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viernes, 6 de noviembre de 2009

JAULAS DORADAS PARA LA TERCERA EDAD







-¿Qué quieres que te diga? La expresión “jaula dorada” se me antoja cursi.
- Pero, a veces, las frases manidas son precisas para que una idea sea entienda.
Las residencias para la tercera edad están de moda. Ningún alcalde es buen corregidor si no logra construir o mejorar una residencia-oasis donde padres o abuelos descansen del duro bregar unamuniano. Cuando éramos pequeños en los internados, presumíamos de la torre de de nuestros pueblos, o de los encierros en las fiestas. Hoy, al menos en ambas castilas y gran parte de de Extremadura y Andalucía, se presume de la residencia para la tercera edad. A medida que sus poblaciones ha envejecido, se han sustituidos los “clubs sociales”, de Fraga, (a donde se iba a ver las corridas de toros y los partidos de futbol), por las “residencias de mayores”. Viajando por las monótonas autovías de ambas Castillas van apareciendo cada diez kilómetros, más o menos, núcleos de población pequeños, que llamamos pueblos. Son pardos y se confunden, en verano, con el pálido amarillear de los rastrojos, o envueltos en el polvo beldado por un tractor que araña a destiempo la parva de su terruño. De pronto, a las afueras, sorprende un vergel: árboles, flores, césped, edificación disonante con las casas adobadas, de pardo sayal y semiderruidas dejadas atrás hace un momento. La duda se disipa al instante, pues puede leerse con letras sobresalientes: RESIDENCIA DE TERCERA EDAD, RESIDENCIA DE MAYORES.
En las ciudades de toda España, la isión es más desoladora. Las RESIDENCIA DE TERCERA EDAD O DE MAYORES, son vergeles a kilómetros del centro. Eso sí, tienen la delicadeza o consideración de tener a servicio de sus inquilinos un minibús que regularmente transporta a la ciudad a los viejos dorados para que puedan administrar sus exiguas pensiones o dar un paseo que les distraiga del monótono, insorprendente vivir. Su regreso no lo pueden decidir: tienen que estar a una hora exacta en un lugar preciso de la ruta que hace el pequeño vehículo. Eso sí, en la residencia lo tienen todo solucionado: los que hasta ahora habían servido son servidos por los servicios que han contratado los servidores públicos de la servil política. Pueden descansar temporalmente en paz, antes de que descansen definitivamente en paz. Se lo han ganado. Después de haber trabajado duro, incluso haber buscado su alimento y el de los suyos en Alemania, Suiza, u Holanda, tienen derecho a vivir sus últimos años en paz.
-¿De verdad que se han ganado este maltrato en esas jaulas doradas? Personalmente siento una tristeza honda y una rabia contenida cuando me sorprenden estos oasis en medio de los desiertos patrios. Me dan pena las personas desterradas a vivir fuera de la ciudad, fuera de su entorno natural, aunque sean en jaulas de oro.
- Pero ¿qué dices?
-Digo lo que siento y lo que debo decir como psicólogo convencido de la veracidad de las investigaciones realizadas en el ámbito de la teoría social cognitiva.
- Pero, ¿qué dices? Eugenio, tú siempre con tus exageraciones.
- Nada de exageraciones. En los temas anteriores he demostrado que las personas centenarias pueden vivir felizmente siempre que tengan la percepción de ser autoeficaces y, por consiguiente, autónomos para planificar y organizar sus vidas. Me he referido a las investigaciones de Deci sobre la importancia de la percepción de independencia para que la vida humana cobre sentido y merezca la pena ser vivida. No he dejado de señalar que la esencia de la teoría cognitivo social se ahinca en la percepción de ser agente (no paciente) de las propias decisiones que otorgan sentido a la existencia. Mientras existan proyectos que uno se juzga capaz de llevar a cabo, existe vida humana. Eliminada la percepción de control, aunque los pulmones aspiren y expiren, aunque el corazón golpee el pecho, aunque riñones y sistema digestivo filtren cuanto se ingiere, las personas están muertas, carecen de vida.
He tenido que releer algunos escritos de de Bettelheim en los que narra las experiencias vividas en los campos de concentración nazis. No quería que la memoria me traicionara. No quería que mis recuerdos atribuyera a mi experiencia personal lo que otros habían escrito. Pero sí, lo que voy a contar pertenece a mi memoria: verano de 1962. Mi primera incursión en el aprendizaje del alemán en la bella ciudad de Münster, Vestfaliana. La del tratado de Westfaliana por el que se constituyen las naciones centroeuropeas modernas a costa del Sacro Imperio Romano, a costa, en definitiva, de España. Aquel verano se reúnen en la bella catedral gótica de Münster obispos supervivientes de los campos de concentración nazis. Lo hacían por acuerdo pactado. Naturalmente, sus creencias religiosas les ayudaron a superar aquellos días de deshumanización. La fe les salvó, pero, como contaba alguno de ellos, a otros les salvó el simple hecho de tener algo que escapaba al control de la Gestapo, que husmeaba cada rincón de su existencia: el botón de la camisa de su mujer oculto en la esquina del forro de su chaqueta, la foto de su hijo que le sonería cada noches al tirar su cuerpo sobre el jergón, Algo estaba exclusivamente bajo su control. Tal control, como contaba aquel obispo, mantuvo encendida la llama de la vida. Los que se entregaron al control de sus sabuesos jugaban con más probabilidades a la ruleta de la muerte. Nunca “La Lista de Schindler” superará en dramatismo a la VIDA ES BELLA, DE ROBERTO BENGNI. Película dramática y humana porque el secreto de tener escondido a su hijo le ayudaba a sobrellevar e interpretar trabajos salvajes de fundición como la construcción del tanque poderoso que derrotaría al enemigo. LA VIDA ES BELLA es el paradigma de los beneficios psicológicos del tener el control. ¡Lástima del final!
Los científicos de la naturaleza, para convencer tenemos que recurrir a los resultados de la investigación, sin abandonar las narraciones más o menos sometidas al escrutinio de la lógica de las ciencias de la naturaleza.
-¿Pero es que la psicología es una ciencia de la naturaleza?
-¡Claro!, ¿o es que el hombre es un ser sobrenatural?. La psicología utiliza el método experimental y los análisis matemáticos aplicados más rigurosos que puedan suponerse. Y si no sigue leyendo.
Of 17 subjects who answered that they did not have any other alternative but to move to a specific old home, 8 died after 4 weeks of residence, 16 after 10 weeks of residence. By comparison, among the residents who died during the initial period, only one person had answered that she had the freedom to choose other alternatives. All of these deaths were classified as unexpected because "not even any significant disturbances had actually given warning of the impending disaster."
Estos son los resultados de una investigación realizada por Ferrere en 1962. En 1976 llaman la atención merecida a la investigadora de la percepción del control personal: Elen Langer, profesora de Psicología Social de la Universidad de Harvard. Ella y su alumna Judith Rodin se deciden a realizar una investigación controlada sobre la importancia del control percibido en residencias de tercera edad. Eligen para ello una residencia del Estado de Conneticut, considerada una de las mejores de dicho Estado. Quieren demostrar la influencia de conceder a los internos una mayor o menor responsabilidad o autonomía. Para ello eligen a los residentes de la segunda y la cuarta planta porque en edad, sexo, antecedentes personales y familiares son muy semejantes, casi mellizos. El azar decide que los habitantes de una de las plantas se les insista en la libertad y responsabilidad, a los ocupantes de las habitaciones de la otra planta se les va a comunicar o recordar que ya han trabajado mucho, que se despreocupen y que si algo necesitan se lo pidan a los empleados de la residencia.
Un buen día, el apuesto director de la residencia, joven de unos 34 años, reúne a los primeros y les dice que está sorprendido porque no utilizan todos los medios que la residencia le ofrece: Piensen un momento en las decisiones que pueden tomar y de las que deberían ser responsables: el cuidado personal, cómo disponer los muebles de su habitación, cómo emplear su tiempo; por ejemplo, pueden decidir visitar a los amigos que tengan en la residencia y pueden hacerlo en su habitación en la de ellos, en el salón, en el comedor o, si prefieren, emplearlo en leer, ver televisión o planificar acontecimientos sociales “ . En otras palabras, esta es su vida y pueden organizarla como deseen”. Si algo de lo que existe o se hace en la residencia tienen la responsabilidad de poder modificarlo comunicándolo a cualquiera de los empleados. Finalmente, quiero aprovechar esta oportunidad para hacerles un regalo. Cada una de ustedes puede elegir una de las plantas que les vamos a mostrar, el cuidado de esta planta es de su responsabilidad. Una cosa final: el jueves y el viernes de la próxima semana se proyectarán dos películas de cine, ustedes pueden elegir cuál de los días desean asistir, si es que lo desean.
En otro momento, el mismo apuesto director reúne a los del grupo control. El discurso es idéntico respecto a las cosas que ellos pueden elegir libremente, visitas, habitación, las reformas que deseen llevar a cabo, pero la muletilla final era: deseamos hacer todo lo que pueda ayudarles; nosotros haremos lo mejor para atenderles personalmente. Finalmente, quiero aprovechar esta oportunidad para hacerles un regalo: (La enfermera entrega una planta a cada uno de los presentes) la planta es suya, pero la encargada se preocupará de regarlas y cuidarlas por ustedes.
Analizando los resultados de cuestionarios aplicados antes y después de la experiencia y pidiendo a los empleados con mayor trato personal con los internos que valoraran algunos aspectos de sus vidas, los resultados fueron sorprendentes. El personal de enfermería evaluó el estado de salud de los ancianos. Todos los evaluadores eran ignorantes de las condiciones experimentales o de las hipótesis del estudio.
Las personas con mayor responsabilidad ganaron en felicidad personal, vivacidad, independencia, comunicación con los amigos y con los encargados, leían más, veían televisión, menos sensación de soledad, más participación en los concursos de la residencia. También asistieron más a las sesiones de cine.
La diferencia entre las tasas de mortandad fue el detonante de esta investigación. Año y medio después de la primeras evaluaciones, el grupo médico revisó a los rsidentes. Del grupo de responsabilidad habían muerto el 15%; del grupo al que todo se les daba resuelto el 30%. Los que quedaban, en general, seguían manteniendo las diferencias de la vitalidad personal.
-Suficiente ¿no?
Alabo la iniciativa de mi pueblo, Aldeadávila de la Ribera, corazón del Parque Nacional de Las Arribes del Duero, que utilizó la plaza del pueblo en la que se ubicaba el pilar redondo, del que nos abastecíamos de agua para las casas en los tiempos de la postguerra y donde abrevaban los animales. Allí residen los ancianos de mi pueblo y desde allí siguen cuidando sus casas, paseando por las mismas calles que transitaron toda su vida y hablar con sus familiares y amigos. Les alabo porque no tuvieron la perversa idea de haber construido la jaula de oro en las Eras, o en el Palomar. Alabo también las residencias ubicadas dentro de las ciudades. Sí, les faltan espacios verdes, grandes viales ajardinados para pasear. Pero ¿es que es eso lo esencial de una residencia de viejos? Tienen los viales de la ciudad en la que han vivido siempre, tiene la libertad de entrar y salir sin atenerse al horario del minibús que hace el recorrido como las rutas escolares.
El control sobre la propia vida es necesario para la vida misma.

