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miércoles, 17 de diciembre de 2008

ENSEÑORAMIENTO EN LA FORMACIÓN Y LA LIMITACIÓN DEL TIEMPO










¡Hola!. Acudo a la cita con mi blog. Hoy toca. Todo tan sencillo: hoy lo dedicaré a esta atracción, cada més más inrresistible, de interpretar la vida desde la teoría cognitivo social.







Hoy toca. Así de sencillo. Ningún pensamiento altenativo invadirá mi mente. Cualquier actividad, mental o física, que pretenda derivarme, pasará a vía muerta. Yo soy el guardaagujas. Cuando alguien quiere ser el agente o gestor de su propia empresa (su vida), debe actuar así.







- ¡Qué quieres que te diga!. Me parece que el párrafo al que le has puesto punto y a parte es altisonante, y por lo mismo hueco. Contiene humo sin aroma. No, sí tiene aroma. Huele a moho. --Tienes razón. Pero, ¿sabes?, lo difícil es redactar el primer párrafo. " Sentarse ante una cuartilla en blanco con la intención de llenarla de ideas es una experiencia inquietante", me confesó hace mucho mi profesor de Lógica, el asturiano Gabriel de Sotiello.













Hace días decidí el tema de este mes. A mí me resulta interesante,espero que a tí también. Pero ten un poco de paciencia. Lo expondré en el orden en que fueron asociándose las ideas. Una historia atrapa la atención. Permite encajar las ideas en la línea del tiempo. La historia que voy a contar tiene tres momentos.








En el mes de abril o mayo, Marisa Salanova, Catedrático de Psicología Social de la Universidad Jaume I, de Castellón de la Plana, me pide que imparta un curso en el Programa de Doctorado que coordina. Le propongo dos títulos. Tras las consultas pertinentes, eligen el que yo titulaba: Autoeficacia y Formación continua en las organizaciones.







Desde entonces, el tema residía en el trasfondo de cuanto leía. Reservé el més de noviembre para revisar las bases de datos especializadas y ponerme al día. Mucho de lo que se publica está manido; investigadores y revisores dan de paso hipótesis que hace años otros ya abordaron. También hay sorpresas. Me satisfacen los trabajos que hacen repensar. Una publicación de Kozkowski y Bell, del año 2006 atrajo mi atención durante horas. ¡Qué alegría! Debería agradecerse públicamente a quienes estimulan el crecimiento intelectual. Forjadores de fuego, fuerza, maza y yunque que invitan a refundir y agrandar la capacidad de quienes les leen.








¿Qué pasa cundo en un curso de formación se le pide al alumno que aprenda una materia o destreza en tiempo preciso y exigente y éste tiene una orientación a la metas que puede o no ser coherente con esas prisas exigentes?.







¡No abandones, no zapees!. Intentabas descansar leyendo este blog y te has dado de bruces con la losa del párrafo anterior. ¡Por favor, espera, que lo vas a entender!. Te lo prometo. Hazte el favor de seguir leyendo porque las conclusiones te ayudarán a gestionar tus propósitos.







En el indigestible párrafo anterior se alude a dos clases de metas. La primera es simple y universalmente entendida. Vaga errante por los restaurantes de todo el mundo cuando se celebran (sí, se celebración) comidas de trabajo. Las empresas hablan de trabajar por objetivos. Eso, en psicología, se llaman metas (goals) . Aclaro lo de objetivos. La acepción frecuente de esta palabra es producir más, vender más o ganar más dinero. Pero también existen objetivos cuya finalidad es aprender. Por ejemplo, un objetivo es montar más aspiradoras en el mismo tiempo. Otro, distinto, que los jefe inmediatos entiendan los principios por los que la aspiradora absorve los pelos de mi gato depositados en la butaca del salón.









