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miércoles, 4 de mayo de 2011

CAMBIO DE RUMBO EN MOMENTOS DE FORMACIÓN. II



En la planificación del estudio contamos con la asistencia del Dr. Lois Meerk Stolz y del Dr. Robert R. Sears, los dos nos dedicaron tiempo, pensamiento y esfuerzo en la tarea de que el proyecto fuera un éxito (Bandura y Walters, 1959, Adolescent Agression).

En la entrega anterior quedaba trazado el viaje de Bandura desde la Universidad de British Columbia, en Vancouver, hasta las estepas del estado de Iowa y su departamento de Psicología. Allí, además del título académico de doctor, encontró a Virginia Vans, su mujer.

En lo intelectual se encontró con un Director de Departamento, Spence, que le dejó poca mella, y con una mente abierta y un bolsillo generoso, Arthur Benton, que, como él, buscaba excelencia académica en el mismo Departamento.

Con seguridad que me he precipitado al decir que el conductismo de Spence on le dejó mucha mella. Su poca simpatía por el conductismo, aunque confirmada por el mismo Bandura, merece un tema exclusivo. No es el momento. En mi opinión, le imprimió algo más que el rigor experimental que reconoce abiertamente. ¿Alguien sabe que Bandura investigó con animales en puro condicionamiento conducta?

Ahora toca trazar la línea recta que desemboca en la elección de su tema y método investigación. Para descubrirlo hay que responder a la pregunta de por qué fue contratado como profesor en la Universidad de Stanford y cómo Robert Sears es su lanzadera teórica y meteorológica.

Robert Sears trabaja en el Departamento de Yale, con Hull y, más estrechamente, con Dollar y Miller. Sin olvidarse de que por aquellas fechas se casó con Pauline Sears, eminencia en temas de desarrollo infantil. Tres nombres que darán un giro a toda la psicología, pues son el punto de encuentro entre dos corrientes psicológicas (aparentemente) tan distantes como el conductismo y la psicología dinámica, pero tan idénticas que parten de las mismas hipótesis: la experiencia (es decir, el medio) decide los destinos conductuales de personas y animales. Sí, así de claro.

Pauline Sears acababa de finalizar su formación en Psicología clínica. Y la Psicología clínica de entonces (espero que no de ahora) tenía un matiz eminentemente interpretativo y dinámico. Neal Miller había pasado una temporada en Alemania en contacto con las escuelas dinámicas, y volvió a Yale con la idea de dar una cobertura científica a conceptos como la transferenci.a La experiencia de leer su artículo Theory and experiment relating psychoanalitic displacement to stimulus-response generalization (1948) no dejará indiferente a quien lo lea

Un apunte más hacia el encuentro de Bandura con estas nuevas visiones de la psicología: La famosa hipótesis de la frustración como causa exclusiva de la agresividad está firmada por Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears. Hipótesis que, en realidad, es una manera de adentrarse de nuevo en el mundo de la psicología dinámica desde los supuestos del conductismo. Y de esta manera se introduce la teoría dinámica de la agresividad en las corrientes conductistas más puras.

Metido de lleno en esta interesante evolución intelectual, Robert Sears es invitado por la Universidad de Iowa, la misma de Spence, a dirigir un pequeño Departamento e investigar el bienestar de los niños. Dirección que asume desde 1942 a 1949

Contemporiza esta dirección con otra importante misión en la psicología norteamericana: Presidente de la Comisión que debía normalizar los requisitos para el ejercicio de la psicología clínica. Personalmente he leído los informes emitidos por esta comisión los años 1946,47 y 48. En el año 1946 se hace un primer informe sobre las Universidades que cumplen una serie de requisitos mínimos. De todos los Departamentos de Psicología mencionados, la Universidad de Palo Alto es la que menos requisitos cumplía. Sólo presentaba el primero de ellos: tener algún docente especializado en psicología clínica.

Reconstruyamos de nuevo la situación histórica: Sears y Benton coinciden en la Universidad de Iowa, aunque en distintos Departamentos. Pero tienen algo en común: Sears es el Presidente de la Comisión que elaboraba los criterios exigibles a los psicólogos clínicos para ejercer su profesión. Benton es el profesor encargado de la formación clínica de los estudiantes del Departamento en el que se doctora Bandura. Es de suponer que Benton y Sears se comunicaran sobre los temas que a ambos preocupaban.

En las reuniones de la Comisión Nacional para evaluar los criterios exigibles a los futuros psicólogos clínicos, hay un tema que se discute sistemáticamente: si han de poseer el título de doctor. Las actas de los primeros años aplazan esta exigencia para ser discutida en las reuniones siguientes. Finalmente, en una de las últimas reuniones, se somete este criterio a votación, y ganaron los que se oponían al requisito del doctorado. Tengo el convencimiento de que Sears votó a favor de que fueran doctores. En el año 1957, siendo ya Director del Departamento de Psicología de Stanford, otro Director Nacional para determinar los requisitos de los doctorados en Psicología, Ericksen, recoge una muestra de opiniones importantes sobre el tema. Una de ellas es la de Robert Sears, quien afirma En cuanto a la metodología, un psicólogo debería haber realizado algunos experimentos.

- Muchos datos juntos, Eugenio. Esto es un galimatías

- Estaba pensando lo mismo. Por lo que resumo y dejo para otro rato la influencia directa de Sears sobre la psicología de Albet Bandura.

