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martes, 19 de febrero de 2013

ROBAN, PERO NO ENGAÑAN


 

Estábamos ya sentados cada uno en nuestros pupitres esperando las preguntas del examen de sociología. El profesor, que venía de formarse  y enseñar en una universidad de Hamburgo, nos entrega las preguntas.  Dispuestos a escribir, nos interrumpe:
-En la universidad en la que enseño los alumnos no copian, no hacen competencia desleal a sus compañeros. Espero que ustedes hagan lo mismo. Les dejo solos. Cuando finalicen ponga sus respuestas sobre la mesa. Volveré a recogerlas.

Y de verdad, nos dejó solos. Nos miramos incrédulos. Momento de incertidumbre. Fue corto. Alguien salió a buscar sus apuntes y su libro de texto. A partir de ahí, como en los experimentos de la desindividuación, todos sacamos nuestros apuntes.
Años más tarde perfeccionaba mis estudios en la Universidad Gregoriana de Roma. Estaba  prohibido copiar ¡No faltaba más!. Pero también estaba prohibido hablar desde el momento de entrar en el aula.  Para recordar la norma, se había escrito en el encerado. Pensábamos que la prohibición era efectiva a partir  del momento en que se estregaran las preguntas. Pero no era así. En cada una de las cuatro esquinas del aula había un vigilante. Ninguno profesor conocido en la universidad. Su función, pues, era únicamente vigilar. Y lo hacían como autómatas. Entrabamos, si mal no recuerdo,  al examen de Psicología Evolutiva, que impartía un profesor francés, el que consideraba que ningún alumno se merecía más de un 8 (¡Chovinista!). Ingresábamos ordenadamente. Antes de habernos sentado, oímos una voz autoritaria:
 
- Ustedes dos, f¡uera!. No pueden hacer el examen.

Habían incumplido la norma de no hablar una vez traspasada la puerta del aula. No valieron explicaciones, ni escusas, ni ruegos. Todas rebotaban en una cara de hormigón. Ante cualquier  queja o  súplica, sin pronunciar palabra,  señalaba, con su índice acusador, la norma escrita en el encerado. ¡Todo el trabajo de una año echado a perder por hablar antes de conocer las preguntas!

Más tarde, en la Universidad de Stanford, experimenté  cómo los  estudiantes cumplían el  código de honor  universitario, en el que pueden leerse afirmaciones como: cualquier clase de conducta deshonrosa  agrede a toda la comunidad.... El código de honor se basa en la confianza, la integridad académica y el honor.... no tener ventaja injusta sobre  otros estudiantes mediante malas conductas académicas... la clase de conducta deshonrosa es una violación profunda de la confianza de toda la comunidad académica. Cuando concreta, llega a prohibir:  copiar sin citar, recibir colaboración  escrita o hablada de otros en los trabajos académicos, etc. "El estudiante debe firmar  el Código de Honor  antes de formar parte de la Comunidad Universitaria".  Y en Stanford, de nuevo, la norma es no vigilar los exámenes. Pero si se quebranta el código de honor, uno se inhabilita de por vida.
Dos culturas  diferentes. La misma diferencia que se observa en la política. En España es impensable que alguien tenga que dejar un Ministerio por haber copiado, hace 30 años, parte de su tesis doctoral o por pedir a su chofer oficial que lleve una escalera a casa de su hija, o por zarandajas  semejantes.

- Eugenio,  vas a comenzar una denuncia de la corrupción ?
-No, porque ha llegado el momento de que tampoco me fío de las denuncias mismas. Si me apuras, ni de las sentencias judiciales. Porque ¿quién filtra la declaraciones, los documentos, las grabaciones secretas? ¿Y  crees que se filtran gratis?.

-¡No, hombre! ¡La justicia es el último refugio de la honestidad! Si desconfiamos de ella no se podría vivir en sociedad. Es tan necesaria que algunas creencias religiosas se inventaron el juicio final, cuando asistiremos al striptease individual de cuerpo y, sobre todo, del alma, para reparar la injusticia que no se sanciona en la tierra.
-Entonces ¿de qué va esto?

-De una muy reciente e interesante investigación psicológica realizada y publicada por dos profesores de Harvard: Lisa Shu y Frances Gino, que tiene el sugerente título de: "barrer la  inmoralidad de debajo de la alfombra".
De norte a sur, de este a oeste, día sí y el siguiente segundas entregas. Yo no, pero tú más. La corrupción empapa el ámbito de las comunicaciones. Unos periódicos no dan credibilidad al competidor que la pública. En las tertulias políticas, basta con ver a los "diletantes", (siempre los mismo y siempre en todas partes y siempre con las mismas palabras), para anticipar lo que van a decir.  Podrían exponerse sus retratos y seguir sus sesudos  análisis coordinando adecuadamente  reproductores previamente sincronizados. ¡Ya aburren!. Falta objetividad de análisis en los medios de comunicación. También molestan las posturas extremas que se difunden por la red. ¿Es que no puede haber un poco de sensatez y no descalificar lass ideas o poropuestas solamente porque no están presentadas por los míos? ¡Y qué es ser de los míos! ¿Es que todo decisión tiene que ser rematadamente errónea o perfectamente adecuada?

Lo que llama la atención a los investigadores de Harvard es la unanimidad de todos los llamados a declarar por indicios de corrupción: todos niegan haber cometido falta y desean llegar a juicio para demostrar su honorabilidad y la rectitud de sus conductas. Hasta se apartan  "voluntariamente" de sus cargos para dedicarse a defenderlas.
Los investigadores de Harvard les dan la razón: no son cínicos, ni mienten. Sencillamente, se han olvidado de la norma moral que quebrantaron  por lo que afirman no haberla infringido. Sí, dicen la verdad cuando se consideran inocentes de haber quebrantado una norma que sus conciencias  lanzaron a las tinieblas de lo inescrutable por la consciencia.
 
Siempre he pensado que las investigaciones en psicología social son tan interesantes como una película de suspense y si no lo crees, sigue ésta.

Por lo que se refiere a la acción inmoral, la psicología sabía mucho de justificaciones de la conducta deshonrosa. De esta manera, se consiguió, por ejemplo, que personas anticastristas, tras pedirles que prepararan y expusieran en público argumentos a favor de Castro, modificaron sus actitudes. Si le regalas un ramo de rosas rojas a una persona que te parece fea, terminarás viéndola atractiva, porque ¿qué sentido tiene que le regales rosas rojas?. ­¡Mama mia!. Si ésta se ha casado, todo el mundo puede casarse. Gritaba una vieja en la Piazza Navona viendo salir a una novia de la iglesia de Santa Inés. Buena expresión de la disonancia cognitiva.
En la teoría sociocognitiva hablamos mucho de mecanismos de desvinculación moral, que convierten el acto inmoral en moral: por defender  valores ,  por ignorar las consecuencias de los actos o porque, al fin de cuentas, cada uno debe tener lo que se merece.