sábado, 26 de septiembre de 2009

FOTOGRAFÍA TERAPÉURICA















Este debe leerse como cotiuación del de agosto.


El estudio sobre la felicidad de los centenarios mostraba, también, la aportación matizada de otras variables a su autoeficacia y felicidad. Específicamente: los cuidados de la familia son importantes para la salud corporal; las visitas que hacen o reciben de no familiares, elevan su autoestima. La bifurcación de la influencia de familiares y no consanguíneos me llamó la atención. desde entonces mucho tiempo para procesar una idea descolgada. En el transcurrir de septiembre, la idea del valor diferente de quienes frecuentan o son frecuentados por los muy viejos ha aparecido con persistente intermitencia. Sin avisar, mientras leía sobre otros temas, aparecía como luz de alarma, para avisarme de que esos resultados que estba leyendo no le eran ajenos.
Una idea queda apeada, esperando el próximo transporte, mantiene la mente en ese momento mágico del atardecer, cuando el resplandor del sol todavía ilumina el paisaje, pero sin la suficiente intensidad que impida el encendido paulatino de las luces de neón o de gas. Ninguna de las fuentes luminosas domina a la otra y la suma de ambas crea apacibilidad, recogimiento. Espectáculo en abstracción. La mirada atiende, a veces, a los ríos de luz estáticos, que fluyen visualmente recorriendo, de tramo en tramo, las grandes avenidas; a veces, a los faros de los vehículos que reptan de continuo por la retina, un cosquilleo de caricia, festivo, chisporroteante y sonoro como la tira de mixtos restregada contra la rugosidad del granito. Sin intentarlo, sin estruendo pues, enfocamos la mirada sobre luz amarillenta, verde, teja, azul o blanca de las superficies sobre las que rebota elresto de luz solar. En todos los casos luz cálida, envolvente. Momento de fusión entre lo natural y lo elaborado.
La aportación de entrambas luces al paisaje no restalla. Sólo tiene el pecado de ser efímera, contrarrestada por la esperanza de su reaparición. Pasado el instante, las luces artificiales batallan por la conquista de la oscuridad. Al final la noche es un reino de taifas en el que deslumbran focos estáticos o transeúntes. Al observarlos, finamente se descubre el hilo de Ariadna que, tejiendo constelaciones, permite interpretar el laberinto de las antorchas encendidas.
En la mente, cada idea es una antorcha. Parecen desperdigadas, erráticas, meteoritos vagabundos, solitarios. En un momento aparece en el espacio mental una ráfaga pirotécnica que, soldando lo puntos dispersos, construye una palmera gigante. Un instante, una conjunción de lo disperso: la comprensión. Y aquella idea retrasada se ha erigido en la base donde engarzan y tachonan otras para formar una constelación: la trama del sentido o significado.
La idea aplazada, en nuestro caso: las visitas de los demás genera autoestima porque son una fuente creíble para auto valorarse, cualidad ausente en familiares que siempre ensalzarán o menguan (¡quién sabe!). Y al punto se entiende que este fue el primer experimento de la teoría de la atribución, en el que se ponía en duda la generosidad del súbdito que hace favores su jefe. También se engarzan la fuerza de todas las investigaciones sobre el poder de influencia que tiene el feedback informativo tras una ejecución laboral o académica. Resulta, también, que los parados y los jubilados pasan por el mismo proceso de incredulidad sobre el valer personal, porque se les ha privado de referencias con las que contrastar su valor. Una nueva idea se ensarta en el hilo del discurrir aportando la sugerencia enriquecedora de la comparación y visualización de los resultados de las acciones propias, lo que es fuente (la más importante) para juzgarnos o creernos auto eficaces. Resulta, también, que la autoeficacia es control de la vida personal. Y, siguiendo con esta espiral de combinaciones y deducciones, uno se sumerge en las investigaciones que han demostrado el esfuerzo que hacemos por defender nuestra independencia o recobrarla: reactancia psicológica para recuperar la libertad que sentimos amenazada, el imperativo de oponerse al chantaje del refuerzo externo devaluación lo que creemos haber ejecutado bajo soborno psicológico...