Para explicarte el significado de la segunda acepción de metas he de contar la historia de sus orígenes








Una psicóloga infantil, Carol Dweck, advierte que los jovencitos se enfrentan a las tareas nuevas de manera muy distinta. A unos, la palabra prueba les causa pánico: "¿Seré capaz de superarla mejor que los demás?" Preocupados por el límite de sus capacidades, se centran en sí mismos. Su autoestima pende del número de problemas que resolverán. En inglés los llamamos orientados a la performance. Otros se enfrentan a lo novedoso con la curiosidad de aprender algo nuevo. No les importan los errores. Exploran y exploran hasta hallar la solución. Los errores son retos que se sienten capaces de superar poniendo empeño. Su interés se centra en apreder, dominar algo nuevo. Quieren enseñorearse de lo nuevo, que si, además, es difícil, mejor. Enseñoreamiento: mastery.







Hoy Tocan test, anuncia el profesor. El psicólogo les pone un ejemplo para que aprendan el procedimiento. Cuando todos dicen haberlo entendido, anuncia:"disponen de veinticinco minutos para resolver todos los problemas del cuadernillo". Levanta la mano en la que empuña un cronómetro cuadrado y negro, con muchos botones. "¡Ya!", dice aprentando uno de los botones. El alumno centrado en su valoración personal, apenas si se atreve a leer el enunciado de la primera pregunta. La ojea, pero le molestan los objetos desordenados sobre el pupitre,(coloca sus lápices y cuadernos por tamaños, los libros los mete en el cajón). Intenta leer de nuevo la pregunta, pero advierte que su lapicero no está bien afilado; lo afila. Retoma la lectura, pero sus nervios no le dajan entender bien su enunciado. La relee. Finalmente, la entiende y le parece fácil. Pasa página. Nueva pregunta. ("¡seguro que esta ya es más difícil¡"), se cerciora mirando de reojo al compañero de su derecha. "¿La habrá contestado ya?". Sí. Se inquieta. La turbación le dificulta la comprensión del problema: "¡Esto me va a salir mal!", "no tengo mucha inteligencia". Con esfuerzo, se domina y lo resuelve. "¿Por dónde irán los demás?". Se levanta, apoyando sus codos sobre el pupitre, e intenta ver la página en la que trabaja su compañero de delante. No puede leer el número, pero no es la misma que la suya. Con un poco más de esfuerzo lee: página nueve. Un sudor frío empapa su cuerpo, lo que ve es lechoso, una niebla densa, mojada, banquecina como el humo que asciende de las bocas grandes de las centrales nucleares ha envuelto la clase. Sus compañeros suben y bajan montados en un tío vivo, pierde el equilibrio, se va a desmayar. Mientras, su mente repite en eco expansivo y en espejos paralelos: "Seré el tonto de la clase". El profesor canta el tempo que les queda. La voz del profesor atrae su atencióny le devuelve a su pupitre. Lo ha oído perfectamente. Un impulso le obliga a mirar las páginas que le quedan. "¡No, no puedo llegar!, al final esto va a ser más desastroso de lo que yo creía". Se enfrenta a la tercera página atolondrado. Al tiempo que mal lee el enunciado, escucha de nuevo la voz del profesor: " Bayan recogiendo. Cierren los cuadernillos y coloquen la hoja de respuestas sobre mi mesa.". Hace un intento de responder, al azar: "A lo mejor acierto". Camina hacia la mesa del profesor abrazando su hoja contra su pecho. Sus pasos son intencionadamente lentos para descubrir cuántas respuestas ha contestado cada uno de los compañeros a los que deja que le adelanten por la izquierda y por la derecha. Deposita su hoja boca abajo en el montón. Vuelve al pupitre. Su corazón está agitado presagiando su vergüenza el día de los resultados. Durante las horas siguiente solo escucha la voz que resuena en la cavidad que encierra su piel: "no soy capaz".