Los investigadores de Harvard dan un paso más: cometida una inmoralidad, se manda al olvido la norma, por lo que ya no protege la conducta. Sí, los inmorales olvidan las normas que, ahora, seguirán desobedeciendo sin necesidad de buscarse justificaciones.
La primera  hipótesis  de Shu y Gino es sencilla: ¿Olvidan las  personas las normas morales que quebrantan?.  En el primero de los cuatro experimentos de esta investigación, dicen a los estudiantes que han de escuchar, al mismo tiempo que ellos siguen en sus folletos, la lectura dos textos.  Un escrito se refiere al código de honor universitario, mencionado más arriba. El otro, contine las  normas o código de circulación del Estado de Massachusetts. Deben estar atentos, se les subraya,  porque, después de la siguiente tarea, tendrán que recordarlos. 

En la tarea siguiente  se enfrentan a 20 matrices en las que han de encontrar dos números que sumen 10. Cada matriz sólo tiene una respuesta correcta. Por cada acierto recibirán cincuenta céntimos de dólar. 10$ quien resuelva las 20 matrices. Para apuntar el resultado final de sus aciertos se les entrega  otra hoja, en la que se pone un ejemplo ya resuelto, además de pedirles datos como edad, sexo, estudio, fecha, etc. El tiempo que se les concede es insuficiente para resolver los problemas. Nadie puede terminarlos.
Ahora aparece el truco experimental. Los participantes han sido divididos, por azar,  en dos grupos. Llamemos al primero  grupo experimental y al segundo  grupo control. Los participantes del grupo experimental hace sus ejercicios, ellos mismos anotan sus aciertos, ellos mismos se administran el dinero que se les entrega en un sobre y ellos mismos tiran a la caja de reciclaje, (de triturado de papel) la plantilla del test (no la trituran) y colocan la hoja de respuestas y el dinero sobrante en una caja ubicada sobre la mesa del profesor. El grupo control hace los mismo a excepción de que es el experimentador  quien cuenta sus aciertos y les entrega el dinero que les corresponde.

-Me imagino que habrás entendido que cada grupo trabaja en dos lugares o momentos distintos. Levantaría sospechas que a participantes de la misma hornada, del mismo aula, les corrigiera sus resultados el experimentador y a otros no.
Mientras que los del grupo control no pueden hacer trampa, los del grupo experimental sí, porque son ellos los que corrigen sus aciertos y se auto administran los dineros, y, para más oportunidad, la hoja que tiran a la papelera no tiene su nombre, ni identificación alguna. Nadie nunca podrá decir si han sido honrados o inmorales. ¿Verdad?.

-Pues, entonces, ¿cómo se sabe que han infringido el código de honor universitario? Porque ahí reside la esencia de la investigación.
-Porque los dos papeles que manejan los participantes en el grupo control tienen trampa.

El ejemplo que se presenta en la hoja en que han de anotar sus acieertos tiene un número singular para cada uno de los sujetos y existe una matriz con ese mismo número en la hoja de respuestas. Una vez que los alumnos se marchan con su dinerito en el bolsillo, se emparejan las dos hojas y puede saberse cuántos han quebrantado el código de honor y en qué medida.
-Espera un poco para conocer los resultados. ¿Verdad que intriga?. Pero es que nos queda por explicar la última parte del estudio, la de la memoria de los textos leídos al inicio de la sesión experimental.

Finalizada la prueba de las matrices, se les pasa un cuestionario en el que tienen que recordar mandatos concretos tanto del código de circulación del Estado de Massachusetts como del código de honor universitario.
Ya hemos acabado: han escuchado las lecturas , han realizado la prueba de capacidad numérica, han recibido su dinero y han hecho el ejercicio de memoria.

Ya lo he dicho: los sujetos del grupo control no han podido mentir, porque es el experimentador el que ha corregido y entregado el dinero. Sólo los del grupo experimental lo podían hacer. Y el 32 por ciento de los sujetos del grupo experimental falsificaron sus resultados. Ninguno lo hizo equivocándose de menos. Hubo alguno que se gratificó por once respuestas incorrectas; la mayoría falsificaron entre dos y cinco.
Repasemos la hipótesis: quienes quebrantan una norma moral se olvidan de ella.

Esto se demuestra en la prueba de memoria.
-Perdona, sé que esto es un poco lioso, pero también lo son las películas de intriga y seguimos cada detalle para no perder la trama.

Tenemos ahora, al final del experimento, tres grupos de participantes. En el primero, entran todos los que el azar destinó al grupo control. Dentro del grupo experimental, hay ahora dos grupos: los que engañaron y los que no engañaron. ¿Y qué pasó con los recuerdos?. A eso vamos.
Los del grupo control recuerdan por igual los contenidos de las dos lecturas. Los del grupo experimental que no mintieron, también recuerdan por igual el contenido de las dos lecturas.  Los del grupo experimental que mintieron, recordaron igual que los dos grupos anteriores los contenidos referentes al Código de Circulación de Massachusetts, pero  recuerdan significativamente menos que los otros dos grupos los contenidos del código de honor universitario. Para mayor prueba,  se demuestra que existe una correlación entre el número de delitos cometidos y el empeoramiento de la memoria: a más delitos menos memoria del código ético.

La conclusión es clara: se olvidan las normas que se quebrantan y no las que no se quebrantan.
Luego es verdad. Ya no puede extrañarnos que todos los defraudadores pillados por la justicia declaren públicamente su honradez. No mienten cuando dicen que la justicia les restablecerá su honor. Sencillamente han olvidado que existen tales normas.

Lo que no demuestra el experimento es que en el momento de ejecutan el acto delictivo no sean consciente de ello. Al contrario.
-¡Puf! ¡Llevo ya cuatro páginas escritas! Esto es demasiado para un tema de mi blog. Si estuviera en clase...

Continuará.

¿Cómo continuarías tú? ¿Te convence? ¿Por qué?.

lunes, 11 de febrero de 2013

VIVIR EN LA INOPIA


 
-Cuando estaba en activo apenas pisaba su despacho. Desde que se jubiló, deambula a diario por los pasillos de la Facultad buscando conversación. ¡Qué pesado!

Recuerdo este comentario sobre un colega de la universidad.  Lo hacía un compañero de Facultad del aludido, a pocos años de  ser  yo despojado de los contratos académicos, logrados con esfuerzo, y que me exigían tener alumnos con  la preocupación de no hacerles perder el tiempo y traer entre mente y burocracia  hipótesis de investigación.
Con seguridad que todos  cambian de acera o modifican el rumbo de su trayecto para no encontrarse con algún "palizas".  No es infrecuente que el "palizas", hoy, sea un jubilado.