Cuando a Sears se hace cargo del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford, con seguridad que mantenía su opinión de que los psicólogos clínicos debieran ser doctores. Buscando esta excelencia, se acordaría de su antiguo y, con seguridad, buen amigo Benton, a quien recurre para que le recomiende a alguno de sus estudiantes. Benton, protector material y espiritual de Bandura, se acuerda de su alumno preferido, que acaba de finalizar su año de formación práctica. Sears hace caso a Benton y contrata a Bandura. Cumplía con todos los requisitos de excelencia deseados por el nuevo Director del Departamento. Por eso, cuando, finalizado el primer año de contrato, Bandura le dice que ya tiene un preacuerdo para ejercer de psicólogo en una población cercana a Palo Alto, Sears le retiene y le promociona. Sirviendo así de lanzadera de una brillante carrera de investigaciones psicológicas.

La importancia de Sears en la obra de Bandura ¿se limitó a ofrecerle un puesto de trabajo, o trascendió a lo intelectual?

Como aperitivo a esta respuesta traduzco este párrafo de una investigación publicada por Sears en 1950: Las madres fueron entrevistadas, y la información grabada se analizó de manera que pudiera medirse la severidad con la que se castigaba la agresividad de los niños en casa. Los datos, por lo tanto, permiten una comparación entre la frecuencia relativa y la clase de agresividad mostrada por los niños tanto en la vida real de la guardería como en la fantasía, jugando con los muñecos bajo distintas condiciones de castigo en casa.

¿Recuerda esto en algo a las primeras investigaciones de Bandura?

Otro tema muy distinto pudo ser la relación posterior entre ambas eminencias. De eso nada sé. Solamente una experiencia personal. Sin duda la alumna predilecta de Sears era Eleonor Macobi, de reconocimiento mundial en psicología infantil. En mis primeras estancias en la universidad de Stanford, quise asistir a su curso de doctorado. Siempre me lo negó a través de su secretaria, pues a ella no lograba acercarme. Una de las veces logré “pillarla” de cara y me atendió. De entrada tuvo la negativa en la boca, pero al decirle que me interesaba por la teoría del aprendizaje social de Bandura, no dudó un momento en darme su consentimiento. ¿Por buena amistad? No me pareció, no fue esa mi interpretación.

En conclusión: parece que en lo vital y en lo intelectual Robert Sears, procedente de la estricta escuela conductista de Yale, exigente con la metodología científica, fue importante en la vida y en la la obra de Albert Bandura.

Habrá una tercera entrega .

lunes, 28 de marzo de 2011

CAMBIO DE RUMBO EN MOMENTOS DE FORMACIÓN. I



En la planificación del estudio contamos con la asistencia del Dr. Lois Meerk Stolz y del Dr. Robert R. Sears, los dos nos dedicaron tiempo, pensamiento y esfuerzo en la tarea de que el proyecto fuera un éxito (Bandura y Walters, 1959, Adolescent Agression)

Mi intención, al abrir este blog, buscaba el estudio y discusión de la obra de Albert Bandura. Luego, se impusieron los temas de actualidad vistos desde la teoría cognitivo social: la delincuencia, la creatividad, el cuidado de la salud, la formación continua en las organizaciones, etc. Hoy quiero retornar a la primera idea; quiero presentar un momento en la vida del que hoy se considera leyenda viva de la psicología.

Me gustaría dedicar el tema a Frank Pajares, desaparecido cuando aún quedaba mucho por comentarnos sobre Bandura.

El psicólogo californiano, a veces de manera dispersa, otras, como en su breve autobiografía, ha señalado, con una cadencia cronológica, los que considera momentos decisivos de su formación. Pero cuando uno se decide a leer cronológicamente sus publicaciones y consultar otros documentos de la época, descubre acontecimientos importantes no narrados en primera persona.

Narrar historias siempre resulta divertido tanto para el que las descubre como para el que las lee o escucha.

Las fechas de la formación de Bandura pueden marcarse en los siguientes hitos “oficiosos”: en 1946 se inscribe en la Universidad de British Columbia, en Vancouver, con la intención de ser biólogo. Pero un día, esperando en la biblioteca la hora de su clase más madrugadora, hojea un folleto en el que se exponen contenidos de una clase de psicología que se imparte a la hora en que él llega a la universidad. Los contenidos eran comunes con la bilogía y el joven Bandura ve en ella una oportunidad para aprovechar el tiempo. Lo que fuera una elección para de adelantar en sus estudios, le sedujo hasta el punto de dar un giro a sus planes académicos. Nunca ha sido Bandura persona que se conformara con la mediocridad, por eso, teniendo que elegir formación de postgrado, busca lo mejor. Pregunta a su tutor, (del que nunca menciona su nombre) quien le indica, sin vacilar, que la mejor formación en Psicología se obtiene en Iowa. Los cuatro años oficiales de postgrado los hace en tres. Spence es el Director del Departamento, Benton se encarga de la formación clínica. Esto sucede entre loos años 1949 y 1952. Desde Iowa se va Wichita, donde el Psicólogo Brewer dirige un centro de asistencia psicológica de la comunidad. Allí realiza el año de formación práctica necesario para el ejercicio profesional. Aquello dura un año. Al finalizar en Wichita es contratado por Robert Sears para impartir clases prácticas de psicología clínica en la Universidad de Stanford. El contrato era por un año, por lo que, antes de finalizar su con trato, Albert Bandura ya se había procurado otro como psicólogo clínico en el Condado de Santa Clara. Se lo comunica a Sears. Éste le retiene. Bandura acepta las condiciones de Sears y permanece en Stanford hasta la fecha de hoy. A partir de este momento lo que hay que estudiar es la psicología de Bandura, porque la biografía, a veces interesante y comprometida, como su paso por la inesperada presidencia de la APA, se confunde con la del investigador de los procesos psicológicos del aprendizaje vicario y la autoeficacia.

