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jueves, 26 de mayo de 2011

CON PIES DE BARRO


Las celebridades se convierten en modelos a imitar cuando se las ubica en nuestras mismas coordenadas. Con frecuencia se ensalzan tanto sus cualidades, que parecieran recorren caminos singulares privilegiados. El modelado, el aprendizaje vicario es una de las fuentes esenciales de la autoeficacia, pero sólo cuando los modelos a imitar se parecen a los que se pide que les sigan. Si el imitador no llega a la conclusión de: “si él ha podido yo también puedo”, los modelos pueden ser fuente de indefensión e ineficacia.

Bandura es, sin duda, una de las celebridades en el campo de la psicología. Leyenda viviente, le apodan ya algunos. Los expertos de la historia de nuestra disciplina le colocan a la altura de Freud, Skinner o Piaget.

-¡Venga allá, no exageres!, Eugenio

-No lo digo yo, sino los historiadores de la Psicología, como Helio Carpintero en su discurso de ingreso en la Academia de ciencias morales, y también lo han dicho los jefes de los departamentos de Psicología americanos, cuando se les preguntó por los psicólogos actuales o históricos que más han influido en la Psicología. Palabra, ¡está documentado!

- “Por lo menos, he escrito tantos libros como estos “tipos”, contesta Bandura cuando se le pregunta por esta comparación.

Pretendo que esta sea la última entrega en la descripción de un momento determinante en la carrera intelectual de Bandura. Pero lo que pretendo, ante todo, es instalarle en el contexto terrenal, para que nos sirva de modelo.

Ya se ha dicho (él lo ha escrito):, nacido en una familia de emigrantes, educado en una escuela sin medios profesionales ni apenas libros. Necesitado de trabajar para costearse su carrera tanto en Vancouver como en Iowa. Obligado a terminar sus estudios en menos tiempo de lo programado, tanto en Vancouver como Iowa. Haciendo sus prácticas en Wichita Guidance Center, y considerando una oferta en Santa Rosa, cerca de la bucólica región del vino, combinando el trabajo clínico en un centro de servicio comunitario con la enseñanza a tiempo parcial en la Universidad de Santa Clara Junio

Bob Sears, a quien le comunica tal contemplación, se interpone en el camino ofreciéndole un contrato más estable en la Universidad de Stanford.

Pero, como insinuaba ( afirmaba) al final de mi última entrega en este blog, Sears le ofreció más que la estabilidad económica: le ofreció un cambio de rumbo en sus investigaciones y una nueva metodología: el estudio de la agresividad de los niños dependiendo del modo en que son criados en el ambiente familiar.

Lo que me interesa subrayar en este momento no es tanto ese cambio de orientación, sino cómo Bandura, al igual que todos los que se dedican a este apasionante campo del saber, suelen seguir las pautas requeridas por las circunstancias.

La doble tarea del profesor universitario: enseñar e investigar, no es nada fácil de compaginar. La preparación de la docencia, si quieres que tus alumnos estén al tanto de los últimos avances de la especialidad, exigen un contacto permanente con la literatura científica . Con la abundancia de escritos que se multiplican por segundos, cuando las investigaciones se publican antes en forma digital que en papel, estar día se convierte en un afán arduo e incluso angustioso. Nunca pude entender a quienes los papeles les mudaban “ la color”. Y acaso debería pedir perdón a tantos alumnos que esperaban recibir los contenidos del año anterior y se encontraban con otros totalmente distintos. Perdón también a todos, porque todos vieron cómo el esquema de la última case se modificaba y ampliaba entre clase y clase por haber leído algo nuevo sobre la materia que estaba explicando. ¡Pero esta es la “angustia del profesor”!

Junto a este afán, el profesor universitario ha de conjugar la investigación. ¿Qué es lo que suele suceder? Pues que las explicaciones de clase, lo que se lee para ser transmitido, crea dudas, objeciones, puntos de vista distintos, comparaciones con otros estdios. Es decir, nuevas maneras de investigar los mismos temas. Y de esta manera se alcanza el difícil equilibrio de enseñar responsablemente y que cada seis años pueda obtenerse un nuevo tramo de investigación que mantenga la autoestima.

Bandura, en el primer momento de su carrera investigadora, no se diferencia del común de los profesores universitarios. Por eso es un ejemplo a seguir y muy a seguir porque es uno de “los nuestros”.

