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jueves, 26 de mayo de 2011

CON PIES DE BARRO


Las celebridades se convierten en modelos a imitar cuando se las ubica en nuestras mismas coordenadas. Con frecuencia se ensalzan tanto sus cualidades, que parecieran recorren caminos singulares privilegiados. El modelado, el aprendizaje vicario es una de las fuentes esenciales de la autoeficacia, pero sólo cuando los modelos a imitar se parecen a los que se pide que les sigan. Si el imitador no llega a la conclusión de: “si él ha podido yo también puedo”, los modelos pueden ser fuente de indefensión e ineficacia.

Bandura es, sin duda, una de las celebridades en el campo de la psicología. Leyenda viviente, le apodan ya algunos. Los expertos de la historia de nuestra disciplina le colocan a la altura de Freud, Skinner o Piaget.

-¡Venga allá, no exageres!, Eugenio

-No lo digo yo, sino los historiadores de la Psicología, como Helio Carpintero en su discurso de ingreso en la Academia de ciencias morales, y también lo han dicho los jefes de los departamentos de Psicología americanos, cuando se les preguntó por los psicólogos actuales o históricos que más han influido en la Psicología. Palabra, ¡está documentado!

- “Por lo menos, he escrito tantos libros como estos “tipos”, contesta Bandura cuando se le pregunta por esta comparación.

Pretendo que esta sea la última entrega en la descripción de un momento determinante en la carrera intelectual de Bandura. Pero lo que pretendo, ante todo, es instalarle en el contexto terrenal, para que nos sirva de modelo.

Ya se ha dicho (él lo ha escrito):, nacido en una familia de emigrantes, educado en una escuela sin medios profesionales ni apenas libros. Necesitado de trabajar para costearse su carrera tanto en Vancouver como en Iowa. Obligado a terminar sus estudios en menos tiempo de lo programado, tanto en Vancouver como Iowa. Haciendo sus prácticas en Wichita Guidance Center, y considerando una oferta en Santa Rosa, cerca de la bucólica región del vino, combinando el trabajo clínico en un centro de servicio comunitario con la enseñanza a tiempo parcial en la Universidad de Santa Clara Junio

Bob Sears, a quien le comunica tal contemplación, se interpone en el camino ofreciéndole un contrato más estable en la Universidad de Stanford.

Pero, como insinuaba ( afirmaba) al final de mi última entrega en este blog, Sears le ofreció más que la estabilidad económica: le ofreció un cambio de rumbo en sus investigaciones y una nueva metodología: el estudio de la agresividad de los niños dependiendo del modo en que son criados en el ambiente familiar.

Lo que me interesa subrayar en este momento no es tanto ese cambio de orientación, sino cómo Bandura, al igual que todos los que se dedican a este apasionante campo del saber, suelen seguir las pautas requeridas por las circunstancias.

La doble tarea del profesor universitario: enseñar e investigar, no es nada fácil de compaginar. La preparación de la docencia, si quieres que tus alumnos estén al tanto de los últimos avances de la especialidad, exigen un contacto permanente con la literatura científica . Con la abundancia de escritos que se multiplican por segundos, cuando las investigaciones se publican antes en forma digital que en papel, estar día se convierte en un afán arduo e incluso angustioso. Nunca pude entender a quienes los papeles les mudaban “ la color”. Y acaso debería pedir perdón a tantos alumnos que esperaban recibir los contenidos del año anterior y se encontraban con otros totalmente distintos. Perdón también a todos, porque todos vieron cómo el esquema de la última case se modificaba y ampliaba entre clase y clase por haber leído algo nuevo sobre la materia que estaba explicando. ¡Pero esta es la “angustia del profesor”!

Junto a este afán, el profesor universitario ha de conjugar la investigación. ¿Qué es lo que suele suceder? Pues que las explicaciones de clase, lo que se lee para ser transmitido, crea dudas, objeciones, puntos de vista distintos, comparaciones con otros estdios. Es decir, nuevas maneras de investigar los mismos temas. Y de esta manera se alcanza el difícil equilibrio de enseñar responsablemente y que cada seis años pueda obtenerse un nuevo tramo de investigación que mantenga la autoestima.

