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domingo, 7 de julio de 2019

Bandura: Años de formacion. Su infancia


No es infrecuente que cuando has elegido un camino, por razones diversas, lo abandones y tomes otras rutas. Esto me ha pasado con un intento de libro sobre la obra de Bandura, a la que le dediqué un tiempo. Escribí algunas páginas, que ahora me atrevo a ir colocando en este blog, como si fuera un libro por entregas. 
Leí ayer lo que de él se pone en Wikipedia, y me pareció que lo que en su día investigué ayudará a completar y comprender su obra. 

AÑOS DE FORMACIÓN



Apuntes sobre su vida.



 La Infancia.



No es la intención de este libro detenerse en la vida de Albert Bandura, aunque se muestren algunos de sus momentos, para ponerle cara a la teoría.  La lectura de los pocos escritos o pasajes que se refieren a su vida, en especial a los años de su infancia hasta su partida la Universidad de la Universidad British Columbia en Vancouver, son relativamente escasos y en poco completan los datos que él mismo aporta en su autobiografía. (Bandura, 2006; Foster, 2006; Pajares, 2004, Zimmerman y Schunk, 2003, Evans, 1976, 1989)

Bandura nace en Mundare, pequeña aldea situada en el centro de la Provincia de Alberta, Canadá. En julio de 2007 ha celebrado el centenario de su fundación. Los padres de Albert, como indica en su  breve autobiografía (Bandura, 2006), pertenecieron a la generación que construyó este poblado y a las primeras que fundaron la nación canadiense. A comienzos del siglo XX, Mundare  era una pequeña aldea, situada en medio de grandes extensiones de campo, poblada por unos cuantos inmigrantes principalmente ucranianos, (el apellido Bandura coincide con el nombre de instrumento de cuerda ucraniano). Su padre llegó a Canadá, con apenas 17 años, desde Polonia; su madre lo hizo, también en su primera juventud, desde Ucrania. No eran aquellos buenos tiempos para los ucranianos canadienses (1914-1920), pues fueron declarados “enemigos”, y más de 8.000 concentrados en los primeros campos de concentración de la historia canadienses, por juzgarles aliados de Austria durante la primera guerra mundial. Su padre trabajó en la construcción del ferrocarril Trans-Canadá, que atraviesa la nación desde el  Océano pacífico al  Atlántico, obra civil que confirió identidad a una extensión tan vasta y diversa como es Canadá. Su madre trabajaba en un comercio del poblado. Cuando reunieron una pequeña cantidad de dinero, compraron terrenos donde edificaron su vivienda y una granja, no sin antes haberlos limpiado, con sus manos, de cantos y maleza. Su padre compaginaba su trabajo de granjero con el de supervisor de las carreteras que se estaban construyendo en los alrededores. Su madre era una gran cocinera, su padre tenía un carácter jovial, tocaba el violín. Ambos eran profundamente religiosos: a Bandura le gusta decir que su madre era profundamente religiosa y que su padre bebía el vino de misa con el sacerdote (Foster, 2006, p.74)

En un determinado momento vendieron parte de sus tierras y se compraron una casa en el centro de la aldea. También se compraron un carro con el que trasportaban las mercancías desde la estación del ferrocarril a los distintos comercios de la zona. En el pueblo había un gran molino a donde acudían los granjeros a moler el grano y, entre  tanto, pasaban en rato en la cantina. En la casa de sus padres, una especie de posada, aquellos granjeros podían dormir y guarecer sus caballerías del frío. Parece que la gente del pueblo era de religión católica, de hecho existe hoy  Mundare un museo de los frailes Basilios. Los días de fiestas coincidían con las de los santos y festividades religiosas. Para sus celebraciones construían sus propios alambiques y elaboraban sus propios licores hurtando la vigilancia de la  temida policía montada canadiense. Las cosas les iban bastante bien, tanto que su padre compró uno de los primeros Ford, modelo T.

No todo fueron fiestas y prosperidad, Bandura traza algunas pinceladas negras en la vida de sus padres. Un año tuvieron que desmantelar la capa baja del tejado de la granja para dar de comer al ganado. En la peste del 18 perdieron una hija y su madre ayudó, de casa en casa, a los que estaban enfermos. La depresión económica también les afectó, tanto que tuvieron que ver, con pena, como otros cultivaban  propiedades que ellos habían fecundado.