A su lado su compañero. Cuando el profesor anuncia que hoy tocan tets psicológicos se alegra. Ya sabe que progresan en dificultad, lo que le estimula. Pone en orden sus cuadernos y lápices para que no le molesten. El sobre de su pupitre está despejado para trabajar cómodo. Hace el ejercicio de prueba. Cuando el profesor aprieta el cronómetro pasa página y lee la primera pregunta. Está tirada. Rápidamente pasa a la segunda, a la tercera, a la cuarta. Comienza a aburrirse: "esto es una pérdida de tiempo". Pero la quinta le presenta algo de dificultad. Una lectura pausada para descubre que sólo hay una respuesta posible. La marca. La sexta le reta: "Esto se pone interesante". Coge la silla con las dos manos, la acerca más al pupitre, se rellena en ella, apoya los codos sosbre la mesa y lee despacio el enunciado del problema. Le busca las vueltas. Siguiendo las transformaciones que va siguiendo el color de las figuras parece que se llega a una solución, pero la rotación de la forma no encaja. Intenta nuevas estrategias lógicas. Finalmente, cree haberla enontrado y marca la casilla satisfecho. Pasa página. " Aquí hay que entregarse a fondo", se dice con regocijo. Busca una estrategia, una segunda, una tercera, vuelve a la segunda. Finalmente descubre que ninguna de ellas es la verdadera, sino una cuarta en la que todos los elementos en juego se resuelven lógicamente: "Con esfuerzo se consigue todo". Pasa páginas centrado en cada enunciado. No se ha dado cuenta de que el profesor ha dicho: "¡Basta!". El profesor le llama la atención. Camino de la mesa sigue pensando en la respuesta del problema que estaba intentando solucionar. Deposita la hoja y pregunta al compañero de su izquierda: "¿cuál era la respuesta al problema veinte?". Está contento: " Al menos hoy he tenido que trabajar duro". No ha pensado en sí mismo, no se ha valorando mientras trabajaba. Se ha centrado en la solución de los problemas y ha disfrutado del esfuerzo que le han exigido los últimos problemas. Como pescador al que se le resiste la presa ha tensado el sedal, ha soltado carrete y a vuelto a regogerlo para cansar a su pieza. Ha gozado con cada estrategia nueva. Pertenece al grupo de los que Dweck llama centrados en enseñorearse de la tarea. En inglés se les denomina matery










-Como ves, nada difícil. Todos tenemos recuerdos de experiencia semejantes. ¿Con quién te has identificado?






Sólo me resta decirte cómo llamamos en psicología a las metas por objetivos: metas contenido. A las metas de Dweck, las llamamos orientación a las metas. Las primeras tiene como cometido ejecutar algo en menos tiempo o con más calidad. Las segundas se interesan por lo que la persona busca en la tarea nueva: orientación centrada en sí mismo, de evaluación personal basada en los resultados (performance o encarar la tarea nueva con el coraje de aceptar su reto, de descubrir la estrategia que permite dominarlas. Enseñotamiento (mastery).






Los autores de la investigación se interesan por descubrir los resultados en formación dentro de la empresa que se obtendrían de las posibles combinaciones de estos dos tipos de metas. Sólo quien conoce los procesos puede controlarlos e invertirlos.

Obviamente no quiero que recorras los estresijos del experimento de Kozlowski y Bell. Pero seguro que te interesan algunos resultados.

La terea que tienen que realizar los participantes consiste en detectar objetos amigos o enemigos que aparecen en la pantalla del radar para dar paso a los primeros y ordenar el derribo de los segundos. Los mejores resultados los obtuvieron quienes se acercaron al aprendizaje de esta tarea compleja con ánimo de enseñoramiento y, además, recibieron el encargo de descubrir las estrategias sin importar los errores. Si perteneces al mundo de la empresa y tienes a tu cargo personas que promover, no esperes de estas personas resultados inmediatos. Cuando los resultados se miden a largo plazo, cosa que no soléis hacer, estos son los que modifican la estructura de la empresa. Su fortaleza es la comprensión profunda y sólida.

Los peores resultados los obtuvieron quienes se acercaron al aprendizaje bajo el encargo de resultados exigentes e inmediatos e inmediatos y con la inención de medir su capacidad para esta tarea (performance). Sus resultados fueron excasos y de mala calidad. Los aviones amigos yacían abatidos en el campo de operaciones del que se habían adueñado los enemigos.






Leyendo las posibles combinaciones de los dos tipos de metas, brotó en mí la curiosidad por saber qué pasaba con quienes, asumiendo orientación de enseñoramiento, recibían órdenes de resultados inmediatos. Este es el segundo capíatulo de esta historia. Se me ocurrió que esta era la combinación de los jubilados: cada día se acercan al límite definitivo, aunque en su tajo tienen corte para más tiempo del que han vivido. Los resultados fueron lisonjeros: predomina su tendendia de enseñoramiento. Se dedican a su tarea con la devoción de niño que acarrea el agua del mar para llenar su flotador de plástico. El tiempo le corre estático, porque su reloj mental está en la tarea de acarrear agua.






