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viernes, 28 de octubre de 2011

AXEL HÜTTE: RHEINGAU



- PPerdón, Señor, me he pasado de número.

- EEs el número 12 de la calle Doctor Fourquet, Galería Helga de Alvear

- Creía que me había dicho el 23.

El taxista mira su navegador y me contesta: “¡entonces, es este!”

Miro desconfiado a través de la ventanilla del taxi, pues nada indica que esté ante una galería de arte. Pregunto al taxista si está seguro de que la puerta de la calle ante la que baja la bandera del taxímetro es, de verdad, el número 12. Me lo asevera. Le creo. Me bajo y busco el número de la calle. La luz clara que ilumina una habitación amplia en la que, en torno a una mesa, charlan sonrientes unas señoras elegantes, alguna con fular al cuello que iluminaba su pelo plateado, es la evidencia de que aquella era la galería Helga de Alvear. Camino hacia las paredes blancas y las luces claras y me topo con un muro. Las luces procedían de una ventana, no de una puerta de entrada. Perplejo miro hacia los portales. Ninguno se diferencia de los demás. Tres o cuatro metros, calle abajo, está el portal más cercano al que se accede subiendo unas tres o cuatro escaleras. La atención selectiva me advierte de que en el interior de la escalera, en la pared izquierda y a la altura de los hombros, más o menos, un letrero grabado en placa metálica anuncia el nombre de la galería.

Había llegado sólo porque tenía el propósito de ver y juzgar la exposición de fotografías de paisaje de Axel Hútte, uno de los representantes del paisajismo fotográfico, procedente de la Escuela de los Beecher, en Düsseldorf. Por eso, es visita obligatoria para los alumnos de Fotografía III de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense. La había encontrado sólo porque tenía el propósito de encontrarla. Ya resulta extraño que una Galería de Arte esté ubicada en callejuela tan poco transitada y oculta entre los demás portales grises de esa calle.

Las escaleras de acceso son de pizarroso gris, como gris desconchando es la pesada puerta de hierro por la que se accede, no a la galería, sino a una especie de hall amarillento donde uno se encuentra con la primera persona. Si fuera una finca normal, uno se dirigiría a él como si fuera el conserje al que preguntarle por el piso donde vive alguno de sus vecinos. Nada indica nada en aquella encrucijada de la que sale un pasillo a la derecha, dos pasos más hacia el interior arranca, también a la derecha, una escalera muy empinada que desemboca en una sala de exposiciones. Sólo pude ver el color tostado fuerte, casi granate, de un cuadro probablemente acrílico. Nada de fotografía. Al fondo de la encrucijada una gran puerta de cristal tras la que, al igual que en la habitación donde charlaban sonrientes las señoras trajeadas, se apreciaba una ambiente expositivo.

La secuencia de perplejidades me impidió ver el nombre y el lugar de la exposición, hasta el punto de tener que preguntar al aparente conserje por su ubicación. Aquella persona, más bien joven, aunque no demasiado, apartó su mirada de la pantalla del ordenador y apuntó hacia la puerta de cristal. Su gesto me pareció de desapegado, como pensando: ¿a qué has venido aquí, entonces? Debí notarlo, porque procuré salir de aquella embrollada situación recurriendo a mis olvidados conocimientos de alemán.

- Parece que ante este señor hay que quitarse el sombrero, mejor los sombreros.

Su gesto se convirtió en interrogación o admiración compasiva, la mueca que brota ante quien comunica algo incongruente y se evita ofenderle con el desprecio de la desatención.

-Hut, en alemán, significa sombrero, y Hütte es el plural, sobreros. Aclaré.

-¡Ah!, lo mismo que en inglés hat. Me respondió. No lo sabía. Mi recurso al alemán transformó su cara indiferente en sonrisa de interés. Quizá interpretó ahora mi despiste como de sabio apartado de la realidad entorno.