Estos son los datos oficiales de su biografía. Otra cosa es, como ya he insinuado, la verdadera intrahistoria. Al menos así me lo parece a mí. Espero que también te lo parezca si me sigues en esta y en las siguientes entregas.

De acuerdo. El joven Bandura, que ha pasado unos meses en Alaska, manteniendo transitables los caminos erosionados por la nieve y los hielos, acompañando de excombatientes, ex presidiarios y divorciados que mataban la soledad jugando a las cartas y bebiendo el alcohol que ellos mismo fermentaban, se acuerda del consejo que le diera su madre. “tienes que hacer algo de provecho si no quieres terminar como los borrachos de la cantina (de Mundare ,su pueblo natal)”.

Hacer algo de provecho era estudiar. Se decide por la Universidad de British Columbia, en Vancouver. Ya le hemos encontrado allí cambiando sus estudios de biología por los de psicología. Pero ahora comienza lo que llamo la intrahistoria.

Uno de sus profesores le manda a Iowa. ¿Simplemente porque era buena? Sin duda era una de las mejores. Spence, el segundón de Hull, dirigía el Departamento, siendo respaldado por el Filósofo de la ciencia, y traidor de Kurt Lewin: Bergman. Sí era buena, pero no es esa la única o verdadera razón por la que a Bandura se le recomienda Iowa, sino por Benton, su mentor espiritual y material.

Las cosas yo las veo de la siguiente manera: Bandura proviene de una familia de emigrantes del este europeo, que cultiva el campo y trabaja en el duro oficio de la construcción del ferrocarril transcandiense. Muy probablemente porque los ucranianos fueron encerrados en campos de concentración, los primeros que se existieron en Canadá, y uno de los trabajos forzados a los que les sometieron fue el de la construcción de este ferrocarril que unía las dos costas canadienses y que le confirió la percepción de unidad a una vasta y diversa extensión de paisajes y personas. Bandura tuvo que trabajar los veranos de bachillerato. Bandura tuvo que trabajar durante sus años de estudios universitarios en Vancouver. Bandura aprendió y practicó en esos años el oficio de carpintero. Todo un potencial de ingresos en momentos de carencia. En estas condiciones resulta difícil entender que el joven estudiante de psicología se lanzara a la aventura americana sin tener asegurada, al menos, su manutención. Y la fuente de ingresos, durante el primer año de su estancia en Iowa fue el contrato que le hizo Benton como carpintero para que ampliara su casa. Dicho de otra manera, Bandura se lanzó a la aventura de Iowa porque ya sabía que Benton le sustentaría en lo material. Luego no es enviado a Iowa por el prestigio de Spence, sino por el dinero y prestigio de Benton, Profesor encargado de la formación clínica de los doctorandos.

Desde este supuesto, debe preguntase quién era Benton y quién pudo ser el mentor que le envío desde la British Columbia a la Universidad de Iowa. La vida de Benton es la típica historia de una aventurero del oeste en busca, no de dinero, sino de conocimiento cualificado. Después de haber hecho sus estudios y sus primeras prácticas en New York y sus alrededores, relacionándose siempre con psiquiatras, decide alistarse en el ejército en 1941. Recorre distintos enclaves militares desde el Atlántico al Pacífico. Uno de sus destinos decisivos fue San Diego, donde coincide con el neurólogo Bender. Sí, el creador del test de percepción. Benton y Bender colaboran en la labor hospitalaria, donde tienen que tratar a muchos soldados con daños cerebrales. Y aquí es donde Benton, que hoy es considerado el padre de la neuropsicología, desarrolla por primera vez su famosos test de memoria perceptiva para medir los daños cerebrales. Benton permaneció mucho tiempo en ejército, donde llegó a ostentar el grado de Capitán. Benton, es pues, un psicólogo clínico, acostumbrado a trabajar con los psiquiatras y que se alista en el ejército. En 1948 acepta la propuesta que le hace Spence, de encargarse de la formación clínica del los doctorandos. Afirma que acepta este puesto porque, moviéndose muy bien en todas las aplicaciones clínicas de la psicología, entendía que se había quedado un poco atrasado en otros campos. La motivación principal para cambiarse fue una sensación de insatisfacción por trabajar sólo sin poder compartir ideas con los colegas y por el miedo a perder contacto con los avances de la psicología. Fue aquella una decisión sabia. El contacto diario con psicólogos de la talla de Judson Brown y de Harold Bechtoldt le hizo tener conciencia de las deficiencias de sus publicaciones y esta toma de conciencia le condujo a una mejora en la calidad de sus investigaciones (American Psychologist, 1979, p.58). Es decir, tampoco Benton elige Iowa por la presencia de Spence, sino buscando su crecimiento como psicólogo clínico.