¡ Com para que las adminitraciones locales sigan construyendo vergeles en la periferis de la ciudades para que descansen tranquilos quenes ayudaron con su esfuerzo a que el municipio tuviera su identida.
- Eugenio, que tu relacionar te pierden.
- Nunca lo he considerado un defecto personal. Al contrario. ¿Qué es entender algo más que relacionar unos conocimientos con otros? Qué es entender más que aplicar los conocimientos a la realidad cotidiana? Algunas veces, formando parte de algún tribunal de oposiciones o de trabajos científicos, mantengo los ojos cerrados. ¡Buena señal! Las nuevas ideas me están transportando a nuevas deducciones o se me están abriendo nuevos viajes al interior de las hipótesis.
- ¿En resumen?, Eugenio.
- Esta debe ser otra virtud del científico. En resumen: las relaciones de los centenarios con personas no familiares aumenta su percepción de valer y de control de sus vidas, bien porque sus alabanzas sean creíbles o porque les sirven de comparación social, siempre ventajosa, como decía Heckhausen.
Cuando parece que tu mente está en reposo tras el no pequeño efuarzo de descubrir redes intelectuales que validan la misma conclusión (valided convergente, se llama), un nuevo fogonazo te ilumina e induce (o abduce) a seguir la nueva luz que titila en el horizonte.
- “Mira que interesante”, rezaba un correo electrónico que Ana Ullán me enviaba hace tan solo unos días. En correo traía adosado un artículo de Frith y Harcourt titulado: Using photographs to campture women’s experiences of chemotherapy: reflecting on the method. Una nueva experiencia, una nueva metodología, para descubrir los estados de ánimo por los que pasan mujeres diagnosticadas de cáncer de mama. Como metodología consiste en entregarles una cámara fotográfica desechable que contiene 27 disparos. Son libres de hacerlos cuando lo consideren oportuno para reflejar su estado de ánimo y los pensamientos que pasan por su mente referidos a los efectos de la quimioterapia. )La caída del pelo es el cambio más llamativo y preocupante). Reciben las cámaras al comienzo del tratamiento y han de devolverlas, por correo, al finalizarlo. Luego, con las imágenes delante, se hacen las entrevistas personales. Dado que la finalidad del artículo es metodológica, los autores concluyen, principalmente, que, con las fotografías delante, las mujeres aportan más información que en las entrevistas tradicionales y rutinarias.
- ¿La verdad? La lectura del título era tan interesante que llegué a mis propias conclusiones antes de comenzar su letura. Durante el repaso de las diez páginas de exposición, sin embargo, mi decepción fue in crescendo.
Esperaba que la fotografía les hubiera ayudado a sobrellevar su enfermedad, y de eso no encontraba nada. Mucha transcripción de grabaciones. Y ¿todo esto par qué? Me preguntaba. Habiendo extraído ya mis conclusiones, llegué a las de los autores. A punto de abandonar la lectura advierto que las conclusiones de los autores ocupan apenas una página. Ya de puestos. Leí las de los autores. Al final de la última columna, casi como apéndice, afirman: They can retain control over when, how, and how often they engage with the research; and they can control what images of themselves and their experiences are generates.
Toda la teoría de la autoeficacia se puso en pie. El libro de Bandura se titula “Self-efficacy. The exercise of control”. Aunque los autores no lo intentaran, me acababan de recordar que, tener el control de algo, es fuente de autoeficacia y que la autoeficacia genera la sensación de control. Y que sentirse auto eficaz sobre el entorno que interesa, genera sensación de valer y de dignidad personal. La hipótesis que el título había despertado en mi suponía que el hecho de tener que realizar un encargo sacaría a las mujeres, al menos por momentos, de los pensamientos de indefensión y menosprecio. Los atores acababan de mostrarme que, además, las cámaras les otorgaron la percepción de control: algo dependía de ellas y sólo ellas eran capaces de llevarlo a término.
Recompongamos el mundo de estas personas, nada diferente de lo que las personas ajenas aportaban a los centenarios. La situación anímica puede ser la misma, según Heckhausen. En las palabras de un diagnóstico que duran una milésima de segundo: “tienes cáncer”, el mundo se desvanece. Se acabó el presente y el futuro. Un día, a punto de iniciar la quimioterapia, alguien les entgrega una cámara de fotos con la que han de disparar 27 de diferentes momentos de su vida. Tienen que pensar cuándo, cómo, y qué. Decisones exclusivamene personales. Tienen control. Y, adquirido algo de control, se ha fundamentado el siguiente que, con el próximo, forman la zapata sobre la que levantarán el nuevo edifico de su vida.
¿No hemos experimentado la sensación de enseñoramiento y poderío cuando instalamos un programa de ordenador y funciona? Recuerdo los tiempos en que se programaba en Basic. Al cabo de horas de if, and, or, go to, loops “y retornos”, introducías los datos y si la pantalla mostraba los resultados, se percibía la sensación de hacedor, de agente, de causante. Esto animaba a nuevos desafíos, que superados y superados, se terminó por perder la ansiedad a verse perdido en el mundo de la informática.
Generar sensación de dominio sobre lo que nos rodea, aunque el dominio parezca insignificante, es el mejor regalo de la vida.
Para penetrar en la influencia del control en el estado saludable, habría que recordar también las excelentes investigaciones de Elen Langer. Pero eso, para octubre. Son muchas las conexiones que se me han puesto en pie a partir de la idea, aparentemente ingenua y secundaria de la influencia de los no familiares en la autoestima y autoeficacia de las personas centenarias.

jueves, 27 de agosto de 2009

AUTOEFICACIA CENTENARIA







Determinados programas televisivos se mantienen por la natural curiosidad de observar a través de la cerradura. En las cerraduras actuales ya no se introducen las llaves de los serenos. Están blindadas. Algunos personajes, sin embargo, no pueden blindarse contra teleobjetivos de 1.200mm, infrarrojos que leen la obscuridad o flashes que encandilan en el recodo de una esquina. Curiosidad innata tan potente, que los monos hambrientos de Harlow, preferían observar a los investigadores a través del montante de su puerta y olvidarse del sabroso alimento que se les había proporcionado. Uno se sorprende, a veces, pensando cómo se comportarán en la intimidad personas que nos rozan al pasar; no es infrecuente representarnos en el personaje que inventamos para nuestro interlocutor.
Imaginarse el flujo de pensamientos de los viejos o los enfermos terminales produce desasosiego, por ser confusamente conscientes de que, por fuerza, algún día, estaremos en la cola de esa aduana. No acucia la curiosidad de mirar por esa cerradura. (O quizás sí, pues basta observar el tumulto que sitia a las víctimas). ¿Qué pensarán? ¿Qué pensaremos? ¿Cómo lo soportan? Heckhausen, psicólogo alemán interesado por la motivación que impulsa a vivir, trató de responder científicamente a estas preguntas. Sus resultados son optimistas. Los viejos y los enfermos terminales son conscientes del deterioro que produce la edad o la enfermedad. No niegan la realidad. La niegan más sus conocidos. Lo que no hacen, viejos y enfermos, es compararse con quienes tienen menos edad o gozan de mejor salud. Estos se hallan en otra dimensión que no coincide con sus actuales coordenadas. No se apenan por ver a otros más jóvenes o más sanos. Tampoco contemplan la posibilidad de recuperar su agilidad o estado saludable anterior. Se ubican con quienes viven su misma circunstancia. Y en esta su verdadera dimensión, ellos se juzgan más favorablemente que sus reflejos. Los estudios de Heckhausen muestran evidencia de que, en la comparación con sus semejantes, se descubren favorecidos. Lo que levanta su moral y su estado de ánimo. ¡Qué mal está fulanito! ¡Hay que ver cómo ha envejecido menganito!
El resultado de su comparación ventajosa les permite recobrar su conciencia de valer y de valor. Incluso de tener propósitos, porque todavía no son los primeros de la fila. Pueden tomarse un tiempo, darse una vuelta, beberse unas copas de savia y sabor antes de reintegrarse a la cola de la última frontera. ¡Delante de mí hay muchos otros! Mientras se tenga valer existe vida. Mejor: mientras se tenga valer se tiene calidad de vida. En esto no hay diferencia entre viejos y menos viejos.
Los Profesores universitarios tenemos la ventaja de que algunos jóvenes quieran trabajar con nosotros o nos pidan su consejo para los trabajos . Recientemente he tenido la suerte de haberme enriquecido hablando con un doctorando cuyo trabajo puede definirse: curar por el arte. De hecho el programa de investigación en el que se halla inscrito y subvencionado lleva el título de CurArte. Programa, en el que participo, dirigido por los Profesores Ana Ullán y Manuel Belver, Fue concebido para ayudar a niños de largas estancias hospitalarias. Pero, ¿Cuándo un niño deja de serlo para los pediatras y gestores de hospitales? Quizás demasiado pronto. Demasiado pronto para los jóvenes de larga estancia. Sin quizás, demasiado pronto para los jóvenes con enfermedades psiquiátricas, encerrados entre rejas en pabellones especiales. Mientras la vida del hospital transcurre rutinariamente, tienen alguna clase de contacto con alguna clase de personas. En cambio, durante los períodos de vacaciones, su soledad, su ensimismamiento, su invisible transparencia para quienes pasan a su lado debe ser invivible. La experiencia de no valer, de no contar como persona, les puede llevar al suicidio. Alertados por el problema psicológico de los jóvenes de largas estancias en centros hospitalarios, especialmente en los pabellones psiquiátricos, llevó a la idea de hacerles participes de los talleres de CurArte durante los meses de verano. Cada uno pudo elegir su actividad. Cada uno tuvo atención personalizada, corrección o la alabanza de su trabajo. Técnicamente hablando: cada uno recibió feedback de reconocimiento. Los resultados aún no se han publicado ni analizado escrupulosamente para que pasen el cedazo de un tribunal en el que cada miembro “debe” aportar su pizca de saber y el “ácido” de un “pero”. De bulto, empero, la hipótesis parece exitosa. Pero no porque el arte cure, sino porque los jóvenes de los psiquiátricos con los que se trabajó, se sintieron apreciados, considerados, evaluados. Sí, evaluados porque su trabajo tenía valor y ellos tenían valer. Y cada día querían valer más, lo que les planteaba retos, propósitos, desafíos, objetivos: sentido a su vivirr. Habían perdido su invisibilidad. Reflejaban luz que era absorbida por los píxeles de otras personas. Aconsejar en aquel interesante trabajo, me obligó a introducirme algo en el tema de calidad de vida. Y descubrí, una vez más, que las personas anteponemos la sensación de valer a la de la salud física.
-Bueno, Eugenio, ya estamos. ¿Cómo una persona enferma puede tener calidad de vida?
-¡Que, no! Que yo no he dicho que la salud no importe para tener calidad de vida. Pero la salud física, la ausencia de dolor, no es toda la esencia de la calidad de vida, ni el componente más básico. Entiendo, como lo hacen Sarvimëki y Stenbock-Hult (2000) que hay tres aspectos de la calidad de vida: una sensación de estar bien, tener sentido o propósito y creer que se poseende kilates o dignidad personal.
Cuando Locke (1991; 2001) hace el favor de entregarnos su esfuerzo por poner orden en la diversidad de acepciones de la motivación, formula que la creencia en la propia dignidad es cardinal para la vida misma. Quien no vale para nada no siente necesidad de vivir. No es nada. Coincide en esto con las propuestas de Deci y su Teoría de la evaluación cognitiva: las necesidades de autonomía e independencia son los motores intrínsecos de la acción humana, frente al cobarde y humillante servilismo de las gratificaciones externas.
- Aquí sí que te ha salido la vena de catedrático.
- A veces, la autoridad de otros debe presentarse como argumento para compartir su credibilidad. Aunque la credibilidad que concedo a Locke o Deci se han conquistado con sus investigaciones publicadas durante los últimos cuarenta años. La fe no es para la psicología contemporánea. Se deja para los crédulos que leen el lenguaje de los sueños.
Sin dignidad, ni jóvenes ni maduros tienen calidad de vida. Los viejos no carecen de ella, incluso con sus achaques. No son la chatarra de la sociedad productiva mientras tengan propósito, proyecto, sentido de valer y dignidad. La esperanza de vida es cada vez mayor, tanto que comienzan a abundar las personas centenarias. Tantas, que la psicología está estudiando sus comportamientos. Hace poco Jopp y Rott (2006) estudiaron cuáles eran los factores que deciden la felicidad de las personas centenarias alemanas. A los centenarios y a sus allegados se les preguntó sin eran felices, tan felices como en sus años jóvenes y si reían con frecuencia. Esta era la variable dependiente. Las productoras, las independientes: la salud, la extroversión, las redes sociales familiares y no familiares (personas que les visitaban y a las que visitaban), la formación o el haber desempeñado algún trabajo cualificado, sus capacidades cognitivas y su autoeficacia para valerse en la vida, ejecutar lo que juzgaban importante y hallando distintos modos de resolver un problema. También se consideró su visión optimista de la vida: si tienízn esperanza, si tenían proyecto para cada nuevo día y si abrazaban una actitud esperanzadora. Los resultados más sorprendentes fueron, en primer lugar, que la salud no influye en la felicidad de las personas centenarias. Tampoco influye el haber desempeñado un trabajo cualificado. Son importantes, en cambio: la extroversión y las redes sociales. Aunque tanto la extroversión como las redes sociales tienen que pagar peaje bien, en la oficina de la autoeficacia, bien en la de la percepción optimista de la vida. Si las redes sociales no generan sensación de autoeficacia o esperanza en la vida, no contribuyen a la felicidad de las personas centenarias.
Ni siquiera los centenarios son chatarra de desguace. Mientras se tengan proyectos y se sienta la capacidad de avanzarlos un ápice cada día, existe la vida feliz. La autoeficacia no tiene edad, es centenaria. Y mientras uno se sienta autoeficaz para realizar los proyectos que le atraen puede vivir feliz.
- ¡Autoeficacia, contigo a muerte y hasta la muerte.!