Pregunto al converso conserje por el catálogo y me entrega un folio. Nada de imágenes para el recuerdo, sólo seis párrafos plagados de trascendentes, estereotipadas y vaporosas palabras como las no menos vaporosas (en este caso con razón) utilizadas por los sumilleres. Siempre las mismas palabras en la misma secuencia “la visión del paisaje romántico, sublime o pintoresco… En este proyecto, Axel Hütte investiga ese proceso de creación, fijación y trasmisión de las imágenes y de creación de la memoria colectiva… presenta sus propias visiones de este mismo territorio en una defensa de la individualidad de la visión del mundo y la capacidad del sujeto de maravillarse ante el mundo.

-¿Has entendido qué significan estas palabras? Porque yo no he entendido nada que sirva a mi aprendizaje.

En Psicología, (la psicología que no se resuelve en palabrería subjetivo/interpretativa) estamos acostumbrados a plantear hipótesis, detallar los modos de proceder, el tipo de análisis realizado y los resultados. De esta manera cualquier estudioso de la conducta puede repetir y confirmar o descalificar los resultados. ¿Por qué no se hace esto mismo en las artes? Porque sí se enseña a pintar y disparar tomas fotográficas artísticas. De hecho ese el encargo que los alumnos de Fotografía III llevan a la exposición:” Interés que suscita el discurso de la fotografía, la realización, la técnica, etc. La presentación y el montaje de las fotos, el espacio expositivo en sí, disposición de las fotos en el espacio expositivo, la iluminación del espacio expositivo.

Con este esquema de análisis en mano y mente, traspaso finalmente la puerta de cristal que me abre a la luz y a la claridad. ¡Dos salas y cinco fotografías de enormes dimensiones! Eso es todo. Cinco porque en las dos cajas que presiden cada una de las salas Hütte presenta una especie de puzle de fotografías diversas, casi todas recuerdos turísticos de estos verdes valles del Rin, famosos por sus vinos afrutados, frescos y transparentes.

Al entrar en la sala hay que girarse a la derecha para ver las tres primeras cajas. La primera impresión es agradable. Un espacio amplio, bien iluminado con luz de día que recorre por el techo todo su perímetro. Las imágenes son formidables, como de dos metros de largo por uno y medio de alto. Parece adecuado que cada una ocupe toda una pared y que nada perturbe su observación. Así, solas, como si el resto del muro blanco fuera su paspartú. Pero no hallé ritmo entre ellas. Pidieran haberse intercambiado sin alterar la impresión general. En todo caso, acertada la colocación de la foto con fondo más claro en la pared del fondo de la sala, creando así mayor profundidad de campo.

No hay ritmo en la sala, tampoco impresión de algo excepcional. Ni el conjunto, ni cada una de las fotografías despierta admiración o interés especiales. Ahora, en mi recuerdo, tengo la impresión de haber sido recortadas en el laboratorio digital de imágenes de mayor tamaño. Con toda seguridad que esta impresión vino causada por mis altas expectativas de aprender de uno de los grandes fotógrafos del momento.

Nada de luces puntuales. Pero hay que mirar las cajas desde el centro, sin acercarse, porque la proximidad descubre reflejos de las luces cenitales en el cristal del estuche. Éste se reduce a un marco de madera pintada en negro, de unos tres centímetros de profundidad, en cuyo fondo está sujeto el papel de la fotografía. Así no distrae la contemplación estética. Un cerco blanco de unos cuatro centímetros bordea por igual los cuatro lados de la imagen. Esta igualdad resta volumen a la imagen.

Busqué el material al que se fijaba la fotografía, pero nada pude descubrir. Pregunté al supuesto conserje, que nada pudo responderme, salvo extrañarse de mi pregunta. Indagué mirando de trasluz los cantos del recuadro. Llegué a pensar que estaban montadas con paspartú, porque el lateral de una de ellas parecía redondeado. Pero nada de paspartú.

Examinadas de cerca me parecieron fotografías confusas, en ninguna de ellas descansa y se recrea la mirada, que persigue incesantemente una Gestalt en la maraña de ramas y troncos. La inestabilidad perceptiva produce inestabilidad en el sentimiento invitando a buscar otro lugar donde sosegarse.

A la falta de claridad en las formas, se añade, en algunas de ellas, especialmente las dos laterales de la primera sala y en la de la pared derecha de la segunda, una confusión de color, una presencia de cian o amarillo que emborronan el papel.