Para rematar estas pinceladas sobre Benton, digamos que es quien le ofrece a Bandura la posibilidad de vivir materialmente, al contratarle como carpintero para ampliar su casa y quien le dirige su tesis doctoral, que nada tiene que ver con el conductismo de Spence, sino con la percepción en el test de Rorschach. Las dos primeras publicaciones de Bandura las firma también Benton. Bandura, pues está buscando la formación en psicología clínica, la que verdaderamente le fascinó en la British Columbia.

Ya se tienen los elementos suficientes para comprender por qué Bandura va a Iowa: por Benton y no por Spence. ¿Quién se lo propuso? A la espera de respuesta personal sobre el tema por parte de Bandura, mi idea es que su mentor en la universidad canadiense fue Morsh, que trabajaba también en el ejército.

En aquellos años de Guerra Mundial, los ejércitos norteamericano y canadiense trabajaron juntos, también debieron hacerlo sus profesionales. Por lo tanto, Morsch puedo tener contacto con Benton, pues ambos ejercían como psicólogos militares. En 1948 Benton va a Iowa buscando más rigor científico, y en el 49 a Bandura le recomienda su tutor que vaya a Iowa. No, perdón, que fuera a Iowa con Benton, con quien seguramente había hablado Morsch y le había acordado el modo de subsistencia. Bandura no va sin plan de ayudas para vivir. Bandura va a Iowa a estudiar psicología y con el encargo, como carpintero, de alargar la ya enorme casa de Benton. Finalizado el primer curso, Bandura es contratado por Brown, otro de los profesores de psicología clínica, para que cuidara de su casa, hiciera algunos arreglos en ella y se ocupara de su perro de caza mientras él pasaba su vacaciones haciendo trabajos para el ejército.

Son muchos lazos comunes entre Morsh, Benton y Brown, como para no pensar que están detrás de la llegada del joven Bandura a la Universidad de Iowa. No es Spence ni su conductismo el que atraen a Bandura, sino la psicología clínica de Benton y Brown y la seguridad del sustento material.

Las relaciones de Benton y Bandura con Spence, el fanático segundón de Hull, el que dirigía manu militari el departamento, vigilando y revisando cada trabajo que dirigían los profesores, es digno de otro capítulo de la vida de Albert Bandura. Y de la de Benton.

Por hoy me quedo aquí. Pero apunto que durante esos mismos años, al frente de un minúsculo departamento de psicología evolutiva, estaba también en Iowa Robers Sears, quien detentaba al mismo tiempo la Presidencia de la Comisión Nacional para el desarrollo de los curricula de los psicólogos clínicos. ¿Influirá esto en la posterior contratación de Bandura en la Universidad de Stanford, el mismo año en que Sears es Nombrado Director del Departamento de la Universidad de Palo Alto? Mi respuesta es sí, porque no entiendo que Be ton fuera el responsable de la formación clínica de los estudiantes del Departamento dirigido por Spence y no se relacionara con quien presidía la Co misión Nacional para definir el curriculum de los psicólogos clínicos norteamericanos. Pero… hasta dentro de unos días.

sábado, 22 de enero de 2011

OPORTUNIDAD PARA DELINQUIR


En mi opinión, cuando los autores afirman que puede haber delincuentes que, pese a no tener una

autoeficacia en sus capacidades para delinquir, quieran seguir delinquiendo y que por ello es

necesario reforzar sus vínculos morales, para que así “pierdan su identidad de delincuentes,

están haciendo de forma implícita un reconocimiento a la personalidad y/o a la motivación del delincuente. Lo que nos lleva a preguntarnos qué valor tienen en la teoría de la autoeficacia para delinquir, elementos clave de las teorías de la oportunidad como (1) un delincuente motivado y (2) la

oportunidad para delinquir.
(Carlos Vázquez).
Antes de nada, buenos días. No me he ido para siempre. Sólo me he distraído con temas de autoeficacia y salud y algún que otro curso.
Las palabras que acabo de reproducir nos la dedica Carlos Vázquez en la Revista Española de Investigación Criminológica (http://www.criminologia.net)./).
Querido Carlos, estas palabras indican, a mi entender, tu gran dominio de las teorías criminológicas. Referidas a la teoría cognitivosocial, ponen en pie casi todos sus fundamentos, nuestros fundamentos. Pero, no porque los arrases, sino porque los encumbras. Comentar cada palabra

de tu denso párrafo me exigiría escribir otro libro sobre autoeficacia y delincuencia. Y eso que, por no alargar la cita, (acaso por no tener que pagar a la Sociedad de Autores) he contenido mi impulso a transcribir el párrafo siguiente. Como los grandes personajes, acabas de brindarme la oportunidad de dedicar varios temas a comentar tus provocadoras consideraciones. Gracias.
Hoy me detengo solamente en el título de la que llamas teorías de la oportunidad. Pienso que el título, cuando se pone, es como el mote con el que las gentes rebautizan a sus convecinos: sintetizan la percepción que de tienen de ellos, o la iluminación que uno mismo selecciona al aparecer en