Cuando tuvo que elegir el tema de su disertación o tesis doctoral, se acomodó a los temas que eran propios de Arthur Benton, su director: Los test de personalidad y los de percepción. Su tesis doctoral trata sobre la percepción del espacio en blanco en el test de Rorschach. Pero no lo estudia para diagnosticar clínicamente, sino perceptualmente, pues eso es lo que definía a Benton desde su estancia con Bender en San Diego cuando examinaban a soldados con lesiones cerebrales. Pero su primera publicación fue sobre un test de personalidad, el de la ansiedad como estado o como rasgo. (Quizás tuvo la suerte de no encontrar tales rasgos de personalidad, pues de otra manera no hubiera desarrollado su teoría del aprendizaje social ). Pero esta investigación está dentro de los intereses clínicos de Benton. Luego pública sobre la actitud de los psicólogos clínicos ante los pacientes. Pero esto es fruto de su estancia en Wichita con Brewer. Cuando se leen escritos del Director del Centro Comunitario de Wichita, se advierte la obsesión por analizar las reacciones de los profesionales ante la temática de a los casos que estaban tratando.

De repente es llamado a ocupar un puesto de profesor en psicología clínica en la Univesidad de Stanford. Su intención es continuar con lo que había aprendido en Wichita, pero eso es cercenado por la oferta de Bob Sears. Oferta de trabajo y metodología de Investigación: la entrevista sistematizada, cuantificada, a los padres para saber cuáles son sus consecuencias de sus patrones educativos en la evolución de la personalidad. Y en concreto, en la determinación de la agresividad de los adolescentes que viven en familiar no desestructuradas.

Siempre he explicado que este es el camino que abrió las puertas a las investigaciones sobre el modelado. Ahora quiero añadir dos consideraciones nuevas: La primera, que el miso Sears ya estaba investigando con los muñecos como modo de observar lo que llamaba la agresividad “fantasiosa” de los niños. La segunda que, a pesar de que Bandura haya dicho en sus entrevistas a Evans, que le causó un impacto inolvidable la lectura del libro de Miller y Dollard Social learning and imitation, no debe pasarse por alto que estos dos autores son los que publican con Sears el libro sobre la hipótesis de la frustración-agresión. ¿No sería Sears quien le indicó este camino? Lo que sí puedo afirmar es que las primeras investigaciones sobre la agresividad imitada de los niños no es más que una repetición de las investigaciones expuestas por Dollard y Miller en este libro.

Por cierto, dado que este libro me resultaba difícil conseguirlo a comienzos de los 80, le pedía a Bandura que me lo dejara. Lo que hizo con la generosidad que le caracteriza. Me lo traje a España, y tengo que confesar que albergué la tentación de quedarme con aquel tesoro de la historia de la psicología: ¡el libro que había cambiado el rumbo de las investigaciones de de Albert Bandura!. Pero no lo hice. Se lo devolví. Lo que sí tengo es la fotocopia del mismo, sacada del mismo libro que leyó Bandura.

La necesidad de compaginar docencia e investigación no finaliza en este momento de su vida. Continúa explicando psicología clínica en el Departamento de Stanford y siente la necesidad de explicar otros modos de intervención distintos de los fundamentados en la psicología dinámica disfrazada de conductismo. Se encierra en los sótanos de la biblioteca de Stanford y escribe: Psychotherapy as learning process, que, con el tiempo se convertiría en su libro Principios de modificación de conducta.

En conclusión: Bandura, especialmente en su estreno como investigador, se vio entrizado entre la docencia y la investigación, conjugando ambas exigencias al investigar sobre los temas que tenía que enseñar. Como tú y como yo, querido profesor.

Pero, como explicaba en mi escrito: Bandura voluntad científica, lo que suele suceder es que no se persiguen los caminos que abren esas investigaciones realizadas a merced de las circunstancia docente. Bandura sí lo hizo. Eso es lo que le distingue, a mi entender, de los demás o de la mayoría. Pero no es nada que no se pueda hacer. Sí, cada uno de nosotros puede o pudo ser un Albert Bandura.

¿No queda la impresión de que he destruido al mito? No es esa mi intención, sino la de mostrar que los mitos no lo son por las capacidades excepcionales heredadas, sino por la constancia en perseguir una idea. Y así, sí son modelos a imitar y fuente de autoeficacia personal.

miércoles, 4 de mayo de 2011

CAMBIO DE RUMBO EN MOMENTOS DE FORMACIÓN. II



En la planificación del estudio contamos con la asistencia del Dr. Lois Meerk Stolz y del Dr. Robert R. Sears, los dos nos dedicaron tiempo, pensamiento y esfuerzo en la tarea de que el proyecto fuera un éxito (Bandura y Walters, 1959, Adolescent Agression).

