han mentido, recuerdan por igual los dos códigos en la segunda prueba de memoria?. No.  Y, como en el experimento primero, se  han constituido tres grupos: el de los que no pudieron mentir porque el experimentador corrigió sus ejercicios; el de los que, habiendo podido mentir, no lo hicieron y, finalmente, el 32% de los que habiendo podido mentir lo hicieron. Los resultados, también como en el primer experimento, muestran que los que mintieron recuerdan menos elementos del código de honor que los que no mintieron. Los que no mintieron, bien porque lo eligieron voluntariamente, bien porque les fue imposible, recuerdan por igual. Además, y como en el primer experimento, se da la correlación entre mengaño y olvido: quienes más mienten olvidan más.

En este segundo experimento existe la posibilidad de realizar una  comparación nueva entre los grupos: entre la primera prueba de memoria y la segunda. Los que no mienten recuerdan lo mismo después de haber realizado la prueba matemática que antes de haberla realizado. Es decir, sólo los que engañan se olvidan del código moral.

Queda descartada la posibilidad de que las lecturas de contenido moral cautivan menos la atención, y se recuerden peor porque se grabaron peor. No cabe esta explicación.

 Ha pasado un tiempo desde que escribiera el tema anterior. Lo que no ha cambiado es la conducta de los nuevos casos de corrupción política: todos siguen negando su culpabilidad, todos quieren ir a demostrar su inocencia ante el juez y todos suelen salir imputados de esa oportunidad de mostrar su honradez.

Quizás están convencidos de su inocencia porque han olvidado el código penal que castiga sus conductas indecentes. Pero lo que no es cierto  es que el código moral o penal no pesara sobre sus conciencias en el momento de tramar y ejecutar sus tropelías. Por eso deben recibir su castigo judicial y social.
Pero ¿cabe aún otra explicación?. Continuará.

martes, 19 de febrero de 2013

ROBAN, PERO NO ENGAÑAN


 

Estábamos ya sentados cada uno en nuestros pupitres esperando las preguntas del examen de sociología. El profesor, que venía de formarse  y enseñar en una universidad de Hamburgo, nos entrega las preguntas.  Dispuestos a escribir, nos interrumpe:
-En la universidad en la que enseño los alumnos no copian, no hacen competencia desleal a sus compañeros. Espero que ustedes hagan lo mismo. Les dejo solos. Cuando finalicen ponga sus respuestas sobre la mesa. Volveré a recogerlas.

Y de verdad, nos dejó solos. Nos miramos incrédulos. Momento de incertidumbre. Fue corto. Alguien salió a buscar sus apuntes y su libro de texto. A partir de ahí, como en los experimentos de la desindividuación, todos sacamos nuestros apuntes.
Años más tarde perfeccionaba mis estudios en la Universidad Gregoriana de Roma. Estaba  prohibido copiar ¡No faltaba más!. Pero también estaba prohibido hablar desde el momento de entrar en el aula.  Para recordar la norma, se había escrito en el encerado. Pensábamos que la prohibición era efectiva a partir  del momento en que se estregaran las preguntas. Pero no era así. En cada una de las cuatro esquinas del aula había un vigilante. Ninguno profesor conocido en la universidad. Su función, pues, era únicamente vigilar. Y lo hacían como autómatas. Entrabamos, si mal no recuerdo,  al examen de Psicología Evolutiva, que impartía un profesor francés, el que consideraba que ningún alumno se merecía más de un 8 (¡Chovinista!). Ingresábamos ordenadamente. Antes de habernos sentado, oímos una voz autoritaria:
 
- Ustedes dos, f¡uera!. No pueden hacer el examen.

Habían incumplido la norma de no hablar una vez traspasada la puerta del aula. No valieron explicaciones, ni escusas, ni ruegos. Todas rebotaban en una cara de hormigón. Ante cualquier  queja o  súplica, sin pronunciar palabra,  señalaba, con su índice acusador, la norma escrita en el encerado. ¡Todo el trabajo de una año echado a perder por hablar antes de conocer las preguntas!

Más tarde, en la Universidad de Stanford, experimenté  cómo los  estudiantes cumplían el  código de honor  universitario, en el que pueden leerse afirmaciones como: cualquier clase de conducta deshonrosa  agrede a toda la comunidad.... El código de honor se basa en la confianza, la integridad académica y el honor.... no tener ventaja injusta sobre  otros estudiantes mediante malas conductas académicas... la clase de conducta deshonrosa es una violación profunda de la confianza de toda la comunidad académica. Cuando concreta, llega a prohibir:  copiar sin citar, recibir colaboración  escrita o hablada de otros en los trabajos académicos, etc. "El estudiante debe firmar  el Código de Honor  antes de formar parte de la Comunidad Universitaria".  Y en Stanford, de nuevo, la norma es no vigilar los exámenes. Pero si se quebranta el código de honor, uno se inhabilita de por vida.
Dos culturas  diferentes. La misma diferencia que se observa en la política. En España es impensable que alguien tenga que dejar un Ministerio por haber copiado, hace 30 años, parte de su tesis doctoral o por pedir a su chofer oficial que lleve una escalera a casa de su hija, o por zarandajas  semejantes.