escenarios públicos ( depende de lo goffmiano que uno sea.)
Des esto hace ya varios años. Lugar: La Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid. Cuando se atraviesan sus vetustas puertas se sobrepasa la barrera del sonido. Lo mil colores y los mil contornos de los volúmenes, cual ágiles espermatozoides, se apresuran a fecundar la retina del ávido visitante, en trance de acomodarse a la aparente oscuridad. El olfato aspira los olores de las tintas vírgenes y el tacto impone tocar, asir, levantar, acariciar la carnosidad de los volúmenes, mientras el pulgar rasga las cuerdas de las página y el aire que agita aumenta la profundidad de olor de las tintas, que, como un gran reserva, regalan su mejor esencia a quien se atreve a agitarlo y meter su nariz hasta el hondón de la barriguda copa.
Había llegado al fondo, tomado el ascensor y desembocado en el piso de los libros de ciencias sociales, entre los que se hallan los de psicología. Me interesaba, entonces, por algún libro de psicología jurídica. Pero nunca uno se detiene sólo en lo que se busca, porque las sorpresas suelen pasar también por caja.
Sólo al mirar el reloj me di cuenta de que el tiempo psicológico también se paraba allí. Tomé el

ascensor de vuelta, me dirigía hacia los portones de salida, cuando algún otro libre me distrajo. Me entretuve un ratito más rasgando volúmenes de literatura. A mi lado había dos chicos jóvenes que cuchicheaban. De repente el agudo pitido de la alarma antirrobo pita como pecado hecho público. Instintivamente vuelvo la cabeza. Un instante para darme cuenta de lo que había pasado. No vi a

los dos jóvenes, sino la estela de su acción. La chica, no he dicho que eran chico y chica, había cargado varios libros en la mochila de estudiante que cruzaba su pecho en bandolera. Chico y chica habían salido a toda prisa. La alarma había saltado, el vigilante se precipitó hacia la salida. El chico, fingiendo incomprensión, se detiene y vuelve a entrar dirigiéndose al guardada de seguridad que le solicita su mochila estudiantil. Nada en ella que no fueran apuntes de clase. El guarda de seguridad se atreve a pedirle que se desabroche la sudadera. También nada. Una nueva mirada para buscarle alguna protuberancia rectangular en su cuerpo. Nada. Le deja marchar. Ahora no suena

la alama. Mientras el guarda jurado ha ocupado su tiempo registrando al chico, ella, que salió corriendo, había desaparecido del ángulo de visión permitido por los dos .
Me he quejado muchas veces de la influencia de los medios de comunicación cuando, además

notificar un delito, describen los modos de perpetrarlos. En la teoría cognitivo social decimos que el modelado es importante para generar autoeficacia porque, mediante la comparación

social, se concluye que si alguien ha sido capaz de generar tal “audacia”, ¿por qué yo no. ¿Observar o describir la secuencia de la acción delictiva es fuente de autoeficacia para quien la observa, porque, además, enseña cómo ejecutarla. Espero no estar contribuyendo a que las librerías pierdan dinero en la prestación de sus servicios.
Ignoro si te decidirás a robar libros siguiendo el método que te acabo de mostrar. De lo que estoy seguro es que sí lo has aprendido. Confío, aún más, en que te encuentres muchas veces con la oportunidad de robarlos, porque frecuentes las librerías. Yo, al menos sí lo aprendí, y he tenido oportunidades de practicarlo. Pero la oportunidad no me ha llevado hasta realizar la acción que me

enseñaron aquellos dos estudiantes madrileños.
-Ya sé. Ya sé que hacefalta algo más que saber cómo se comenten los delitos para que se ejecute laacción.
-Hace falta la motivación.
Sí, además de saber cómo, hace falta la motivación. Palabra mágica y omnipresente en la explicación de la psicología.
Prometo otro tema para esta palabra mágica. De momento me conformo con la suposición de que

la motivación consiste en recibir beneficios o evitar castigos. Técnicamente se llaman expectativas.
Pero es que quien compra libros está más que motivado para robarlos: le gusta leer, tanto que emplea su tiempo y dinero en ello, dos potentes fuentes de motivación. Además tiene la oportunidad cada vez que frecuenta una librería ¿Qué más necesita? Y sin embargo no todos lo hacen. Digamos que les falta algo que les dé el empujón final. Naturalmente digo que es la autoeficacia: sentirse capaz de ejecutar la acción delictiva, esa acción delictiva que acabo de describir con algún detalle.
Con estos principios de la oportunidad y de la motivación se podría hacer el ejercicio de pasarse el día buscando oportunidades de delinquir sin impunidad. Se toparía con la sorpresa de que son muchas más las oportunidades de quebrantar la ley que de cumplirla.
Siempre que me topo de bruces con una postura conductista encubierta, como la de la

oportunidad y la motivación por expectativas materiales o sociales, me cuestiono si no se dan cuenta de que el hombre no es la aguja imantada que se desplaza en función de la fuerza de la corriente que se acumula en el interior de la bobina con la que se relaciona, dependiendo de la

fuerza de la corriente eléctrica que la recorre.
No, no oscilamos en nuestra conducta como la aguja imantada, a merced de lo atractivo que resulten las consecuencias de acciones determinadas, como la de robar libros por el método de pareja. Además de la oportunidad y de la motivación, se necesitan principios morales. Para que no se delinca hay que “reforzar los vínculos morales”.
Con los principios de la teoría de la oportunidad lo que resulta difícil es explicar cómo la mayoría de las personas, la mayoría de las veces, teniendo todos los motivos y oportunidades no delinquen. Con esta clase de teorías lo que hay que explicar no es acción delictiva, sino la acción honrada.