En la entrega anterior quedaba trazado el viaje de Bandura desde la Universidad de British Columbia, en Vancouver, hasta las estepas del estado de Iowa y su departamento de Psicología. Allí, además del título académico de doctor, encontró a Virginia Vans, su mujer.

En lo intelectual se encontró con un Director de Departamento, Spence, que le dejó poca mella, y con una mente abierta y un bolsillo generoso, Arthur Benton, que, como él, buscaba excelencia académica en el mismo Departamento.

Con seguridad que me he precipitado al decir que el conductismo de Spence on le dejó mucha mella. Su poca simpatía por el conductismo, aunque confirmada por el mismo Bandura, merece un tema exclusivo. No es el momento. En mi opinión, le imprimió algo más que el rigor experimental que reconoce abiertamente. ¿Alguien sabe que Bandura investigó con animales en puro condicionamiento conducta?

Ahora toca trazar la línea recta que desemboca en la elección de su tema y método investigación. Para descubrirlo hay que responder a la pregunta de por qué fue contratado como profesor en la Universidad de Stanford y cómo Robert Sears es su lanzadera teórica y meteorológica.

Robert Sears trabaja en el Departamento de Yale, con Hull y, más estrechamente, con Dollar y Miller. Sin olvidarse de que por aquellas fechas se casó con Pauline Sears, eminencia en temas de desarrollo infantil. Tres nombres que darán un giro a toda la psicología, pues son el punto de encuentro entre dos corrientes psicológicas (aparentemente) tan distantes como el conductismo y la psicología dinámica, pero tan idénticas que parten de las mismas hipótesis: la experiencia (es decir, el medio) decide los destinos conductuales de personas y animales. Sí, así de claro.

Pauline Sears acababa de finalizar su formación en Psicología clínica. Y la Psicología clínica de entonces (espero que no de ahora) tenía un matiz eminentemente interpretativo y dinámico. Neal Miller había pasado una temporada en Alemania en contacto con las escuelas dinámicas, y volvió a Yale con la idea de dar una cobertura científica a conceptos como la transferenci.a La experiencia de leer su artículo Theory and experiment relating psychoanalitic displacement to stimulus-response generalization (1948) no dejará indiferente a quien lo lea

Un apunte más hacia el encuentro de Bandura con estas nuevas visiones de la psicología: La famosa hipótesis de la frustración como causa exclusiva de la agresividad está firmada por Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears. Hipótesis que, en realidad, es una manera de adentrarse de nuevo en el mundo de la psicología dinámica desde los supuestos del conductismo. Y de esta manera se introduce la teoría dinámica de la agresividad en las corrientes conductistas más puras.

Metido de lleno en esta interesante evolución intelectual, Robert Sears es invitado por la Universidad de Iowa, la misma de Spence, a dirigir un pequeño Departamento e investigar el bienestar de los niños. Dirección que asume desde 1942 a 1949

Contemporiza esta dirección con otra importante misión en la psicología norteamericana: Presidente de la Comisión que debía normalizar los requisitos para el ejercicio de la psicología clínica. Personalmente he leído los informes emitidos por esta comisión los años 1946,47 y 48. En el año 1946 se hace un primer informe sobre las Universidades que cumplen una serie de requisitos mínimos. De todos los Departamentos de Psicología mencionados, la Universidad de Palo Alto es la que menos requisitos cumplía. Sólo presentaba el primero de ellos: tener algún docente especializado en psicología clínica.

Reconstruyamos de nuevo la situación histórica: Sears y Benton coinciden en la Universidad de Iowa, aunque en distintos Departamentos. Pero tienen algo en común: Sears es el Presidente de la Comisión que elaboraba los criterios exigibles a los psicólogos clínicos para ejercer su profesión. Benton es el profesor encargado de la formación clínica de los estudiantes del Departamento en el que se doctora Bandura. Es de suponer que Benton y Sears se comunicaran sobre los temas que a ambos preocupaban.