sábado, 25 de julio de 2009

AUTOEFICACIA Y DELINCUENCIA



Por más que lo imaginemos, los hombres tendremos dificu¡cultades para aprehender la maternidad. El dilatado extremecimiento de sentir crecer otra vida dentro de uno mismo es de naturaleza solipsista. La emoción de ayer es distinta de la de hoy y se diferenciará de la de mañana. Emociones renovadas que agigantan la femeninidad al despertarse madre. El transsexual puede querer ser mujer, pero nunca será madre. En la adopción, los hombres tienen las mismas vivencias que las mujeres, adoptar no es solipsista. Después del parto, alejada la embriaguez del alumbramiento, hombre y mujer se nivelan sabedores de que la nueva persona depende y llenará sus ocupaciones y preocupaciones para siempre jamás.



- Eugenio, pura imaginación. Ayer, al mencionar estas palabras durante una conversación de noche de verano, alteraste la paz de la comunicación. Cada madre mostraba experiencias distintas y, por el tono y manera de las argumentaciones, enfrentadas. Una estaba de acuerdo contigo, la otra manifestaba haberse sentido madre al ponerle cara a lo que había crecido en sus entrañas.



- Ves, tengo razón: ser madre es una vivencia solipsista. Bien es cierto que, como psicólogo social, entiendo a quien sostenía haber experimentado plenamente la maternidad al ponerle cara a sus sensaciones fisiológicas: apenas recuperada del último expulsivo, todo el proceso de engendrar explota en una traca final de sentimientos enracimados: ¡Es mi hija!. ¿Está bien? ¿Lo tiene todo?¡ Dejádmela coger! ¡No me la llevéis! ¡Quiero verla! Ni los hombres, ni los transensuales, ni los padres adoptivos podemos vislumbrar esta experiencia.



- Bien pensado, ¿A qué viene lo de la maternidad?



- Porque quiero presentar mi recien aparecido libro sobre Autoeficacia y delincuencia. Editorial Dykinson, 2009



- ¡Ah!, que el libro es como un hijo.-



Sí.




-Lugar común. Idea cursilona.




- Bueno. Sin insultar. Ya lo he dicho alguna vaez. Pocas cosas tan difíciles como escribir la primera frase de un artículo. Admiro a los articulistas, como Ignacio Camacho o Alfonso Usía, porque todos los días encaran el reto del papel o la pantalla en blanco reflexionando y ayundando a sus lectores a interpretar los signos de los tiempos sin repeterise más allá de su estilo distintivo.




Escribir un libro supone concebir la idea, desarrollarla, argumentarla, probarla, pasar por la emoción incierta del resultado final. Hasta el momento en que le das el visto bueno, han pasado muchos meses, más de los que dura una gestación. Lo mandas a la imprenta y esperas, de nuevo meses, para que te lleguen las pruebas. Es la ecografía, pero tienes que devolverlo a la imprenta. Finalmente, un día inesperado, el cartero llama a tu puerta y te entrega un sobre. Cuando el funcionario te deja sólo al cerrarle la puerta, te apercatas de que el sobre contiene tu libro. Los nervios se descomponen mientras precipitadamente rasgas el envoltorio beig. La placenta de pompas se interpone todavía. La haces girones chiclosos al tiempo que chisporrotea acompañando el momento del alumbramiento. Finalmente...¡Tiene color! ¡Está allí tu nombre! ¡Huele a tinta reciente¡ Olor suave, sedoso, apastelado, como el vino envejecido largo tiempo en roble francés. Lo retienes en tus manos admirándolo. Lo degustas. Como un gran reserva, se aposenta aterciopelado en tu boca y deshoja suavemente cada papila, una tras otra: las de adelante, las laterales, las exigentes retronasales, llena de ecos el arco del paladar y, al respirar, se adentra en tu nariz convirtiéndose en fragancia de campo y frutas. El libro que finalmente tienes en tus manos, como el gran reserva, te embriaga de sensaciones placenteras: físicas y psicológicas. Pasas tu dedo pulgar por sus hojas, que desfilan como los blocs de animación instantánea.




Te detienes an alguna página, que repasas. ¡A lo mejor podía haberle dado otra redacción! Pero ya no hay tiempo. La criatura tiene ya vida propia en las librerías y sólo te resta la pregunta ante el recién nacido ¿Que será de él?.




No tengo duda sobre lo que he pretnedido que sea.



Autoeficacia y delincuencia consta de dos partes. En la primera explica la conducta delincita y su prevención; la segunda apuesta por un modo específico de rehabilitción: la gestión personal, la vinculación moral personal. Auteoficacia y delincuencia imagina más a los delincuentes jóvenes, pero no excluye a ninguno de los demás edad, ni siquiera a los que se han identificado, o les han identificado con el delito, los que tienen callo delincuente en su psique por haberse pasado años pensando y ejecutando actos delictivos.




La primerar parte explica la conducta delictiva de manera unitaria apoyánsode en una teoría tan consolidada como la autoeficacia. Demuestra que la conducta delictiva no es distinta de la conducta ejecutada dentro de la norma. Los mecanismos psicológicos que las explican son los mismos : juzgarse capaz, sentirse autoeficaz. Cada delincuente lleva cabo aquella conducta delictiva que se considera capaz de ejecutar y en la manera qu se juzga capaz de ejecutarla.