domingo, 28 de noviembre de 2010

PERFILES PSICOLÓGICOS

mimo masculino córdoba
mimo femenino salamanca























La discontinuidad, en la primera asociación mental,  se enfoca a los acontecimientos que truncan expectativas. Pero no necesariamente tiene que presentarse bajo una luz cenital, aplastante, o desde un ángulo picado. Con frecuencia  están envueltas en luz suave, envolvente, de clave alta, luminosa,  como la rosa de Ansel Adams arrojada sobre las marcadas vetas de la  humedecida  puerta de pino.
-          ¿Has visto el correo?,  me indica, en uno de los mensajes de Messenger, Mamen Herrero.
-          No, ¿por qué?
-          No, por nada. Jaume te ha mandado un documento adjunto. Te han hecho una crítica de once páginas en la Revista Española de Investigación Criminológica.
-          ¿Y…?
-          No, nada, léela y luego comentamos.
¿Verdad que el anuncio suena a amenaza? Esa, al menos, fue mi impresión.  Y supuso una discontinuidad en mi proyecto de trabajo.
 Cuando se recensiona un libro suele utilizarse el ritual de las defensas de tesis doctorales o, en las oposiciones,  del  trabajo “magistral”.
 Las situaciones son  univitelinas: el candidato ha dedicado años a un  tema monográfico y, en teoría, debería ser el que más supiera de él.  Durante su presentación se explaya siempre más allá de los límites que el Presidente del tribunal, con la finalidad de concluir cuanto antes ese trámite al que ha asistido tantas veces,  le indica.  El candidato finaliza la exposición agradeciendo a su director la ayuda "incondicional" (!) que le ha prestado y a los miembros de la comisión que le está juzgando la lectura de su trabajo. A su izquierda yace el volumen lujosamente encuadernado de su tesis  doctoral o magistral. Cada miembro  del tribunal  lo tiene también, con hojas dobladas o  posits anaranjados que marcan páginas sobre las que pedir explicaciones. 
Ha finalizado la exposición. Se hace un silencio que se alarga en exceso. El doctorando o el candidato tratan de llenarlo colocando sobre el atril desde el que ha presentado sus elaboradas diapositivas, unas hojas en blanco con su bolígrafo correspondiente. Espera las intervenciones mientras se alisa la chaqueta o el fruncido del vestido,  comprados para la  ceremonia, porque la apariencia física también cuenta.  Observa con una pizca de ansiedad la cantidad de papeles o marcas que cada miembros del tribunal muestra. Aquí la cantidad denota  calidad.
Por fin,  a invitación del Presidente, cada uno de los miembros de la Comisión  irá abriendo sus páginas marcadas y pedirá explicaciones al candidato. El  ritual académico, no escrito, exige que cada  uno inicie su intervención con una alabanza al esfuerzo, a la claridad de exposición, al modo de presentar el trabajo, a la casi exhaustiva bibliografía y al director de la tesis. Pero… inmediatamente aparecen los “comentarios”. Lo que el doctorando no sabe es que los miembros de la comisión que le  calificará también se examina frente a sus colegas con su modo de comentar, con  las observaciones o críticas que hace. Por lo que suelen emplear  más tiempo que el  propio candidato haciendo alarde de sus conocimientos, sus alternativas al modo de presentar el trabajo, la bibliografía que no aparece o lo adecuado de modos alternativos de analizar los mismos datos.  Algunos ejercen especialmente de oficiantes y se permiten calificar de buenos o malos el trabajo que están juzgando y el que han realizado otros de sus colegas. Algunos en realidad pontifican. En resumen, el ritual exige que  cada miembro del tribunal proponga SU trabajo de investigación que, con toda probabilidad, no emprenderá jamás y ,a buen seguro, tiene poco que ver con lo que eran las tesis del trabajo que está sentenciando.
En las recensiones de libros sucede algo parecido.  Se comienza con alabanzas y se finaliza con  las “observaciones” para mejorar o descalificar el trabajo.
Conociendo desde hace tiempo este ritual y ante las palabras de Mamen Herrero: No, nada, léela y luego comentamos,  me esperaba la obediencia al ritual. He de decir que, por otra parte, no hay nada más constructivo que una crítica bien intencionada. El conflicto sociocognitivo, he escrito alguna vez, siguiendo la teoría de la Escuela de Psicología Social de Ginebra, es la energía que se transforma en adelantos científicos.
Pero la verdad es que en esas once páginas no encontré más que una gran compresión del tema por parte de quien la hacía. Y uno agradece, dentro del mundo académico, que le digan: me gustaría finalizar estas líneas, reiterando mi más sincera felicitación a los autores de Autoeficacia y Delincuencia por el excelente trabajo desarrollado, dada la dificultad del mismo y por ser motivo de inspiración para todos los que de alaguna manera  nos dedicamos al estudio o a la enseñanza de una ciencia tan apasionante, a la par que compleja, como la Criminología.
-          ¿Y si yo ahora retomara el ritual de los actos académicos?
-          ¿Por qué no?
Cuando las anotaciones, que no críticas, se hacen con tan altas  miras científicas como nos las hace quien nos dedica once páginas, merecen el respeto sincero del contracomentario. Y lo voy a hacer en sucesivas entregas de este blog, de manera  cordial.
-          Sí, de manera cordial. No me tomes por cínico.
El comentario de hoy lo haré sobre los perfiles delictivos.  Tiene razón el reseñante al afirmar los delincuentes no siempre responden a un perfil  delictivo, ya que hay opiniones sólidas que defienden, por el contrario, la versatilidad de los delincuentes.
Por mi parte nada que objetar, sino todo lo contrario. A lo largo de las páginas de este blog he arremetido sin piedad contra quienes elaboran perfiles y rasgos de personalidad incluso del psicópata. Con la misma contundencia he embestido contra quienes, por las respuestas a unas preguntas de un test, por  el dibujo de una figura humana o de un árbol, por las respuestas a unas manchas de tinta, o por la observación de unas conductas en unas determinadas circunstancias se arrogan los poderes del creador y definen (confinan) a las personas  en los límites de una cárcel psicológica como lo son los rasgos de personalidad o los perfiles psicológicos.