En las reuniones de la Comisión Nacional para evaluar los criterios exigibles a los futuros psicólogos clínicos, hay un tema que se discute sistemáticamente: si han de poseer el título de doctor. Las actas de los primeros años aplazan esta exigencia para ser discutida en las reuniones siguientes. Finalmente, en una de las últimas reuniones, se somete este criterio a votación, y ganaron los que se oponían al requisito del doctorado. Tengo el convencimiento de que Sears votó a favor de que fueran doctores. En el año 1957, siendo ya Director del Departamento de Psicología de Stanford, otro Director Nacional para determinar los requisitos de los doctorados en Psicología, Ericksen, recoge una muestra de opiniones importantes sobre el tema. Una de ellas es la de Robert Sears, quien afirma En cuanto a la metodología, un psicólogo debería haber realizado algunos experimentos.

- Muchos datos juntos, Eugenio. Esto es un galimatías

- Estaba pensando lo mismo. Por lo que resumo y dejo para otro rato la influencia directa de Sears sobre la psicología de Albet Bandura.

Cuando a Sears se hace cargo del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford, con seguridad que mantenía su opinión de que los psicólogos clínicos debieran ser doctores. Buscando esta excelencia, se acordaría de su antiguo y, con seguridad, buen amigo Benton, a quien recurre para que le recomiende a alguno de sus estudiantes. Benton, protector material y espiritual de Bandura, se acuerda de su alumno preferido, que acaba de finalizar su año de formación práctica. Sears hace caso a Benton y contrata a Bandura. Cumplía con todos los requisitos de excelencia deseados por el nuevo Director del Departamento. Por eso, cuando, finalizado el primer año de contrato, Bandura le dice que ya tiene un preacuerdo para ejercer de psicólogo en una población cercana a Palo Alto, Sears le retiene y le promociona. Sirviendo así de lanzadera de una brillante carrera de investigaciones psicológicas.

La importancia de Sears en la obra de Bandura ¿se limitó a ofrecerle un puesto de trabajo, o trascendió a lo intelectual?

Como aperitivo a esta respuesta traduzco este párrafo de una investigación publicada por Sears en 1950: Las madres fueron entrevistadas, y la información grabada se analizó de manera que pudiera medirse la severidad con la que se castigaba la agresividad de los niños en casa. Los datos, por lo tanto, permiten una comparación entre la frecuencia relativa y la clase de agresividad mostrada por los niños tanto en la vida real de la guardería como en la fantasía, jugando con los muñecos bajo distintas condiciones de castigo en casa.

¿Recuerda esto en algo a las primeras investigaciones de Bandura?

Otro tema muy distinto pudo ser la relación posterior entre ambas eminencias. De eso nada sé. Solamente una experiencia personal. Sin duda la alumna predilecta de Sears era Eleonor Macobi, de reconocimiento mundial en psicología infantil. En mis primeras estancias en la universidad de Stanford, quise asistir a su curso de doctorado. Siempre me lo negó a través de su secretaria, pues a ella no lograba acercarme. Una de las veces logré “pillarla” de cara y me atendió. De entrada tuvo la negativa en la boca, pero al decirle que me interesaba por la teoría del aprendizaje social de Bandura, no dudó un momento en darme su consentimiento. ¿Por buena amistad? No me pareció, no fue esa mi interpretación.

En conclusión: parece que en lo vital y en lo intelectual Robert Sears, procedente de la estricta escuela conductista de Yale, exigente con la metodología científica, fue importante en la vida y en la la obra de Albert Bandura.

Habrá una tercera entrega .

lunes, 28 de marzo de 2011

CAMBIO DE RUMBO EN MOMENTOS DE FORMACIÓN. I



En la planificación del estudio contamos con la asistencia del Dr. Lois Meerk Stolz y del Dr. Robert R. Sears, los dos nos dedicaron tiempo, pensamiento y esfuerzo en la tarea de que el proyecto fuera un éxito (Bandura y Walters, 1959, Adolescent Agression)

Mi intención, al abrir este blog, buscaba el estudio y discusión de la obra de Albert Bandura. Luego, se impusieron los temas de actualidad vistos desde la teoría cognitivo social: la delincuencia, la creatividad, el cuidado de la salud, la formación continua en las organizaciones, etc. Hoy quiero retornar a la primera idea; quiero presentar un momento en la vida del que hoy se considera leyenda viva de la psicología.

Me gustaría dedicar el tema a Frank Pajares, desaparecido cuando aún quedaba mucho por comentarnos sobre Bandura.

El psicólogo californiano, a veces de manera dispersa, otras, como en su breve autobiografía, ha señalado, con una cadencia cronológica, los que considera momentos decisivos de su formación. Pero cuando uno se decide a leer cronológicamente sus publicaciones y consultar otros documentos de la época, descubre acontecimientos importantes no narrados en primera persona.