En criminología ha habido mucha agrupación de situaciones de riesgo, pero falta una teoría que se convierta en el hilo conductor de los procesos que habitan en toda clase de delitos. Hasta el pesente se ha aceptado la teoría general del delito de Hirsch y Gottfredson. Esta teoría se basa en la incapacidad innata para controlar la impulsividad y la imperiosa necesidad de sentir sensanciones nuevas. Pero el crimen organizado y planificado, el que se hace con nocturnidad e insidia tiene poco de inmediated o de flata de control. La teoría general del delito labora contra las primeras explicacione de Walter Michel sobre la personalidad o las mas lejanas de Newcomb, que demostraron que un mismo rasgo de personalidad, como la demora en la gratificación o la extroversión, se manifiesta de manera distinta en circunstancias distintas. Lee Ross y Nisbett, en su excelente libro : Person and situation desmontan las teorías de la personalidad rocosa e innanterable. Tampoco me valen las disposiciones biológicas, menos aún las determinaciones biológicas de la conducta, tan de moda en la actualidad, porque con las mismas activaciones neurológicas se cree en dios o en el diablo, y esto supone diferencias de atitudes y comportamientos "satánicos" o "angelicales". No creo en esas explicaciones porque suponen (de nuevo Ortega y Gasset) que existe un fundamento de lo psicológico anterior a la conducta. Y yo me pregunto ¿de dónde extraen las conclusión de tal supueso cuando lo que se observa es únicamente la conducta ejecutada en determinadas circunstancias? Lo que hay que explicar es la conducta y sus circunstancias. Lo demás son concepciones médicas transportdas a la psicología, donde la fibre no es más que el síntoma de algo fisiológico o físico que habia en nuestro organismo. Dede Freud hasta las modernar teorías de los cinco grandes de la personalidad de Costa y Mcrae, gran parte de la psicología se ha empeñado en hallar el virus o el residuo químico que explica la apariencia. Pero lo psicológico es de naturaleza distinta a lo biológico o médico.



- Eugenio, basta. Que esto pone patas arriba toda la psicología y eso está para los libros como el tuyo.



- Tienes razón. No hay que anticipar el desenlace de la novela o la película.



- Seguiré en el tono de conversación entre amigos.



El delincuente comete el delito de la manera en la que se siente capaz, por eso la policía puede hacer perfiles y modus operandi, lo miso que alguien puede hacer mi perfil como estudioso de la autoeficacia y de la obra de Bandura. Y lo ejecuto porque me considero capaz de estudiar. Y estudio autoeficacia o teoría social cognitiva porque, casualmente aterricé en Stanford en el año 1978. ,Mi pefil actual comienza a mis 40 años y por pura casualidad.



Lo miso que permite explicar los perfiles, la autoeficacia permite dar explicación a la siempre hallada diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a la cantidad y naturaleza de los delitos. Hace cincuenta años los test de inteligencia arrojaban menor capacidad para las mujeres que para los hombres. Hace sólo 20, y quizás aún ahora, había carreras masculinas y femeninas. Todo porque desde pequeñas se las persuadía de que eso no era para ellas, se les recalcaba esta idea cuando al intentarlo fracasaban, carecían, así mismo de modelos con los que identificarse y decirse a sí misms: "yo tambié puedo", y se les interpretaba la excitación que todos sentimos al encarar acciones importantes, como signo de ansiedad, de de miedo e incapacidad.



En todos los estudios criminológicos se descubre que la delincuencia decrece con la edad. Porque para delinquir, especialmente acometer aquellos delitos más violentos, se necesita fuerza fíisica que disminuye con la edad. Con los años uno se siente menos capaz de atacar determinadas acciones esforzadas.



- Y basta, como ejemplos de que hallazgos criminológicos inconexos, convienen con naturalidad y parsimonia dentro de la hipótesis de la autoeficacia.



Si esto es así, la tarea de la prevención de la delincuencia consistiría en imaginarse modos para que el delincuente o el aspitante mental a serlo se encuentren pronto con el fracaso, que la excitación que siente, la entienda como incapcidad y no como simple riesgo o apuesta. Y, de nuevo, una hallazgo siempre encontrado en criminología: la vigilancia extrecha , especialmente de la madre, hasta el punto de saber dónde y con quién está su hijo, y la norma rígida en casa, mantenida por todos los que tienen autoridad sobre el joven, son garantía de la no incursión en la carrera delictiva. Desde la teoría de la autoeficacia esto tiene explicación en cuando está demostrado que un fracaso temprano en el afrontamiento de una tarea importante causa juicio de ineficacia personal. Unos padres vigilantes descubren el primer paso delictivo del hijo. Este fracaso tan tempanamente produce la percepción de incapacidad para la carrera del delito: "esto no es para mí"



La autoeficacia, pues, explica el delito y también proporciona medios psicológicos sólidos para prevenirlo. La consistencia de una teoría da coherencia a una explicación. Más consistencia que una investigación concreta.



Pero, con lo dicho solamente se tapona la carrera delictiva, sin ofrecer alterternativas de integración social o de rehabilitación. A esto se dedica la segunda parte del libro.



Bandura trata de explicar la conducta delictiva mendiante los mecanismos de desvincuación moral. Pero da por supuesto que el delincuente se ha vinculado alguna vez a la norma social expresada a través del Derecho Penal o la sanción social. Tiene gran parte de razón, pero no todos se vinculan moralmente a la norma cuyo incumpliento sanciona el Código Penal. La verdadera vinculación tiene lugar cuando se elige personalmente algo a realizar: ser ingniero, mecánico o barrendero. Se propone metas a largo plazo, las divide en metas a corto plazo, las monitoriza cada semana o cada día, observa cómo, paso a paso, cada día está mas cerca de la consecución del objetivo último. Como cuando estás aprendiendo una lengua extranjera, llega un día en el que parece que todo lo aprendido aisladamente se acompasan y comienzas a construir frases o a entender cuanto escuchas. La satisfación es indescriptible. ¡Lo has conseguido!. Instantáneamente crece tu valer. Experimentas una sensacion de tener valor, te sientes digno de ser valorado por los demás. Esa sensación es la vinculación moral a la que el acto delictivo es contrario y rechazado. Tienes una nueva identidad o has añadido un nuvo valor a tu indentidad que te dificulta la delincuencia.



Todo este proceso (nunca diré que es un proceso fácil) lo denomino gestión personal del negocio más importnte que es la propia vida.



Muchas veces he pensado que si al chaval cuya identidad es ser el matón de la clase o el que se atreve a hacer lo que los demás no hacen ( el delito, el fumar, el consumo de drogas, el robo en comercios, el timo), se le obliga o fuerza legalmente a dejar de serlo ¿Con qué se queda? ¿Con qué se identifica? En cambio, si se pone el acento en conseguir que se vincule a una gestión personal para obtener unos beneficos dentro de la ley ( etudiando y practicando una clase de trabajo en la que monitoriza su progreso), se vicula moralment a un valor social, él miso se siente habitado por el valer y los demás también le valoran. En un momento concreto, quizás en su primer día de trabajo, covergen circunastancias personales y sociales: ha realizado un trabajo que es visible y útil, le pagan por ello, le incorporan en un equipo, puede enseñar orgulloso su primera paga . Todas estas y otras muchas indescriptibles circunstancias y voivencias, explosionan al miso tiempo y el sujeto se considera digno de valor y de valer. Vivencia incompatible con el delito. Ha alcanzado una nueva identidad moral.



Este tema va siendo algo, un mucho largo. Hay que finalizarlo. Para ello, necesitaría expresar mi gratitud a tantos que han seguido algún tipo de gestión personal para conseguir lo que les parecía imposible, y me han confirmado su ganancia en valor personal a medida que se veían más cerca de abandonar el tabaco, beber dos litros de gua diarios, etudiar dos horas diarias y presentarse a unos exámenes que venían reuhuyendo desde hacía más de 10 años. Sentirse un poco más autoeficaz cada día en algo que se considera importante es el camino para la generación o regeneración moral de las personas.




















viernes, 26 de junio de 2009

LA PSICOLÓGICA CHICA DE AYER











Desde hace más de un año me apasiona la fotografía. Releo el manual de mi Canon 400D y siempre aprendo algo nuevo. La letra pequeña es la que más información me aporta ahora. Ya he dejado de surfear en Internet para navegar con más calado. Un mundo imposible de gavillar. Como el niño de San Agustín absorto en vaciar el mar con la concha hallada en la playa, siento que cada nuevo conocimiento de foco, enmarque, tono, calor, color, contraste, velocidad, histograma, diafragma, profundidad de campo abren nuevos mares que requerirían una eternidad para sólo iniciar su vaciado. Porque esto es un hobby, no mi dedicación, le permito poco tiempo, recociendo su insistencia por sentarse en mis rodillas y querer jugar en el ordendor.