  A comienzo  de los años 2000, repitiendo el camino de La Rúa Mayor de Salamanca, que conduce desde la Plaza Mayor a la antigua Faculta de de Letras, sorteando sillas, mesas , sobrillas, estufas de butano, que sustituyeron a la frutería del Señor Eliodoro, la Pescadería de Tere, la Librería Religiosa, la relojería  Arévalo, la tintorería  Colella, las escayolas Cascajo...,  cuyos dueños daban los buenos días o tardes, llamándoles por sus nombres, a los profesores de Literatura, Historia o de Derecho... , los profesores temían encontrarse con un muy eminente catedrático de Lengua, recientemente jubilado.

Había perdido su despacho, no tenía alumnos a los que enseñar, si quería encontrar un tratado en la biblioteca, debía sentarse en los bancos corridos y escuchar las cuitas de los estudiantes. La jubilación le había  despojado de cuanto había tenido como  propio y ganado con sus méritos, capacidad y sus excelentes publicaciones.  La jubilación le había despojado de sus arraigos y  rutinas.

Empeñado en mantener su despojada identidad, acudía cada mañana a los lugares que frecuentó durante decenas de años, pero, ahora,  sin lugar donde ubicarse. Lo sustituyó llamando a los despachos de antiguos colegas, abordándoles en las aceras de La Rúa Mayor o en el Edelweiss, el bar donde se tramaron tantas amistades entre profesores de varias facultades salmantinas. 

Tras su jubilación, los primeros encuentros con sus antiguos compañeros de claustro fueron amables. ¡Hasta de envidia! Pero, pasadas las primeras semanas, cuando aparecía en sus despachos,  les paraba  en la calle en el momento en el que sus relojes señalaba momentos de  compromisos profesionales o se lo encontraban en el Edelweiss, donde habían quedado con  otros compañeros en activo para  proyectar  trabajos, planificar estrategias de política universitaria o, simplemente, para comentar sus vidas personales, los ceños se retorcían y abundaban las excusas para alejarse del "palizas". Cuando le  veían a lo lejos, accedían a su facultad a través de la Calle  de Serranos
- ¡Qué dura es la vida! ¿Verdad?.
- No!, ¡Qué pocos saben prepararse para los mejores años de la  vida!
La sociedad está asistiendo  al espectáculo de  políticos que abandonan la política, pero que quieren seguir marcando el rumbo de la misma; jueces que ya no juzgan y pretenden dirigir las  sentencias de sus antiguos compañeros de profesión; ex-ministros que conocen la fórmula secreta para generarr empleo, para mejorar la economía y no lo utilizaron  cuando detectaban el poder; teólogos que, habiendo "colgados los hábitos", vuelven a repasar lo que aprendieron en el seminario con la intención de "convertir" a quien no ha vuelto a pensar en aquellos dogmas de fe de carbonero.
Pareciera que existe un instinto de revivir lo que ya no tiene vuelta atrás. Algo parecido a lo que cuentan quienes han estado a punto de morir : la rápida aparición de las imágenes de su vida. Sí, están muriendo profesionalmente.

A mi entender, la jubilación no llega el 30 de septiembre a las doce y  cincuenta y nueve  minutos de la noche y a los  01 segundos  del primero de octubre, muta la identidad. Cada vez que uno toma una decisión nueva jubila la anterior. Entiendo a mis colegas que,  al jubilarse, aceptan nuevos encargos educativos ofrecidos por entidades distintas en las que habían enseñado o a quienes  se dedican a escribir el libro que tuvieron en mente y les faltó reposo para redactarlo. Lo que no entiendo es que uno, tomada una decisión, habiendo abandonado, voluntaria o forzosamente, una actividad en una institución, pretendan seguir influyendo en ella, como si quisiera remediar lo que debió hacer. 
Hay que saber jubilarse día a día, decisión a decisión. De los contrario se vive en un momento inexistente: no es pasado, porque ya pasó, pero quieren repetirlo, no es presente, porque su mirada les ha convertido en estatuas de sal mirando la ciudad de la que huyen, y no es futuro, porque no les permite planificar. Quien no sabe jubilar la decisión anterior cuando  ha elegido o le ha llegado el momento de abandonar la que perseguía, no vive en el tiempo, vive en la inopia.

A comienzo de los años 90, +Zimbardo, genial una vez más, concibe la idea de estudiar la orientación temporal de las personas, para lo que construye un cuestionario y realiza algunos experimentos. Los orientados hacia el pasado viven de la nostalgia o en la depresión, los del presente, se divierten, los que tienen su  mirada en el futuro padecen de ansiedad.

En la teoría cognitivo social se resuelve mejor este dilema mediante la gestión personal. El hombre se distingue por su capacidad cognitiva, que le permite entre otras cosas, reflexionar y explicar las causas de éxitos y fracasos. Dispone, sobre todo, de la habilidad  mágica  para hacer que el futuro sea presente, mediante la planificación. El camino es largo, pero puede dividirse en tramos pequeños, como el Camino de Santiago. Al final de cada jornada, goza de los kilómetros recorridos que le han acercado a la meta final. Disfruta el presente, pero le queda  la insatisfacción de no haber llegado al kilómetro cero de la plaza del  Obradoiro y haberse dado de cabeza con el  Maestro Mateo.  Pero cada jornada de caminar le ha acercado un poco más. La satisfacción de lo conseguido es una experiencia única. El masaje de la mente que lepone en forma para conseguir el reto del día siguiente.

La teoría cognitivo social aconseja poco la mirada al pasado. Aconseja mirar al frente y no apartarse del rumbo planificado.  Pero sin rigideces, porque los encuentros casuales pueden  exigir cambio de rumbo. Pero tiene que haber rumbo.

Por malo que sea el pasado, uno ha de preguntarse: ¿Y ahora qué?. Y eso es lo que importa. Mientras se puedan hacer proyectos existe la posibilidad de crecer personal y socialmente.

- ¿Y... qué pasa cuando se le ve el límite al futuro?
- Te refieres a la vejez, seguramente.
-Sí
- Pues que sigues teniendo tu tarea diaria para crecer. Lo peor es pensar que ese futuro está cerca. Ese pensamiento te entumece o anestesia. Casi siempre está más lejos de los que se piensa. ¡Qué desgracia pensar cada mañana que puede ser la última y así pasar los años repitiendose: "quizás, quizás, quizás..."