Narrar historias siempre resulta divertido tanto para el que las descubre como para el que las lee o escucha.

Las fechas de la formación de Bandura pueden marcarse en los siguientes hitos “oficiosos”: en 1946 se inscribe en la Universidad de British Columbia, en Vancouver, con la intención de ser biólogo. Pero un día, esperando en la biblioteca la hora de su clase más madrugadora, hojea un folleto en el que se exponen contenidos de una clase de psicología que se imparte a la hora en que él llega a la universidad. Los contenidos eran comunes con la bilogía y el joven Bandura ve en ella una oportunidad para aprovechar el tiempo. Lo que fuera una elección para de adelantar en sus estudios, le sedujo hasta el punto de dar un giro a sus planes académicos. Nunca ha sido Bandura persona que se conformara con la mediocridad, por eso, teniendo que elegir formación de postgrado, busca lo mejor. Pregunta a su tutor, (del que nunca menciona su nombre) quien le indica, sin vacilar, que la mejor formación en Psicología se obtiene en Iowa. Los cuatro años oficiales de postgrado los hace en tres. Spence es el Director del Departamento, Benton se encarga de la formación clínica. Esto sucede entre loos años 1949 y 1952. Desde Iowa se va Wichita, donde el Psicólogo Brewer dirige un centro de asistencia psicológica de la comunidad. Allí realiza el año de formación práctica necesario para el ejercicio profesional. Aquello dura un año. Al finalizar en Wichita es contratado por Robert Sears para impartir clases prácticas de psicología clínica en la Universidad de Stanford. El contrato era por un año, por lo que, antes de finalizar su con trato, Albert Bandura ya se había procurado otro como psicólogo clínico en el Condado de Santa Clara. Se lo comunica a Sears. Éste le retiene. Bandura acepta las condiciones de Sears y permanece en Stanford hasta la fecha de hoy. A partir de este momento lo que hay que estudiar es la psicología de Bandura, porque la biografía, a veces interesante y comprometida, como su paso por la inesperada presidencia de la APA, se confunde con la del investigador de los procesos psicológicos del aprendizaje vicario y la autoeficacia.

Estos son los datos oficiales de su biografía. Otra cosa es, como ya he insinuado, la verdadera intrahistoria. Al menos así me lo parece a mí. Espero que también te lo parezca si me sigues en esta y en las siguientes entregas.

De acuerdo. El joven Bandura, que ha pasado unos meses en Alaska, manteniendo transitables los caminos erosionados por la nieve y los hielos, acompañando de excombatientes, ex presidiarios y divorciados que mataban la soledad jugando a las cartas y bebiendo el alcohol que ellos mismo fermentaban, se acuerda del consejo que le diera su madre. “tienes que hacer algo de provecho si no quieres terminar como los borrachos de la cantina (de Mundare ,su pueblo natal)”.

Hacer algo de provecho era estudiar. Se decide por la Universidad de British Columbia, en Vancouver. Ya le hemos encontrado allí cambiando sus estudios de biología por los de psicología. Pero ahora comienza lo que llamo la intrahistoria.

Uno de sus profesores le manda a Iowa. ¿Simplemente porque era buena? Sin duda era una de las mejores. Spence, el segundón de Hull, dirigía el Departamento, siendo respaldado por el Filósofo de la ciencia, y traidor de Kurt Lewin: Bergman. Sí era buena, pero no es esa la única o verdadera razón por la que a Bandura se le recomienda Iowa, sino por Benton, su mentor espiritual y material.

Las cosas yo las veo de la siguiente manera: Bandura proviene de una familia de emigrantes del este europeo, que cultiva el campo y trabaja en el duro oficio de la construcción del ferrocarril transcandiense. Muy probablemente porque los ucranianos fueron encerrados en campos de concentración, los primeros que se existieron en Canadá, y uno de los trabajos forzados a los que les sometieron fue el de la construcción de este ferrocarril que unía las dos costas canadienses y que le confirió la percepción de unidad a una vasta y diversa extensión de paisajes y personas. Bandura tuvo que trabajar los veranos de bachillerato. Bandura tuvo que trabajar durante sus años de estudios universitarios en Vancouver. Bandura aprendió y practicó en esos años el oficio de carpintero. Todo un potencial de ingresos en momentos de carencia. En estas condiciones resulta difícil entender que el joven estudiante de psicología se lanzara a la aventura americana sin tener asegurada, al menos, su manutención. Y la fuente de ingresos, durante el primer año de su estancia en Iowa fue el contrato que le hizo Benton como carpintero para que ampliara su casa. Dicho de otra manera, Bandura se lanzó a la aventura de Iowa porque ya sabía que Benton le sustentaría en lo material. Luego no es enviado a Iowa por el prestigio de Spence, sino por el dinero y prestigio de Benton, Profesor encargado de la formación clínica de los doctorandos.

