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martes, 29 de junio de 2010

LAS PESONAS CON ALZHEIMER NO SON NIÑOS DEFICIENTES MENTALES

A finales de los sesenta y durante el primer lustro de los 70 comienza a tomarse en serio la gravedad y la abundancia de los abusos físicos y sexuales infantiles. Los mejores estudiosos del tema atribuyen este logro a los movimientos feministas. Madres e hijos suelen ir en el mismo paquete. Con anterioridad, los abusos eran considerados excepcionales y atribuidos a demencia del perpetrador. Algún mal (o bien) intencionado mantiene que Freud se inventó la teoría de la sexualidad infantil para acallar su conciencia al no denunciar los frecuentes casos de pederastia confesados en su consulta. Ensordeciendo su conciencia, silenció a posibles acusadores. O, dicho más rimbombantemente, dio argumentos a la estricta moral victoriana de su tiempo.

Como en los demás procesos penales, las acusaciones han de probarse. Y el testimonio infantil no era admitido como prueba en los procesos judiciales. En Las Partidas, escribió Alfonso X el Sabio: Testiguar no pueden en los Testamentos… nin los que fueren menores de catorce años…”. Tales palabras de siglos se perpetuaron por los siglos en los ordenamientos procesales. La espeluznante historia de las Brujas de Salem se había alojado en la conciencia colectiva. En las Facultades de Derecho se perpetuaba la experiencia del belga Varendock, quien, en los años veinte, con preguntas sugerentes, logró que toda una clase de niños confesase haber visto lo que nunca sucedió.

Ante el dilema de la  evidencia de los abusos infantiles y la dificultad para autorizarles credibilidad procesal, el Gobierno de los Estados Unidos, en 1974, encarga a un hospital que paute los interrogatorios sexuales de menores. Los sesudos pediatras se dejaron guiar por los SUPUESTOS de la psicología dinámica y sus tests proyectivos. Admitido el SUPUESTO, la conclusión fue una aparición lógica: se puede dar credibilidad a los abusos sexuales infantilices utilizando muñecas anatómicas. Desde entonces hasta la actualidad, el uso de las dichosas muñecas anatómicamente correctas se instaló en los informes periciales de los psicólogos forenses. La evidencia científica, en cambio, no les ha otorgado su certificado, a pesar de la multitud de estudios publicados sobre el tema.

Ya he mencionado en ene este blog el proyecto de intervención en enfermos de Alzheimer en el que participo con Ana Ullán, Carmen Herrero, Juan Delgado, e Isabel Serrano de la Facultad de Psicología de Salamanca, así como con Manuel Belver y otros profesionales de la imagen y la asistencia sanitaria. El proyecto lo han denominado “ARS”, persiguiendo la hipótesis de curar mediante la actividad artística.

Hace unos días asistí en el Centro Nacional de Referencia para el tratamiento e investigación de esta enfermedad, ubicado en la ciudad de Salamanca, a un taller en el que Carmen Moreno, Adjunto de Fotografía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, expuso la técnica de la cianotipia, de la que es especialista. La cianotipia permite crean imágenes utilizando componentes químicos y la luz del sol. Nada de cámaras u otros artificios ópticos. La exposición fue clara y práctica: establecimientos donde adquirir los componentes, su mezcla, impregnación de las cartulinas con la emulsión, la impresión de imágenes y su revelado. Un ejemplo son las fotografías que presiden este tema, realizadas por los enfermos del centro de Salamanca.

Con motivo de esta visita al Centro de Alzheimer de Salamanca, Elena Ingelmo, coordinadora de los proyectos de intervención e investigación, nos mostró los  sistemas de estimulación sensorial. Técnicamente me parecieron de una gran sofistiquez: pantallas que mutan su color al hablarles, sombras y formas proyectadas reptando lentamente por techos y paredes, acompañadas de los caprichosos reflejos porcedentes de una gran bola, mosaico de cristales,( propia de las discotecas), columnas burbujeantes que mudan forma y color al ser tocadas con la mano. Interesante la foca mascota que entiende y retiene el tono de voz, las caricias y las órdenes, simulando los gestos y sonidos de una bebé en brazos.

Ellos son los expertos. Yo no sé nada de Alzheimer ni he tenido la desgracia de observar la enfermedad en personas cercanas. Pero tampoco podía evadirme del juicio profesional que todo aquello me merecía, ni olvidar las imágenes que aparecen en los reportajes de medios de comunicación sobre esta enfermedad que despoja la identidad. En tales reportajes aparecen enfermos pasando formas geométricas de un lado a otro de un sinuoso laberinto metálico que se adquiere en las tiendas de juguetes infantiles.
Las explicaciones que justificaban el porqué de cada uno de aquellos sofisticados o infantiles artilugios me dejaban ecos de reflexión, indefinida sensación de inacabado. No hallaba la expresión que la identificara. Algo faltaba en todo aquello por lo que no terminaba de convencerme plenamente.