- Eugenio,  vas a comenzar una denuncia de la corrupción ?
-No, porque ha llegado el momento de que tampoco me fío de las denuncias mismas. Si me apuras, ni de las sentencias judiciales. Porque ¿quién filtra la declaraciones, los documentos, las grabaciones secretas? ¿Y  crees que se filtran gratis?.

-¡No, hombre! ¡La justicia es el último refugio de la honestidad! Si desconfiamos de ella no se podría vivir en sociedad. Es tan necesaria que algunas creencias religiosas se inventaron el juicio final, cuando asistiremos al striptease individual de cuerpo y, sobre todo, del alma, para reparar la injusticia que no se sanciona en la tierra.
-Entonces ¿de qué va esto?

-De una muy reciente e interesante investigación psicológica realizada y publicada por dos profesores de Harvard: Lisa Shu y Frances Gino, que tiene el sugerente título de: "barrer la  inmoralidad de debajo de la alfombra".
De norte a sur, de este a oeste, día sí y el siguiente segundas entregas. Yo no, pero tú más. La corrupción empapa el ámbito de las comunicaciones. Unos periódicos no dan credibilidad al competidor que la pública. En las tertulias políticas, basta con ver a los "diletantes", (siempre los mismo y siempre en todas partes y siempre con las mismas palabras), para anticipar lo que van a decir.  Podrían exponerse sus retratos y seguir sus sesudos  análisis coordinando adecuadamente  reproductores previamente sincronizados. ¡Ya aburren!. Falta objetividad de análisis en los medios de comunicación. También molestan las posturas extremas que se difunden por la red. ¿Es que no puede haber un poco de sensatez y no descalificar lass ideas o poropuestas solamente porque no están presentadas por los míos? ¡Y qué es ser de los míos! ¿Es que todo decisión tiene que ser rematadamente errónea o perfectamente adecuada?

Lo que llama la atención a los investigadores de Harvard es la unanimidad de todos los llamados a declarar por indicios de corrupción: todos niegan haber cometido falta y desean llegar a juicio para demostrar su honorabilidad y la rectitud de sus conductas. Hasta se apartan  "voluntariamente" de sus cargos para dedicarse a defenderlas.
Los investigadores de Harvard les dan la razón: no son cínicos, ni mienten. Sencillamente, se han olvidado de la norma moral que quebrantaron  por lo que afirman no haberla infringido. Sí, dicen la verdad cuando se consideran inocentes de haber quebrantado una norma que sus conciencias  lanzaron a las tinieblas de lo inescrutable por la consciencia.
 
Siempre he pensado que las investigaciones en psicología social son tan interesantes como una película de suspense y si no lo crees, sigue ésta.

Por lo que se refiere a la acción inmoral, la psicología sabía mucho de justificaciones de la conducta deshonrosa. De esta manera, se consiguió, por ejemplo, que personas anticastristas, tras pedirles que prepararan y expusieran en público argumentos a favor de Castro, modificaron sus actitudes. Si le regalas un ramo de rosas rojas a una persona que te parece fea, terminarás viéndola atractiva, porque ¿qué sentido tiene que le regales rosas rojas?. ­¡Mama mia!. Si ésta se ha casado, todo el mundo puede casarse. Gritaba una vieja en la Piazza Navona viendo salir a una novia de la iglesia de Santa Inés. Buena expresión de la disonancia cognitiva.
En la teoría sociocognitiva hablamos mucho de mecanismos de desvinculación moral, que convierten el acto inmoral en moral: por defender  valores ,  por ignorar las consecuencias de los actos o porque, al fin de cuentas, cada uno debe tener lo que se merece.

Los investigadores de Harvard dan un paso más: cometida una inmoralidad, se manda al olvido la norma, por lo que ya no protege la conducta. Sí, los inmorales olvidan las normas que, ahora, seguirán desobedeciendo sin necesidad de buscarse justificaciones.
La primera  hipótesis  de Shu y Gino es sencilla: ¿Olvidan las  personas las normas morales que quebrantan?.  En el primero de los cuatro experimentos de esta investigación, dicen a los estudiantes que han de escuchar, al mismo tiempo que ellos siguen en sus folletos, la lectura dos textos.  Un escrito se refiere al código de honor universitario, mencionado más arriba. El otro, contine las  normas o código de circulación del Estado de Massachusetts. Deben estar atentos, se les subraya,  porque, después de la siguiente tarea, tendrán que recordarlos. 