Desde este supuesto, debe preguntase quién era Benton y quién pudo ser el mentor que le envío desde la British Columbia a la Universidad de Iowa. La vida de Benton es la típica historia de una aventurero del oeste en busca, no de dinero, sino de conocimiento cualificado. Después de haber hecho sus estudios y sus primeras prácticas en New York y sus alrededores, relacionándose siempre con psiquiatras, decide alistarse en el ejército en 1941. Recorre distintos enclaves militares desde el Atlántico al Pacífico. Uno de sus destinos decisivos fue San Diego, donde coincide con el neurólogo Bender. Sí, el creador del test de percepción. Benton y Bender colaboran en la labor hospitalaria, donde tienen que tratar a muchos soldados con daños cerebrales. Y aquí es donde Benton, que hoy es considerado el padre de la neuropsicología, desarrolla por primera vez su famosos test de memoria perceptiva para medir los daños cerebrales. Benton permaneció mucho tiempo en ejército, donde llegó a ostentar el grado de Capitán. Benton, es pues, un psicólogo clínico, acostumbrado a trabajar con los psiquiatras y que se alista en el ejército. En 1948 acepta la propuesta que le hace Spence, de encargarse de la formación clínica del los doctorandos. Afirma que acepta este puesto porque, moviéndose muy bien en todas las aplicaciones clínicas de la psicología, entendía que se había quedado un poco atrasado en otros campos. La motivación principal para cambiarse fue una sensación de insatisfacción por trabajar sólo sin poder compartir ideas con los colegas y por el miedo a perder contacto con los avances de la psicología. Fue aquella una decisión sabia. El contacto diario con psicólogos de la talla de Judson Brown y de Harold Bechtoldt le hizo tener conciencia de las deficiencias de sus publicaciones y esta toma de conciencia le condujo a una mejora en la calidad de sus investigaciones (American Psychologist, 1979, p.58). Es decir, tampoco Benton elige Iowa por la presencia de Spence, sino buscando su crecimiento como psicólogo clínico.

Para rematar estas pinceladas sobre Benton, digamos que es quien le ofrece a Bandura la posibilidad de vivir materialmente, al contratarle como carpintero para ampliar su casa y quien le dirige su tesis doctoral, que nada tiene que ver con el conductismo de Spence, sino con la percepción en el test de Rorschach. Las dos primeras publicaciones de Bandura las firma también Benton. Bandura, pues está buscando la formación en psicología clínica, la que verdaderamente le fascinó en la British Columbia.

Ya se tienen los elementos suficientes para comprender por qué Bandura va a Iowa: por Benton y no por Spence. ¿Quién se lo propuso? A la espera de respuesta personal sobre el tema por parte de Bandura, mi idea es que su mentor en la universidad canadiense fue Morsh, que trabajaba también en el ejército.

En aquellos años de Guerra Mundial, los ejércitos norteamericano y canadiense trabajaron juntos, también debieron hacerlo sus profesionales. Por lo tanto, Morsch puedo tener contacto con Benton, pues ambos ejercían como psicólogos militares. En 1948 Benton va a Iowa buscando más rigor científico, y en el 49 a Bandura le recomienda su tutor que vaya a Iowa. No, perdón, que fuera a Iowa con Benton, con quien seguramente había hablado Morsch y le había acordado el modo de subsistencia. Bandura no va sin plan de ayudas para vivir. Bandura va a Iowa a estudiar psicología y con el encargo, como carpintero, de alargar la ya enorme casa de Benton. Finalizado el primer curso, Bandura es contratado por Brown, otro de los profesores de psicología clínica, para que cuidara de su casa, hiciera algunos arreglos en ella y se ocupara de su perro de caza mientras él pasaba su vacaciones haciendo trabajos para el ejército.