Acaso no deba predicar lo que he dicho de las cinco fotografías. La segunda de las salas en más pequeña que la primera. También las fotografías tienen menos dimensiones. Creo que en esta sala sólo había dos y no tres. Lo que es interesante. Al entrar, en la pared de frente, se presenta una fotografía de tonos altos que cautiva la mirada. Parece nebulosa, angelical, acaso ingenua. Invita a introducirse en las aguas tranquilas del primer plano y contemplar desde allí las siluetas de los árboles de la otra orilla. Esa, sólo esa, me parece extraordinaria y me gustaría que llevara mi firma.

- Eugenio, ¿qué tiene que ver todo esto con la teoría cognitivo social?

- No te hablaré del modelado, porque nadie es modelo de nadie. Sólo las conductas y las ejecuciones deben servir de modelo para generar autoeficacia personal.

Si a alguien que me conociera bien, incluso a mí mismo, nos hubieran preguntado hace años si yo estaba capacitado para hacer esta crítica, con certeza que ellos y yo mismo hubiéramos dicho que no. Recuerdo los experimentos de Gilovich demostrando que ni uno mismo ni los más cercanos pueden predecir la conducta, aunque se vaya a ejectar en contados instantes. Como se afirma en toda la psicología de este blog, sólo hace falta instalar en las personas la percepción l de autoeficacia personal para que su vida se transforme, a veces, radicalmente. Transformación que es posible hasta el último hálito.

lunes, 26 de septiembre de 2011

EL PEOR MALTRATO



Quedamos de vez en cuando para comer o cenar, con frecuencia para pasar juntos una tarde o una mañana entera. Los conserjes ya no llaman preguntando si les pueden dejar pasar porque les reconocen como nuestros nietos.

Los dos medianos han establecido su propia manera de abordar nuestra casa. El bloque en el que vivimos es el más alejado de la conserjería. Para alcanzarlo hay que caminar unos cien metros flanqueados de edificacios blancos de tan sólo tres alturas. Un camino central de placas de hormigón blanco, dividido en dos acerones separados por una franja de hierba siempre verde, miniatura de boulevard, les conduce hasta nosotros. Traspasada la puerta de la urbanización, retozan ante la atenta mirada de su madre. Se desafían en las carreras, saltan de la acera blanca a la alfombra verde, les detienen las flores que la estampan y se retan a ver quién llega primero bajando apresuradamente los escalones que dan al portal. Nosotros, desde el ventanal de dos metros y medio de largo que ilumina el salón, los hemos visto acercarse.

También hemos oído sus voces subiendo las escaleras por las que se asciende al segundo piso. De repente se hace el silencio. El siseo del ascensor se apaga ante nuestra puerta. La campana electrónica de doble tono nos reclama en el vestíbulo. Abrimos, pero sólo aparecen la madre, nuestra hija.

-¿Y los niños?

-No han venido, tienen un cumpleaños de un amigo

-¡Vaya! ¡Con la gana que tenemos de verlos!

-Pues no. Otro día será.

Cerramos la puerta e intercambiamos novedades. Suena de nuevo la campana electrónica. A veces ha pasado un buen rato, tanto que hemos llegado olvidarnos de que los niños están fuera, escondidos detrás de la barandilla de mampostería que conduce al tercero y último piso del bloque.

-¿Quién será? ¡Ya no esperamos a nadie!

Abrimos la puerta y aparecen alborotadores él y ella, forcejeando por ser el primero en besar a los abuelos. La tranquilidad, el orden y la serena rutina que abraza nuestra casa se liberarán por unas horas, para nuestro gozo.

-Abuelo, ¿nos vamos a tu despacho?