En la tarea siguiente  se enfrentan a 20 matrices en las que han de encontrar dos números que sumen 10. Cada matriz sólo tiene una respuesta correcta. Por cada acierto recibirán cincuenta céntimos de dólar. 10$ quien resuelva las 20 matrices. Para apuntar el resultado final de sus aciertos se les entrega  otra hoja, en la que se pone un ejemplo ya resuelto, además de pedirles datos como edad, sexo, estudio, fecha, etc. El tiempo que se les concede es insuficiente para resolver los problemas. Nadie puede terminarlos.
Ahora aparece el truco experimental. Los participantes han sido divididos, por azar,  en dos grupos. Llamemos al primero  grupo experimental y al segundo  grupo control. Los participantes del grupo experimental hace sus ejercicios, ellos mismos anotan sus aciertos, ellos mismos se administran el dinero que se les entrega en un sobre y ellos mismos tiran a la caja de reciclaje, (de triturado de papel) la plantilla del test (no la trituran) y colocan la hoja de respuestas y el dinero sobrante en una caja ubicada sobre la mesa del profesor. El grupo control hace los mismo a excepción de que es el experimentador  quien cuenta sus aciertos y les entrega el dinero que les corresponde.

-Me imagino que habrás entendido que cada grupo trabaja en dos lugares o momentos distintos. Levantaría sospechas que a participantes de la misma hornada, del mismo aula, les corrigiera sus resultados el experimentador y a otros no.
Mientras que los del grupo control no pueden hacer trampa, los del grupo experimental sí, porque son ellos los que corrigen sus aciertos y se auto administran los dineros, y, para más oportunidad, la hoja que tiran a la papelera no tiene su nombre, ni identificación alguna. Nadie nunca podrá decir si han sido honrados o inmorales. ¿Verdad?.

-Pues, entonces, ¿cómo se sabe que han infringido el código de honor universitario? Porque ahí reside la esencia de la investigación.
-Porque los dos papeles que manejan los participantes en el grupo control tienen trampa.

El ejemplo que se presenta en la hoja en que han de anotar sus acieertos tiene un número singular para cada uno de los sujetos y existe una matriz con ese mismo número en la hoja de respuestas. Una vez que los alumnos se marchan con su dinerito en el bolsillo, se emparejan las dos hojas y puede saberse cuántos han quebrantado el código de honor y en qué medida.
-Espera un poco para conocer los resultados. ¿Verdad que intriga?. Pero es que nos queda por explicar la última parte del estudio, la de la memoria de los textos leídos al inicio de la sesión experimental.

Finalizada la prueba de las matrices, se les pasa un cuestionario en el que tienen que recordar mandatos concretos tanto del código de circulación del Estado de Massachusetts como del código de honor universitario.
Ya hemos acabado: han escuchado las lecturas , han realizado la prueba de capacidad numérica, han recibido su dinero y han hecho el ejercicio de memoria.

Ya lo he dicho: los sujetos del grupo control no han podido mentir, porque es el experimentador el que ha corregido y entregado el dinero. Sólo los del grupo experimental lo podían hacer. Y el 32 por ciento de los sujetos del grupo experimental falsificaron sus resultados. Ninguno lo hizo equivocándose de menos. Hubo alguno que se gratificó por once respuestas incorrectas; la mayoría falsificaron entre dos y cinco.
Repasemos la hipótesis: quienes quebrantan una norma moral se olvidan de ella.

Esto se demuestra en la prueba de memoria.
-Perdona, sé que esto es un poco lioso, pero también lo son las películas de intriga y seguimos cada detalle para no perder la trama.

Tenemos ahora, al final del experimento, tres grupos de participantes. En el primero, entran todos los que el azar destinó al grupo control. Dentro del grupo experimental, hay ahora dos grupos: los que engañaron y los que no engañaron. ¿Y qué pasó con los recuerdos?. A eso vamos.
Los del grupo control recuerdan por igual los contenidos de las dos lecturas. Los del grupo experimental que no mintieron, también recuerdan por igual el contenido de las dos lecturas.  Los del grupo experimental que mintieron, recordaron igual que los dos grupos anteriores los contenidos referentes al Código de Circulación de Massachusetts, pero  recuerdan significativamente menos que los otros dos grupos los contenidos del código de honor universitario. Para mayor prueba,  se demuestra que existe una correlación entre el número de delitos cometidos y el empeoramiento de la memoria: a más delitos menos memoria del código ético.