Nunca entendí el mundo de la cinegética. El de la pesca me lo enseñó Unamuno a hurtadillas (es su lectura estaba (semi)prohibida en los años 50) con su penetrante ensayo sobre el perfecto pescador de caña. Ahora, tras la afición fotográfica, puedo entender el goce de pescadores y cazadores. La vivencia de libertad y control en que se sumergen al oir a sus espaldas el pestillo de su casa, presagiando horas para lanzar la caña y esperar, sin premura, que el sedal se tense, repique el carrete y apresurarse a frenarlo. Luego, el juego con la presa. Sueltan carrete, tensan de nuevo el sedal tanteando la calidad de la captura. Momentos de absorción. Tú o yo, es el dilema. El disfrute de permitir que la trucha se crea libre huyendo aguas arriba, escondiéndose entre las piedras alisadas por el esmeril de la corriente, dejarla incluso reposar con su condena en la boca, junto a guijarros gris-verdosos y escurridizos como su piel para iniciar de nuevo el desafío mutuo debe producir tal satisfacción que resarce el aburriemiento aparente de las horas previas arrullados por el sonido de la corriente retozona. Entiendo también al cazador que limpia el cañón de su escopeta con el esmero del pulidor de diamantes dando caras a la piedra bruta: examina su cerrojo, busca la caja de los cartuchos, se echa al hombro la bandolera en la que brilla el metal de los cartuchos, introduce sus pies en las botas de goma gruesa, caprichosamente acanaladas como las gigantescas ruedas de los tractores o las tanquetas, se cala su gorro tirolés, apresa la mochila, encaja los ganchos en su cinturón donde exhibirá la presa y se dirige al todoterreno que le llevará al puesto. Allí se aposta, charla con los compañeros (la caza es menos solitaria que la pesca) y espera a que la perdiz de cabeza azulada, cuello rojizo y plumaje gris canoso levante su vuelo raso confundida con el rastrojal. El cazador debe intuir la orientación del vuelo y adelantar el tiro para que el racimo de perdigones negros y el vuelo de la perdiz se encuentren a la misma altura en el mismo tiempo mortal. Parecerá inhumano, pero la experiencia de ver cómo su pointer obedece su orden y busca la presa abatida, que revolotea intentando inutilmente recuperar su vuelo raso, la marca, la acaricia con sus dientes y se la rinde a sus pies entiendo que es el disfrute que otros sienten al terminar un proyecto difícil. Es la definición de poderío. El cazador retorna sin presa con más frecuencia que el pescador, por eso Ortega y Gasset compara al filósofo con él: "sale afilosofar" para cazar esencias, pero, como el cazador, no siempre encuentra presa.




Para mí es una renuncia salir de casa sin mi reflex y mis objetivos. Me he acostumbrado a que el bolsón beige de CNRL-TPCA en que los transporto pese sobre mi hombro o vaya en el maletero. Como el pescador, pero especialmente como el cazador, hay que tener el arma siempre preparada para disparar. Nunca sabes dónde surgirá la foto interesante. Tampoco si necesitarás un gran angular o un teleobjetivo. Pero ordinariamente sabes lo que te puedes encontrar en los lugares que visitas. En la ciudad busco el retrato de la persona, el oficio o el documental. También me agrada el difícil reto de grabar en la retina de mi cámara edificios interesanes, auqnue lo que de verdad ocupa mi tiempo de paseos, cámara al cuello, son los graffiti urbanos. Hago colección de ellos allá por donde voy. De momento no es más que una especialización que realizo mientras camino para cuidar mi salud. Cuando el trabajo me lo permita, los catalogaré. El fotógrafo de de campo se identifica con el cazador. Ha de equiparse con botas de perfil grueso, cruzarse alpecho la mochila de los teleobjetivos de todas las longitudes de enfoque, especialmente el pesado trabuco de 500mm de alcance y dos kilos de peso. Ha de recorrer senderos, buscar el paisaje, esperar la iluminación adecuada. Con frecuencia, la foto que se tiene en mente se logra al tercer día a hora temprana o vespertina. Si lo que se busca es naturaleza viva, ha de saber el lugar y costumbres de los animales que desea, apostarse pacientemente y sorprenderlos en el momento en el que cruzan el campo de su objetivo. Fotografiar una mariposa es un esfuerzo casi imposible. Se ven muchas en los meses calientes, pero con su vuelo incierto desaparecen del campo de enfoque. Se posan pero, al acercarte, se espantan. Puedes recorrer cientos de metros en el pequeño recinto de un jardín hasta que se cansa y reposar. ¡Ya está!. te dices. Pero está a contraluz, bate sus alas y tienes que disparar a gran velocidad y, con pulso firme, atrapar sus diminutos ojos negros, los muchos tramos de sus patas, sus finas y largas antenas para que el colorido de sus alas tenga verosimilitud. Todo un afán frecuentemnete fallido. Como el del cazador. Como el del filósofo.




Quienes hemos dedicado nuestros afanes y días al análisis de la conducta humana aprendemos mucho de estos hobbies tardíos. Me resulta inresimil cruzarme con una cara sin buscarle su fotogenia. Esta alerta se agudiza cuando observo interacciones. En las películas atiendo a los primeros planos, las iluminaciones acordes con el relato, los grandes planos de paisajes. Paseando pienso en las dificultades que me pondría un objeto curioso para obtener una captura que muestre lo que quiero. Los cables, las señales de tráfico, los árboles, la gente que pasa, de lo que no me daba cuenta antes, ahora son omniporesentes. Todo tiene mucho "ruido" que impide mostrar la idea clara que debe transmitir una imagen. El mundo se me ha hecho más bello desde que lo miro por el objetivo de mi reflex. La luz es la obsesión: a veces pega duro y aplana, derrite los objetos, o los endurece, otras los difumina para que sean bellos desde cualquir punto de vista, por la mañana y por la tarde los acaridia cálidamente.




Lo que ahora estoy aprendiendo con lafotografía me ha pasado siempre con la conducta de las personas. No esposible observar una acción, una película o el episodio de una serie sin analizarla psicológicamente.




Tuve la suerte de ver el primer episodio de La chica de ayer, en el que el policía moderno desembarca en la comisaria de principios de los 70 a consecuencia de un accidente. El moderno no entiende a los de la "secreta" de entonces, y los de entonces ven amanerado al aparecido. Dos mundos que conviven y no se entienden. Posteriomente he visto trozos de algún otro episodio: el mismo esquema, sólo los temas son diferentes. Aquella noche pensé que a lo largo de mi vida profesional, tanto en relación con los Cuerpos de Seguridad del Estado, como con Abogados o Jueces, o con el mundo empresarial, me había encontrado con el miso problema de la relativa imcomprensión. He tenido la idea de que la ciencia psicológica está 30 años por delante de lo que se hace en las organizaciones o en el desempeño de determinadas profesiones. Encontramos frecuentemente a LA CHICA DE AYER.




Ya he dicho que ahora ocupa mi tiempo profesional la autoeficacia relacionada con la formación continua en la empresa. Esta vez no por casualidad, sino porque es importante para el tema que, he leído (casualmente después de mis reflexiones sobre La chica de ayer) una publicación de Seijts y Latham. 2006 donde hallo reflejada mis ideas. Latham, desde finales de los setenta, es una autoridad en el difícil tema de la motivación y de la autoeficacia. En este escrito de 2006, los autores no hablan de experimentos, muestras, pruebas, análisis y otras jergas científicas. En este escrito exponen, para que todos lo entiendan, las insensateces que a veces se cometen en las empresas cuando se trabaja por objetivos.




- A ver, Eugenio, no te enrolles con minudencias, no utilices tú la jerga psicológica.




- Es que no es fácil explicar todo lo que quiero.

En las empresas se entiende solamente o casi exclusivamente por trabajar por objetivos, construir más piezas, aumentar la cartera de clientes, reducir plazos de ejecución, etc. En definitiva, obtener más beneficios. Con esta idea en mente, el nuevo gerente que acaba de sustituir al que han mandaron al paro por incumplir los objetivos, viene potente, seguro y agresivo: el primer año el 10%, el segundo el 15%, el tercero el 25%. Y todos han de cumplir con esos objetivos que mantienen a cada trabajador obsesionado con la regla de tres que aprendió en la escuela. Pero este gerente, esclavo de los porcentajes, no se da cuenta de que desde hace más de 30 años la psicología de la motivación por objetivos ha distinguido entre, esencialmente, dos tipos de objetivos: el de aprender y el de ejecutar; dos tipos de percepciones de las metas: orientación hacia el aprendizaje o hacia la ejecución.




- ¿Por qué no decirlo técnicamente?: Learning and performance orientation.




El agresivo y recién aparecido gerente sólo ha entendido lo de performance: los resultados. Castiga el error, clasifica las ejecuciones como diagnóstico de incapacidad innata, fomenta la competición y rivalidad entre compañeros que se emulan para demotrar su capacidad y vive con la ansiedad dede ver reflejados sus porcentaje en la gráfica diaria de resultados. Esta táctica quema (Burnout) a los trabajadores. O, probablemente, logra que se alíen para bajar la productividad. Recuerdo un experiemento de uno de los padres de la Psicología industrial: Dainel Kats. Se hablabla por entonces de la justicia retributiva: pagar más al que más produce, a fin de que cada uno de los trabajadores se sintiera a gusto comparando su aportación a la empresa con lo que de ella recibía. Cuado alguien quiso imponer la retribución equitativa, la cuadrilla elaboró su propia norma, impuso a la baja el techo de y al listillo que se apartaba de la norma del grupo se le aislaba por esquirol, haciéndole la vida laboral tan imposible que terminaba buscando otro lugar donde trabajar. No siempre los objetvos por los objetivos son buenos para la productividad, sobre todo si no son pactados con quien tiene que realizarlos. Una vez más se cae en la tentación de ser diós, como Lucifer, como Sartre.