Cada jubilación (existen muchas en la vida) es momento de preparar el futuro y olvidarse de un pasado que no puede ni debe volver. No se puede gobernar sin tener gobierno, ni juzgar cuando se ha perdido la condición de juez, ni ser teólogo cuando se colgaron los hábitos, ni  Director de Departamento cuando ya no puedes ser elegido. Pero hay que proponerse ser algo nuevo con los mimbres que siempre se tienen. ¡Reinvéntate, ilusiónate cada día!.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

DE LA TEORÍA A LA REALIDAD: GESTIÓN COMUNITARIA


 
Hace unos quince días recibí el siguiente mensaje de quien fuera Coordinador Español de los programas de Cooperación en Honduras.

Estimado Eugenio, le mando un reporte, donde puede visualizar algunos resultados que se han dado en los barrios en los que se actuó con jóvenes. Aunque un poco "populista" el reportaje, si podemos decir que se han dado resultados muy positivos y que se ha implementado la metodología tal y como la planificamos en su momento.
Gracias a su aportación y a la aplicación de metodologías basada en la gestión personal, grupal y la autoeficacia, estos resultados han sido posibles. Esperemos que en la prisión de mujeres tengamos también estos resultados.
Creo que le gustara saber en que estas teorías funcionan fuera de la experimentación y son reales cuando se aplican en la vida real.
Un fuerte abrazo, hasta pronto.

http://www.facebook.com/l/nAQHQTvf4AQEI7pI-h7dovrKaQnNq-PThynuj4d-nI3o1cQ/www.youtube.com/watch?v=5d9eHep3pWg&feature=player_embedded

Cuando a uno le llega la edad de tener que abandonar impositivamente la actividad que ha realizado durante su vida profesional necesariamente ha de preguntarse: ¿Y ahora qué? ¿Qué quiero ser de mayor?

He de confesar que espontáneamente me orienté hacia el voluntariado. Era lo lógico, dada mi especialización en psicología. Pensé, por en contrario, enseguida, que era una manera de ocultarme a mí mismo la realidad de que la psicología ya no era mi vida activa. Es cierto que no me hubiera importado seguir unos años más en la docencia e investigación. Es cierto que, cuando la he  ejercercido, volvía a sentir que me gusta trasmitir lo que estudio o investigo. Pero no es menos cierto que la realidad vital personal hay que afrontarla de cara: todo eso no sería más que dilatar el tiempo de la agonía profesional.



El segundo de los inconvenientes, no menor que el anterior, fue concienciarme de que adquirir el compromiso público de dedicar determinadas horas semanales a una actividad de voluntariado suponía imponer tus horarios a las personas de tu entorno, limitando la libertad, que ha de sentirse en la jubilación, de poder romper la monotonía a antojo sin tener que decir: “es que el martes a las cinco de la tarde tengo que estar en …” No debe ser justo ni para con uno mismo ni menos con quienes conviven contigo, privarse de la libertad ganada durante los años. A menos que se pacte así la convivencia.

Pero no era fácil rechazar del todo a la idea del voluntariado.


En estas andaba cuando, a través de este blog, me llega, desde Honduras, una petición de consejo de quien coordinaba, por entonces, la cooperación española. Deseaban realizar una intervención con jóvenes de  poblados muy indigentes, dominados por la delincuencia, y creía que mis conocimientos sobre autoeficacia y gestión personal podría ser el fundamento teórico y metodológico de la intervención que lanificaban.



Aquella petición colmaba  mi orientación hacia el voluntariado, sin ninguno de los inconvenientes. En terminología sociocognitiva, se trataba de ejercer el voluntariado vicariamente. Y eso fue lo que hice: “desde ahora en adelante, le contesté, está será mi dedicación prioritaria. Me tienes a tu disposición”.



Entre las carpetas de los correos electrónicos que guardo hay una titulada: PROYECTO HONDURAS. En ella se guarda toda la correspondencia mantenida, a lo largo de más de cinco años, con Javier Herráiz. No nos hemos visto nunca. No nos reconoceríamos si  llegáramos a encontrarnos, pero hemos mantenido una estrecha colaboración y, como se ve en el mensaje que encabeza este tema, la seguimos manteniendo ahora que se ha embarcado en otro proyecto en las cárceles de mujeres hondureñas.



Elaboramos, conjuntamente, un largo documento sobre la gestión personal grupal, con el fin de generar en los jóvenes de cada uno de los poblados la percepción de autoeficacia grupal: que ellos se juzgaran capaces de sacar a sus gentes de la droga, la criminalidad y construir un entorno humano y material donde se sintiera la luz de progresar autónomamente.



Alguna otra vez me habían pedido, estando en la Universidad, que diera algún curso a quienes se preparaban para la cooperación en Hispanoamérica. Había tenido siempre la impresión de que las ayudas consistían en ofrecerles medios materiales más que en capacitarlos personal y comunitariamente. Quizás estuviera demasiado influenciado por las teorías de Oscar Lewis sobre la Cultura de la Pobreza. Teoría que el insigne psicólogo social formulara estudiando precisamente poblaciones de Centroaméricas.



A lo largo de los temas de este blog han ido apareciendo constantemente los fundamentos teóricos y los procedimientos prácticos sobre cómo ser uno mismo el gestor de su propia vida: proponerse metas a largo plazo, dividirlas en pequeños hitos semanales o mensuales, evaluarlos gráficamente... Se trata, en definitiva, de la primera de las fuentes de la autoeficacia: la ejecución personal exitosa.



Para ello hay que hacerles entender que logran esos resultados no porque estén asistidos por la ayuda internacional, sino porque ellos se lo han propuesto y ellos lo van consiguiendo. Una idea era esencial: que toda la iniciativa, en cuanto a las actividades a realizar, los medios a elegir y el análisis de resultados, la tendrían los jóvenes solitos. Los cooperantes serían testigos de sus decisiones, de sus logros y consultores en los momentos de dificultad.



Quien se embarca en intervenciones de esta naturaleza debe armarse de mucha entereza personal para no caer en el desaliento. Que unos jóvenes, que no llegan a los 20 años, se hagan responsables de actividades comunitarias, tan simples como allanar un terreno donde poder jugar al futbol, es tarea, de entrada, casi imposible. Las intervenciones psicológicas para erradicar la droga, la criminalidad e implantar disciplina personal son muy distintas a eliminar una plaga de insectos fumigando por la noche, desde una avioneta, las áreas de la plaga. Tanto Javier como yo tuvimos que luchar contra la desconfianza y el recelo, incluso de los mismos cooperantes.



Pero ellos, a pesar de todo,  los cooperantes tuvieron fe en lo que emprendían, adoptaron las ideas de la autoeficacia y la gestión  personal o grupal comunitaria. No soy yo quien ha de exponer las dudas, las dificultades, los avances y retrocesos, los desánimos que han impregnado a los dirigentes del proyecto a lo largos de estos cinco años. Ellos podrían publicar todo un manual práctico.