Albert era el menor de seis hermanos, las cinco mayores eran hermanas. Sus padres, que no habían ido a la escuela, se preocuparon tanto por la formación personal como, sobre todo, por la de sus hijos  Una de las razones para compaginar la granja con la pequeña empresa de transporte fue la de estar cerca de la escuela. Su padre leía tres lenguas, polaco, ruso y alemán, y formó parte de la comisión educativa del distrito. Pero las facilidades educativas eran pocas en aquella aldea. Durante los años de bachillerato tenían dos profesores para impartir todas las disciplinas. Aquellos profesores carecían de casi todos los recursos para estar al día de los avances de los conocimientos.  Un día descubrieron el libro donde estaban resueltos los problemas de trigonometría, lo que provocó un  frenazo en la enseñanza de las matemáticas y  un estado de ansiedad en el profesor que tuvo que negociar con sus alumnos los deberes para que regresaran a sus clases. Aquellos alumnos tuvieron que aprender por sí mismos, fueron autodidactas. Esto no fue impedimento para que el 60% de ellos llegaran a estudiar en diversas universidades del mundo. Los contenidos de las materias son perecederos, lo que es inmutable es el saber aprender, apostilla Bandura cuando narra esta anécdota. Durante las vacaciones ayudaba a su padre en los quehaceres de la granja.

Sus padres se preocuparon porque saliera de la aldea y conociera otros mundos, aprovechando los recesos escolares del verano. Eso sí, trabajando. En uno de aquellos veranos estuvo en una fábrica de mubles en la capital de la provincia,  Edmonton, donde aprendió el oficio de carpintero. Habilidad que le ayudaría para pagarse sus estudios universitarios. Terminado el bachillerato, pasó las vacaciones estivales en Yukon, la provincia más occidental de  Canadá, la que conocemos por los buscadores de minas de oro a finales del siglo XIX y principios del XX, con una brigada que se dedicaba a conservar la autopista que conducía a Alaska. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos entiende que la vía hacia Alaska  ya no era estratégica. El 1 de abril de 1946 se hace la ceremonia de entrega al ejército canadiense, quien se encarga de su conservación a partir del 3 del mismo mes. Aquel día hacía 0 grados centígrados.  El estado de la carretera era  tan deplorable que todavía en 1969 un turista graba en un árbol: Autopista de Alaska. La peor carretera que he transitado. He recorrido 1 milla hacia delante y  dos arriba y abajo. Canadá recibe 17 campamentos  de mantenimiento, construidos por el ejército americano para durar entre 5 y  10 años solamente.  Cerrada prácticamente al turismo, apenas era transitada: en un mes de 1949 transitaban, por término medio, solamente 1232 vehículos (entre camiones, automóviles y autobuses) (www.aslaskahighwayarcives.ca).

Las cuadrillas que habitaban los campamentos estaban compuestas, según Bandura, por militares desterrados, maridos rabiosos a quienes sus mujeres demandaban la manutención, delincuentes en libertad condicional, acreedores… Se pasaban la mayor parte del día jugando a las cartas. Su alimento era, casi exclusivamente, el alcohol, que ellos mismos fermentaban una vez al mes, extrayendo el  vodka de una   masa de patatas y azúcar.  Cuenta como la noche anterior a destilar una de las masas fermentadas,  unos osos grises se la comieron. Al acercarse al alambique se encontraron unos cuantos osos grises que caminaban dando tumbos por el campamento, que les habían arruinado el vodka de aquel mes. Bandura finaliza la narración de su experiencia en Yukon afirmando: por fortuna  estaban demasiado descoordinados para hacer mucho daño (2006, p 3.)
Cuando finaliza la narración de sus experiencias familiares, escolares y laborales de estos años  (2006,b) declara que allí se vivía el construccionismo: los habitantes de Mundare que levantaban un poblado y transformaban en  productivas tierras inhóspitas, los alumnos de la única escuela carente de recursos materiales y personales, y, también, los mantenedores de la autovía hacia Alaska a su paso por Canadá tuvieron que acomodarse a las circunstancias o construirlas para subsistir, divertirse y  poner los fundamentos de un futuro mejor. El otro construccionismo está en los libros. Su teoría posterior, reconoce en portada, echa raíces en estas experiencias tempranas

domingo, 28 de abril de 2013

TODO QUISQUE ES INMORAL. YO SÍ Y ¿TÚ?