Para los dos el sitio de entretenimiento en mi casa es mi despacho. Siempre he sido muy niñero. Cuando tengo conmigo a un niño me convierto en charlatán y juguetón. Me transformo en perro o gato, camino a gatas, imito sus balbuceos o, a medida que crecen, juego con ellos a lo que a mí me gusta jugar, a lo que a mí me divierte. Y he descubierto que ellos también se recrean con los juegos de los mayores. El ambiente que habita el despacho de un catedrático de universidad es, para los niños, como para mí, el lugar donde habitan los duendes de sus cuentos. Los lomos manoseados, las carpetas de documentos que recorren las estanterías, la variedad de colores de los volúmenes desiguales que zigzaguean por los anaqueles, los montones de papeles sobre la mesa, escritos con pluma estilográfica que ellos no han manejado jamás, la torre del ordenador con la pantalla y la impresora, todo ya pasado de moda, teniendo en cuenta la pronta desaparición de los mismos, a la vez que las pluma digital que escribe y dibuja en la pantalla los mismo que se escribe y dibuja en el papel, pero con la particularidad de poder cambiarlos colores del trazo, les debe evocar y objetivar a los magos o sabios de los cuentos.

El problema no lo tienen ellos, lo tengo yo que debo buscar cómo introducirles en este mundo en el que se aprende algo cada día y cada momento pasa acrecentando las pericias.

Desde que estudiara uno de los artículos que más conformaron mi mente de aprendiz de psicólogo social: La mera presencia, de R.Zajnc (1968) me he esforzado por enseñar a crear ambientes dentro del hogar donde los niños se familiaricen con ramas de la cultura que de otra manera serían un aburrimiento. Crecer en un ambiente en el que de vez en cuando se escuche música clásica, en el que la lectura sea una costumbre, las visitas a museos y exposiciones citas obligadas de una ciudad, museos de la ciencia, planetarios, acuarios, conciertos, etc. La mera presencia, enseñó Zajón, genera querencia.

-No te pases, Eugenio.

-Ya me parecía que esto se me iba a entender mal. Yo no imparto clases de psicología ni de música, pintura o literatura a mis nietos. Sólo pequeñas pinceladas de vez en cuando.

-Qué rollo de tío debes ser.

-Es posible, pero para mis nietos mi despacho de catedrático es su sitio preferido en mi casa.

Me siento en mi sillón y cada uno de ellos en cada una de mis rodillas. Abro el ordenador y abro una página. A veces escribimos una carta a su mamá que luego le enviamos por correo electrónico, otras le dedicamos un dibujo, muchas otras retocamos una imagen, que imprimimos a continuación. Yo voy explicándoles cada uno de los movimientos que hago, para qué sirve y cuáles son sus efectos. Luego, cuando yo termino, lo normal es que se peleen por ser ellos los primeros en repetir lo que yo acabo de hacer. Y así se nos pasan las horas sin darnos cuenta, ni a ellos ni a mí.

-Abuelo, ¿nos vamos a tu despacho?, vuelven a repetir cada retorno y sin apenas habernos saludado. Los niños no se aburren aprendiendo, al contrario, se divierten y mucho. Con frecuencia, las cosas no le salen como esperaban o como me habían salido a mí. Yo aprovecho para comunicarles, a su manera, la psicología que he explicado en la clase: no importa, todo se puede aprender, sólo el que corrige sus errores es el que aprende y llega a saber mucho, lo importante es perseverar hasta que las cosas salen bien, pero no hay que conformarse hasta que salgan bien. Y mis nietos me preguntan en cada reencuentro -Abuelo, ¿nos vamos a tu despacho? Y cuando, en medio de esta actividad tan lúdica, tengo que abandonarles, se contrarían y me requieren para que retorne pronto.

Yo ahora me entretengo mucho con la fotografía, ya lo he dicho otras veces. Creo que a ellos también les debe entretener. Tengo disponibles las tres cámaras digitales que he utilizado en los últimos años, tres peldaños en los niveles de exigencia. He asignado las dos primeras a cada uno de ellos. La nieta, que es la mayor, lleva consigo su Canon Eos 400D, a veces salimos por la urbanización a hacer fotos. Al principio disparaba a todo lo que se movía, a cada flor del césped o de los arriates. Le voy explicando cosas de la luz, de por qué las fotos, a veces, salen blancas o negras, qué es la apertura del diafragma (como el tiempo que entra la luz por un agujerito que le enseño directamente en la cámara). Todo le interesa y me lo explica con sus propias palabras y gestos.