-          - ¿Entonces?
Muy sencillo: los delincuentes y los no delincuentes (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra), tenemos unas características que nos distinguen de los demás. Estas características las hemos ido construyendo en acomodo con las circunstancias vitales de cada cual. Pero al final, todos hemos acomodado las circunstancias a nuestras vidas tal como  hemos interpretado las situaciones, bastante repetitivas, por cierto.. Y ese modo de acomodo y comportamiento propio, idiosincrásico de cada uno, termina por apropiarse de uno mismo generando la concepción personal de nuestra personalidad.
Añado más, no puedo olvidar mi condición de psicólogo social. Como afirma Bandura al hablar del determinismo recíproco, cada una de las disciplinas de la psicología cultiva su propio punto de vista: los personólogos y los psicobiólogos las características estables, los psicólogos sociales la influencia de las circunstancias sobre la conducta. Pues bien, desde esta perspectiva personal psicosocial tengo que sostener, como lo afirmé en el primer capítulo del Manuala de Psicología Jurídica,   que es más fácil predecir la conducta conociendo las circunstancias en las que se ejecuta la conducta que  habiendo realizado el perfil psicobiológico de la personalidad del actor. Por eso todos los maltratadores se comportan de manera semejante, lo mismo que los pederastas.
-           Pero la pregunta es: ¿es que se puede ser maltratador de manera distinta?
-          No.
Y esto no supone un perfil del maltratador, sino un perfil del acto que se ejecuta. Y a eso es a  lo que nos referimos en el libro cuando decimos que la autoeficacia es la que explica que el delincuente ejecute la conducta, su modus operandi, de la misma o parecida manera. Pero no, no hay perfiles en el sentido que tradicionalmente se entienden en psicología. Gracias por recordarme uno de los principios que sustentan la teoría cognitivo social.
Continuará.

domingo, 31 de octubre de 2010

DISCONTUNUIDAD

Desde la psicología social me parece que quien ha interpretado a la perfección lo que es y suponen los encuentros casuales ha sido Philip Zimbardo con su teoría de la discontinuidad. Pero para entender de qué se trate, explicaré cómo surgió esta idea tan brillante en el profesor de Stanford (conocido especialmente por su experimento sobre la cárcel, o sus estudios sobre la timidez). Lo cuento como me lo contaron (aunque el mismo Zimbardo dulcifica y estructura la narración en su artículo de 1999). Todo surgió por casualidad. Al finalizar una de sus clases multitudinarias de introducción a la Psicología, se le acercan unos alumnos y le hablan de que en el Colegio Mayor en el que viven, hay un compañero que lleva varios días sin comer, o vomita todo cuanto come. Está pálido, ojeroso, porque no logra conciliar el sueño. El sudor empapa su ropa permanentemente, se le nota agitado, rehúsa las compañías refugiándose en su habitación reaccionando de manera agresiva cuando se acercan a él tratando de ayudarle. ¿Qué puede hacerse? ¿Cómo podrían ayudarle?
La repuesta de Zimbardo se ajustó a protocolo establecido en la Universidad de Stanford para estos casos de desórdenes psicológicos:
-Que vaya al centro de asistencia que tiene la Universidad.
Los estudiantes le hicieron caso y lograron que el compañero visitara el centro de Orientación Universitaria: The Cornell Center. Allí le recibe un psicólogo clínico de orientación dinámica.  Uno puede imaginarse lo que debió pensar el psicólogo clínico para poder dar sentido a reacciones tan sintomáticas (freudianamente hablando), como los vómitos.  Zimbardo (1999, p. 390) nos libra de este trabajo interpretativo al escribir que el psicoanalista diagnosticó el conjunto de los síntomas como graves unificando todos ellos como manifestaciones de tendencias homosexuales rechazadas. Mi colega del en Centro de Salud de Stanford me confirmó que el caso de Gary era muy serio, que requería un tratamiento largo, más de lo que podía ofrecer el centro. Su diagnóstico unificaba los tres síntomas, aparentemente dispares, en torno a una homosexualidad reprimida que comenzaba a aparecer en el mundo consciente (brevemente, la impotencia se refería a su contacto con las mujeres, comer era una felación simbólica, y la aparición de la agresividad era debida al  miedo de ser descubierto (Zimbardo, 1999, pp. 390-91).Cualquiera que desee echarle un poco de imaginación a los tres síntomas que mostraba Gary encontraría una explicación con tanta coherencia como la de este terapeuta.
Tardaría tiempo, claro que sí, porque el paciente negaría la interpretación. Eso sucede siempre al comienzo de este tipo de terapias. Pasadas unas cuantas sesiones, terminaría aceptando las propuestas del “sabelotodo”. Losftus (la mejor investigadora de cómo implantar memorias falsas en los testigos) ha demostrado que ese tipo de intervenciones termina por implantar en los pacientes el convencimiento de que tuvieron una infancia terrible a la que no desean enfrentarse conscientemente. (Loftus, 1997, Creating false memories), lo que confirma también Zimbardo, en el mismo capítulo):   Parece que el testimonio de clientes/pacientes en casos del “síndrome de falsas memorias” pudiera ser entendido como cuestión de atribuir una variedad de discontinuidades personales a una supuesta recuperación de memorias reprimidas de abusos infantiles, sugeridas por terapeutas influyentes, trabajadores sociales o los medios de comunicación.  (Zimbardo, 1999, p. 414)).  Fuera de suposiciones, lo cierto es, como me contó Zimbardo, que la solución consistía en tres visitas semanales durante tres años de análisis ¡Había mucho que analizar!
Quizás los compañeros dieron por solucionado el problema. Pero se equivocaron. Ninguno de los síntomas de ansiedad desapareció en los días siguientes Al contrario, se agravaron de manera que comenzaron a temer por su vida física. ¡Era imposible vivir tanto tiempo en aquel alto grado de ansiedad!