Bandura, en el primer momento de su carrera investigadora, no se diferencia del común de los profesores universitarios. Por eso es un ejemplo a seguir y muy a seguir porque es uno de “los nuestros”.

Cuando tuvo que elegir el tema de su disertación o tesis doctoral, se acomodó a los temas que eran propios de Arthur Benton, su director: Los test de personalidad y los de percepción. Su tesis doctoral trata sobre la percepción del espacio en blanco en el test de Rorschach. Pero no lo estudia para diagnosticar clínicamente, sino perceptualmente, pues eso es lo que definía a Benton desde su estancia con Bender en San Diego cuando examinaban a soldados con lesiones cerebrales. Pero su primera publicación fue sobre un test de personalidad, el de la ansiedad como estado o como rasgo. (Quizás tuvo la suerte de no encontrar tales rasgos de personalidad, pues de otra manera no hubiera desarrollado su teoría del aprendizaje social ). Pero esta investigación está dentro de los intereses clínicos de Benton. Luego pública sobre la actitud de los psicólogos clínicos ante los pacientes. Pero esto es fruto de su estancia en Wichita con Brewer. Cuando se leen escritos del Director del Centro Comunitario de Wichita, se advierte la obsesión por analizar las reacciones de los profesionales ante la temática de a los casos que estaban tratando.

De repente es llamado a ocupar un puesto de profesor en psicología clínica en la Univesidad de Stanford. Su intención es continuar con lo que había aprendido en Wichita, pero eso es cercenado por la oferta de Bob Sears. Oferta de trabajo y metodología de Investigación: la entrevista sistematizada, cuantificada, a los padres para saber cuáles son sus consecuencias de sus patrones educativos en la evolución de la personalidad. Y en concreto, en la determinación de la agresividad de los adolescentes que viven en familiar no desestructuradas.

Siempre he explicado que este es el camino que abrió las puertas a las investigaciones sobre el modelado. Ahora quiero añadir dos consideraciones nuevas: La primera, que el miso Sears ya estaba investigando con los muñecos como modo de observar lo que llamaba la agresividad “fantasiosa” de los niños. La segunda que, a pesar de que Bandura haya dicho en sus entrevistas a Evans, que le causó un impacto inolvidable la lectura del libro de Miller y Dollard Social learning and imitation, no debe pasarse por alto que estos dos autores son los que publican con Sears el libro sobre la hipótesis de la frustración-agresión. ¿No sería Sears quien le indicó este camino? Lo que sí puedo afirmar es que las primeras investigaciones sobre la agresividad imitada de los niños no es más que una repetición de las investigaciones expuestas por Dollard y Miller en este libro.

Por cierto, dado que este libro me resultaba difícil conseguirlo a comienzos de los 80, le pedía a Bandura que me lo dejara. Lo que hizo con la generosidad que le caracteriza. Me lo traje a España, y tengo que confesar que albergué la tentación de quedarme con aquel tesoro de la historia de la psicología: ¡el libro que había cambiado el rumbo de las investigaciones de de Albert Bandura!. Pero no lo hice. Se lo devolví. Lo que sí tengo es la fotocopia del mismo, sacada del mismo libro que leyó Bandura.

La necesidad de compaginar docencia e investigación no finaliza en este momento de su vida. Continúa explicando psicología clínica en el Departamento de Stanford y siente la necesidad de explicar otros modos de intervención distintos de los fundamentados en la psicología dinámica disfrazada de conductismo. Se encierra en los sótanos de la biblioteca de Stanford y escribe: Psychotherapy as learning process, que, con el tiempo se convertiría en su libro Principios de modificación de conducta.

En conclusión: Bandura, especialmente en su estreno como investigador, se vio entrizado entre la docencia y la investigación, conjugando ambas exigencias al investigar sobre los temas que tenía que enseñar. Como tú y como yo, querido profesor.

Pero, como explicaba en mi escrito: Bandura voluntad científica, lo que suele suceder es que no se persiguen los caminos que abren esas investigaciones realizadas a merced de las circunstancia docente. Bandura sí lo hizo. Eso es lo que le distingue, a mi entender, de los demás o de la mayoría. Pero no es nada que no se pueda hacer. Sí, cada uno de nosotros puede o pudo ser un Albert Bandura.