La primera vez que puse la Sony en las manos del más pequeño, cinco años recién cumplidos, no salimos al jardín, permanecimos en casa. Jugamos a fotografiar objetos del salón. Comenzó a fotografiarlo todo. Todo, todo. Después de un rato, lo subí a mis rodillas (yo sentado en el sillón de mi despacho) y fuimos viendo cada una de las imágenes. Con la misma paciencia con la que mi Profesor de Fotografía en la Facultad de Bellas Artes, le fui mostrando cómo algunas estaban torcidas, otras tenían objetos cortados, otras estaban quemadas y no se podían ver, otras tenían tantas cosas que no se podía saber qué es lo que había fotografiado.

-Si, de verdad, me había propuesto enseñarle una de las tareas más importantes y complejas de un fotógrafo: la composición de la escena.

Después de aquella lección, salimos los dos de nuevo a la caza de objetos. Le enseñaba cómo un objeto que aparece teniendo detrás una barra de una ventana quedaba feo y cómo, si lo centráramos entre los dos barrotes de la ventana, parecería que los estábamos colocando dentro de una cuadro, como los cuadros colgados en las paredes. Tras este nuevo intento volvimos a mi despacho, al misterioso despacho de catedrático. Lo volví a sentar en mis rodillas y examinamos cada una de las tomas. Ahora era él quien las juzgaba. Lo había entendido.

Habíamos pasado jugando a ser fotógrafos de verdad más de una hora. Había aprendido a enfocar y manejar el zoom para llenar la pantalla con el objeto que interesaba . A mí me pareció que aquello debía terminar.

-Abuelo, ¿puedo quedarme con la cámara y hacer más fotos?

-Si, hijo, todas las que quieras.

Estaba claro que aquel juego de mayores le había interesado, de manera especial desde que entendió que hacer fotografías no era sólo disparar, como había hecho otras veces. Lo dejé solo.

Se echó la correa al cuello, como yo le había indicado, para que la cámara no se golpeara. La cogió con las dos manos y volvió al salón. Le observé detenidamente. Un niño de apenas un metro de estatura, con la correa de la cámara colgándole hasta las rodillas, pantalón corto color caqui, camiseta semi camuflaje, sandalias abiertas frailera sujetadas sus trabillas con fieltro. Paseaba despacio, tranquilo, mirando detenidamente cada uno de los objetos como cazador que barrunta la pieza que no quiere asustar. Levantaba la cámara cogida con ambas manos, miraba en la pantalla, se movía hacia un lado u otro en pasos cortos, movía el zoom de la cámara para acercar o alejar el objeto y apretaba e botón de disparo. Luego observaba en el visor el resultado.
Seguía buscando y disparaba de nuevo. Ninguno de los disparos lo hizo de manera precipitada, tuvo la paciencia de mirar el objeto desde distintos ángulos de toma, de enmarcarlo en el entorno y disparar. Pensé que volvería a fotografiar los objetos que habíamos ensayado durante el aprendizaje, pero no, buscó objetos nuevos, composiciones distintas.

Pasado un rato se dio por satisfecho y quería que le viera lo que había hecho. Lo volví a sentar en mis rodillas, en el sillón de mi despacho, y vimos sus fotografías, las hechas por sí mismo, sin ayuda. Las tomas eran buenas. Una muestra es la jarra que encabeza este tema. Sus ojos redondos, sus dientes blancos, de leche, sus mejillas sonrosadas expresaban el disfrute, el goce, la satisfacción y la autoestima que sentía cada vez que le alababa alguna de sus tomas. Hasta su pelo pincho se erizaba.

A los niños les gusta jugar a las cosas serias a las que juegan los mayores. Y entienden que eso no se consigue sin esfuerzo y sin dedicación. Y están dispuestos a hacerlo para sentirse un poco más capaces ,más autoeficaces. La cara de satisfacción de mi nieto de apenas cinco años (si es que no tenía todavía 4) es un goce que no debe hurtarse a los niños. Quien les priva de tal placer los maltrata. Les inflige el mayor de los daños: no disfrutar de la superación personal.

domingo, 28 de agosto de 2011

ANDERS BEHERING BREIVIK. II. AUTOEFICACIA PARA DELINQUIR



El especialista se dota de capacidades singulares para percibir e interpretar, desde su atalaya, la realidad entorno. El médico ve en las manifestaciones corporales lo que los demás no vemos, el fotógrafo percibe matices de luz donde los demás sólo ven, el abogado la infracción de la ley, el hipocondríaco miedo al contagio.