La conclusión es clara: se olvidan las normas que se quebrantan y no las que no se quebrantan.
Luego es verdad. Ya no puede extrañarnos que todos los defraudadores pillados por la justicia declaren públicamente su honradez. No mienten cuando dicen que la justicia les restablecerá su honor. Sencillamente han olvidado que existen tales normas.

Lo que no demuestra el experimento es que en el momento de ejecutan el acto delictivo no sean consciente de ello. Al contrario.
-¡Puf! ¡Llevo ya cuatro páginas escritas! Esto es demasiado para un tema de mi blog. Si estuviera en clase...

Continuará.

¿Cómo continuarías tú? ¿Te convence? ¿Por qué?.

lunes, 11 de febrero de 2013

VIVIR EN LA INOPIA


 
-Cuando estaba en activo apenas pisaba su despacho. Desde que se jubiló, deambula a diario por los pasillos de la Facultad buscando conversación. ¡Qué pesado!

Recuerdo este comentario sobre un colega de la universidad.  Lo hacía un compañero de Facultad del aludido, a pocos años de  ser  yo despojado de los contratos académicos, logrados con esfuerzo, y que me exigían tener alumnos con  la preocupación de no hacerles perder el tiempo y traer entre mente y burocracia  hipótesis de investigación.
Con seguridad que todos  cambian de acera o modifican el rumbo de su trayecto para no encontrarse con algún "palizas".  No es infrecuente que el "palizas", hoy, sea un jubilado.

  A comienzo  de los años 2000, repitiendo el camino de La Rúa Mayor de Salamanca, que conduce desde la Plaza Mayor a la antigua Faculta de de Letras, sorteando sillas, mesas , sobrillas, estufas de butano, que sustituyeron a la frutería del Señor Eliodoro, la Pescadería de Tere, la Librería Religiosa, la relojería  Arévalo, la tintorería  Colella, las escayolas Cascajo...,  cuyos dueños daban los buenos días o tardes, llamándoles por sus nombres, a los profesores de Literatura, Historia o de Derecho... , los profesores temían encontrarse con un muy eminente catedrático de Lengua, recientemente jubilado.

Había perdido su despacho, no tenía alumnos a los que enseñar, si quería encontrar un tratado en la biblioteca, debía sentarse en los bancos corridos y escuchar las cuitas de los estudiantes. La jubilación le había  despojado de cuanto había tenido como  propio y ganado con sus méritos, capacidad y sus excelentes publicaciones.  La jubilación le había despojado de sus arraigos y  rutinas.

Empeñado en mantener su despojada identidad, acudía cada mañana a los lugares que frecuentó durante decenas de años, pero, ahora,  sin lugar donde ubicarse. Lo sustituyó llamando a los despachos de antiguos colegas, abordándoles en las aceras de La Rúa Mayor o en el Edelweiss, el bar donde se tramaron tantas amistades entre profesores de varias facultades salmantinas. 

Tras su jubilación, los primeros encuentros con sus antiguos compañeros de claustro fueron amables. ¡Hasta de envidia! Pero, pasadas las primeras semanas, cuando aparecía en sus despachos,  les paraba  en la calle en el momento en el que sus relojes señalaba momentos de  compromisos profesionales o se lo encontraban en el Edelweiss, donde habían quedado con  otros compañeros en activo para  proyectar  trabajos, planificar estrategias de política universitaria o, simplemente, para comentar sus vidas personales, los ceños se retorcían y abundaban las excusas para alejarse del "palizas". Cuando le  veían a lo lejos, accedían a su facultad a través de la Calle  de Serranos
- ¡Qué dura es la vida! ¿Verdad?.
- No!, ¡Qué pocos saben prepararse para los mejores años de la  vida!
La sociedad está asistiendo  al espectáculo de  políticos que abandonan la política, pero que quieren seguir marcando el rumbo de la misma; jueces que ya no juzgan y pretenden dirigir las  sentencias de sus antiguos compañeros de profesión; ex-ministros que conocen la fórmula secreta para generarr empleo, para mejorar la economía y no lo utilizaron  cuando detectaban el poder; teólogos que, habiendo "colgados los hábitos", vuelven a repasar lo que aprendieron en el seminario con la intención de "convertir" a quien no ha vuelto a pensar en aquellos dogmas de fe de carbonero.
Pareciera que existe un instinto de revivir lo que ya no tiene vuelta atrás. Algo parecido a lo que cuentan quienes han estado a punto de morir : la rápida aparición de las imágenes de su vida. Sí, están muriendo profesionalmente.