Ayer, tras  varios días despejados, de sol radiante y sobras  escuadradas, apareció nublado.  Las nubes son aliadas del fotógrafo. Por la tarde, me eché a la espalda mi cámara y el trípode. Estoy haciendo un  proyecto  fotográfico sobre Pozuelo de Alarcón, donde ahora habito. A quien lo visita  tanto como a quien mora años en él como tránsito para sus responsabilidad en Madrid, puede considerarlo falto de interés. Pozuelo conserva muy poco de su pasado, cuando tampoco fue abundante. En su casco antiguo, mejor no entrar. Uno se introduce en un laberinto de calles desordenadas e intrascendentes de donde resulta casi imposible salir sin la asistencia del navegador. A sus afueras, abundan las urbanizaciones, alejadas unas de otras, con excelentes vías de comunicación hacia Madrid, pero desconocidas las unas de las otras. En Pozuelo no existe el orgullo de "patria chica". Tengo la impresión de que la mayoría de quienes lo sostienen con sus tasas ignoran cuál es su gentilicio.

El lunes pasado, en una de mis excursiones fotográficas por el centro, por donde he comenzado mi proyecto, terminé en las tenerías, que dieron trabajo  hasta finales de los setenta. Me extrañé porque allí comenzaba un Pozuelo abandonado, silvestres, abundante en  maleza. Ni siquiera la antigua Poza, que le presta el topónimo, se libra de la desidia.  Jesús Batris, pozuelero desde hace 43 años, ha decidido cultivar un pequeño jardín en la calle,  frente a su casa, en torno a unas coníferas. Evita así que la gente lave allí sus coches. Charlamos, le digo que me permita fotografiarle y accede. Mientras conversamos, echo una mira a los alrededores: "por aquí tiene que haber algo interesante que fotografiar, distinto del enorme esfuerzo urbanístico de la Plaza del Padre Vallet y la del Ayuntamiento". Para mi regocijo  veo, en lo alto de una  colina muy cercana, dos torres de ladrillo intentando unirse por un arco ahora derruido. Pensé que fuera algún  Torreón medieval, restos de castillo o muralla. Como en Castilla.  Jesús me explica que es la entrada a La Huerta Grande. Durante la Guerra Civil cayó una bomba en el arco y así ha quedado hasta hoy. Hago propósito de dedicarle una tanda de fotografías. 

Ayer  cumplí mi propósito. Decepción total. El camino que conduce a ellas es corto, ahogado por la maleza y los deshechos depositados en aquel culo de saco: hierbajos crecidos con las abundantes y recientes lluvias pretenden cubrir cascotes, botellas, alfombras y muchos parachoques y capós de vehículos.  Para mi mal, una  poste de hormigón, que soporta una línea  eléctrica,   está adosado a una de las torres. Un amago de sendero rodeando la columna a mi derecha,  me tienta a introducirme en la finca privada y enmarcar, desde  el otro lado, una visión panorámica del pueblo. Lo intenté, pero me topé con una tapia de mortero y ladrillo de dos metros. Volví al muladar y pensé cómo sacarle provecho.

De vuelta al coche, al introducir la cámara y el trípode en el maletero, me encontré con una caja de caramelos. Cogí dos. Me quedé con sus envolturas en la mano. Intenté colocarlas en el portaobjetos de la puerta hasta encontrar un lugar adecuado para depositarlos. Pero, miré los envoltorios, miré la basura y, quebrantando la norma y mi norma, los deposite junto a la demás basura. "¡Qué son dos envoltorios de caramelos en comparación con toda la  suciedad que se acumula aquí!". Así, conscientemente, lo justifiqué y lo hice.

En menos de quince minutos había quebrantado varias normas legales: entrar en una propiedad privada, (lo hubiera hecho), arrojé basura al suelo muy conscientemente y, por inadvertencia, me había saltado una prohibición de tráfico.

Bandura, en sus últimas exposiciones sobre la desvinculación moral, suele citar el libro de  Thomas Gabor (1994): Everybody Does It  en el que demuestra que  todo el  mundo quebranta la norma. La sinopsis del libro menciona los delitos de mentir, defraudar, evasión de impuestos, agresiones sexuales, estafas en los negocios, delincuencia política, delitos contra el medio ambiente,  delitos tecnológicos, etc. Sus justificaciones no se diferencian de las exhibidas por los delincuentes sentenciados. Para ilustrarse sobre la infracción del código de honor  escolar puede  visitarse el siguiente y revelador reportaje del San Francisco Chronicle, publicado el 7 de septiembre de 2007 http://www.sfgate.com/education/article/Everybody-Does-It-2523376.php#page-6.

En os dos temas anteriores iniciaba la exposición de las investigaciones de Shu y Gino que demostraban cómo  las normas legales o éticas, cuando se quebrantan, se destierran al olvido.