La reflexión de Seijts y Latham distingue entre los objetivos que deben proponerse en la fase de aprendizaje y cuando el trabajo ya está dominado. Los objetivos de la primera fase consiste en aprender cada dia algo nuevo, hacer las cosas mejor, descubrir maneras más creativas para conseguir los mismos resultados. En esta fase no importan los errores, al contrario son deseables porque estimulan el descubrimiento de nuevos caminos. Cuando los nuevos caminos se hayan alisado por su frecuente tránsito, puede apretarse el acelerador para acortar el tiempo delrecorrido. Hace, al menos, treinta años que la investigación ha demostrado que el establecimiento de objetivos (goals) es una técnica de motivación efectiva y poderosa.... En situaciones en las que el aprendizaje es más importante que el aumentar en la motivación, establecer un objetivo específico de producción es imprudente,dicen Seijts y Latham.




La ciencia psicolsocial hace treinta años que descalifica determinadas prácticas gerenciales, judiciales, policiales, educativas. Sin embargo se siguen utilizando. Evidentemente hay que buscar la via de comunicación para que los avances de la ciencia lleguen antes a la práctica psicosocial. Pues unos vamos en el tren de las invesigación en el que unos resultados plantean nuevas hipótesis que se afinan a los seis meses o al año, se replican y se avanza en una dialéctica hegeliana. En frente tenemos a los prácticos, enfrascados en sus números de resultados, desconfiando, ridiculizando, estereotipando lo que se hace en el laboratorio, por irreal. Es lamentable que dentro de treinta años lo pongan de moda, cuando el policía de la científica ya se haya distanciado no treinta, sino cuarenta años.




¡!¿?. Pues no, no me lo dejo en el tintero, lo que es verdaderamente montivante es mantener siempre la meta de aprendizaje (learning) y valorar menos la ejecución (performance). A la postre quien quien avanza tiene por meta aprender, hace de su empresa una sociedad que aprende, que porgresa, se adapta y produce más. Peter Senge habla de la sociedad que aprende.




-No me lo digas. No soy desmemoriado, ya sé que a Peter Senge lo he mencionado en otro tema.





domingo, 17 de mayo de 2009

FRANK PAJARES



Un vez más las casualidades de la vida determinan nuestras actuaciones. A veces ofrecen alegrías, otras penas. El tema de este mes estaba reservado, adelantándose a otros en mente, a comunicar la publicación mi libro sobre Autoeficacia y delincuencia, Editorial Dykinson, Madrid. Tenía destinado un ejemplar para Frank Pajares, mallorquín aposentado en Estados Unidos de América y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Emory. La serie de correos intercambiados últimamente entre nosotros, que presento a continuación, dan fe de ello. Pero, mis intentos por ponerme en contacto con él durante el último mes habían fracasado. ¿Habría cambiado de Universidad? ¡Es tan propio de los profesionales norteamericanos! Pero no, porque su correo seguía estando entre los Profesores de la Universidad de Emoy. Pero también esa captación me rechazaba el mensaje Finalmente recurrí a quien me lo podía dar con toda seguridad: Albert Bandura. Pero Bandura no me lo pudo facilitar. Me comunicó hace unos días, que Frank había fallecido de una afección pulmonar.

Hola, Frank, finalmente tengo en mi mano mi libro sobre autoeficacia y delincuencia. Más de 200 páginas en las que intento probar cómo la autoeficacia es variable esencial a la hora de explicar y prevenir la conducta delictiva. La segunda parte se centra en la gestión personal (self management), estoy intentando introducir esta traducción como propia de la teoría cognitivo social, como modo de vincular a las personas moralmente. Quiero que me envíes tu dirección para poder enviarte un ejemplar dado que te consideramos un poco el depositario intelectual de todo lo referente a la autoeficacia. Un saludo


I just finished your piece, and it’s really wonderful. Of course you should send it to him. It’s absolutely wonderful.


Tel: (404) 727-1775/Fax: (404) 727-2799
Web:
http//des.emory.edu/mfp

From: Eugenio Garrido [mailto:garrido@agora50.com] Sent: Sunday, November 02, 2008 2:21 AMTo: Pajares, FrankSubject: cognitvosocial: ENFERMERA ATASCADA EN UNA TRAMPA DE ARENA

Eugenio Garrido te ha enviado un enlace a un blog: Frank. Hace días que he escrito este tema sobre la mujer de Bandura. Me he atenido a lo que he podido saber y es público. Dime si te parece adecuado que se lo envíe el al mismo Bandura. Saludos. Cuando salga el libro sobre Autoeficacia y delincuencia te enviaré un ejemplar

From: Pajares, Frank
Sent: Tuesday, November 04, 2008 2:16 PM
To: Eugenio Garrido
Subject: RE: cognitivosocial : ENFERMERA ATASCADA EN UNA TRAMPA DE ARENA

I just finished your piece, and it’s really wonderful. Of course you should send it to him. It’s absolutely wonderful.
Dear Alb, to be sure that my message arrive to you, I'm using this old missive to say you that my book on self-efficacy and delinquency is already printed. I have sanded to you a copy. Of course it is in Spanish, but you can have a sign that I continue working in self-efficacy. And I continue with my book on your theories. Simultaneously I have de contract to write a book on self-efficacy and continuous training in organizations. As you can see, I work now more than in my post as full professor. Best wishes to Ginny.
A request, my notebook in my electronically agenda is lost and I find it impossible to send a message to Frank Pajares, even by the email of the university of Emory, Would you send it to me. Thanks.
Dear Eugenio: It is good to hear from you and to get a progress report on your activities. You are remarkably productive. Congratulations on your recently completed book. I look forward to seeing it. I have had an unusually heavy load of commitments and feel bad for not providing you with the information you requested earlier. After our academic year ends I will send you the information you requested. I am sending as attachments a few new items that may be of interest. Tragically, Frank Pajares died of a respiratory disorder a few months ago. He was a immeasurable help in publicizing my work worldwide. His passing is a great loss to the field and to me personally. Ginny joins me in sending you folks our warm regards. Best wishes, Al



Ha sido difícil apartar el pensamiento de la noticia de su muerte. No le conocía personalmente, pero le apreciaba mucho. En estos momentos uno echa mano de sus conocimientos psicológicos y se da cuenta de que los procesos psicológicos que estudiamos y enseñamos funcionan realmente en la vida. No puedo menos de decir que la teoría de la mera presencia, de Bob Zajonc, que tantas veces expliqué, ha funcionado en mi relación con Frank. Tanto roce generó querencia. Nos hemos escrito muchas veces, me ha alabado lo que le enviaba para su web, ha dado resonancia a mi labor como difusor e investigador en el ámbito de la teoría cognitivo social, y, como a mí ,se la ha dado a tantos otros de habla hispana. Su página sobre autoeficacia era el resonador mundial de la teoría de Bandura. Entiendo perfectamente que Bandura sienta su valiosa colaboración. Bandura más que nadie, pero los demás también notaremos, como diría Ortega, que brilla por su ausencia.
No puedo hacer una semblanza de su vida personal. Lo traté solamente por email. Pero sus correos siempre eran positivos, animaban a continuar en el trabajo y conseguir nuevas metas, a sentirte más autoeficaz. Gracias Frank en mi nombre en el de quienes ayudaste a mantener unidos y prestarnos ideas.
La pregunta que nos deja es ¿quién continuará su página Web sobre autoeficacia?
Frank, donde quiera que estés, si estás, ten en cuenta que has vivido una era maravillosa en la que la memoria trasciende las personas y es global. Supiste aprovechar esta memoria universal que es la red de redes para impulsar la autoeficacia. Tu presencia queda en ella animándonos, y, mientras consultamos tu página, te recordaremos, seguirás en muchas multiplicado en muchas memorias.

miércoles, 8 de abril de 2009

EL CRISTO DEL PERDÓN


Martes 7 de abril de 2009. Ha finalizado la jornada. Momento de descanso y visitar telefónicamente a los miembros de la familia. Uno de ellos contesta desde la calle. Está observando la procesión del Cristo del Perdón.

- ¿Han soltado algún preso? ¡Ah, no!, que ahí no tenéis cárcel.