Angustiados ahora los compañeros, vuelven a abordar a Zimbardo, quince días después, manifestándole claramente que temían por la vida de su compañero.
¿Qué hace uno en estos casos? Nada. Pero Zimbardo les dijo que, si el compañero quería hablar con él, que fuera a su despacho. Efectivamente Gary, que así se llamaba el estudiante, acudió al despacho de Zimbardo. Éste, rutinariamente, le pregunta qué es lo que siente. Hablan calmadamente sobre los síntomas y sentimientos de ansiedad. En un momento de la conversación, como de rutina, el profesor pregunta al alumno:
-          ¿Desde cuándo sientes esta ansiedad?
-          Desde principios de noviembre.
La mente veloz y creativa de Zimbardo se ilumina con una idea: justo después de las primeras notas del curso, después del primer examen parcial. El primer examen parcial universitario de aquel neófito en la Universidad de Stanford.
-          ¿Qué notas has sacado en los exámenes parciales?
-          Aprobados y algún notable. Responde con signos de decepción.

Zimbardo centra la conversación en las notas, en las que ha obtenido y en las que esperaba. Y descubre que a Gary, estaba acostumbrado a ser de los primeros de la clase en un Instituto rural. Era tan bueno que sus padres le llamaban “el perfecto Gary”. Pero el perfecto Gary, al llegar la hora de realizar sus sueños emprendiendo una brillante carrera en una de las universidades más prestigiosas del mundo, descubre que todo lo soñado se viene abajo en el primer examen.  No es de extrañar que cuando a uno se le venga abajo todo el futuro imaginado y deseado pierda las ganas de vivir. Porque una vida sin valer es una vida sin valor. Y una vida sin valor no merece la pena de ser alargada.
Tras escuchar las lamentaciones de Gary Zimbardo tiene preparada la explicación de tan desesperado estad o de ánimo.  Se la expone al novato que empapa de sudor el sofá negro de su despacho.   Philip, con el nerviosismo que le caracteriza busca un lapicero entre sus papeles (en la Universidad de Stanford existe una cultura del lapicero y una ausencia significativa de bolígrafos) y le dibuja la curva de Gauss a la vez que le explica:
Chaval, hasta ahora   has pensado que tu capacidad intelectual es muy alta, lo que es correcto. Pero hasta ahora te han comparado con la población general de estudiantes. Tu posición dentro de esta curva está en el 20% superior de la población. Lo mismo te ha sucedido cuando has realizado las pruebas estatales.  Pero ahora estás en la Universidad de Stanford, en la que solamente entran el 20% superior en inteligencia de toda esa población.  Ahora, aquí, en Stanford, los profesores te comparamos solamente con los mejores. Y sin que tu capacidad haya cambiado, manteniendo tu alta capacidad, no eres el primero de la clase.
Zimbardo, aceleradamente,  con voz jadeante y entrecortada, (porque las ideas le fluyen más rápidas que las palabras), le dibuja un trazo vertical  en la parte derecha de la curva de Gauss. Comparado con la población general, tu capacidad está aquí.  Precipitadamente le dibuja una nueva curva de Gauss, que se extiende ahora, solamente en la parte superior de la dibujada anteriormente. Tú sigues estando aquí, (le remarca la línea vertical), lo que sucede es que ahora hay otros mejores que tú. En comparación con los mejores, tus notas no son malas, más bien diría que normales. ¡Hay algunos que han suspendido y siguen siendo muy buenos en capacidad!
Además, chaval, le sigue argumentando el Profesor, olvídate de las notas. Procura sacar el título que deseas en la Universidad de Stanford. Cuando termines, nadie te preguntará por las notas. Es suficiente con decir que tienes el título por la esta universidad. Las puertas de tu porvenir se te han abierto con haber sido admitido en esta Universidad.
Lo que iba para tres años se quedó en una explicación de escasa media hora. Gary finalizó sus estudios en la universidad con un aceptable expediente académico.
Nada, pues es definitivo en lo que se llama "psicológico", pues puede cambiar en cualquier recodo del este camino que, con frase prestada de Machado, se hace al andar. 
Pero nada de creer que esto sucede  por arte de magia o inspiración. Es difícil cambiar los valores, núcleo duro de la existencia. Pero hoy se trataba de mostras cómo nada es permanente mientras se puedan tener experiencias, que es el vivir.