¿No queda la impresión de que he destruido al mito? No es esa mi intención, sino la de mostrar que los mitos no lo son por las capacidades excepcionales heredadas, sino por la constancia en perseguir una idea. Y así, sí son modelos a imitar y fuente de autoeficacia personal.

miércoles, 4 de mayo de 2011

CAMBIO DE RUMBO EN MOMENTOS DE FORMACIÓN. II



En la planificación del estudio contamos con la asistencia del Dr. Lois Meerk Stolz y del Dr. Robert R. Sears, los dos nos dedicaron tiempo, pensamiento y esfuerzo en la tarea de que el proyecto fuera un éxito (Bandura y Walters, 1959, Adolescent Agression).

En la entrega anterior quedaba trazado el viaje de Bandura desde la Universidad de British Columbia, en Vancouver, hasta las estepas del estado de Iowa y su departamento de Psicología. Allí, además del título académico de doctor, encontró a Virginia Vans, su mujer.

En lo intelectual se encontró con un Director de Departamento, Spence, que le dejó poca mella, y con una mente abierta y un bolsillo generoso, Arthur Benton, que, como él, buscaba excelencia académica en el mismo Departamento.

Con seguridad que me he precipitado al decir que el conductismo de Spence on le dejó mucha mella. Su poca simpatía por el conductismo, aunque confirmada por el mismo Bandura, merece un tema exclusivo. No es el momento. En mi opinión, le imprimió algo más que el rigor experimental que reconoce abiertamente. ¿Alguien sabe que Bandura investigó con animales en puro condicionamiento conducta?

Ahora toca trazar la línea recta que desemboca en la elección de su tema y método investigación. Para descubrirlo hay que responder a la pregunta de por qué fue contratado como profesor en la Universidad de Stanford y cómo Robert Sears es su lanzadera teórica y meteorológica.

Robert Sears trabaja en el Departamento de Yale, con Hull y, más estrechamente, con Dollar y Miller. Sin olvidarse de que por aquellas fechas se casó con Pauline Sears, eminencia en temas de desarrollo infantil. Tres nombres que darán un giro a toda la psicología, pues son el punto de encuentro entre dos corrientes psicológicas (aparentemente) tan distantes como el conductismo y la psicología dinámica, pero tan idénticas que parten de las mismas hipótesis: la experiencia (es decir, el medio) decide los destinos conductuales de personas y animales. Sí, así de claro.

Pauline Sears acababa de finalizar su formación en Psicología clínica. Y la Psicología clínica de entonces (espero que no de ahora) tenía un matiz eminentemente interpretativo y dinámico. Neal Miller había pasado una temporada en Alemania en contacto con las escuelas dinámicas, y volvió a Yale con la idea de dar una cobertura científica a conceptos como la transferenci.a La experiencia de leer su artículo Theory and experiment relating psychoanalitic displacement to stimulus-response generalization (1948) no dejará indiferente a quien lo lea

Un apunte más hacia el encuentro de Bandura con estas nuevas visiones de la psicología: La famosa hipótesis de la frustración como causa exclusiva de la agresividad está firmada por Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears. Hipótesis que, en realidad, es una manera de adentrarse de nuevo en el mundo de la psicología dinámica desde los supuestos del conductismo. Y de esta manera se introduce la teoría dinámica de la agresividad en las corrientes conductistas más puras.

Metido de lleno en esta interesante evolución intelectual, Robert Sears es invitado por la Universidad de Iowa, la misma de Spence, a dirigir un pequeño Departamento e investigar el bienestar de los niños. Dirección que asume desde 1942 a 1949

Contemporiza esta dirección con otra importante misión en la psicología norteamericana: Presidente de la Comisión que debía normalizar los requisitos para el ejercicio de la psicología clínica. Personalmente he leído los informes emitidos por esta comisión los años 1946,47 y 48. En el año 1946 se hace un primer informe sobre las Universidades que cumplen una serie de requisitos mínimos. De todos los Departamentos de Psicología mencionados, la Universidad de Palo Alto es la que menos requisitos cumplía. Sólo presentaba el primero de ellos: tener algún docente especializado en psicología clínica.