- Eugenio, no todo el que esté leyendo ésto ha leído o recuerda lo que explicaste en los  tema anteriores.

- Pues, deberé retomar mis habilidades docentes para poner en contexto al lector.

La hipótesis de Shu y Gino afirma que, cuando alguien quebranta una ley moral o ética, se olvida de la norma quebrantada.

 En el primer experimento, las personas que transgreden el código de honor académico norteamericano o anglosajón, (no copiar en los exámenes o no plagiar, entre otras conductas), olvidan sus preceptos. Pero no olvidan las normas de tráfico. Los que no quebrantan el código de honor recuerdan sus  preceptos en mayor medida.

Durante el segundo experimento, se dedican dos momentos  iniciales a recordar el código de honor y los diez mandamientos. Todos  los participantes recuerdan por igual el código y los diez mandamiento antes de que nadie haya podido infringirlos.  Luego, unos trasgreden el código de honor y otros no. Cuando, al final de la situación experimental,  tienen que recordar de nuevo las lecturas iniciales, todos recuerdan por igual los diez mandamientos, pero sólo los que no han quebrantado el código de honor (por voluntad propia o por imposibilidad de hacerlo) lo recuerdan como la primera vez. Los que lo han transgredido recuerdan los contenidos de los diez mandamientos y olvidan significativamente las normas del código de honor. Está claro: olvidan la norma trasgredida.

La la causa aparente de esta conducta delictiva es el lucro material: falsificando los resultados de la actividad intelectual, consiguen más dinero. A más aciertos más dólares. ¿Qué pasaría si se les ofreciese un dinero adicional por recordar los principios del código de honor al finalizar el estudio?. ¿El deseo de ganar dinero les devolvería la memoria?  Además, en los dos experimentos anteriores, son los sujetos los que eligen quebrantarlo ¿qué pasaría si fuera el experimentador quien controlase la infracción de  los "alumnos"?. Responder a estas dos preguntas constituye la esencia de su tercer experimento.

- Como puedes ver, las investigaciones psicológicas hilan muy fino.

En la investigación de la conducta delictiva existe ya mucha literatura sobre el quebrantamiento de normas, la ejecución de conductas inhumanas. Esto sucede más significativamente cuando se infringe la norma por omisión de la conducta exigida. El ejemplo de los accidentes de coche o el conocimiento del maltrato dentro del seno de una familia serían buenos ejemplo.  El delito está en no denunciarlos, en no hacer nada. La gente tiende a "no meterse en líos". Se  pasar de largo.

Dinero y situación propicia a la conducta deshonrosa, son las variables de este tercer estudio. Veámoslo con cierto detalle.

Todo es semejante a los dos  experimentos anteriores. La secuencia  temporal es la siguiente: lectura y comprensión del  código de honor con la advertencia de que posteriormente se les pedirá que lo recuerden. Unos minutos de tareas de entretenimiento. Seguidamente, realizan una prueba de capacidad mental, que no es otra que un muy conocido test de inteligencia.  Como en lo experimentos anteriores, por cada acierto recibirán una recompensa monetaria. Pero en esta tercera situación, el trabajo lo van a realizar en el ordenador y no  sobre papel. Los problemas aparecen en la pantalla durante 20 segundos, que, transcurrido, aparece el siguiente ítem.  Esta modalidad  de presentación de la prueba de capacidad es aprovechada por los experimentadores para dividir, al azar, a los participantes. A uno de los grupos no se les dice nada. Al segundo se les comunica que, a última hora, ha surgido un problema informático imprevisible e irreparable: si antes de los cinco segundos no pulsan la barra espaciadora  del teclado, aparecerá la respuesta correcta  en la pantalla; les ruegan que sean honrados y no permitan que aparezca la respuesta. Si no cumplen con este ruego nadie podrá saberlo, dado el fallo informático.

-Espero que hayas adivinado que esto era un engaño. El ordenador registraba todas las veces que los participantes se dejaban ayudar por la pantalla.

 Al terminar la prueba de capacidad, verán sus resultados y serán recompensados según el número de aciertos.  Se les presenta, a continuación, un cuestionario de autoeficacia y otro sobre su estado de ánimo actual: positivo o negativo. Llega el final: es la hora de recordar los contenidos del código de honor leído al inicio. Pero, también es el momento en el que los experimentadores introducen la variable monetaria:    a la mitad de los participantes se les comunica ahora que, por cada recuerdo  correcto, recibirán una cantidad de dinero adicional. A la otra mitad no se les promete recompensa por sus recuerdos.