Pero cuando las intervenciones psicológicas tienen sus resultados, estos son llamativos, tanto que, como se ve en el vídeo, los políticos se lo apropian.



No tratéis de identificar a Javier en el vídeo. Hace casi un año que terminó ese contrato.  Ahora, como me dice en el mensaje, está metido en la implantación de un programa semejante en las cárceles de mujeres hondureñas.



-Es injusto, Javier, que no aparezca ni siquiera tu nombre, le decía yo, después de visionarlo.
-"No te preocupes Eugenio, lo de no salir en el video no importa, pues verdaderamente en acción humanitaria no importa el quien sino lo que se consigue. En cuanto lo de la cárcel de mujeres vamos bien, empezamos en Junio pero, precisamente esta semana que viene, empezamos fuerte, con diversos talleres de gestión personal y grupal tanto con guardias como con personas privadas de libertad. Le mantengo informado, un abrazo. "



Personalmente me queda la confirmación de que aquellos procesos psicológicos que se desarrollan en los laboratorios de investigaciones psicológicas  y que se publican en las revistas de impacto científico, cuando se aplican a problemas sociales también superan el aprobado.  Por eso: de la teoría a la realidad

martes, 17 de julio de 2012

ARMAS E IDEAS: DEMASIADAS VECES JUNTAS


  
¿Es Breivik culpable?  Con este titular analizaba Ann-Luise Gulstad, en un artículo publicado  en el diario EL Mundo, (27 de junio pasado),  el dilema al que se enfrentan el Tribunal y la población noruega, una vez finalizada la vista en la que se juzga  a este asesino de  adolescentes,  que ponían a puto sus ideas políticas en la isla la de Utoya .

Si le juzgan enfermo mental (paranoia esquizofrénica), la sentencia ordenará encerramiento psiquiátrico, hasta que se cure. Si los tratamientos psiquiátricos consiguieran devolverle la cordura, retornaría a la sociedad libre. Esto ocasiona temores de que, ya curado (¡) vuelva a  cometer nuevos crímenes “ideológicos”.

Si se le juzga cuerdo, deberá encerrársele de por vida en la cárcel. Pero allí tendrá acceso a las conexiones online a través de los cuales podrá seguir divulgando sus ideas contra el Islam y sus “cómplices” occidentales. Dado su estilo de vida solitaria, la cárcel, con comunicación online, es poco (nulo) castigo para quien ha ocasionado tanto dolor. ¿No termina ría convenciendo a otros para que pongan en prácticas las ideas de su MEMORÁNDUM?

Breivik esencialmente es una persona, tan ferviente y devotamente convencida de sus ideas, que cree en la violencia extrema, si llega el caso, como instrumento para propagarlas. Breivik es un comunicador y, como tal, desea que su mensaje sea creíble. Sus ejecuciones, bien a su pesar (como dice explícitamente en su MEMORANDUM), son un acto de altruismo a favor de los derechos humanos conquistados por occidente. Su juicio lo convierte (siguiendo su manual de instrucciones) en acto de comunicación y propaganda. Hicieron bien los Magistrados al no permitir que fuera público y televisado.

¿Cuál sería, pues, la sentencia más dolorosa para Breivik? Sin duda, que se le juzgue como loco. De esta manera SE DESCALIFICA LA CREDIBILIDAD DE SU MENSAJE. Él lo sabe. Por eso insulta y descalifica la credibilidad de los psiquiatras que le diagnostican de demente paranoico.

Pero la CREDIBILIDAD DE UN MENSAJE no reside solamente en quien lo emite, también EN QUIEN LO RECIBE.  Aunque la sentencia encierre a Breivik en un psiquiátrico, ¿dejarán de creerle quienes lean su mensaje? Los héroes y los santos lo son porque los demás consideran sus actos como ejemplares y excepcionales.  En tal caso, resultaría indiferente cualquiera de las dos sentencias. Cualquiera de las dos pueden ensalzan a un héroe que entrega su vida por sus ideas benefactoras.

¿De qué quiere salvar Breivik a Europa ante la nueva invasión del islamismo? Dicho en terminología de las necesidades básicas de Deci, Breivik quiere que occidente preserve la competencia personal, la autonomía y la libertad de las relaciones interpersonales. Sin ellas, como dice otro eminente psicólogo social, Locke, vivir carece de sentido.

Dicho paradójicamente, el asesino noruego quitó la vida a quienes eligieron sus propios ideales políticos: la tolerancia personal y social. Su error consistió en defender sus ideologías con las armas. En la cultura occidental no se permite matar por ideología. Y cuando se hace, toda la sociedad se coloca frente al criminal. Por eso es criminal, porque lo hacen solamente unos pocos contra el sentir común tolerante de los demás.

“La imágenes que van a ver hieren la sensibilidad humana”. Con esta introducción presentaron todos los telediarios, hace exactamente 10 días, la ejecución de una mujer supuestamente adultera.  Intento abrir el vídeo en YouTube y me encuentro con la advertencia: “Este video de YouTube puede incluir contenido inadecuado para algunos usuarios. Inicia sesión para confirmar tu edad”.

 En el recodo de un camino de arena, a las afueras de un pequeño poblado, Oimchok, junto a unos matorrales, aparece un bulto blanco. Es una mujer adúltera cubierta por su burka. Tiene sólo 22 años. A la distancia que separa una orilla del camino polvoriento de la otra, una autoridad religiosa dicta la sentencia de la Sharia. Al lado de la mujer, de pie, con un rifle en las manos apuntándola, el que, según las agencias de noticias, es su marido. El lugar donde se ha colocado a la acusada está en el fondo de una pequeña colina que hace de anfiteatro. La colina invadida por gente que quiere presenciar la ejecución. Resulta difícil no recordar la narración bíblica de la mujer adultera.

Todavía se oye a la autoridad religiosa dictar sentencia cuando comienzan a sonar los disparos. Uno, dos… al tercero el bulto blanco se derrumba y queda inmóvil. Los disparos, sin embargo, continúan: cuatro, cinco… Se pueden contar hasta nueve. Pero hay que volver a ver el vídeo para prestar atención sólo a los disparos, porque la multitud que asiste al “espectáculo” grita jubilosa agitando sus manos. En un momento, el vídeo muestra la reacción de satisfacción de uno de los asistentes. ¡“Dios lo quiere”!, era, al parecer, el grito de los asistentes.