A mi entender, la jubilación no llega el 30 de septiembre a las doce y  cincuenta y nueve  minutos de la noche y a los  01 segundos  del primero de octubre, muta la identidad. Cada vez que uno toma una decisión nueva jubila la anterior. Entiendo a mis colegas que,  al jubilarse, aceptan nuevos encargos educativos ofrecidos por entidades distintas en las que habían enseñado o a quienes  se dedican a escribir el libro que tuvieron en mente y les faltó reposo para redactarlo. Lo que no entiendo es que uno, tomada una decisión, habiendo abandonado, voluntaria o forzosamente, una actividad en una institución, pretendan seguir influyendo en ella, como si quisiera remediar lo que debió hacer. 
Hay que saber jubilarse día a día, decisión a decisión. De los contrario se vive en un momento inexistente: no es pasado, porque ya pasó, pero quieren repetirlo, no es presente, porque su mirada les ha convertido en estatuas de sal mirando la ciudad de la que huyen, y no es futuro, porque no les permite planificar. Quien no sabe jubilar la decisión anterior cuando  ha elegido o le ha llegado el momento de abandonar la que perseguía, no vive en el tiempo, vive en la inopia.

A comienzo de los años 90, +Zimbardo, genial una vez más, concibe la idea de estudiar la orientación temporal de las personas, para lo que construye un cuestionario y realiza algunos experimentos. Los orientados hacia el pasado viven de la nostalgia o en la depresión, los del presente, se divierten, los que tienen su  mirada en el futuro padecen de ansiedad.

En la teoría cognitivo social se resuelve mejor este dilema mediante la gestión personal. El hombre se distingue por su capacidad cognitiva, que le permite entre otras cosas, reflexionar y explicar las causas de éxitos y fracasos. Dispone, sobre todo, de la habilidad  mágica  para hacer que el futuro sea presente, mediante la planificación. El camino es largo, pero puede dividirse en tramos pequeños, como el Camino de Santiago. Al final de cada jornada, goza de los kilómetros recorridos que le han acercado a la meta final. Disfruta el presente, pero le queda  la insatisfacción de no haber llegado al kilómetro cero de la plaza del  Obradoiro y haberse dado de cabeza con el  Maestro Mateo.  Pero cada jornada de caminar le ha acercado un poco más. La satisfacción de lo conseguido es una experiencia única. El masaje de la mente que lepone en forma para conseguir el reto del día siguiente.

La teoría cognitivo social aconseja poco la mirada al pasado. Aconseja mirar al frente y no apartarse del rumbo planificado.  Pero sin rigideces, porque los encuentros casuales pueden  exigir cambio de rumbo. Pero tiene que haber rumbo.

Por malo que sea el pasado, uno ha de preguntarse: ¿Y ahora qué?. Y eso es lo que importa. Mientras se puedan hacer proyectos existe la posibilidad de crecer personal y socialmente.

- ¿Y... qué pasa cuando se le ve el límite al futuro?
- Te refieres a la vejez, seguramente.
-Sí
- Pues que sigues teniendo tu tarea diaria para crecer. Lo peor es pensar que ese futuro está cerca. Ese pensamiento te entumece o anestesia. Casi siempre está más lejos de los que se piensa. ¡Qué desgracia pensar cada mañana que puede ser la última y así pasar los años repitiendose: "quizás, quizás, quizás..."

Cada jubilación (existen muchas en la vida) es momento de preparar el futuro y olvidarse de un pasado que no puede ni debe volver. No se puede gobernar sin tener gobierno, ni juzgar cuando se ha perdido la condición de juez, ni ser teólogo cuando se colgaron los hábitos, ni  Director de Departamento cuando ya no puedes ser elegido. Pero hay que proponerse ser algo nuevo con los mimbres que siempre se tienen. ¡Reinvéntate, ilusiónate cada día!.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

DE LA TEORÍA A LA REALIDAD: GESTIÓN COMUNITARIA


 
Hace unos quince días recibí el siguiente mensaje de quien fuera Coordinador Español de los programas de Cooperación en Honduras.