Son muchos lazos comunes entre Morsh, Benton y Brown, como para no pensar que están detrás de la llegada del joven Bandura a la Universidad de Iowa. No es Spence ni su conductismo el que atraen a Bandura, sino la psicología clínica de Benton y Brown y la seguridad del sustento material.

Las relaciones de Benton y Bandura con Spence, el fanático segundón de Hull, el que dirigía manu militari el departamento, vigilando y revisando cada trabajo que dirigían los profesores, es digno de otro capítulo de la vida de Albert Bandura. Y de la de Benton.

Por hoy me quedo aquí. Pero apunto que durante esos mismos años, al frente de un minúsculo departamento de psicología evolutiva, estaba también en Iowa Robers Sears, quien detentaba al mismo tiempo la Presidencia de la Comisión Nacional para el desarrollo de los curricula de los psicólogos clínicos. ¿Influirá esto en la posterior contratación de Bandura en la Universidad de Stanford, el mismo año en que Sears es Nombrado Director del Departamento de la Universidad de Palo Alto? Mi respuesta es sí, porque no entiendo que Be ton fuera el responsable de la formación clínica de los estudiantes del Departamento dirigido por Spence y no se relacionara con quien presidía la Co misión Nacional para definir el curriculum de los psicólogos clínicos norteamericanos. Pero… hasta dentro de unos días.

sábado, 22 de enero de 2011

OPORTUNIDAD PARA DELINQUIR


En mi opinión, cuando los autores afirman que puede haber delincuentes que, pese a no tener una

autoeficacia en sus capacidades para delinquir, quieran seguir delinquiendo y que por ello es

necesario reforzar sus vínculos morales, para que así “pierdan su identidad de delincuentes,

están haciendo de forma implícita un reconocimiento a la personalidad y/o a la motivación del delincuente. Lo que nos lleva a preguntarnos qué valor tienen en la teoría de la autoeficacia para delinquir, elementos clave de las teorías de la oportunidad como (1) un delincuente motivado y (2) la

oportunidad para delinquir.
(Carlos Vázquez).
Antes de nada, buenos días. No me he ido para siempre. Sólo me he distraído con temas de autoeficacia y salud y algún que otro curso.
Las palabras que acabo de reproducir nos la dedica Carlos Vázquez en la Revista Española de Investigación Criminológica (http://www.criminologia.net)./).
Querido Carlos, estas palabras indican, a mi entender, tu gran dominio de las teorías criminológicas. Referidas a la teoría cognitivosocial, ponen en pie casi todos sus fundamentos, nuestros fundamentos. Pero, no porque los arrases, sino porque los encumbras. Comentar cada palabra

de tu denso párrafo me exigiría escribir otro libro sobre autoeficacia y delincuencia. Y eso que, por no alargar la cita, (acaso por no tener que pagar a la Sociedad de Autores) he contenido mi impulso a transcribir el párrafo siguiente. Como los grandes personajes, acabas de brindarme la oportunidad de dedicar varios temas a comentar tus provocadoras consideraciones. Gracias.
Hoy me detengo solamente en el título de la que llamas teorías de la oportunidad. Pienso que el título, cuando se pone, es como el mote con el que las gentes rebautizan a sus convecinos: sintetizan la percepción que de tienen de ellos, o la iluminación que uno mismo selecciona al aparecer en

escenarios públicos ( depende de lo goffmiano que uno sea.)
Des esto hace ya varios años. Lugar: La Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid. Cuando se atraviesan sus vetustas puertas se sobrepasa la barrera del sonido. Lo mil colores y los mil contornos de los volúmenes, cual ágiles espermatozoides, se apresuran a fecundar la retina del ávido visitante, en trance de acomodarse a la aparente oscuridad. El olfato aspira los olores de las tintas vírgenes y el tacto impone tocar, asir, levantar, acariciar la carnosidad de los volúmenes, mientras el pulgar rasga las cuerdas de las página y el aire que agita aumenta la profundidad de olor de las tintas, que, como un gran reserva, regalan su mejor esencia a quien se atreve a agitarlo y meter su nariz hasta el hondón de la barriguda copa.
Había llegado al fondo, tomado el ascensor y desembocado en el piso de los libros de ciencias sociales, entre los que se hallan los de psicología. Me interesaba, entonces, por algún libro de psicología jurídica. Pero nunca uno se detiene sólo en lo que se busca, porque las sorpresas suelen pasar también por caja.
Sólo al mirar el reloj me di cuenta de que el tiempo psicológico también se paraba allí. Tomé el