Ante los asesinatos de la isla de Utoya la población grita contra quien dispara, porque en la sociedad occidental se permiten, mejor, se respetan las decisiones que demuestran el cumplimiento de las tres necesidades básicas investigadas por Deci: competencia, autonomía y libertad de en la relaciones sociales.  En el espectáculo de de Oimchok, la población aclama al ejecutor de alguien que posiblemente (sólo muy posiblemente) había decidido comportarse de manera incipientemente autónoma. Breivik mata para defender las necesidades básicas.  En Afganistán, el marido mata porque la mujer se había tomado ciertas libertades básicas.

En definitiva: una misma consecuencia: la muerte de personas inocentes que quisieron ejercer su autonomía personal. Dos reacciones distintas: la de los que aplauden y la de los que satanizan. Unos lo consideran ejecutor de leyes divinas y otros lo llaman loco paranoide. A la base: un mismo mecanismo psicológico que facilita convertir en acción moral lo que es intrínsecamente inmoral.

-          ¿Y?...
-          ¡Ah!, ¿es que estás esperando que me decante por quien mata para que los otros no sigan matando la dignidad humana (Breivick), o por quien mata y desea imponer a los “gentiles” (o sea, a todos los demás, a nosotros) que se prohíba la autonomía, la competencia y el reconocimiento social?
-          Yo me decanto por no matar, bajo ninguna justificación o mecanismo ideológico…
-          Y porque la persona se sienta competente, autónoma y tenga reconocimiento social.  
-           Espero que estés conmigo, porque si no lo estás…
-          ¡Tranquilo, que no soy ni Breivik ¡

sábado, 23 de junio de 2012

ANTONIO BUENO:FOTÓGRAFO DEL GRAN OBSERVADOR


¡Qué peligro acabo de pasar!

Nada menos que repasar el argumento ontológico de la existencia de dios propuesto, entre otros, por Descartes y refutado brillantemente por Kant.

Hace unos días he visitado las exposiciones fotográficas que se presentan desde Marzo en el CentroCentro Cibeles de Cultura y Ciudadanía. 5Cs. Están ubicadas en las plantas tercera, cuarta y quinta del Palacio de Comunicaciones de la Plaza Cibeles. Sencillamente, lo que antes era Correos y ahora es también sede del Ayuntamiento de Madrid.

Cada exposición es interesante. Por eso se han elegido.  Pero en fotografía uno encara cada toma y puede ver un encuadre interesante, una iluminación inesperada o una expresión simpática o desgarrada.  Cualquier fotógrafo puede decir: Interesante, con el convencimiento, a veces ingenuo, de poder repetirla.  Al fin de cuentas el fotógrafo utiliza un instrumento que, a diferencia de los pinceles o la gubia, basta con mirar y disparar.

Las Mitologías en los cielos de Madrid de Antonio Bueno, colgadas en la planta 4, trasmiten la sensación de anonadamiento. Las tomas son solemnes. Estudia y aprovecha con maestría la iluminación de edificios representativos de la arquitectura madrileña de finales del XIX y principios del XX, para mostrarnos su mundo habitado de dioses, diablos, santos, héroes, bichas, musas… Vigilantes inadvertidos de cuantos pasa en la ciudad.  Observados desde las aceras aparentan meros adornos de cúpulas o cornisas, caprichos decorativos de arquitectos que encontraron en ellos remates estéticos para sus estructuras, siguiendo el estilo ampuloso de la época.

Antonio Bueno ha tenido la osadía de invertir el punto de vista.  Ha subido a las alturas, se ha puesto a su nivel, supongo que no sin riesgo físico a veces, se ha atrevido a mirarles en persona y ha descubierto que tienen manos que bendicen o armas que amenazan, sonrisas comprensivas o muecas satíricas y satánicas. Pero, sobre todo, tienen ojos, ojazos que vigilan cuanto acontece en las calles, en los patios y hasta en las habitaciones y despachos de la ciudad. Antonio Bueno, con el ángulo de toma elegido, con la iluminación de grandes contrastes y carnosos volúmenes, les insufla vida. Con un enfoque selectivo muestra cómo esos habitantes mudos pueden, con un solo gesto, aniquilar o salvar la ciudad humilde bajo la planta de sus pies o en la palma de sus manos. O tentarnos ofreciéndonos toda su belleza si arrodillándonos les adoramos.
Esta propuesta hace pensar en la trascendencia y en la pequeñez humana.

-          Perdón. Siempre he pensado que hablar de trascendencia o de existencialismo es una pedantería que retumba a hueco.
-          Ya, si por eso comenzaba diciendo que había huido de hablar del argumento ontológico de la existencia de dios.

Pero sigo sin poder evitarlo cuando revisito mentalmente la propuesta de “Mitología en los cielos de Madrid”. Recurrentemente asocio algo que me dijeron tantas veces cuando era pequeño: Mira que te mira dios, mira que te está mirando, mira que has de morir, mira que no sabes cuándo. Un temor estremecedor recorría la conciencia, paralizaba el pensamiento y la acción al asumir que nada se escapa, ni los deseos, ni las imaginaciones, ni los sueños y sus significados pecaminosos a un ojo omnipresente. Había que pensar cómo juzgaría cada acto o deseo ese ojo que todo lo veía sin ser visto, juzgador inapelable, inquisidor de pensamientos heterodoxos sin que pudieras exponerle tu punto de vista o las circunstancias atenuantes. Todo lo veía, todo lo entendía, todo lo juzgaba.

Pareciera que el hombre necesitara ser trascendido o, como diría Zubiri, re-ligado.  Sintiera la necesidad de la existencia de un ser superior que, de manera oculta, rigiera su destino: ángel caído o de la guarda, al que recurrir en momentos de indefensión. Necesitara aliarse con el diablo para echarle encima la culpa o reclamar un milagro cuando los retos le superan.

 Ese ser ha ido cambiando de nombre y sustantividad en la medida en la que la inteligencia ha conquistando y domeñando a la naturaleza: de la brujería a la santidad, de ésta a la ciencia.

En la actualidad la trascendencia ya no se centra tanto en mitos, dioses, diablos o santos como en las nuevas tecnologías y en la globalización. La re-ligación a un ser superior se ha transformado en re-ligación a entes (así se les llama) con poderes universales, ocultos, compartidos, a los que nos se puede encarar porque no tienen rostro: son difusos

-Eugenio, ¡que trascendental te estás poniendo!
-Es verdad, a mí también me lo parece. Pero, mira, cuando hoy nos hablan de los mercados, de la prima de riesgo, de la degradación de la naturaleza, de la pobreza en el mundo y hasta de terrorismo nos están transmitiendo simultáneamente la impresión de que nada está en nuestras manos sino en la de los entes internacionales.