Los resultados confirman que son los experimentadores los que han colocado a los sujetos en un contexto en el que todos incumplen el código de honor, no lo han elegido ellos tan libremente como se piensan. Esto se demuestra porque todos, dejaron de presionar la barra espaciadora en alguna de las preguntas. Todos menos uno.

¿Qué pasa a la hora de recordar las normas académicas de no "hacer trampa"?. Pues, en primer lugar, que los que no tuvieron la oportunidad trampear recuerdan en mayor medida que los que hicieron trampa "obligados" por el experimentador (?) (en realidad son ellos los que toman la decisión y, por lo mismo, los culpables).

Parecía que la razón para incumplir el código de honor radicaba en el dinero que obtenían al falsificar sus datos. En este estudio se les ofrece a todos la posibilidad de aumentar esa cantidad  cuanto mayor sea la medida de sus recuerdos del código ético.  Pues, tampoco este estímulo les hace recordar  la norma a los que la han infringido. Pero sí es estímulo para los que nos la infringieron: recuerdan más los que se comportaron honradamente y sus recuerdos eran recompensados.

Es difícil no estar de acuerdo con la hipótesis de Shu y Gino: quienes quebrantan las normas morales echan en olvido los códigos éticos.  Luego mi afirmación de que roban pero no engañan, parce correcta, aplicad a los políticos, jueces o funcionarios corruptos.

-No te pases de listo. Esta traslación a los políticos corruptos tampoco es mía, sino de los autores.

"La falta de honradez puede causar graves daños a las relaciones personales, a las organizaciones y a la sociedad en general. En casos extremos, personas deshonestas, como Bernie Madof, causan ruina espectacular a gente e instituciones inocentes" . En el momento de ejecutar la acción nos buscamos muchas justificaciones con el fin de mantener la integridad moral.  "Los resultados de esta investigación sugieren que las creencias y las acciones tienen un tercer cooperante: la memoria. Hemos encontrado que las conductas honradas y  las tramposas tienen consecuencia asimétricas en la memoria (p.1173).

Tenía pensada un presentación de est tema de manera más científica. Mi conducta de echar basura donde otros se habían adelantado con creces me hizo pensar en que todos quebrantamos las normas éticas y morales. ¿Tú no?. Yo sí.

domingo, 17 de mayo de 2009

FRANK PAJARES



Un vez más las casualidades de la vida determinan nuestras actuaciones. A veces ofrecen alegrías, otras penas. El tema de este mes estaba reservado, adelantándose a otros en mente, a comunicar la publicación mi libro sobre Autoeficacia y delincuencia, Editorial Dykinson, Madrid. Tenía destinado un ejemplar para Frank Pajares, mallorquín aposentado en Estados Unidos de América y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Emory. La serie de correos intercambiados últimamente entre nosotros, que presento a continuación, dan fe de ello. Pero, mis intentos por ponerme en contacto con él durante el último mes habían fracasado. ¿Habría cambiado de Universidad? ¡Es tan propio de los profesionales norteamericanos! Pero no, porque su correo seguía estando entre los Profesores de la Universidad de Emoy. Pero también esa captación me rechazaba el mensaje Finalmente recurrí a quien me lo podía dar con toda seguridad: Albert Bandura. Pero Bandura no me lo pudo facilitar. Me comunicó hace unos días, que Frank había fallecido de una afección pulmonar.

Hola, Frank, finalmente tengo en mi mano mi libro sobre autoeficacia y delincuencia. Más de 200 páginas en las que intento probar cómo la autoeficacia es variable esencial a la hora de explicar y prevenir la conducta delictiva. La segunda parte se centra en la gestión personal (self management), estoy intentando introducir esta traducción como propia de la teoría cognitivo social, como modo de vincular a las personas moralmente. Quiero que me envíes tu dirección para poder enviarte un ejemplar dado que te consideramos un poco el depositario intelectual de todo lo referente a la autoeficacia. Un saludo


I just finished your piece, and it’s really wonderful. Of course you should send it to him. It’s absolutely wonderful.