Los mayores interesados en descubrir los meandros de lo que hacen o estudian se olvidan del paso del tiempo. Como Bandura, tan activo a sus 83 años como lo estaba a sus 50. Las personas dominadas por el mastery, independientemente de su edad, anestesian el tiempo, ponen sordina al ruido, orejeras a sus ojos y levedad a su cuerpo. Nada tiene tiempo ni ubicación. Sólo existe el reto de descubrir el porqué de lo que les abstrae.







El tercer capítulo de la narración lo están escribiendo alumnos a los que estamos ayudando a gestionar su tiempo de estudio. Cada lunes, el correo electrónico que presenta sus monitorizaciones y comentarios, aturde con el lamento de su falta de tiempo PARA ESTUDIARLO TODO. Los exámes se asoman en la quebrada de las vacaciones. Ahí, ahí mismo están. Pretendiendo estudiar una asignatura recuerdan lo que les falta de la anterior, de la posterior, de todas. Sin finalizar un tema pasan a otro de asignatura distinta, que abandonan para volver a la primera, a cualquiera, a ninguno. El suspenso les enhechiza. Abren y cierran libros, abren y cierran cuadernos, ordenadores, escriben notas que encestan en la papelera, preguntan a un profesor al que no escuchan pensando llamar a la puerta de siguiente. Mucha actividad, mucho cansancio, pavor, sudor, insomnio. Psiquiatras, pastillas, psicólogos, amigos, familiares cuyos consejos no aceptan porque su fracaso profetizado no admite razonamientos. ¡Cuanto dolor sin parto!







¿Se trata de un rasgo de personalidad? Para qué negarlo, muchos lo entienden así. Pero hacen sus investigaciones induciendo en los participantes una creencia de mastery o de performance. Y hallan diferencias. Quien quiera caer en contradicciones, que caiga. Quien se sienta vencido por el "ES QUE SOY ASÍ", que levante el trapo del vencido. No seré yo. Tengo el convencimiento de poder inducir en los estudiantes la meta de enseñoramiento, de gestión, de causa agente. Se les debe convencer de que tantas idas y venidas, tantos libros abiertos y cerrados, tanto desorden en la gestión del espacio y del tiempo, tantos consejos pedidos y no escuchados, solo engendran pérdida de tiempo y más pavor. Luego abandonan a la puerta del examen, como el agorafóbico huye de los espacios cerrados.






¿Pero es tan difícil entender que enseñorearse de lo que se han comprometido a estudiar desde la 17 a las 19 de la tarde de este viernes es lo único en lo que tienen que pensar?. Céntrate, entiende cada palabra que lees o escuchas, relaciónala con lo que ya sabes, búscale aplicaciones a la vida, a la tuya y a la del vecino. No hallarás tiempo para más. No hallarás otro tiempo porque el actual te parecerá un suspiro. Al menos eso llevas por delante: tu enseñoramiento de lo que acabas de estudiar en estas dos horas. Y con el enseñoramiento, la sensación de capacidad, que aupa tu autoestima, peldaño final de tu dignidad.






Siguiendo los dictámenes de tus pensamientos desordenados no te adueñarás ni de esto, ni de aquello, ni de lo de más allá, ni de lo antes ni lo de después, ni lo del profesor oscuro ni lo del meridiano, ni de las lecturas, ni los apuntes propios o prestados. Tu desorden te conduce a ninguna parte que no sea la desconfianza de tí mismo y la arruinante experiencia de no valer.


Cada uno es el guardaagujas de su vida. Si lo crees y lo experimentas en momentos de enseñoramiento, sentirás la indecible satisfacción de verte crecer, hierro al rojo que se alarga, se crece, se malea y toma la forma que solo tú quieras darle y esté pronto para el siseo de burbujas festivas de agua balsámica y bautismal, tras absorber la fuerza del martillo sobre el yunque.