Estimado Eugenio, le mando un reporte, donde puede visualizar algunos resultados que se han dado en los barrios en los que se actuó con jóvenes. Aunque un poco "populista" el reportaje, si podemos decir que se han dado resultados muy positivos y que se ha implementado la metodología tal y como la planificamos en su momento.
Gracias a su aportación y a la aplicación de metodologías basada en la gestión personal, grupal y la autoeficacia, estos resultados han sido posibles. Esperemos que en la prisión de mujeres tengamos también estos resultados.
Creo que le gustara saber en que estas teorías funcionan fuera de la experimentación y son reales cuando se aplican en la vida real.
Un fuerte abrazo, hasta pronto.

http://www.facebook.com/l/nAQHQTvf4AQEI7pI-h7dovrKaQnNq-PThynuj4d-nI3o1cQ/www.youtube.com/watch?v=5d9eHep3pWg&feature=player_embedded

Cuando a uno le llega la edad de tener que abandonar impositivamente la actividad que ha realizado durante su vida profesional necesariamente ha de preguntarse: ¿Y ahora qué? ¿Qué quiero ser de mayor?

He de confesar que espontáneamente me orienté hacia el voluntariado. Era lo lógico, dada mi especialización en psicología. Pensé, por en contrario, enseguida, que era una manera de ocultarme a mí mismo la realidad de que la psicología ya no era mi vida activa. Es cierto que no me hubiera importado seguir unos años más en la docencia e investigación. Es cierto que, cuando la he  ejercercido, volvía a sentir que me gusta trasmitir lo que estudio o investigo. Pero no es menos cierto que la realidad vital personal hay que afrontarla de cara: todo eso no sería más que dilatar el tiempo de la agonía profesional.



El segundo de los inconvenientes, no menor que el anterior, fue concienciarme de que adquirir el compromiso público de dedicar determinadas horas semanales a una actividad de voluntariado suponía imponer tus horarios a las personas de tu entorno, limitando la libertad, que ha de sentirse en la jubilación, de poder romper la monotonía a antojo sin tener que decir: “es que el martes a las cinco de la tarde tengo que estar en …” No debe ser justo ni para con uno mismo ni menos con quienes conviven contigo, privarse de la libertad ganada durante los años. A menos que se pacte así la convivencia.

Pero no era fácil rechazar del todo a la idea del voluntariado.


En estas andaba cuando, a través de este blog, me llega, desde Honduras, una petición de consejo de quien coordinaba, por entonces, la cooperación española. Deseaban realizar una intervención con jóvenes de  poblados muy indigentes, dominados por la delincuencia, y creía que mis conocimientos sobre autoeficacia y gestión personal podría ser el fundamento teórico y metodológico de la intervención que lanificaban.



Aquella petición colmaba  mi orientación hacia el voluntariado, sin ninguno de los inconvenientes. En terminología sociocognitiva, se trataba de ejercer el voluntariado vicariamente. Y eso fue lo que hice: “desde ahora en adelante, le contesté, está será mi dedicación prioritaria. Me tienes a tu disposición”.



Entre las carpetas de los correos electrónicos que guardo hay una titulada: PROYECTO HONDURAS. En ella se guarda toda la correspondencia mantenida, a lo largo de más de cinco años, con Javier Herráiz. No nos hemos visto nunca. No nos reconoceríamos si  llegáramos a encontrarnos, pero hemos mantenido una estrecha colaboración y, como se ve en el mensaje que encabeza este tema, la seguimos manteniendo ahora que se ha embarcado en otro proyecto en las cárceles de mujeres hondureñas.



Elaboramos, conjuntamente, un largo documento sobre la gestión personal grupal, con el fin de generar en los jóvenes de cada uno de los poblados la percepción de autoeficacia grupal: que ellos se juzgaran capaces de sacar a sus gentes de la droga, la criminalidad y construir un entorno humano y material donde se sintiera la luz de progresar autónomamente.



Alguna otra vez me habían pedido, estando en la Universidad, que diera algún curso a quienes se preparaban para la cooperación en Hispanoamérica. Había tenido siempre la impresión de que las ayudas consistían en ofrecerles medios materiales más que en capacitarlos personal y comunitariamente. Quizás estuviera demasiado influenciado por las teorías de Oscar Lewis sobre la Cultura de la Pobreza. Teoría que el insigne psicólogo social formulara estudiando precisamente poblaciones de Centroaméricas.



A lo largo de los temas de este blog han ido apareciendo constantemente los fundamentos teóricos y los procedimientos prácticos sobre cómo ser uno mismo el gestor de su propia vida: proponerse metas a largo plazo, dividirlas en pequeños hitos semanales o mensuales, evaluarlos gráficamente... Se trata, en definitiva, de la primera de las fuentes de la autoeficacia: la ejecución personal exitosa.



Para ello hay que hacerles entender que logran esos resultados no porque estén asistidos por la ayuda internacional, sino porque ellos se lo han propuesto y ellos lo van consiguiendo. Una idea era esencial: que toda la iniciativa, en cuanto a las actividades a realizar, los medios a elegir y el análisis de resultados, la tendrían los jóvenes solitos. Los cooperantes serían testigos de sus decisiones, de sus logros y consultores en los momentos de dificultad.