Yo no soy especialista en Anders B.Breivik. Ni especialista ni simpatizante. Sólo digo que me he leído su manifiesto por curiosidad científica.

Ves, ya tienes que matizar, porque la psicología social me dice que alguien que emplea su valioso tiempo en leerse el manifiesto de este asesino es sospechoso de actitudes favorables hacia sus ideas, desde luego, tienes que justificar, ¿por qué, si no, le has dedicado tanto tiempo?, pues porque me interesan los mecanismos psicológicos de la conducta delictiva, pero no has hecho lo mismo con otros delincuentes, pero lo que se decía de Breivik parecía la encarnación de la teoría cognitivo social, te bastaba con lo muchos detalles que los medios comunicaban, eso fue lo que intenté, pero al iniciar mi comentario apareció el puntillismo del científico que exige conocer de primera mano, leí algunas páginas de corrida, pero tampoco me daban la seguridad que necesitaba para hacer afirmaciones psicológicas, eso sí, una vez que me puse tuve que leer los capítulos en que explica sus justificaciones morales. Todo lo que dije se ha confirmado como cuando confesó a la policía sus dudas morales mientras se dirigía a la isla: esto está mal, pero mi conciencia me dice que debo hacerlo, eso es el mejor ejemplo de la desvinculación moral. Never forget that it is not only your right to act against the tyranny of the cultural Marxist/multiculturalist elites of Europe, it is your duty to do so.846

Desde que escribiera aquellas páginas han aparecido niños asesinados de la manera más brutal y de la, cada vez más frecuente, preocupación por la presencia de los inmigrantes de creencias islámicas en algunas poblaciones españolas donde las mezquitas son pagadas por grandes fortunas del mundo árabe o las van conquistando por el crecimiento demográfico, llegando ya hasta el 40%.

Que no te empeñes, que no estoy reconociendo que Breivik tenga razón, solamente afirmo que sus ideas no son solamente suyas, sino que las que otros manifiestan se parecen a ellas, este era el ejemplo que quería poner de cómo una vez leído el manifiesto del noruego uno encuentra semejanzas en otras noticias que trasmiten los medios, pero no te empeñes en atribuírmelas a mí, que creo están llenas de falacias históricas, sociológicas y psicológicas, pero me sorprende que las tertulias se despidan diciendo que este es un problema complejo al que hay que estar atentos en el futuro, volverán en otro momento, pero uno no quisiera ser alcalde en ninguna de las poblaciones donde los inmigrantes sean más del veinte por ciento de sus habitantes y comienzan a haber manifestaciones racistas, o sí quisiera, porque es un reto psicosocial interesante, bueno a lo tuyo, que hoy querías seguir con el caso Breivik y mostrar cómo la autoeficacia para delinquir explica la transición de sus pensamientos a la acción.

Llegado el momento de poner en práctica el odio contra el Islam y quienes han favorecido su nueva penetración en el continente europeo mediante la estrategia de lo “políticamente correcto”, entiende Breivik que los factores psicológicos han de tomar la prioridad. Uno puede tener la tentación de actuar en la primera ocasión que se le presenta. Es un error. Aprender a esperar años de preparación y minuciosa planificación sin desmotivarse sólo lo consiguen personalidades de excepción.

Lo que me recuerda pasajes de la obra de Bandura en los que ejemplifica la fuerza de la autoeficacia recurriendo a la vida de innovadores cuyas genialidades fueron mal acogidas, despreciadas o ridiculizadas, teniendo que esperar años, incluso morir, para que les fueran reconocidas sus novedosas aportaciones a la ciencia o la cultura. ¿Cómo aguantar en situaciones de fracasos repetidos? Teniendo confianza, fe en uno mismo. Si las palabras de Breivic que trascribo a continuación no tuvieran como finalidad el odio y la masacre, sino la ejecución de una obra artística o científica, o la superación de una drogodependencia, serían ejemplo de cómo generar confianza en uno mismo y seguir adelante a pesar de las dificultades.