Conversación que evoca recuerdos de infancia. En los pueblos de Castilla, en los años 40, la vida era monótona, que no aburrida. El calendario era infalible en sus predicciones: las fiestas del lugar, las de los pueblos vecinos, las celebraciones religiosas con sus procesiones. Cada época del año tenía su quehacer: sembrar, podar, desgramar, mirar al cielo en mayo, recolectar y trillar en verano, contratar jornaleros el día de San Pedro, vendimiar en octubre, apañar aceituna en diciembre, ordeñar todos los días. Los Santos celebrados en cada lugar tenían su imagen en una capilla de la iglesia parroquial o en alguna ermita a las afueras del pueblo, a la que se iba de romería una vez al año y se la olvidaba el resto. Los labradores se inclinaban y santiguaban al pasar por delante de ellas, cuando iban de labor con sus mulas cargadas de arados, serones, tirando de carros de llantas gruesas de hierro y ejes untados de grasa negra o, normalmente, utilizadas como medio de transporte y compañía montados en sus lomos, encima de alforjas trenzadas con tiras de trapos viejos en un primitivo telar. Cada santo y cada ermita tenían sus mayordomos. Unas señoras les cambiaban los paños al altar cada cierto tiempo y los alisaba durante la misa mayor dominical,cuaNdo todo el pueblo atestaba la nave. Paños blancos, con puntillas de bolillos o ganchillos, trenzados en las tardes de invierno en las solanas, "casinos" de aldeanas para calentarse, remendar, zurcir los calcetines ayudadas de huevos de madera o hacer ganchillo. Horas de sol y cháchara comentando las novedades del contorno. Los noviazgos y las amonestaciones matrimoniales eran tema permanente. Mis recuerdos de solana son anteriores a la importación de los transistores y a las radio novelas, que silenciaron las solanas vespertinas de Castilla. Los chavales, con los antebrazos extendidos rodeados de madejas, haciendo círculos rítmicos mientras las madres ovillaban las bolas con las que tejerían jerseis, rebecas o calcetines, entrecruzando las agujas en un rondó corto o como el cuento de "nunca acabar". Los niños escuchábamos, personajes invisibles, las noticias de la comarca. Cuánta formación sexual se aprendía en aquellas solanas, hasta que nos hacíamos visibles y nos mandaban a jugar.



El día del Santo, los mayordomos varones se vestían de capas largas forradas de raso rojo, ocupaban lugar de preferencia en la misa, lanceros en guardia portando insignias de plata heredadas de mayordomos ya olvidados. Los más ricos invitaban a algún predicador de orden o congragación religiosa. Todos estaban obligados, retornado el santo a su nicho, a convidar a familiares y allegados, es decir, a todo el pueblo, a rosquillas, obleas y, obviamente, a vino y chochos. La fiesta finalizaba,con los más íntimos, en una comida abundante.



Sin duda, exceptuada la fiesta local, el gran acontecimiento del año eran Los Oficios de la Semana Santa. Las campanas de la torre enmudecían. Los monaguillos abrían unas enormes arcas de nogal guardada en la sacristía o e un hueco de la torre, sacaban de ellas carracas de distintos tamaños: trozos de madera a los que se les había excavado uno de sus extremos hasta convertirlo en delgada tablilla cimbreante, que, apoyada en una rueda dentada atravesada por un palos obre el que giraba, produciendo tantos chasquidos como resistieran las fuerzas del que la portaba. La longitud y el grosor de las tablas emitían, al girarlas, tonos distintos. Los monaguillos tenían el privilegio de voltearlas. Los demás les seguían por las calles del pueblo esperando, deseando un momento de cansancio, para compartir el placer producir aquel desagradable chasquido. En mi pueblo había una carraca enorme, tan larga que sólo los mayores podían voltearla. Los más bajitos se subían a una tapia o pretil para poder "sonarla". Lograr un chasqueo continuado de aquella carraca de nogal era todo un ritual de iniciación a la pubertad. Las carracas, en Semana Santa, marcaban las horas de los oficios religiosos y sustituían a la campanilla en el altar. El pueblo era sólo y todo carracas: los días eran pocos y los chavales muchos.



El Jueves Santos tenía lugar el lavatorio de los pies. Los apóstoles eran chavales elegidos por el señor párroco. Las madres de los elegido hacían gasto especial en ropa, pero, sobre todo, en higiene. Esto era una suerte. Después del los oficios se procesionaba por las calles. Todos los días de la Semana había alguna procesión, pero la del Jueves Santo, la que sucedía al lavatorio levantaba una expectativa singular entre los chavales. Los que habían participado en el lavatorio, ocupaban un lugar destacado en ella, cubiertos con túnicas blancas. Entraban antes en la sacristía. Allí, sobre un mueble enorme en altura y extensión, en el que se encastraban los cajones no menos morrocotudos donde se guardaba la ropa de misa, estaban todos los símbolos de la pasión, incluida la bolsa de Judas. Los breves momentos de la elección dentro de la sacristía causaban expectación en la nave parroquial: ¿quién sería Judas?. Hoy, desde los conocimientos de la Psicología Social con las teorías del etiquetado, los procesos de la segregación y estigmatización o el poder de las circunstancias, se me ocurre pensar: ¿qué sería de todos aquellos que una vez fueron Judas? ¿Será la razón que explica mi interés por las conductas delictivas?

Acaso porque desde pequeño la figura de Judas era vivida con tanta expectación, ayer pregunté si habían soltado a algún preso. No es coincidencia que al hacer la pregunta se me agolparan otras ideas y procesos psicológicos. Me creo, o mejor, sé, que cada uno percibe el mundo desde la mirada de su especialización: el médico ve enfermedades, el arquitecto grietas en las paredes, al filólogo le suena horrible la mala sintaxis, el fotógrafo es sensible al desenfoque y la presencia de objetos extraños. Como psicólogo social, de orientación cognitivosocial, ayer se me agolparon, junto a la idea de la liberación de presos con motivo de procesionar estos días el Cristo del Perdón, las ideas de la creencia en la rehabilitación que tal hecho soporta. Lo mismo que Jesús, según cuentan los evangelios, le prometió a Dimas el premio eterno al verle arrepentido: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso, (lo que no hizo con Gestas por faltarle arrepentimiento), las Cofradías del Cristo del Perdón liberan de la cárcel algún preso. Nada, pues, de criminales irrecuperables. Seguro que si a Dimas se le hubieran pasado los 20 ítems del test de Hare su puntuación hubiera coincidido con la de Gestas. Sin duda alguna psicópatas perdidos sin esperanza social alguna. Pero no fue así, Dimas se arrepintió y obtuvo el perdón y se convirtió en el primer canonizado de la historia de la Iglesia. Sí, nada más ni nada menos que un psicópata fue el primer canonizado por el fundador de la iglesia católica.

La afirmación probada de la teoría cognitivosocial de Bandura, de que nada es definitivo ni predefinido en la existencia humana, late en la costumbre de excarcelar a un preso con motivo de algunas procesiones. Quizás, como sucede con muchos de los arrancados del corredor de la muerte por el Programa "Inocence", estos presos perdonados se conviertan, sí, se conviertan, porque estamos hablando de creencias, en "misioneros" de la paz y la convivencia en su propia comunidad. No responden a la injusticia con nuevas injusticias.

Si el culpable reconoce haber ofendido a la comunidad quebrantando sus normas y ésta cree en sus buenos propósitos de enmienda, estamos hablando de justicia restauradora. Delincuente, víctima y comunidad (representada por los expertos en negociación crimianl) llegan al acuerdo de reparación del daño y recuperación de la confianza mutua. Al cronómetro de la acción delictiva se le borran sus registros anteriores y se reinicia desde cero. Pero el delincuente debe ser consciente de que, en medidor del tiempo que es la memoria, permanece el rastro recuperable de la acción perdonada, pues está programado para resetearse sólo una o muy pocas veces. Si reincide, se recuperan los archivos eliminados.

En las sociedades urbanas actuales, en la que uno sabe donde nace, pero nunca los lugares que que habitará, ni en el que desaparecerá, ha sido necesario reinventar, con la justicia restauradora, la costumbre de la Cofradía del Cristo del Perdón. Cuando el lugar donde se nacía distaba pocas leguas de aquel en el que transcurría su vida, la comunidad misma arropaba al delincuente perdonado. De la misma manera que atendía al anciano, integraba al deficiente mental y auxiliaba al deficiente físico sin necesidad de residencias perdidas en el desierto de las afueras de los núcleos habitados, a los que retornan de "excursión" subidos en autobuses de retorno temprano: "Es para que tengan más calidad de vida". Tan descontaminados como en los internados descritos por Goffman, cuya esencia es la despersonalización y la ausencia de control sobre la vida propia. Es decir, la verdadera calidad de la vida humana. Mucho aire puro, poca capacidad para aspirarlo y menguada autonomía.

Es cierto, en la sociedad actual, dominada por el anonimato, los incentivos para la dessvinculación moral y para la recaída del delincuente perdonado debe ser institucionalizada con protocolos de de actución y de seguimiento, lo que no era tan importante cuando nació la costumbre de las Cofradías del Cristo del Perdón. Pero, como entonces, aunque con más dificultades, los delincuentes pueden arrepentirse y recuperar íntegro su puesto en la sociedad. Las procesiones de Semana Santa, en silencio o acompasadas con el sonido de las bandas rememoran las ideas de arrepentimiento, perdón y rehabilitación.