Reconstruyamos de nuevo la situación histórica: Sears y Benton coinciden en la Universidad de Iowa, aunque en distintos Departamentos. Pero tienen algo en común: Sears es el Presidente de la Comisión que elaboraba los criterios exigibles a los psicólogos clínicos para ejercer su profesión. Benton es el profesor encargado de la formación clínica de los estudiantes del Departamento en el que se doctora Bandura. Es de suponer que Benton y Sears se comunicaran sobre los temas que a ambos preocupaban.

En las reuniones de la Comisión Nacional para evaluar los criterios exigibles a los futuros psicólogos clínicos, hay un tema que se discute sistemáticamente: si han de poseer el título de doctor. Las actas de los primeros años aplazan esta exigencia para ser discutida en las reuniones siguientes. Finalmente, en una de las últimas reuniones, se somete este criterio a votación, y ganaron los que se oponían al requisito del doctorado. Tengo el convencimiento de que Sears votó a favor de que fueran doctores. En el año 1957, siendo ya Director del Departamento de Psicología de Stanford, otro Director Nacional para determinar los requisitos de los doctorados en Psicología, Ericksen, recoge una muestra de opiniones importantes sobre el tema. Una de ellas es la de Robert Sears, quien afirma En cuanto a la metodología, un psicólogo debería haber realizado algunos experimentos.

- Muchos datos juntos, Eugenio. Esto es un galimatías

- Estaba pensando lo mismo. Por lo que resumo y dejo para otro rato la influencia directa de Sears sobre la psicología de Albet Bandura.

Cuando a Sears se hace cargo del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford, con seguridad que mantenía su opinión de que los psicólogos clínicos debieran ser doctores. Buscando esta excelencia, se acordaría de su antiguo y, con seguridad, buen amigo Benton, a quien recurre para que le recomiende a alguno de sus estudiantes. Benton, protector material y espiritual de Bandura, se acuerda de su alumno preferido, que acaba de finalizar su año de formación práctica. Sears hace caso a Benton y contrata a Bandura. Cumplía con todos los requisitos de excelencia deseados por el nuevo Director del Departamento. Por eso, cuando, finalizado el primer año de contrato, Bandura le dice que ya tiene un preacuerdo para ejercer de psicólogo en una población cercana a Palo Alto, Sears le retiene y le promociona. Sirviendo así de lanzadera de una brillante carrera de investigaciones psicológicas.

La importancia de Sears en la obra de Bandura ¿se limitó a ofrecerle un puesto de trabajo, o trascendió a lo intelectual?

Como aperitivo a esta respuesta traduzco este párrafo de una investigación publicada por Sears en 1950: Las madres fueron entrevistadas, y la información grabada se analizó de manera que pudiera medirse la severidad con la que se castigaba la agresividad de los niños en casa. Los datos, por lo tanto, permiten una comparación entre la frecuencia relativa y la clase de agresividad mostrada por los niños tanto en la vida real de la guardería como en la fantasía, jugando con los muñecos bajo distintas condiciones de castigo en casa.

¿Recuerda esto en algo a las primeras investigaciones de Bandura?

Otro tema muy distinto pudo ser la relación posterior entre ambas eminencias. De eso nada sé. Solamente una experiencia personal. Sin duda la alumna predilecta de Sears era Eleonor Macobi, de reconocimiento mundial en psicología infantil. En mis primeras estancias en la universidad de Stanford, quise asistir a su curso de doctorado. Siempre me lo negó a través de su secretaria, pues a ella no lograba acercarme. Una de las veces logré “pillarla” de cara y me atendió. De entrada tuvo la negativa en la boca, pero al decirle que me interesaba por la teoría del aprendizaje social de Bandura, no dudó un momento en darme su consentimiento. ¿Por buena amistad? No me pareció, no fue esa mi interpretación.

En conclusión: parece que en lo vital y en lo intelectual Robert Sears, procedente de la estricta escuela conductista de Yale, exigente con la metodología científica, fue importante en la vida y en la la obra de Albert Bandura.

Habrá una tercera entrega .