Que sí, que ya sé que alabar lago de este genocida es hacerle propaganda, pero yo no quiero hacerle propaganda a este malnacido, lo que tratas de probar es precisamente que la acción delictiva se guía por los mismo mecanismos psicológicos que las acciones normales y heroicas y este es un ejemplo perfecto, y bueno, ya está bien de tener que justificarte cada vez que trascribes una frase del Manifiesto 2083, ya has repetido que no te identificas con él, que no aplaudes lo que hizo, déjalo ya, que cada uno piense lo que quiera, tú ya has explicitado tu postura, no sea que al final de tanto querer justificarte se piense que excusatio non petita accusatio manifesta, ya, se acabó.

Las siguientes palabras del Manifiesto 2083 son un ejemplo de cómo mantenerse motivado en momento de dificultad. Ponlas en práctica en tu vida cuando quieras conseguir algo que te importe mucho: una especialización artística, una investigación en la que tienes fe o quieras desprenderte de un hábito indeseado: sedentarismo, dependencias, alimentación sana.

You have to overcome difficult initial psychological challenges and perform a slight subsequent mental check every single day until the operation is complete. This shouldn’t be underestimated as it is perhaps the most important aspect…. This is a factor that a majority of resistance fighters ignore and is why a majority of novices become de-motivated after a certain period… They are not doing what is required of them due to lack of training, knowledge and eventually lose the will to fight due to lack of motivation. I do a mental check almost every day through meditation and philosophizing. I simulate/meditate while I go for a walk, playing my Ipod in my neighborhood. This consists of a daily 40 minute walk while at the same time philosophizing ideologically/performing self indoctrination and the mental simulation of the operation while listening to motivational and inspiring music. I simulate various future scenarios relating to resistance efforts, confrontations with police, future interrogation scenarios, future court appearances, future media interviews etc. or I philosophize about certain articles in the book. This daily mental exercise or ritual keeps me fully motivated and charges my batteries. And I’m sure it can work for other people as well.

Learning the ability/rituals to motivate yourself and being able to follow this ritual on a daily basis is perhaps the most essential aspect of our armed resistance effort in phase 1. One of the reasons why Muslims are so effective at guerrilla warfare is that they keep themselves motivated by praying five times a day and reciting motivational Suras from the Quran..854

La frase final del párrafo anterior nos habla de una de las fuentes o modos de generar autoeficacia personal para ejecutar las acciones que se ha propuesto: el ejemplo de los demás. Otros lo han conseguido ¿por qué yo no? No importa que el otro sea el enemigo, importa el modo cómo consigue lo que se propone. Si lo que se quiere conseguir es lo mismo y con los mismos medios, es sencillo convencerse a sí mismo de ser capaz de remedarlo. Lo que los Islamistas ha hecho contra nosotros lo podemos imitar para eliminarles.

En el manifiesto 2083 hay un ejemplo singular con el que compararse para generar autoeficacia: el de los cruzados medievales. Es el modelo ideal para Breivik, tanto que se identifica con ellos y los refunda: Re-founding of Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici – PCCTS, the Knights Templar. 826.

Mientras pienso lo que voy a escribir a continuación, me sorprendo con una media sonrisa de incredulidad ¿a quién se le ocurre refundar una orden militar, con sus trajes y sus banderas, en el siglo XXI?.

Hay que meterse en la mente de Breivik para entender que su pretensión no va más allá de imitar la lucha contra el Islam y contra el Marxismo Cultural que está permitiéndole reconquistar Europa. Los Pobre conmilitones de Cristo son el ejemplo para luchar hasta la muerte y el martirio. Lo que se copia es el espíritu:strength and honor, courage and martyrdom. . Porque en la realidad, a la hora de planificar los combates en el manifiesto se cambian las espadas y los escudos por las bombas, las metralletas y los sofisticados y modernos medios del ataque militar. Eso es lo que utilizó en la Masacre de Oslo y de Utoya.