Tel: (404) 727-1775/Fax: (404) 727-2799
Web:
http//des.emory.edu/mfp

From: Eugenio Garrido [mailto:garrido@agora50.com] Sent: Sunday, November 02, 2008 2:21 AMTo: Pajares, FrankSubject: cognitvosocial: ENFERMERA ATASCADA EN UNA TRAMPA DE ARENA

Eugenio Garrido te ha enviado un enlace a un blog: Frank. Hace días que he escrito este tema sobre la mujer de Bandura. Me he atenido a lo que he podido saber y es público. Dime si te parece adecuado que se lo envíe el al mismo Bandura. Saludos. Cuando salga el libro sobre Autoeficacia y delincuencia te enviaré un ejemplar

From: Pajares, Frank
Sent: Tuesday, November 04, 2008 2:16 PM
To: Eugenio Garrido
Subject: RE: cognitivosocial : ENFERMERA ATASCADA EN UNA TRAMPA DE ARENA

I just finished your piece, and it’s really wonderful. Of course you should send it to him. It’s absolutely wonderful.
Dear Alb, to be sure that my message arrive to you, I'm using this old missive to say you that my book on self-efficacy and delinquency is already printed. I have sanded to you a copy. Of course it is in Spanish, but you can have a sign that I continue working in self-efficacy. And I continue with my book on your theories. Simultaneously I have de contract to write a book on self-efficacy and continuous training in organizations. As you can see, I work now more than in my post as full professor. Best wishes to Ginny.
A request, my notebook in my electronically agenda is lost and I find it impossible to send a message to Frank Pajares, even by the email of the university of Emory, Would you send it to me. Thanks.
Dear Eugenio: It is good to hear from you and to get a progress report on your activities. You are remarkably productive. Congratulations on your recently completed book. I look forward to seeing it. I have had an unusually heavy load of commitments and feel bad for not providing you with the information you requested earlier. After our academic year ends I will send you the information you requested. I am sending as attachments a few new items that may be of interest. Tragically, Frank Pajares died of a respiratory disorder a few months ago. He was a immeasurable help in publicizing my work worldwide. His passing is a great loss to the field and to me personally. Ginny joins me in sending you folks our warm regards. Best wishes, Al



Ha sido difícil apartar el pensamiento de la noticia de su muerte. No le conocía personalmente, pero le apreciaba mucho. En estos momentos uno echa mano de sus conocimientos psicológicos y se da cuenta de que los procesos psicológicos que estudiamos y enseñamos funcionan realmente en la vida. No puedo menos de decir que la teoría de la mera presencia, de Bob Zajonc, que tantas veces expliqué, ha funcionado en mi relación con Frank. Tanto roce generó querencia. Nos hemos escrito muchas veces, me ha alabado lo que le enviaba para su web, ha dado resonancia a mi labor como difusor e investigador en el ámbito de la teoría cognitivo social, y, como a mí ,se la ha dado a tantos otros de habla hispana. Su página sobre autoeficacia era el resonador mundial de la teoría de Bandura. Entiendo perfectamente que Bandura sienta su valiosa colaboración. Bandura más que nadie, pero los demás también notaremos, como diría Ortega, que brilla por su ausencia.
No puedo hacer una semblanza de su vida personal. Lo traté solamente por email. Pero sus correos siempre eran positivos, animaban a continuar en el trabajo y conseguir nuevas metas, a sentirte más autoeficaz. Gracias Frank en mi nombre en el de quienes ayudaste a mantener unidos y prestarnos ideas.
La pregunta que nos deja es ¿quién continuará su página Web sobre autoeficacia?
Frank, donde quiera que estés, si estás, ten en cuenta que has vivido una era maravillosa en la que la memoria trasciende las personas y es global. Supiste aprovechar esta memoria universal que es la red de redes para impulsar la autoeficacia. Tu presencia queda en ella animándonos, y, mientras consultamos tu página, te recordaremos, seguirás en muchas multiplicado en muchas memorias.

lunes, 28 de julio de 2008

BANDURA EN EL SOCIOGRAPH






Ya han pasado algunos meses desde que iniciara esta experiencia bloggera. Me he comprometido a escrbir, al menos, una tema cada mes. Cuando creas tu página los duendes Blogger(no se sabe donde etán, pero, mandan mucho) te exigen un compromiso de la periodicidad con la que les vas a despertar. Debe haber mucho entusiasta inconstante.
Al blogg le didico un día de cada més. Cuando aparecen los temas, si me aguanto, les digo (y me digo) que no es esto lo que toca hoy, espera tu turno. En cambio, me aconece que el día marcado para el blogg alguna idea nueva se salta el turno abusando de no sé que superioridad.
Hoy, 29 de julio, en mi caledario está escrito que debo visitar a los duendes Bogger.
Estoy llegando a casa. Abro el correo y me encuentro con una inesperada carta de mi amigo y compañero José Luis Martínez Herrador. Me incluye unas graficas obtenidas con el sociograph durante el segundo debate televisado entre Zapatero y Rajoy, el que coordinó Olga Vízar, durante la campaña electoral. Pienso que merece un espacio. Va, pues, por el Sociograph.