ascensor de vuelta, me dirigía hacia los portones de salida, cuando algún otro libre me distrajo. Me entretuve un ratito más rasgando volúmenes de literatura. A mi lado había dos chicos jóvenes que cuchicheaban. De repente el agudo pitido de la alarma antirrobo pita como pecado hecho público. Instintivamente vuelvo la cabeza. Un instante para darme cuenta de lo que había pasado. No vi a

los dos jóvenes, sino la estela de su acción. La chica, no he dicho que eran chico y chica, había cargado varios libros en la mochila de estudiante que cruzaba su pecho en bandolera. Chico y chica habían salido a toda prisa. La alarma había saltado, el vigilante se precipitó hacia la salida. El chico, fingiendo incomprensión, se detiene y vuelve a entrar dirigiéndose al guardada de seguridad que le solicita su mochila estudiantil. Nada en ella que no fueran apuntes de clase. El guarda de seguridad se atreve a pedirle que se desabroche la sudadera. También nada. Una nueva mirada para buscarle alguna protuberancia rectangular en su cuerpo. Nada. Le deja marchar. Ahora no suena

la alama. Mientras el guarda jurado ha ocupado su tiempo registrando al chico, ella, que salió corriendo, había desaparecido del ángulo de visión permitido por los dos .
Me he quejado muchas veces de la influencia de los medios de comunicación cuando, además

notificar un delito, describen los modos de perpetrarlos. En la teoría cognitivo social decimos que el modelado es importante para generar autoeficacia porque, mediante la comparación

social, se concluye que si alguien ha sido capaz de generar tal “audacia”, ¿por qué yo no. ¿Observar o describir la secuencia de la acción delictiva es fuente de autoeficacia para quien la observa, porque, además, enseña cómo ejecutarla. Espero no estar contribuyendo a que las librerías pierdan dinero en la prestación de sus servicios.
Ignoro si te decidirás a robar libros siguiendo el método que te acabo de mostrar. De lo que estoy seguro es que sí lo has aprendido. Confío, aún más, en que te encuentres muchas veces con la oportunidad de robarlos, porque frecuentes las librerías. Yo, al menos sí lo aprendí, y he tenido oportunidades de practicarlo. Pero la oportunidad no me ha llevado hasta realizar la acción que me

enseñaron aquellos dos estudiantes madrileños.
-Ya sé. Ya sé que hacefalta algo más que saber cómo se comenten los delitos para que se ejecute laacción.
-Hace falta la motivación.
Sí, además de saber cómo, hace falta la motivación. Palabra mágica y omnipresente en la explicación de la psicología.
Prometo otro tema para esta palabra mágica. De momento me conformo con la suposición de que

la motivación consiste en recibir beneficios o evitar castigos. Técnicamente se llaman expectativas.
Pero es que quien compra libros está más que motivado para robarlos: le gusta leer, tanto que emplea su tiempo y dinero en ello, dos potentes fuentes de motivación. Además tiene la oportunidad cada vez que frecuenta una librería ¿Qué más necesita? Y sin embargo no todos lo hacen. Digamos que les falta algo que les dé el empujón final. Naturalmente digo que es la autoeficacia: sentirse capaz de ejecutar la acción delictiva, esa acción delictiva que acabo de describir con algún detalle.
Con estos principios de la oportunidad y de la motivación se podría hacer el ejercicio de pasarse el día buscando oportunidades de delinquir sin impunidad. Se toparía con la sorpresa de que son muchas más las oportunidades de quebrantar la ley que de cumplirla.
Siempre que me topo de bruces con una postura conductista encubierta, como la de la

oportunidad y la motivación por expectativas materiales o sociales, me cuestiono si no se dan cuenta de que el hombre no es la aguja imantada que se desplaza en función de la fuerza de la corriente que se acumula en el interior de la bobina con la que se relaciona, dependiendo de la

fuerza de la corriente eléctrica que la recorre.
No, no oscilamos en nuestra conducta como la aguja imantada, a merced de lo atractivo que resulten las consecuencias de acciones determinadas, como la de robar libros por el método de pareja. Además de la oportunidad y de la motivación, se necesitan principios morales. Para que no se delinca hay que “reforzar los vínculos morales”.
Con los principios de la teoría de la oportunidad lo que resulta difícil es explicar cómo la mayoría de las personas, la mayoría de las veces, teniendo todos los motivos y oportunidades no delinquen. Con esta clase de teorías lo que hay que explicar no es acción delictiva, sino la acción honrada.