La principal fuente de la autoeficacia es la ejecución personal: cuando uno se atribuye a sí mismo los logros conseguidos se juzga capaz de abrazar y progresar por ese camino del éxito. Pero la ejecución de una acción no se reduce al cumplimiento material de la misma. Existen ejecuciones mentales que terminan por convertirse en esquemas de acción rutinarios por los que se puede transitar a ciegas. Esto es lo que Badura demostró con el aprendizaje de los esquema de la acción mediante modelados y que llevó a la práctica con el entrenamiento deportivo en los estudio realizados durante los años 80 con Carroll. Para ejemplo baste el título del publicado en 1987: Translating cognition into action: The role of visual guidance in observational learning.

En el manifiesto aparecen frecuentes recomendaciones al reconocimiento del lugar donde se va a cometer el magnicidio, como la siguiente: The urban Justiciar Knight's best ally is the terrain, and because this is so he must know it like the palm of his hand. To have the terrain as an ally means to know how to use with intelligence its unevenness, it’s high and low points, its turns, its irregularities, its fixed and secret passages, its abandoned areas, its thickets, etc., taking maximum advantage of all of this for the success of armed actions, escapes, retreats, covers, and hiding places 836. Anders conocía la isla de Utoya como la palma de su mano, lo que explica que pudiera perseguir a los jóvenes hasta los más insospechados escondites.

Todos los procesos por los que se instala la autoeficacia para ejecutar una acción en una determinada circunstancia y a un determinado nivel de perfección se hallan descritos en este manual histórico-teórico-práctico. Pero no hagamos de intérpretes cuando el sujeto mismo confiesa que lo esencial es la confianza en uno mismo: Decisiveness means to put into practice the plan that has been devised with determination, with audacity, and with an absolute firmness. 837. Un especialista en la teoría de la autoeficacia lo expresaría con las siguientes palabras: Self-confidence is a product of good training and sound knowledge. These must be acquired before you face a survival situation. Confidence will help you overcome the mental stresses. 909.

Arropado con esta autoeficacia personal, y teniendo todas las armas y disfraces preparados (Create and wear a police combat uniform replica. Make serious efforts in recreating credible insignias, ID and marks.925) le precipitó a prever y planificar la acción que hiciera el mayor daño y llamara la atención de los medios de comunicación de todo el mundo. The primary goal of the shock attacks is not the immediate physical manifestation of the attack (destroying a few buildings, killing a few hundred traitors) but rather the indirect effects. Shock attacks will have the potency to penetrate the strict censorship regime of the cultural Marxists/multiculturalists. Any substantial shock attack will therefore have the potential to do massive ideological damage on the multicultural ideology (as the multicultural dream will become ever so distant) and its propagators in various ways, 831.

Todo cuanto sucedió aquel mediodía del mes de Julio estaba escrito en el manifiesto. También está escrita su conducta tras el cautiverio: la utilización de la captura como medio de propaganda: Your arrest will mark the initiation of the propaganda phase. 947.

Seguro que no se cumplirá su deseo de ser venerado como un mártir de la redención de Europa, aunque lo desee: You will forever be celebrated by your people as a martyr for your country, protecting your culture and fighting for your kin and for Christendom. You will be remembered as a conservative revolutionary pioneer, one of the brave European Crusader heroes who said 947.

Todo estaba escrito y nadie lo supo leer. Pero lo escrito se ha convertido en acción porque a) se encontró una justificación (obligación) moral para hacerlo y b) Breivik contaba con la autoeficacia que le permitió hacer realidad sus ideas descabelladas y criminales.

¡Es un loco! Pero sería un genio si toda su energía la hubiera encaminado a buscar la convivencia entre culturas que ocupan un mismo espacio geográfico. ¿Dónde está la diferencia? Sólo diría que no reside en los mecanismos psicológicos, que son idénticos.

Estos dos temas han tratado de aplicar los principios de la teoría cognitivo-social a la conducta delictiva de Anders B. Breivik y ejemplificar mi hipótesis sobre la autoeficacia para delinquir como causa necesaria de la acción delictiva.

¡Que no!, ¡no te empeñes!