- Eugenio, me decía, ellos son los expertos. Tú no. Ellos están en contacto con los estudios más recientes, con los centros del mundo más avanzado. Acéptalo, te lo están diciendo.

La visita finaliza mostrándonos uno de los módulos donde se alojan los enfermos. Era ya la hora de la siesta y nos piden sigilo. En el centro del módulo un patio.

- Ven mira, me dice Elena, la coordinadora de los programas. Me muestra una parrilla rectangular colocada sobre una bandeja de aluminio.

- ¿Qué es esto?

- Un jardín flotante.

- ¿Para qué?

- Quiero que cada interno tenga una planta que cuidar.

Se me agolparon las investigaciones de Langer sobe la necesidad de controlar el mundo que nos rodea.

- ¿Por qué esto?

- Porque sería bueno que cada enfermo tuviera su propia planta.

- Ya .Cuándo vuelva a mi despacho te mando un artículo que te dará seguridad.

Aquella sensación de malestar que me había acompañado durante la visita desapareció: EL PROBLEMA ANIDABA EN LOS SUSPUESTOS que arrodrigaban los laberintos, los sonidos, los tactos, la mascota, las formas cambiantes... Y LOS SUPUESTO ERAN: que los enfermos de Alzheimer son asemejados a niños deficientes que necesitan estimulación precoz. Y, además, en estratos inferiores podía localizarse una añosa capa psicológica: la de los factores primarios de la inteligencia: razonamiento abstracto, espacial, matemático, verbal, etc.
- Sí, esos tests que nos pasan los psicólogos para medir el Cociente Intelectual (CI).

Todo el tratamiento me pareció entonces, y me parece ahora,  que se sustenta en estos dos pilares: NIÑOS CON NECESIDAD DE ESTIMULACIÓN PRECOZ PARA DESARROLLARSE Y FACTORES AISLADOS DE LA INTELIGENCIA QUEHAY QUE RECUPERAR.

¡Cuántas veces había oído la palabra recuperar aquella mañana! ¡Todo era para recuperar las facultades perdidas! Todo, menos la experiencia de las plantas en la que tenían que cuidar el futuro de una vida vegetal de la que se les responsabilizaba. Todo menos la experiencia del taller de cianotipia de la mañana, en el que había que crear  imágenes propias. No se trataba de repetir una y otra vez ejercicios que no dejan rastro. La planta se mantiene viva, crece, florece y muere. Las imágenes son distintas e inmediatas en cada instante y también atrapan el tiempo, dejan la huella de quien las ha creado. Tuve entonces la intuición de que el taller de la cianotipia no partía de los supuestos de la infancia necesitada de estímulos precoces, sino del punto de llegada en el que se encontraban los enfermos y desde el que se pretendía lanzarlos a un futuro.

- Eugenio, ¿un futuro para quien no tiene memoria?

- Sí, un futuro para quien ha llegado a un punto en el que le queda todavía por delante un camino. No se trata de recuperar el pasado (la memoria), se trata de presentarles tareas a realizar y cuyos resultados sean observables, palpables, comunicables, compartibles.
Yo no soy experto en Alzheimer. Quiero recalcarlo. Pero, desde los supuestos de la psicología sociocognitiva, opino que los enfermos de Alzheimer no deben ser tratados como SUPUESTOS NIÑOS deficientes. No sé cómo, pero intuyo (¡) que deben explorarse nuevos caminos a partir de nuevos supuestos psicológicos.

Lo mismo que las muñecas anatómicamente correctas fueron fácilmente aceptadas bajo los SUPUESTOS de la psicología dinámica y los tests proyectivos, los enfermos de Alzheimer reciben tratamientos bajo los SUPUESOS de ser identificados con niños deficientes de los factores primarios de la inteligencia.

Los ocupas sociales psicológicos identifican a los ancianos con los niños. Aceptados los supuestos no debe extrañar que se les niegue la capacidad de decidir y comportarse con la responsabilidad y la madurez que poseen.
 En el desarrollo de la experiencia de la cianotipia ya han aparecido signos de inseguridad, de incapacidad. Signos de ineficacia percibida. Signos de necesidad de que su trabajo sea aceptado, no ya por sus hijos, sino por sus nietos. Pero, con seguridad, estas experiencias merecen todo un tema en este blog.