Quien se embarca en intervenciones de esta naturaleza debe armarse de mucha entereza personal para no caer en el desaliento. Que unos jóvenes, que no llegan a los 20 años, se hagan responsables de actividades comunitarias, tan simples como allanar un terreno donde poder jugar al futbol, es tarea, de entrada, casi imposible. Las intervenciones psicológicas para erradicar la droga, la criminalidad e implantar disciplina personal son muy distintas a eliminar una plaga de insectos fumigando por la noche, desde una avioneta, las áreas de la plaga. Tanto Javier como yo tuvimos que luchar contra la desconfianza y el recelo, incluso de los mismos cooperantes.



Pero ellos, a pesar de todo,  los cooperantes tuvieron fe en lo que emprendían, adoptaron las ideas de la autoeficacia y la gestión  personal o grupal comunitaria. No soy yo quien ha de exponer las dudas, las dificultades, los avances y retrocesos, los desánimos que han impregnado a los dirigentes del proyecto a lo largos de estos cinco años. Ellos podrían publicar todo un manual práctico.



Pero cuando las intervenciones psicológicas tienen sus resultados, estos son llamativos, tanto que, como se ve en el vídeo, los políticos se lo apropian.



No tratéis de identificar a Javier en el vídeo. Hace casi un año que terminó ese contrato.  Ahora, como me dice en el mensaje, está metido en la implantación de un programa semejante en las cárceles de mujeres hondureñas.



-Es injusto, Javier, que no aparezca ni siquiera tu nombre, le decía yo, después de visionarlo.
-"No te preocupes Eugenio, lo de no salir en el video no importa, pues verdaderamente en acción humanitaria no importa el quien sino lo que se consigue. En cuanto lo de la cárcel de mujeres vamos bien, empezamos en Junio pero, precisamente esta semana que viene, empezamos fuerte, con diversos talleres de gestión personal y grupal tanto con guardias como con personas privadas de libertad. Le mantengo informado, un abrazo. "



Personalmente me queda la confirmación de que aquellos procesos psicológicos que se desarrollan en los laboratorios de investigaciones psicológicas  y que se publican en las revistas de impacto científico, cuando se aplican a problemas sociales también superan el aprobado.  Por eso: de la teoría a la realidad

martes, 17 de julio de 2012

ARMAS E IDEAS: DEMASIADAS VECES JUNTAS


  
¿Es Breivik culpable?  Con este titular analizaba Ann-Luise Gulstad, en un artículo publicado  en el diario EL Mundo, (27 de junio pasado),  el dilema al que se enfrentan el Tribunal y la población noruega, una vez finalizada la vista en la que se juzga  a este asesino de  adolescentes,  que ponían a puto sus ideas políticas en la isla la de Utoya .

Si le juzgan enfermo mental (paranoia esquizofrénica), la sentencia ordenará encerramiento psiquiátrico, hasta que se cure. Si los tratamientos psiquiátricos consiguieran devolverle la cordura, retornaría a la sociedad libre. Esto ocasiona temores de que, ya curado (¡) vuelva a  cometer nuevos crímenes “ideológicos”.

Si se le juzga cuerdo, deberá encerrársele de por vida en la cárcel. Pero allí tendrá acceso a las conexiones online a través de los cuales podrá seguir divulgando sus ideas contra el Islam y sus “cómplices” occidentales. Dado su estilo de vida solitaria, la cárcel, con comunicación online, es poco (nulo) castigo para quien ha ocasionado tanto dolor. ¿No termina ría convenciendo a otros para que pongan en prácticas las ideas de su MEMORÁNDUM?

Breivik esencialmente es una persona, tan ferviente y devotamente convencida de sus ideas, que cree en la violencia extrema, si llega el caso, como instrumento para propagarlas. Breivik es un comunicador y, como tal, desea que su mensaje sea creíble. Sus ejecuciones, bien a su pesar (como dice explícitamente en su MEMORANDUM), son un acto de altruismo a favor de los derechos humanos conquistados por occidente. Su juicio lo convierte (siguiendo su manual de instrucciones) en acto de comunicación y propaganda. Hicieron bien los Magistrados al no permitir que fuera público y televisado.

¿Cuál sería, pues, la sentencia más dolorosa para Breivik? Sin duda, que se le juzgue como loco. De esta manera SE DESCALIFICA LA CREDIBILIDAD DE SU MENSAJE. Él lo sabe. Por eso insulta y descalifica la credibilidad de los psiquiatras que le diagnostican de demente paranoico.