Hacía tiempo que pensaba explicar la foto que preside este blog. Aparecemos Bandura y yo conectados, mediante unos electrodos y mirando auna máquina: Estamos sometiéndonos a una prueba del Sociograph. No, no me hagais la pregunta, que os la estoy oyendo . ¿Qué es el Sociograh? En vez de explicarlo vedlo. Se ha colocado enla cabecera. ¿No os decía que era un prepotente?


Lo definimos técnicamente: El Sociograph permite someter a un grupo de sujetos (10,12,ó 24) a diferentes estímulos, en tiempo real, para investigar su actividad electrodermal omo medida de su nivel de atención ( Martínez Herrados, Garrido Martín, Valdunquillo, Martín Casado (M), Martín Casado (AM) y Macaya, 2007: La medida de la atención y emoción de grupos sociales ediante una nueva tecnica: el Sociograph).

La idea surge casualmente (las casualidades rigen nuestras vidas) en una conversación entre el Profesor Martínez Herrador y yo. Sabía de sus capacidades para manejarse en el campo de la electroingeniería. Pues aprendió tal profesión antes que la psicología. Yo tuve la suerte de conocerle al poco de iniciarse los estudios de Psicología en la Universidad de
Salamanca. Teníamos que elegir una persona para explicar psicofisiología y mi voto fue para él. Convivió con nosotros algunos años en la Facultad, pero al final se refugió en la Escuela de Educación de Avila. Fui nombrado membro del tribunal que juzgo su tesis doctoral, que trataba sobre medidas psicofisiológicas. Su tesis, porque los temas que los doctorandos eligen para doctorarse definen, de alguna manera, sus características personales. Siempre que sus directores sepan apreciar las aptitudes de quien le elige para escalar la cumbre más alta de una carrera universitaria. De natural tímido, de trabajo constante, intenso y silencioso. El perfecto esteretipo de investigador solitario.



Cuando venía por la facultad y nos encontrábamos echábamos un rato contándonos nuestros proyectos. Andaba yo, a finales de los noventa y primeros años de este siglo XXI, dándole vueltas a temas de psicología jurídiaca. Acababa de celebrarse un juicio con jurado en la Áudienza de Salamanca y llené la sala con mis estudiantes.


-¿Qué hacéis los psícólogos aquí?. Me preguntaron algunos conocidos abogados de la ciudad.



-¿Cómo me preguntáis eso si la jurisprudencia está llena de Psicología ( Garrido, Masip y Herrero, 2007: Psicología Jurídica. Madrid, Pearson).



Lo he publicado y lo defiendo: no existe una profesión que utilice más supuestos psicológicos que la jurisprdencia y su ejercicio. Más que nosotros, los psicólogos.


La toma de decisiones de los juados ha interesado mucho a la psicolología jurída. SuIendo un tema tradicional, no ha sido fácil de investigar, por que sus deliberaciones se llevan en secreto.

-Estoy interesdo en saber qué tipo de argumentos o modo de presentar las pruebas son las que impresionan a los miembros del jurado en su conjunto, no individualmente y poder aconsejar a los abogados sobre el tema. Le comenté a José Luis en uno de nuesros encuentros.

-Eso puede hacerse midiendo el grado de atencion y las reacciones momentáneas en el mismo momento en que se presenta una prueba.


Los dos tomamos el compromiso de ayudarnos mutuamente. Al cabo de poco tiempo, poquísimo para lo que yo suponía, me presentó el primer modelo. Luego, arrebatándole horas al sueño,mientras la recia ciudad de Avila fundía las cuadros blancos de sus ventanas con los grises de sus paredes, en una partida de ajedrez aplazada hasta el amanecer, el apasionado de su electrotécnica ensamblaba cambles, soldaba terminales y enroscaba tuercas o tornillos. Se preocupaba por igual de la milimétrica urdimbre de cables que de la vistosidad de la carcasa que los encubría. Poco tiempo después, siempre al poco tiempo, presentó la segunda edición del sociograph, muy cercana a la actual. El sociograph es muy muy semejante a los monitores que se o9bservan en los hospitales, especialmente en las UCI.