Ya no se cree, (como se creía antes) en el ser trascendente y vigilante. Y sin embargo nunca antes estamos individualizados y minuciosamente observados. Aunque parezca lo contrario hoy, más que en el pensamiento primitivo, estamos siendo controlados y vigilados por el ojo que todo lo ve.
Porque aquellos pensamientos primitivos y luego religiosos se han hecho realidad, la ficción se ha sustanciado. Los arquitectos actuales ya no rematan sus edificios con mitos o divinidades, sino con cámaras de vigilancia. Nunca como ahora nuestros movimientos han dejando huella reconocible. ¿Podemos ni siquiera imaginar la infinidad de imágenes y actos nuestros que están repartidos por las redes de comunicación y de la imagen?

Esa vigilancia fotográfica que corona los edificios y los caminos sigue siendo, como en los tiempos de mayor religiosidad, divina o diabólica. Nos alegramos cuando los telediarios comunican que “gracias a las cámaras de un establecimiento cercano se ha podido identificar al delincuente”. Pero nos olvidamos de concienciar que esa misma ha recogido y almacenado nuestra presencia y nuestros actos. Nunca como en la actualidad se ha hecho realidad la metáfora del que todo lo ve. ¿No es este el nuevo modo de acosar y acuciar a las personas?

Nunca como en la actualidad ha estado sometido el hombre al juicio universal: ese en el que se pueden presentar ante la admiración o el sarcasmo de los demás nuestras acciones  tanto públicas como presuntamente ocultas. Cuando el temor a una deidad trascendental parece haber desaparecido, emerge la relevancia del juicio social. 

Siempre importó mucho el qué dirán. Hoy importa más porque estamos en la era de la imagen. ¿Es esto malo o bueno?  El juicio social, ha de ser hoy el anclaje de valores como la solidaridad, la compasión, la cooperación. Ya no son mandamientos divinos, pero siguen siendo virtudes cardinales gracias al juicio y exigencia social.

Existen ya potentes sistemas informáticos que reúnen en segundos las imágenes, la historia gráfica, de determinadas ubicaciones geográficas.  Las cámaras fotográficas recogen ya en su EXIF las coordenadas de sus disparos. No es utópico imaginarse que , de la misma manera, a partir (por ejemplo) de la conformación de nuestro iris, pudieran reunirse  en un instante las imágenes, las acciones de cada uno de nosotros recogidas por infinidad de cámaras que fueron testigos de nuestra presencia y nuestros movimientos.  El retablo de la Capilla Sixtina será aún más una alegoría de juicio final cuando puedan exhibirse todas las tomas que perpetuaron nuestro paso y nuestro pasar. La sociedad podrá asistir, de manera semejante a como se describe en la teología, a nuestro juicio social final.

-Desalentador, ¿no?

Parece que, por mucho que adelante la ciencia, resulta imposible liberarse de la idea de estar trascendidos por las nuevas mitologías, que como las antiguas, vigilan y conducen y limitan la iniciativa libre.
La teoría de la autoeficacia, aún reconociendo la influencia de esas fuerzas sociales globales y difusas, pide a cada uno que modifique su entorno si quiere que el todo se modifique. Porque existe un determinismo recíproco entre lo público y lo privado, entre lo local y lo global: las barreras psicológicas creadas por las creencias de impotencia colectiva son más desalentadoras y debilitantes que los escollos externos. Las personas que tienen una sensación de eficacia colectiva movilizarán sus esfuerzos y sus recursos para hacer frente a los obstáculos externos que se oponen a los cambios que buscan. Sin embargo, los que están convencidos de su impotencia colectiva cesarán en su empeño, aún cuando pudieran conseguir cambios a través de un esfuerzo colectivo perseverante. (Bandura, Discurso con motivo de ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca)

Las Mitologías de Antonio Bueno encojen el espíritu. Las mitologías contemporáneas lo constriñen todavía más. Sólo los que creen en el desarrollo personal y en su capacidad para modificar los entornos en los que habitan se convertirán en mitos sociales en el juicio final teológico e imaginativo (de imagen).