Pero la CREDIBILIDAD DE UN MENSAJE no reside solamente en quien lo emite, también EN QUIEN LO RECIBE.  Aunque la sentencia encierre a Breivik en un psiquiátrico, ¿dejarán de creerle quienes lean su mensaje? Los héroes y los santos lo son porque los demás consideran sus actos como ejemplares y excepcionales.  En tal caso, resultaría indiferente cualquiera de las dos sentencias. Cualquiera de las dos pueden ensalzan a un héroe que entrega su vida por sus ideas benefactoras.

¿De qué quiere salvar Breivik a Europa ante la nueva invasión del islamismo? Dicho en terminología de las necesidades básicas de Deci, Breivik quiere que occidente preserve la competencia personal, la autonomía y la libertad de las relaciones interpersonales. Sin ellas, como dice otro eminente psicólogo social, Locke, vivir carece de sentido.

Dicho paradójicamente, el asesino noruego quitó la vida a quienes eligieron sus propios ideales políticos: la tolerancia personal y social. Su error consistió en defender sus ideologías con las armas. En la cultura occidental no se permite matar por ideología. Y cuando se hace, toda la sociedad se coloca frente al criminal. Por eso es criminal, porque lo hacen solamente unos pocos contra el sentir común tolerante de los demás.

“La imágenes que van a ver hieren la sensibilidad humana”. Con esta introducción presentaron todos los telediarios, hace exactamente 10 días, la ejecución de una mujer supuestamente adultera.  Intento abrir el vídeo en YouTube y me encuentro con la advertencia: “Este video de YouTube puede incluir contenido inadecuado para algunos usuarios. Inicia sesión para confirmar tu edad”.

 En el recodo de un camino de arena, a las afueras de un pequeño poblado, Oimchok, junto a unos matorrales, aparece un bulto blanco. Es una mujer adúltera cubierta por su burka. Tiene sólo 22 años. A la distancia que separa una orilla del camino polvoriento de la otra, una autoridad religiosa dicta la sentencia de la Sharia. Al lado de la mujer, de pie, con un rifle en las manos apuntándola, el que, según las agencias de noticias, es su marido. El lugar donde se ha colocado a la acusada está en el fondo de una pequeña colina que hace de anfiteatro. La colina invadida por gente que quiere presenciar la ejecución. Resulta difícil no recordar la narración bíblica de la mujer adultera.

Todavía se oye a la autoridad religiosa dictar sentencia cuando comienzan a sonar los disparos. Uno, dos… al tercero el bulto blanco se derrumba y queda inmóvil. Los disparos, sin embargo, continúan: cuatro, cinco… Se pueden contar hasta nueve. Pero hay que volver a ver el vídeo para prestar atención sólo a los disparos, porque la multitud que asiste al “espectáculo” grita jubilosa agitando sus manos. En un momento, el vídeo muestra la reacción de satisfacción de uno de los asistentes. ¡“Dios lo quiere”!, era, al parecer, el grito de los asistentes.

Ante los asesinatos de la isla de Utoya la población grita contra quien dispara, porque en la sociedad occidental se permiten, mejor, se respetan las decisiones que demuestran el cumplimiento de las tres necesidades básicas investigadas por Deci: competencia, autonomía y libertad de en la relaciones sociales.  En el espectáculo de de Oimchok, la población aclama al ejecutor de alguien que posiblemente (sólo muy posiblemente) había decidido comportarse de manera incipientemente autónoma. Breivik mata para defender las necesidades básicas.  En Afganistán, el marido mata porque la mujer se había tomado ciertas libertades básicas.

En definitiva: una misma consecuencia: la muerte de personas inocentes que quisieron ejercer su autonomía personal. Dos reacciones distintas: la de los que aplauden y la de los que satanizan. Unos lo consideran ejecutor de leyes divinas y otros lo llaman loco paranoide. A la base: un mismo mecanismo psicológico que facilita convertir en acción moral lo que es intrínsecamente inmoral.

-          ¿Y?...
-          ¡Ah!, ¿es que estás esperando que me decante por quien mata para que los otros no sigan matando la dignidad humana (Breivick), o por quien mata y desea imponer a los “gentiles” (o sea, a todos los demás, a nosotros) que se prohíba la autonomía, la competencia y el reconocimiento social?
-          Yo me decanto por no matar, bajo ninguna justificación o mecanismo ideológico…
-          Y porque la persona se sienta competente, autónoma y tenga reconocimiento social.  
-           Espero que estés conmigo, porque si no lo estás…
-          ¡Tranquilo, que no soy ni Breivik ¡