El sociogrph recoge la activiadad electrodermal mediante un electrodo fijado en uno de los dedos de la mano y, tras hacer una análisis de verianza entre todos los sujetos del grupo "enganchados a la máquina" (tal como se ve en la foto de Bandura y mía) envía dos tipos de gráficas a la pantalla del ordenador. La gráfica superior indica ln grado medio de reacción o atención del grupo, en la gráfica inferior se muestran las reacciones puntuales a puntuales estímulos. Cuando esta gráfica es plana o descendente y en la inferior no aparecen picos, los sujetos del grupo se aburren, no atienden. Por lo mismo, no podrán procesar la clase de argumentos o de estímulos a los que no pestan su atención.

Pasaron los días haciendo pruebas con diferentes estímulos: paisajes, escenas de humor, dicursos políticos, alunizaje de Amstrong, crímenes violentos o rsolución de pruebas psicológicas de inteligencia. Si, discriminaba. Era llegado el momento de presentarlo a la sociedad científica. Por el momento, sólo como intrumento para medir los estados emocionales o de atención de un grupo de personas.

Se presento en un curso especial de Psicología Social. La prensa se enteró e inmediatamente fuimos requeridos para explicarlo. Antena 3, le dedicó un espacio de "a fondo" en uno de sus telediarios. Temíamos que la anormal situación de saberse grabados para la TV borrara la diferencia de las reacciones ante los estímulos. Pero el sociogrph no nos decepcionó. Pudo verse claramente cómo se modificaban las gráficas ante estímulos diferentes. Luego lo patentamos.

Este es el aparato al que se Bandura está enganchado enla foto de la portada. Podrá vérsele en muchos actos sociales más o menos inhabiatuales, dada su presencia en todas las latutudes de la tierra, pero enganchado al sociopolígrapho, por ahora no. Cuando Bandura hizo esta prueba estábamos en fase de ajustes.
Pero lo que me ha impulsado a escribir y describir el sociograph (no hedicho que desechamos el nombre de sociopolígrafo, para que no nos identificaran con la máquina de la verdad, aunque el principio picofisiológico es elmismo)no ha sido la foto de Bandura emitiendo sus impulsos a la máquina, sino unas graficas de un estudio en vías de publicación elaborado por Jose Luis Martínez Herrador y la Cátedra de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca duante el el segundo de los debates televisados entre Zapatero y Rajoy. Un conjunto de estudiantes lo siguieron unidos pegados sus dedos al sociograph. La grata sorpresa que acaban de producirme las gráficas son la causa de estas líneas.
Cuando José Luis y yo hablábamos de la posibiliades quetenía nuestro (su) invento, pensábamos en las infinitas posiblidades que tenía por delante.Ya he hablado que las reacciones están en su origen. José Luis, más fisiologicista que yo, cree que se puede aplicar para diferenciar las propiedades del hemisferio izquierdo del derecho, los afectos y los pensamientos. Como psicólogo social yo era más teatrero. Me imaginaba que un día pudiera engancarse a las personas por control remotop, por ejemplo, mediante una pulsera, y que en vez de medir solamente el número de televisiones encendidas se pudiera medir la impresión que causaban determinados programas en la audiencia, cuándo se zapea y poder sacar conclusiones útiles. Podráin evitarse las interminables encuestas de consumo para lanzar un nuevo producto, pues seríasuficiente cn presentarlo a grupos representativos de la población mientras estuvieran unidos electrónicamente al sociograph.

La imaginación más escénica que me imaginaba era entregarles uno de estos terminales bluetooth a la audiencia, o a un porcentaje significativo de la audiencia. Me imaginaba a un regidor del acto observando en un pantalla de ordenador la direccion de las gráficas emocionales y atencionales, y, mediante una lucecita en el atril del "mitinero" le fuese ordenando, con luz verde, que la cosa iba bien, con la roja, que aquello aburría. Me imaginaba ver cómose traducían determinaos temas políticos en la gráfica inferior, cómo subían los picos de excitación, o desaparecían.

Aquello que me parecía un sueño, de alguna manera, es lo que se hizo en este interesante estudio de José Luis y Manolo Alcántara. Me han enviado algunas de esas gráficas y de verdad son , com poco, interesantes. Vean ustede y juzguen. Ylean el estudio o vean ael video cuando se publique.

Los medios o las tertulias afirmaron que en la primera parte de este segundo debate Rajoy había estado mejor, lo que se muestra por lo ascendente de la curva superior en comparación con la dirección descendente de la primera intervención de Zapatero. Se presenta también la intervención final de Rajoy, descendente, excepto cuando vuelve a tocar sus temas más atractivos. Hasta el final. La niña de Rajoy atrajo la atención tanto como las "buenas noches y buena suerte" de Zapatero.