martes, 1 de mayo de 2012

AUTOENCARGO



Fue durante mi primera visita a la ciudad de Viena, luego vinieron algunas más. Verano de 1963. Lo recuerdo porque aproveché mis vacaciones universitarias para aprender alemán en el Göthe Institut de Passau.  En la clase de Freulein Meyer coincidimos estudiantes de media Europa y norte de África.  Cuatro hablábamos español.  Aunque estaba severamente prohibido utilizar la lengua materna, terminamos siendo amigos.   Ya no puedo recordar sus nombres porque el contacto personal se quedó casi en Passau. Probablemente fue aprovechando la fiesta del 15 de agosto cuando nos organizamos para visitar la capital de Austria.  Dos de ellos eran claretianos y el tercero hijo de un embajador francés en España. El francés puso el coche, una “cuatro latas”.
Passau está en la misma frontera con Austria. De hecho, el lugar donde yo vivía hacia “raya”. Por las tardes, cuando salía a pasear repasando las conjugaciones de los verbos irregulares o reteniendo el “caprichoso” género gramatical de los sustantivos alemanes, solía caminar por senderos que traspasaban la frontera. La distancia, pues, entre Passau y Viena era corta.
Los compañeros claretianos nos invitaron a comer un día en su residencia clerical. El Superior era El Pater García, español, que había escrito, con aceptación, algunos libros de materia religiosa. Era una autoridad en la comunidad católica de Viena.
Durante la comida hablamos de la división de Europa en dos bloques tras la Segunda Guerra Mundial.
-          Si queréis experimentar lo que ha supuesto la ruptura de Europa tenéis que ir a…  (nos dio el nombre de un lugar fronterizo que tampoco recuerdo). Tenéis que visitar su estación de tren y caminar por sus vías hacia la frontera con Hungría.
Por supuesto que aquello no estaba en nuestros planes turísticos, sino las iglesias del barroco austríaco, los repetidos, monótonos palacios, coronados todos con las mismas estatuas victoriosas, y los museos de la capital austriaca.
Insistió tanto que rompimos nuestros planes y visitamos aquel lugar fronterizo. No recuerdo si había poblado o gente. En mi memoria no hay gente en los alrededores.  Buscamos la estación de tren, nos costó encontrarla y más llegar, porque los caminos habían desaparecido abrazados por la maleza. En un punto tuvimos que bajarnos de coche, no podía adentrarse más.  Caminamos pisando sobre los traviesas que descubríamos al andar. Llegamos al edificio de la estación. Muros descascarillados y tiznados por las huellas de la humedad, techumbre vencida y abatida, hierbajos y maraña por doquier.  Un vagón abandonado se descomponía pardusco en una vía secundaria. Dejamos atrás la estación porque nos había aconsejado transitar por las vías hasta donde pudiéramos. ¡Hasta donde se nos permitió! Pareciera que al compás de nuestras pisadas creciera la maraña vegetal adueñada de raíles, travesaños y grava. Finalmente apareció la prohibición: un poste de madera de dos metros de altura en el que estaba clavado un cartel de fondo blanco y letras negras: ¡Atención! ¡Peligro! Zona fronteriza. A unos treinta metros se veía una alambrada. Era el telón de acero. Estaba prohibido avanzar. Era peligroso acercarse más. Habíamos llegado al fin de la Europa occidental.
No es infrecuente vivir experiencias semejantes en la vida personal o profesional.  Durante años se ha avanzado sombre ruedas por una vía cuyo rastro se pierde donde el horizonte separa cielo y tierra. No se le ve el fin y se siente que, cuando se alcance el actual, aparecerá, hacia adelante, una nueva infinitud hacia la que sigue conduciendo, sobre ruedas, la vía por la que se avanzaba. El fin de un proyecto es el inicio del siguiente. Hay encargos, hay proyectos, hay tarea.
Pero un día, como en la discontinuidad de Zimbardo, habiendo entregado un encargo, finaliza con él la vía por la que se rodaba, el horizonte se convierte en precipicio: Achtung. Lebensgefahr! Y ahora ¿qué camino he de seguir?
Es difícil emprender una tarea cuando se carece de encargo, sin destinatario al que entregarle el resultado. Deduzco la depresión de los parados que inician cursos cuya funcionalidad ignoran. Entiendo el lento decaimiento de los que se jubilan sin saber qué quieren ser de mayores. Comprendo la desesperación de los artistas a los que no les suena ya el teléfono.
No es que, en cada uno de los casos, se juzguen incapaces (autoeficaces) para realizar encargos. Es que los encargos no llegan. Es necesaria una nueva autoeficacia: la autoeficacia para auto (en)cargarse.
A lo largo de los últimos cuatro meses he tenido un encargo para la clase de Fotografía III. Elegí mi tema: MÚSICOS EN LA CALLE. TRAYING TO LIVE. Un anticipo del mismo puede verse en la biblioteca Blurb, donde saldrá publicado. Cada viernes, durante varias horas, he conversado con gente que había llegado al final del horizonte. Gente sin encargos. Pero se sintieron autoeficaces para recuperar sus profesiones, sus hobbies, sus carreras medio terminadas y apostarse con su instrumento musical, o simplemente con su voz, en lugares frecuentados de la ciudad y encargarse de buscar su propia subsistencia y la de los suyos.
Cuando vuelvo sobre mis recuerdos de aquella tarde del mes de agosto de 1963, en la que sentí cómo se podía quebrar el horizonte, experimento lo que los psicólogos sociales investigaron bajo el título de reactancia psicológica. Siento necesidad de subirme a la locomotora, cargar de carbón la caldera, dar dos “sirenazos” de aviso de partida y tirar hacia adelante arrasando el “telón de acero” y todos los arbustos nacidos entre la escoria cubierta de líquenes.
De nada sirve tirar para adelante sin tener una meta a donde llegar. Pero de nada sirven las metas si al final no hay alguien a quien entregarle el encargo. Acaso es que, en determinados momentos, el destinatario no deba ser otro que uno mismo: El autoencargo.

domingo, 29 de enero de 2012

LOS DESCENDIENTES: INTELIGENCIA EMOCIONAL



- Hoy me siento bien.

- A mí, ¿qué me importa?!

- Ayer por la tarde fui a ver Los descendientes de Alex Payne.

Pero debería sentirme mal, porque no encuentro las palabras con la que expresar esta agradable experiencia. Es más difícil transitar verbalmente por el mundo exterior que por el interior. Narrar una historia o escribir los términos de una hipótesis científica resulta más sencillo que bucear o surfear por los cambiantes estados emocionales.

Alex Payne, en Los Descendientes, en cambio, lo consigue, con la naturalidad de vivir y morir. Con la espontaneidad con la que se presentan los problemas dentro del normal transcurrir de los días. La narración de la historia, aparentemente, no tiene nada de heroico. No necesita efectos especiales. Sólo una cámara (excelente, por cierto) que siga los pasos y dé fe de los diálogos de los protagonistas.

Ese transcurrir espontáneo desvela la riqueza humana de sus personajes.

Pareciera que, al decir esto, estuviera poniendo la familia del descendiente como modelo. No. Simplemente como uno de los modos de convivencia familiar. El suyo. ¿Más universal de lo que las apariencias muestran?, quizás. Aunque cada una tenga su ADN.

Lo singular de Los descendientes es su sensibilidad y su ruptura de estereotipos. Comenzando por el de George Clooney, que interpreta un personaje fuera de sus registros anteriores. ¡Menudo regalo le ha hecho Alex!

Cuando todo parece que debe y va a estallar la descarga emocional provocada por cada descubrimiento: infidelidades matrimoniales y de amistad, drogadicción y compañías desaconsejables de los hijos, relaciones tensas con la familia política, avaricia de los herederos…, nada estalla. Todo se reconduce sin negar ninguno de los actos. ¿Asume cada uno su parte de culpa? Tampoco, esa hubiera sido una solución trillada, mojigata. La despedida final del marido es la moraleja de las fábulas y cuentos infantiles. Sólo que sin exteriorizar culpa, ni reproche, ni arrepentimiento, ni discurso moral alguno.

Alex muestra su intención en los primeros planos de la película, cuando, hablando del mundo paradisíaco (ejemplificado en los hermosos paisajes hawaianos), desfilan ante el visor únicamente personas menesterosas. Detrás de la felicidad hay siempre miseria y desgarro, parece ser el mensaje. Pero, si esta fura su intención, la traiciona luego en las secuencia de Los descendientes. Es más, la invierte: detrás de cada desgarro humano existe calidad moral.

Cada una de las reacciones es propia de cada personaje. Parecen contradictorias: plausible unas, execrables otras. ¿Cuáles definen a la persona? Si viéramos separadamente cada secuencia, extraeríamos conclusiones contradictorias de la misma persona. Cuando se visiona toda la película, se entiende que en el miso receptáculo mental y corporal coexiste la contradicción. Con naturalidad. Lo singular de Los descendientes es la llaneza con la que muestra esta cohabitación. Alex Payne expone la inteligencia emocional.

Desde perspectivas de la teoría cognitivo social, es un ejemplo de cómo la personalidad es una diversificándose en las contradictorias circunstancias que ofrece la vida.

Quienes se dediquen profesionalmente a la terapia de pareja o familia, pueden recomendar esta película como modelo a imitar: si ellos han podido, ¿por qué no voy a poder yo? Propone la teoría de la autoeficacia.

No es fácil conseguir ese equilibrio emocional en las situaciones que muestra la película. Faltan modelos. Los descendientes, de Alex Payne, suple esta carencia.